Una crisis urbana en tres dimensiones
?C¨®mo nos recuperaremos del rev¨¦s econ¨®mico y social que nos viene encima? ?Qu¨¦ forma tendr¨¢n las ciudades cuando esto pase? Y, ?qu¨¦ rol jugar¨¢n en la nueva normalidad que se dibujar¨¢ cuando superemos la emergencia?
La crisis de la COVID-19 es una crisis urbana, en un mundo eminentemente urbano, que parece haber provocado que las acciones de las ciudades coticen a la baja. Justo en el momento en que comenzaban a ser reconocidas como piezas inherentes de la posmodernidad globalizadora del siglo XXI, han empezado a ser cuestionadas precisamente por todo lo que las hab¨ªa convertido en ingenios tan preciados: porque son espacios de aglomeraci¨®n hiperconectados que, por una parte, concentran actividad econ¨®mica, oportunidades, talento, cultura y diversidad; pero, por la otra, porque facilitan la propagaci¨®n de pandemias y otros fen¨®menos de salud global.
Cabe preguntarse, sin embargo, si esta tendencia se consolidar¨¢, si las ciudades, en especial las ciudades globales, perder¨¢n peso en la nueva normalidad que se dibujar¨¢ a partir del momento en que se empiece a superar la pandemia. O si, por el contrario, seguir¨¢n teniendo un rol central como proveedoras de servicios b¨¢sicos y promotoras de derechos. Si seguir¨¢n siendo espacios compactos y conectados, que atraen personas, conocimiento y oportunidades. Si las formas urbanas ser¨¢n las que conocemos o si surgir¨¢n otras de nuevas. Si seguir¨¢n siendo, en definitiva, nodos de un mundo que ser¨¢ diferente pero que dif¨ªcilmente dejar¨¢ de estar globalizado y regido por fuertes interdependencias.
En muchos contextos como en Estados Unidos, Brasil, India, ante gobiernos negacionistas, las ciudades han sido las primeras en gestionar el confinamiento de la poblaci¨®n
Pero para proyectar c¨®mo ser¨¢n las ciudades que vendr¨¢n, es importante no perder de vista qu¨¦ rol han tenido durante la emergencia. En muchos contextos como en Estados Unidos, Brasil, India, ante gobiernos negacionistas, las ciudades han sido las primeras en gestionar el confinamiento de la poblaci¨®n y la toma de medidas para frenar la expansi¨®n descontrolada de la pandemia. De manera generalizada, las ciudades se han situado en primera l¨ªnea: han garantizado el acceso a los servicios b¨¢sicos y la movilidad; han procurado atender a las personas m¨¢s vulnerables y han reforzado las infraestructuras de salud; tambi¨¦n han construido alianzas con la sociedad civil, activando redes de solidaridad; con la ciencia, apoyando proyectos de investigaci¨®n; y con el sector privado, reorientando la producci¨®n; han sumado fuerzas entre ellas y han utilizado todos los canales de la diplomacia p¨²blica y cient¨ªfica para adquirir conocimiento, tecnolog¨ªa y bienes de primera necesidad para hacer frente a la crisis.
Este liderazgo ser¨¢ capital para definir la ciudad que vendr¨¢ despu¨¦s de la COVID-19. Las principales instituciones financieras y organismos especializados advierten que nos adentramos en un periodo de profunda recesi¨®n y crisis econ¨®mica. Un periodo que redibujar¨¢ certezas hasta hace pocas semanas incuestionables. Ecosistemas enteros ligados a sectores considerados como cruciales para la econom¨ªa de las grandes ciudades ¡ªcomo el turismo o la organizaci¨®n de grandes eventos¡ª se ver¨¢n fuertemente alterados. Las formas de vida y de relacionarse se ver¨¢n modificadas. Crecer¨¢ la vulnerabilidad de importantes capas de la sociedad y el riesgo de exclusi¨®n. Y la l¨®gica necesidad de abordar procesos de recuperaci¨®n econ¨®mica puede poner en riesgo los planes para abordar la emergencia clim¨¢tica.
