Esos sucesos extra?os que nos empa?aron las vacaciones pero nos dejaron una buena an¨¦cdota que contar toda la vida
Sangre en las s¨¢banas, tel¨¦fonos que suenan desenchufados, recepcionistas que recomiendan qu¨¦ visitar en funci¨®n del color de piel u orientaci¨®n sexual... hemos preguntado a unos cuantos viajeros por las an¨¦cdotas m¨¢s chocantes que vivieron en un hotel
Ahora que viajar y hospedarse fuera de casa vuelve a ser una opci¨®n en Icon hemos hablado con una quincena de almas viajeras que rememoran con nosotros los momentos m¨¢s "tierra tr¨¢game", sobrenaturales, escatol¨®gicos, accidentados y delirantes que han vivido dentro de un hotel. Puede que este no sea el verano con el que so?¨¢bamos hace solo unos meses, por eso viajar al siempre reconfortante pasado para recordar an¨¦cdotas como las detalladas a continuaci¨®n puede convertirse en el mejor homenaje que uno puede hacerle a esta ¨¦poca estival.
Sangre en las s¨¢banas, tel¨¦fonos que suenan desenchufados, chorros de agua sobre la cama y recepcionistas que recomiendan qu¨¦ visitar en funci¨®n del color de piel u orientaci¨®n sexual son algunas de las an¨¦cdotas que estas quince personas han vivido en un hotel.
"Al salir de la ducha vi unas gotas de sangre en la alfombrilla de pies que no estaban all¨ª antes. Pens¨¦ que me hab¨ªa hecho alg¨²n corte y mir¨¦ por todo mi cuerpo, pero no encontr¨¦ ni un rasgu?o". Guillermo (escritor, 37 a?os). "Hace un par de Navidades le regal¨¦ a mi madre un viaje a Lisboa, que es su ciudad favorita aunque haya algunas m¨¢s grandes, ex¨®ticas y monumentales a dos horas de avi¨®n. La verdad es que la entiendo. La primera ma?ana en el hotel, al salir de la ducha, vi unas gotas de sangre en la alfombrilla de pies que no estaban all¨ª antes. L¨®gicamente pens¨¦ que me hab¨ªa hecho alg¨²n corte y mir¨¦ por todo mi cuerpo, pero no encontr¨¦ ni un rasgu?o. Cuando lo coment¨¦ con mi madre durante el desayuno, ella respondi¨®, sorprendida, que se hab¨ªa encontrado unas gotas de sangre esa ma?ana en sus s¨¢banas, a la altura de los tobillos, y hab¨ªa reaccionado igual: buscando, sin encontrar nada, alguna herida o corte en las piernas. Esta es la historia y nunca logramos resolverla. ?Estaba el hotel embrujado por alg¨²n espantoso crimen cometido entre sus paredes? Me hubiera encantado, la verdad, pero las tres noches que pasamos en ¨¦l dormimos estupendamente y sin visiones espectrales, voces de ultratumba ni l¨¢mparas balance¨¢ndose. Nunca comentamos nada en la recepci¨®n porque consideramos que nos tomar¨ªan por locos, m¨¢s con la barrera idiom¨¢tica con el portugu¨¦s. Por supuesto que al volver a Espa?a me le¨ª obsesivamente todos los comentarios sobre el hotel en plataformas vacacionales para ver si a alguien le hab¨ªa ocurrido lo mismo. No encontr¨¦ nada: o bien ocurri¨® a alguien m¨¢s pero sienten el mismo reparo que yo al contar algo tan inexplicable y absurdo o realmente el resto de clientes solo tienen como recuerdo del lugar la amabilidad del equipo y su cercan¨ªa a la Pra?a do Rossio".
