Marginalidad, incomprensi¨®n y mal fario: c¨®mo el ¡°progenitor¡± del rock¡¯n¡¯roll termin¨® siendo ¡°uno de los artistas m¨¢s infravalorados de todos los tiempos¡±
Esquerita pudo haber llegado tan lejos como Little Richard. De hecho, sus trayectorias fueron casi paralelas: ambos eran m¨²sicos negros y abiertamente gais, surgidos en los 50 en las ¨¢reas m¨¢s conservadoras de EE.UU. Hasta que sus caminos se bifurcaron abruptamente...
Cuando hace unas semanas fallec¨ªa Little Richard, solo unos pocos obituarios mencionaban a Esquerita como una figura clave para el desarrollo musical del arquitecto del rock¡¯n¡¯roll. Desconocido para el gran p¨²blico, Esquerita (que, por ahora, ni tiene biograf¨ªa publicada ni documental ¡°ad hoc¡±) pudo haber llegado tan lejos como el ¡°Melocot¨®n de Georgia¡±. De hecho, en sus inicios, sus trayectorias fueron casi paralelas: ambos eran m¨²sicos negros y abiertamente gais, surgidos en los cincuenta en las ¨¢reas m¨¢s conservadoras de Estados Unidos y pioneros de un incipiente sonido que conmocionaba a la sociedad blanca biempensante. Hasta que sus caminos se bifurcaron abruptamente.
Tocado por un ¡°pompadour¡± de palmo y medio de altura (hay qui¨¦n asegura que aquel zigurat capilar estaba configurado por dos pelucas, una encima de la otra), con una verdadera pasi¨®n por el maquillaje y la joyer¨ªa de gran tonelaje y parapetado tras unas gafas de fantas¨ªa que har¨ªan pasar a Elton John por un vendedor de seguros de decesos de Middlesex, Esquerita fue much¨ªsimo m¨¢s que un ¡°doppelg?nger¡± de Richard. Fue el autor de una fenomenal -y bastante deslavazada- discograf¨ªa escondida tras su principal apodo, su nombre real (Eskew Reeder) y diferentes apelativos (S. Q. Reeder, The Fabulash o The Magnificent Malochi) y el protagonista de una vida siempre al l¨ªmite entre la marginalidad, la incomprensi¨®n y el mal fario. Ha llegado el momento de reivindicar su singular figura. Rebobinemos, pues.
El m¨²sico fue autor de una fenomenal discograf¨ªa escondida tras su principal apodo, su nombre real y diferentes apelativos y el protagonista de una vida siempre al l¨ªmite
Eskew Reeder Jr. nace en Greenville (Carolina del Sur) en 1938, en plena segregaci¨®n racial. A los cinco a?os ya est¨¢ aporreando el piano en casa de su vecina, la se?ora Willis, aunque son las clases de ¨®pera de las dos hijas de su maestra lo que realmente llaman su atenci¨®n, desarrollando desde bien temprano su gusto por los aullidos en falsete. Como tantas otras figuras del r&b o el soul, el peque?o Eskew contin¨²a su aprendizaje del teclado hasta principios de los cincuenta en diferentes coros de gospel, como el Tabernacle Baptist Church (donde su madre ejerce de directora), el Three Stars o el Heavenly Echoes.
Poco tiempo despu¨¦s de abandonar la escuela se produce el encuentro que cambia su trayectoria. En su biograf¨ªa autorizada,?Quasar Of Rock: The Life And Times Of Little Richard (1984), escrita por Charles White, el protagonista de aquellas p¨¢ginas recuerda su primer contacto con un adolescente Reeder en 1953 en la estaci¨®n de autobuses Greyhound de Macon (Georgia), donde trabaja. Richard tiene por entonces 20 a?os y a¨²n no ha salido del ¡°chitlin¡¯ circuit¡± (unos disolutos espect¨¢culos para afroamericanos), donde act¨²a a¨²n bajo el seud¨®nimo ¡°drag¡± de ¡°Princess LaVonne¡±, pero enseguida reconoce a Reeder como uno de los suyos.
¡°?l estaba con una predicadora llamada Sister Rosa Shaw, que vend¨ªa panes bendecidos, con la que tocaba el piano -rememora Richard-. Ten¨ªa las manos m¨¢s grandes que haya visto jam¨¢s. Eran el doble de grandes que las m¨ªas. As¨ª que ambos subimos a mi casa y ¨¦l se puso a tocar One Mint Julep, de The Clovers. Yo le dije: 'Oye, ?c¨®mo consigues hacer eso?'. Y ¨¦l me respondi¨®: 'Yo te ense?o'. Y ah¨ª fue cuando comenc¨¦ a tocar. Aprend¨ª mucho sobre fraseo. Para m¨ª ha sido uno de los grandes pianistas de todos los tiempos y eso incluye a Jerry Lee Lewis, Stevie Wonder o cualquier otro que yo haya escuchado¡±.