Queda claro que el escenario que viene no ser¨¢ f¨¢cil de gobernar. Las ciudades deber¨¢n ser capaces de definir estrategias dirigidas a dar respuestas integrales a los retos que plantea la nueva realidad por la que comienzan a transitar. Tendr¨¢n que aprender a ser resilientes y gestionar incertidumbres. Volver al crecimiento sin l¨ªmite no puede ser la receta, se ha puesto de manifiesto que segrega, genera desigualdades y devora el planeta. Se impone la idea de prosperidad como fin ¨²ltimo de la actividad econ¨®mica. Una prosperidad que en el post COVID-19 no podr¨¢ estar desligada de la protecci¨®n de los m¨¢s vulnerables y la cohesi¨®n social, ni de la emergencia clim¨¢tica. Una emergencia que no admite un retorno a la idea de la ciudad difusa, como propugnan algunos para reducir el riesgo de nuevas pandemias. La densidad, que habr¨¢ que gestionar de otra manera, aporta mixtura, diversidad y una riqueza a la que en los tiempos que vienen no podemos renunciar.
La crisis que viene provocar¨¢ el cierre de muchas empresas y la p¨¦rdida de millones de puestos de trabajo; una realidad que tendr¨¢ un impacto disruptivo en las ciudades, en especial en aquellas que tienen mercados de trabajo precarios y poco resilientes. Muchas de ellas, por ejemplo las que viven del turismo, se ver¨¢n forzadas a revisar su modelo productivo. Pero la pandemia nos deja tambi¨¦n aprendizajes que habr¨¢ que valorar. Entre otros, la importancia de la ciencia y de la tecnolog¨ªa, y la necesidad de invertir en ecosistemas urbanos de innovaci¨®n; el m¨¢s que posible regreso de la industria, una industria que deber¨¢ ser diferente, limpia, eficiente, sostenible, en un escenario de relocalizaci¨®n. La importancia de la econom¨ªa social o la necesaria apuesta por alimentar las ciudades con producci¨®n de proximidad (y de calidad).
Tambi¨¦n parece claro que agravar¨¢ de forma destacable la ya de por s¨ª preocupante emergencia social. Las ciudades deber¨¢n reforzar sus estrategias orientadas a proteger a los m¨¢s vulnerables y garantizar la cohesi¨®n social. La pandemia ha situado una parte importante de la poblaci¨®n urbana en riesgo de exclusi¨®n; las din¨¢micas emergentes como el teletrabajo o la teleducaci¨®n no han hecho m¨¢s que agravar la brecha que genera la tecnolog¨ªa en un mundo que cada vez ser¨¢ m¨¢s digital. El confinamiento, por otra parte, ha puesto de manifiesto la precariedad de buena parte del parque de vivienda urbana o la dificultad para acceder a servicios y derechos b¨¢sicos. Instrumentos como la renta b¨¢sica universal, apuestas como la del derecho a una vivienda accesible y adecuada o innovaciones como las redes urbanas de solidaridad, toman m¨¢s fuerza que nunca.
Volver a donde est¨¢bamos no es una opci¨®n responsable; es necesario que las ciudades consoliden sus esfuerzos para reducir o eliminar emisiones apostando por una movilidad y un urbanismo m¨¢s sostenibles
Finalmente, la pandemia ha subrayado la estrecha relaci¨®n entre actividad humana y econ¨®mica, y cambio clim¨¢tico. El paro de semanas de una parte importante del mundo, en especial del mundo urbano, ha hecho que las emisiones disminuyan de forma dr¨¢stica. Volver a donde est¨¢bamos no es una opci¨®n responsable; es necesario que las ciudades consoliden sus esfuerzos para reducir o eliminar emisiones apostando por una movilidad y un urbanismo m¨¢s sostenibles. Incluso en un contexto donde la distancia se impondr¨¢ (al menos durante un tiempo), habr¨¢ que repensar el transporte p¨²blico, incrementar los obst¨¢culos al veh¨ªculo privado, potenciar el uso de la bicicleta y favorecer la ciudad paseable, dignificando al m¨¢ximo el espacio p¨²blico.
Las ciudades est¨¢n en la primera l¨ªnea gestionando una crisis que es urbana y que se expresa en tres dimensiones: econ¨®mica, social y ambiental. Lo hacen cooperando entre s¨ª, construyendo alianzas con otros actores, ya sean gobiernos, organismos internacionales, la academia, la sociedad civil o el sector privado. No se recluyen, no imponen fronteras, siguen operando como nodos de un mundo que seguir¨¢ conectado y que deber¨¢ reconstruirse a partir de la cooperaci¨®n y la solidaridad, no de la competitividad. En este mundo, en la nueva normalidad que se empezar¨¢ a dibujar tras la COVID-19, las ciudades y sus liderazgos tendr¨¢n un rol determinante.
Agust¨ª Fern¨¢ndez de Losada es Director del Programa Ciudades Globales de CIDOB (Barcelona Centre for International Affairs)
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