"Al abrir los armarios se me cay¨® una balda encima y me romp¨ª la nariz. ?Dos meses antes de mi boda me hab¨ªa roto la nariz!". Mar¨ªa (farmac¨¦utica, 60 a?os). "Hace casi 40 a?os, dos o tres meses antes de casarme, tuve que ir a un congreso en Valladolid. Cuando llegu¨¦ al hotel me puse a abrir los armarios y se me call¨® una balda encima, con tan mala suerte que me rompi¨® la nariz. En las fotos de la boda y salgo con una cicatriz enorme que a¨²n tengo a d¨ªa de hoy".
"Entr¨® en mi habitaci¨®n una amiga con la boca llena de espuma blanca gritando sin que pudiera enterarme de lo que estaba pasando. Sali¨® corriendo a meterse en otras habitaciones de las que sal¨ªa segundo despu¨¦s sin dejar de gritar". Irene (productora audiovisual, 29 a?os). "En 2008 fuimos a Mallorca de viaje de fin de curso despu¨¦s de Selectividad. ?ramos muchos y casi ocup¨¢bamos una planta entera del hotel, por lo que pr¨¢cticamente nos pas¨¢bamos el d¨ªa con las puertas abiertas como si aquello fuera nuestra casa. En una de esas, yo estaba tranquilamente en mi habitaci¨®n cuando de repente entra una amiga con la boca llena de espuma blanca -cepillo de dientes en mano- y gritando sin que pudiera enterarme de lo que estaba pasando. Sali¨® corriendo a meterse en otras habitaciones de las que sal¨ªa segundo despu¨¦s sin dejar de gritar. Fui detr¨¢s y cuando entend¨ªa que estaba as¨ª por una cucaracha que hab¨ªa en su habitaci¨®n le dije que era una exagerada y que ya me encargaba yo. Le cambi¨® la cara y me dijo que estaba loca, que no entrara que esa cucaracha ?volaba!. Entonces me re¨ª y entr¨¦ en su cuarto. Nada m¨¢s pasar me encontr¨¦ con una cucaracha tan grande como mi mano y con alas. Cerr¨¦ la puerta corriendo y me puse a gritar tambi¨¦n. En medio de esa escena llegaron nuestros amigos que nos miraron como diciendo "chicas..." y decidieron entrar a matar al bicho. Cerraron la puerta y al poco empezamos a oir golpes y muebles cay¨¦ndose. Para intentar matar a la cucaracha tiraron el armario al suelo con la intenci¨®n de aplastarla y no lo consiguieron. Menos mal que al rato la cucaracha, que deb¨ªa estar muerta de aburrimiento, decidi¨® irse".
"Cuando fui a darme una ducha, me sujet¨¦ a una especie de toallero interno con tan mala suerte que se solt¨® de la pared y me ca¨ª de cabeza contra la ba?era". Pilar (periodista, 38 a?os). "Me aloj¨¦ en un hotelazo en Bangkok hace como diez a?os. Todo confort excepto alguna cosa. Los tailandeses son muy bajos pero sus ba?eras son muy altas. Cuando fui a darme una ducha, me sujet¨¦ a una especie de toallero interno que ponen pegados a la pared, con tan mala suerte que se solt¨® de la pared y me ca¨ª de cabeza contra la ba?era. El resultado fue una muela rota y un huevo morado en la frente para el resto del viaje, que era mi luna de miel. Por suerte, a d¨ªa de hoy ni m¨¢s dientes rotos ni marido. Para rematar, como el b¨¢lsamo de tigre que venden all¨ª se supone que es milagroso para todo, pens¨¦ que para el golpe tambi¨¦n pero mezclado con el agua del pelo y chorreando hasta los ojos no fue buena idea".