Semejante cumplido por su parte es muy indicativo para alguien tan poco dado al halago gratuito. Hablamos de un tipo que, cuando su bi¨®grafo le env¨ªa la primera versi¨®n de su libro, en la que se insin¨²a que la est¨¦tica de Esquerita tambi¨¦n ha tenido ascendencia sobre su prodigioso tup¨¦, exige de inmediato que se corrija ese desatino. En ese volumen tampoco confirma que en este primer encuentro mantuvieran relaciones sexuales, pero s¨ª deja caer que ¡°¨¦l estaba loco por m¨ª¡±. Seg¨²n la versi¨®n de Reeder en una entrevista con Kicks Magazine en 1983, cuando conoce a Richard, este ¡°a¨²n no usaba falsete, simplemente cantaba¡±, defendiendo as¨ª su influencia sobre el aullido que m¨¢s tarde dar¨ªa fama al m¨²sico de Georgia.
En 1957, uno ya es una estrella mundial gracias a ¨¦xitos como Tutti Frutti, Long Tall Sally o Lucille, mientras que el otro a¨²n no ha publicado ni un single. Ha abandonado, eso s¨ª, el gospel por el rock¡¯n¡¯roll y sobrevive como volc¨¢nico pianista residente del Owl Club de su ciudad natal bajo el seud¨®nimo de Professor Eskew Reeder. Es en esa sala, a la que ya acude clientela blanca, donde le descubre Paul Peek, el guitarrista de Gene Vincent, que le ayuda a firmar un contrato con Capitol. La discogr¨¢fica, que pretende hacer de ¨¦l un nuevo Little Richard, decide un nuevo apodo para el reci¨¦n llegado jugando con la contracci¨®n fon¨¦tica de su nombre y apellido: de Eskew Reeder a Esquerita para los restos.
Aprovechando que Richard, debido a una s¨²bita iluminaci¨®n mariana, ha abandonado los escenarios para entrar en una escuela de teolog¨ªa en Alabama, Capitol financia en 1958 los primeros singles de su nuevo protegido, incluyendo Oh Baby o Rockin¡¯ The Joint, cuya cara B, Esquerita And The Voola, puede ser uno de los temas m¨¢s psicotr¨®nicos de la ¨¦poca: una ensalada de proto rock¡¯n¡¯roll, piano dislocado, chillidos pseudooper¨ªsticos y escarceos latinos que deja a los pocos que lo escuchan con la mand¨ªbula torcida. Ninguno de esos asilvestrados lanzamientos alcanza las listas de ventas. Su incendiario elep¨¦ de debut (y, a la postre, su ¨²nico ¨¢lbum), titulado escuetamente Esquerita! (1959), que anda m¨¢s cerca de Fats Domino o Lloyd Price, tambi¨¦n es ignorado por las radios y la prensa especializada y a los pocos meses la discogr¨¢fica decide cancelar su contrato.?
Seg¨²n la versi¨®n de Reeder en una entrevista con 'Kicks Magazine' en 1983, cuando conoce a Richard, este ¡°a¨²n no usaba falsete, simplemente cantaba¡±, defendiendo as¨ª su influencia sobre el aullido que m¨¢s tarde dar¨ªa fama al m¨²sico de Georgia
Tras unas temporadas desaparecido, resurge en 1962 con una residencia en el club Dew Drop Inn de Nueva Orleans, lo que le vuelve a poner en el radar de sellos como Minit. ¡°Los shows comenzaban alrededor de las diez de la noche y a la ma?ana siguiente la gente todav¨ªa estaba all¨ª bailando. Hasta las camareras y el due?o bailaban. ?Menudo lugar! ?Hab¨ªa un mont¨®n de comida y whisky toda la noche!¡±, explica Reeder en la mencionada entrevista con Kicks.
Despu¨¦s de grabar junto a Allen Toussaint, es reclutado en 1963 por Berry Gordy, el fundador de Motown Records, como parte de una plantilla de instrumentistas destinada a cambiar el rumbo de la disquera de Detroit. ¡°Estaban todos all¨ª: Diana Ross, Smokey Robinson¡ Ellos jam¨¢s hab¨ªan estado tan cerca de esos ritmos tan funk y explosivos que trajimos desde Nueva Orleans. Puedo decir que tuve mucho que ver con el cambio de su sonido¡±, llega a afirmar Reeder en su momento. Sin embargo, aquellas sesiones jam¨¢s son publicadas.