"Dos daneses del tama?o de un armario empotrado se nos abalanzaron y los empleados del hotel tuvieron que agarrarlos para que no nos matasen". Estanislao (escritor, 43 a?os). "Sucedi¨® hace tres a?os. En Conil, C¨¢diz. Mi t¨ªo y yo, los dos divorciados y con una hija, decidimos ir una semana al Hotel El Fuerte Conil, buscando lo que este tipo de alojamientos ofrecen: un club infantil durante todo el d¨ªa, con m¨²ltiples actividades para los ni?os, piscinas, y tranquilidad para los padres. Yo 40 a?os, ¨¦l 57. La primera noche elegimos para cenar la terraza de uno de los restaurantes. Y a los cinco minutos de estar sentados apareci¨® el protagonista de nuestra historia. El camarero que ten¨ªamos asignado a nuestra zona. Gaditano, masculino, gallito, de tez morena, camisa excesivamente remangada, patillas infinitas y pelo peinado hacia atr¨¢s con mucha gomina, con los caracter¨ªsticos caracoles a mitad de cuello. Un personaje en s¨ª mismo y muy profesional en lo suyo: escaquearse del trabajo lo que pod¨ªa y perseguir acercamientos con turistas de g¨¦nero femenino. Apareci¨® por nuestra mesa. Nos mir¨® a uno y otro y sonri¨®. '?Qu¨¦ va a ser?', nos pregunt¨® con marcado acento del sur. 'Para beber nos trae una botella de vino blanco. Afrutado', le dijo mi t¨ªo. Sonri¨® y asinti¨®, a la vez que anotaba el pedido. Acababa de confirmar su teor¨ªa: estaba ante dos homosexuales. Desapareci¨® en busca del vino y algo que pedimos de comer. En su retirada se cruz¨® con una compa?era a la que pirope¨®. Tacone¨® al lado de una mesa y gui?¨® el ojo a una guiri que estaba sentada sola. Regres¨® al rato con el vino. 'Esos de all¨ª' ¨Cse?al¨® con un levantamiento de ceja hacia una mesa cercana ocupada por dos t¨ªos, de rasgos n¨®rdicos¨C 'son de los vuestros'. Comenc¨¦ a re¨ªrme. 'Tienen buena pinta. Seguro que son unos empotradores de la hostia', dije por seguir el juego. 'No os preocup¨¦is que El Fali se encarga del trabajo sucio y os los presenta. Esta noche lig¨¢is por estas', dec¨ªa bes¨¢ndose el dedo pulgar varias veces. Parec¨ªa ser que cuando el asunto se pon¨ªa serio usaba la tercera persona. '?Est¨¢s seguro que son de los nuestros, Fali?', le pregunt¨¦. Ya ¨¦ramos como amigos de toda la vida. 'Mi radar no falla nunca'. Nos quedamos mi t¨ªo y yo descojon¨¢ndonos de la risa. Para nuestra sorpresa volvi¨® el hombre-radar seguido de los dos vikingos. 'Ea, aqu¨ª est¨¢n, las presentaciones las hac¨¦is ustedes', dijo, y me gui?¨® un ojo. Eran dos daneses tama?o armario empotrado. Pidieron alcohol como si fu¨¦semos a beber diez personas. Hablamos, en ingl¨¦s, de muchos temas. Y a medida que el alcohol hac¨ªa efecto nos abr¨ªamos m¨¢s y nos cont¨¢bamos de nuestras vidas. En un momento dado el m¨¢s cercano a m¨ª me puso su mano en mi pierna y se acerc¨® a darme un beso. Me levant¨¦ como un resorte, tratando de explicarle el malentendido, en ingl¨¦s macarr¨®nico y con la lengua pastosa. No se lo tom¨® bien. Peg¨® un pu?etazo en la mesa y comenz¨® a gritar palabras en su idioma. Aparecieron empleados del hotel y tuvieron que agarrarlo para que no me matase. Uno de ellos era Fali. 'Anda que¡', me solt¨® el susodicho, ech¨¢ndome en cara con esas dos palabras que era un estrecho, que hab¨ªa echado por tierra su buen hacer y que me merec¨ªa un par de hostias del dan¨¦s. El resto de los d¨ªas en el hotel mi t¨ªo y yo los pasamos acojonados y evitando a toda costa cruzarnos con ellos. Lo conseguimos. No los vimos m¨¢s. Ni a Fali tampoco".
"Mi amiga vaci¨® un matamosquitos entero en la habitaci¨®n, algo que nos hab¨ªan dicho que era peligroso hacer en mitad del Serengeti. Acabamos en la sala de descanso del personal del hotel mientras los trabajadores nos miraban con cara de 'ya estamos con los turistas". Carmen (periodista, 35 a?os). "En 2015 fuimos a una tienda de campa?a/hotel (de estos rollo luna de miel que por fuera es tienda de campa?a pero dentro tiene cama y ba?o) dentro del parque del Serengeti, en Tanzania. Viaj¨¦ con seis amigas y compart¨ª tienda con dos de ellas. La primera noche, cuando nos fuimos a dormir, mi amiga Luc¨ªa vio un mosquito dentro y no se le ocurri¨® otra cosa que coger el matamosquitos que nos dejaron en la habitaci¨®n solo para usarlo con moderaci¨®n y nunca despu¨¦s de que el servicio de habitaciones hubiese dejado lista la habitaci¨®n para dormir (ellos ya echaban unos l¨ªquidos y pon¨ªan mosquiteras para dormir). Pero a mi amiga se le fue la cabeza y vaci¨® todo el matamosquitos por la tienda de campa?a. Mi otra amiga y yo le dijimos que nos estaban empezando a picar los ojos y la garganta pero nos ignor¨® y nos dijo que nos fu¨¦ramos a dormir y que dej¨¢ramos de exagerar. As¨ª que nos metimos en la cama, apagamos la luz y a los cinco minutos est¨¢bamos tosiendo sin parar y con lagrimones en los ojos. Entonces empezamos a ponernos nerviosas y Luc¨ªa decide que lo mejor es abrir la puerta de la tienda para que corra el aire. Al hacerlo vemos que hay un conejo del tama?o del Serengeti mirando fijamente la tienda de campa?a. Entre el conejito y que los del hotel nos hab¨ªan dicho que en ning¨²n momento sali¨¦semos de la tienda de campa?a por la noche, nos vimos en la obligaci¨®n de hacer uso del walkie talkie que nos dieron por si nos pasaba algo y ten¨ªamos que llamar a recepci¨®n. En seguida aparecieron dos t¨ªos con dos escopetas. Al vernos con medio cuerpo dentro de la tienda y el otro medio fuera nos preguntaron si pasaba algo. Pero antes de que dij¨¦semos nada, avanzaron hacia nosotras y empezaron a hacer el t¨ªpico gesto de 'aqu¨ª apesta a matamosquitos' poniendo cara de 'turistas'.? Tuvimos que explicarles que mi amiga la hab¨ªa liado y nos contestaron que ten¨ªan que desmontar la tienda entera para ventilar. Como el hotel estaba completo nos llevaron a la sala de descanso del personal del hotel a esperar durante dos horas all¨ª a que se fuese el olor mientras los del hotel nos miraban en plan 'menudas idiotas', y todo esto en pijama".