Little Richard le rescata un a?o m¨¢s tarde como m¨²sico de estudio para sus singles Good Golly Miss Molly y Slippin¡¯ And Slidin, pero ¨¦l sigue sin encontrar su sitio. Tampoco ayuda demasiado que cada vez que firma sus colaboraciones, sus propias grabaciones o sus actuaciones en directo lo haga con un nombre diferente: S. Q. Reeder, Eskew ¡°Esque-Rita¡± Reeder, Voola o The Magnificent Malochi. En 1969, llega su mayor ¨¦xito gracias a Dew Drop Inn, un fant¨¢stico single de homenaje al club de Nueva Orleans en el que toc¨® durante tantas noches. Un a?o despu¨¦s, es el propio Richard el que registra el mismo tema junto con otra pieza compuesta a medias con su colega, Freedom Blues, para su ¨¢lbum de retorno de 1970, The Rill Thing. Pero su buena fortuna acaba ah¨ª.
Desencantado con la industria musical, Esquerita desaparece del mapa y a principios de los setenta su biograf¨ªa se vuelve un enigma. Su pista emerge de nuevo en Brooklyn a mediados de esa d¨¦cada, donde se encarga del piano en salas de ambiente gay, camuflado tras el apelativo de ¡°The Fabulash¡±, mientras malvive en hoteles de mala muerte del Midtown. En esa ¨¦poca es arrestado unas cuantas veces y termina cumpliendo una condena de mes y medio en la c¨¢rcel de Rikers Island. Poco despu¨¦s emigra a Puerto Rico, donde pierde un ojo en una pelea y pasa una larga temporada entre rejas (hay versiones que aseguran que esta estancia en prisi¨®n se debe a que mat¨® al hombre que le dej¨® tuerto).
Desencantado con la industria musical, Esquerita desaparece del mapa y a principios de los 70 su biograf¨ªa se vuelve un enigma. Su pista emerge de nuevo en Brooklyn a mediados de esa d¨¦cada, donde se encarga del piano en salas de ambiente gay mientras malvive en hoteles de mala muerte
Su rastro vuelve a esfumarse hasta que, en 1983, regresa a Nueva York para ofrecer una serie de actuaciones en un peque?o local llamado Tramps. Es all¨ª donde conoce a Miriam Linna, que hab¨ªa sido una de las primeras bater¨ªas de The Cramps, y a su marido, Billy Miller. Es la pareja que poco despu¨¦s funda Norton Records y reedita a partir de 1986 toda su discograf¨ªa. ¡°En ese momento a muy poca gente le interesaba Esquerita -explica Linna en conversaci¨®n con Icon-. Pero para nosotros fue lo m¨¢s importante que sucedi¨® ese a?o. Fue algo muy loco. Obviamente ¨¦l no hab¨ªa ensayado nada, pero en cuanto vio que ten¨ªa una peque?a base de fans en la sala, sus shows se volvieron incendiarios¡±.
Linna, que lo recuerda como ¡°muy alto, en¨¦rgico y explosivo¡±, sostiene que por entonces Esquerita mantiene una doble existencia. ¡°En Nueva York no se mostraba abiertamente gay, aunque todos sab¨ªamos que lo era. Llevaba una vida de gay y travesti y otra de hetero. Pero nunca iba por la calle vestido como una drag¡±, apunta. Para ella, el m¨²sico de Greenville ha sido el ¡°progenitor¡± del rock¡¯n¡¯roll, un personaje a la altura de Chuck Berry, Bo Diddley, Jerry Lee Lewis o Gene Vincent. ¡°Aunque todos esos vendieron millones de elep¨¦s, aparecieron en un mont¨®n de pel¨ªculas y en televisi¨®n y tuvieron largas carreras. Adem¨¢s, todos ellos tambi¨¦n parec¨ªan ser personas bastante razonables¡±, bromea Linna, que recalca que ¡°su influencia ha sido inmensa. Esa es la raz¨®n de que tengamos una imagen suya en el logo de Norton. Fue un adelantado para su ¨¦poca. Para m¨ª es uno de los artistas m¨¢s infravalorados de todos los tiempos¡±.
Pero esas actuaciones en Tramps tampoco cambian su suerte. A mediados de los 80 hay fuentes que aseguran haberlo visto trabajando en un aparcamiento e incluso limpiando parabrisas a cambio de unos d¨®lares en un cruce de Brooklyn. En 1985 le diagnostican VIH y, el 23 de octubre de 1986, fallece por complicaciones derivadas de esta enfermedad en el Harlem Hospital. Sus restos descansan en una tumba sin nombre en el ¡°Potters Field¡± del Bronx, donde se suele enterrar a las v¨ªctimas de pandemias o a individuos sin recursos. Exactamente nueve meses antes de su muerte, el 23 de enero de 1986, ten¨ªa lugar la primera ceremonia de admisi¨®n del Rock and Roll Hall of Fame en un evento celebrado en el Hotel Waldorf Astoria de Nueva York. Little Richard fue uno de los diez artistas que se incluyeron en el Sal¨®n de la Fama durante aquella noche inaugural.
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