"A uno de mis amigos se le hab¨ªan ca¨ªdo por la ventana las gafas sobre el logo del hotel y hab¨ªa intentado encaramarse a este para recuperarlas". Daniel (m¨²sico, 32 a?os). "El verano de 2007 el grupo de unos amigos iba a tocar a Granada. Por aqu¨¦l entonces que alguno toc¨¢semos fuera de Madrid era un verdadero acontecimiento as¨ª que se form¨® un peque?o s¨¦quito de entusiastas para acompa?arles. Yo estaba en los primeros a?os de universidad y no ten¨ªa dinero para pagar el viaje pero unos amigos me ofrecieron llevarme en su coche y parec¨ªa la mejor manera de empezar el verano. Ya ver¨ªa donde dormir¨ªa. Estaba la posibilidad de colarme en una de las habitaciones de la gente con la que iba y dormir donde fuera o si no el amigo de un amigo viv¨ªa en Granada y probablemente pudiera hacerme un hueco en el sof¨¢. Llegamos a Granada el viernes y el grupo no tocaba hasta el s¨¢bado as¨ª que decidimos salir de fiesta. La noche se alarg¨® m¨¢s de lo recomendable y fuimos volviendo desperdigados a lo largo de la madrugada. Mis amigos se hab¨ªan marchado un par de horas antes que yo asegur¨¢ndome que dejar¨ªan la llave de la habitaci¨®n del hotel por fuera para que yo pudiera entrar. Al llegar la llave no estaba por ning¨²n sitio por lo que supuse que se hab¨ªan olvidado de m¨ª y empec¨¦ tocar la puerta. Primero con suavidad, despu¨¦s m¨¢s insistentemente. Mi percepci¨®n estaba algo alterada y aunque yo pensaba que estaba siendo cuidadoso los vecinos del resto de habitaciones del pasillo no debieron pensar lo mismo y fueron saliendo por turnos. La estampa deb¨ªa ser bastante impactante pues ah¨ª estaba yo con mis gafas de sol explic¨¢ndoles que no ten¨ªa otra opci¨®n en la vida salvo seguir tocando esa puerta hasta que los que estaban dentro despertaran. El encargado de seguridad subi¨®. Estaba teniendo una noche agitada pues aunque yo a¨²n no lo sab¨ªa, a uno de mis amigos se le hab¨ªan ca¨ªdo por la ventana las gafas sobre el logo del hotel y hab¨ªa intentado encaramarse a este para recuperarlas. Este se?or, que era un profesional, me pregunt¨® qu¨¦ pasaba. Le expliqu¨¦ como pude la situaci¨®n que me dejaba sin m¨¢s opci¨®n que llamar y llamar sin remedio hasta que me interrumpi¨® para indicarme que la tarjeta llave llevaba todo el tiempo a mis pies la cual recog¨ª con el mayor decoro que pude y le d¨ª las gracias. A la ma?ana siguiente nadie sab¨ªa donde meterse. Los chicos de otra habitaci¨®n adem¨¢s estaban muy preocupados porque se hab¨ªan roto varios azulejos del cuarto de ba?o. Seg¨²n su relato en una especie de 'fen¨®meno paranormal' que tambi¨¦n hab¨ªa ocurrido aquella madrugada y por el cual los azulejos les hab¨ªan despertado al caerse solos. Nadie ten¨ªa valor para informar al hotel. Y desde luego la explicaci¨®n de mis amigos era poco cre¨ªble. Cu¨¢l ser¨ªa nuestra sorpresa al d¨ªa siguiente cuando mi amigo Juan que estaba tomando caf¨¦ nos llam¨® se?alando el peri¨®dico de esa ma?ana. 'Ese s¨¢bado a las 7:14 AM un terremoto hab¨ªa sacudido la ciudad de Granada'. A d¨ªa de hoy todav¨ªa me pregunto si el titular se refer¨ªa a nosotros".
"Me escond¨ª en el pasillo de mi planta para darle un susto a una amiga, lo t¨ªpico que haces que tienes una pistola en la mano y sales del escondite gritando '?Quieta o disparo'... Y cuando sal¨ª para dar el susto la que recibi¨® mis gritos fue una residente del hotel que no conoc¨ªa". Alberto (publicista, 38 a?os). "Est¨¢bamos en un hotel en C¨¢diz y nos junt¨¢bamos mucha gente joven de diferentes ciudades que no nos conoc¨ªamos. En un momento dado me escond¨ª en el pasillo de mi planta para darle un susto a una amiga, lo t¨ªpico que haces que tienes una pistola en la mano y sales del escondite gritando '?Quieta o disparo'... Escuch¨¦ los pasos, yo ah¨ª crey¨¦ndome polic¨ªa, y cuando salgo para dar el susto todo flipado era una residente del hotel que no conoc¨ªa. Peg¨® tal grito que salieron varios de otras habitaciones a ver qu¨¦ pasaba. Ped¨ª perd¨®n sesenta veces diciendo que esperaba a otra persona, y tuve la suerte de que no se lo tom¨® mal. Cuando la ve¨ªa en el comedor me hac¨ªa de broma el gesto con la mano de que me iba a dar, y yo muerto de verg¨¹enza".
"En la primera noche de hospedaje me despert¨¦ con un dolor horrible. R¨¢pido telefone¨¦ a recepci¨®n para que avisaran a una ambulancia y lo siguiente que recuerdo es despertarme lleno de cables y con un doctor en escafandra".?Diego (m¨²sico, 38 a?os). "En el a?o 2005, en plena era pre Whatsapp, decid¨ª continuar con mi afici¨®n a los viajes en solitario, la cual ven¨ªa practicando desde hac¨ªa unos a?os. Compraba un billete solo de ida y al llegar a mi destino era precisamente el destino el que decid¨ªa mi camino. En este caso hab¨ªa quedado con una amiga en Oslo, y para darle algo de acci¨®n al viaje, decid¨ª tomar un avi¨®n a Copenhague, para ir subiendo en tren hasta Noruega. En mi segunda parada, en la ciudad de Malm? busqu¨¦ un hotel y en la primera noche de hospedaje, me despert¨¦ con un dolor horrible. R¨¢pido telefone¨¦ a recepci¨®n para que avisaran a una ambulancia. Lo siguiente que recuerdo es despertarme en un hospital lleno de cables y con un doctor en escafandra haci¨¦ndome preguntas, ya que por lo visto hab¨ªa un virus en el norte de ?frica, algo que no entend¨ªa qu¨¦ ten¨ªa que ver conmigo. Tras un mont¨®n de pruebas me diagnosticaron una infecci¨®n de ri?¨®n y me tuvieron tres d¨ªas ingresado. Aprend¨ª entonces que los viajes hay que hacerlos acompa?ado. Aunque los m¨¦dicos y m¨¦dicas suecos me trataron estupendamente, cu¨¢nto echaba de menos una voz amiga con la que compartir ese viaje interrumpido. No he vuelto nunca a viajar solo".
"En el gimnasio del hotel me sub¨ªa una cinta de correr en la que marqu¨¦ una velocidad de 12 kil¨®metros por hora. No lo sab¨ªa, pero la m¨¢quina no est¨¢ en kil¨®metros, estaba en millas. Aquello iba a una velocidad endiablada y yo me ahogaba. Al final decid¨ª saltar y aterric¨¦ sobre un suelo de caucho. La fricci¨®n hizo que toda mi pierna izquierda quedara lijada hasta el punto de que asomaba un hueso". Xavi (periodista, 48 a?os). "Est¨¢bamos en un hotel en Marina del Rey, en Los ?ngeles. Recuerdo que me hab¨ªan mandado a entrevistar a Beck y decid¨ª quedarme con mi pareja de entonces una semana m¨¢s en la ciudad. Al segundo d¨ªa, antes de cenar, me baj¨¦ al gimnasio a hacer un poco de cinta. Entro y hay dos m¨¢quinas. Una libre, otra con un se?or. Me monto y subo la velocidad hasta 12 kil¨®metros por hora. Pero, claro, la m¨¢quina no est¨¢ en kil¨®metros, est¨¢ en malditas millas. Aquello va a una velocidad endiablada y yo me ahogo, no alcanzo a darle al bot¨®n de Stop, ni puedo poner los pies en los costados de la cinta porque mis piernas son como un dibujo animado de la Hannah Barbera. Al final, no me pregunten por qu¨¦, decido saltar. Aterrizo sobre un suelo de caucho y la fricci¨®n hace que toda mi pierna izquierda quede lijada, hasta el punto de que se asoma un hueso. No hay piel. Sangrando como alguien de quien van a hacer morcillas, llego a la habitaci¨®n. Mi chica casi se desmaya. Me hace un torniquete con una toalla y, como no habla ingl¨¦s, bajo de esta guisa a recepci¨®n a pedir ayuda m¨¦dica. All¨ª me rodean seis empleados. No hay m¨¦dico en el hotel. No van a llamar a ninguno. Solo quieren saber si me ca¨ª o se averi¨® la m¨¢quina. A la cuarta, intuyo que lo ¨²nico que temen es que les demande. Les digo que no voy a hacerlo. Me dan tres gasas del tama?o de una mano. Subo a la habitaci¨®n. Me curo como puedo y me duermo. Por la ma?ana, las s¨¢banas est¨¢n llenas de sangre, como si hubiese tenido lugar un ritual sat¨¢nico. Cada vez que veo ese hueso que asoma me mareo. Pero, cojones, a las 8 de la ma?ana juega Espa?a contra Suecia y esa Eurocopa parece que se puede ganar. Me pongo el partido, aunque veo unos 40 jugadores en el campo. En el ¨²ltimo minuto marca Villa. Necesito un cigarrillo para celebrarlo. Abro la ventana el palmo que puedo y fumo por esa rendija. Al cabo de un minuto llaman a la puerta. Es uno de los de seguridad que ayer estaba en el lobby. ¡°Fumar en la habitaci¨®n son 200 d¨®lares de multa¡±, me dice. Me encojo de hombros rodeado de un olor a Camel del tipo ¡®vamos a aprovechar para ahumar un pastrami¡¯. ¡°No te demandaremos¡±, me dice. Me gui?a un ojo. ¡°Cu¨ªdate esa pierna. Que te la vea un m¨¦dico¡±. Y se va. Dejamos el hotel en unas horas. M¨¢s de diez a?os despu¨¦s a¨²n no me ha visto esa herida ning¨²n m¨¦dico, pero yo me la sigo viendo cada ma?ana".
"Una noche de tormenta, estaba yo durmiendo como una ceporra, me gir¨¦ en la cama y me despert¨¦ de repente porque me ca¨ªa agua en la cara. Encend¨ª la luz y vi que sal¨ªa un chorrito de agua de la pared". Luc¨ªa (agr¨®noma, 40 a?os). "Hace a?os, por temas de trabajo, ten¨ªa que pasar semanas en un pueblo de Ja¨¦n y me alojaba en un hotel peque?ito del pueblo (el ¨²nico que hab¨ªa). Era bastante cutre, de esos en los que la tele est¨¢ encima del armario, pero yo estaba a gusto y adem¨¢s los due?os eran mon¨ªsimos y me cuidaban un mont¨®n. Una noche de tormenta, estaba yo durmiendo como una ceporra, me gir¨¦ en la cama y me despert¨¦ de repente porque me ca¨ªa agua en la cara. Encend¨ª la luz y vi que sal¨ªa un chorrito de agua de la pared. Como estaba frit¨ªsima (eran las tres de la ma?ana), al principio mir¨¦ por la ventana por si llov¨ªa tanto que el agua estaba atravesando la pared a presi¨®n. Cuando lo descart¨¦, mi primera reacci¨®n fue apartar la cama, subir la maleta del suelo a una silla, y volverme a acostar, en plan ¡°que salga el sol por Antequera y ma?ana ya veremos¡±. Menos mal que a los cinco minutos rectifiqu¨¦ y llam¨¦ a recepci¨®n, porque no me quiero imaginar c¨®mo hubiese amanecido... Por cierto, la cuesti¨®n era que hab¨ªa reventado una tuber¨ªa...".
"Por la noche empez¨® a sonar el tel¨¦fono de la habitaci¨®n y nos dio tal susto que ni contest¨¦, directamente lo desenchufe. Pero el susto real vino cuando el tel¨¦fono sigui¨® sonando a¨²n estando desenchufado". Andr¨¦s (periodista y consultor de comunicaci¨®n y marketing, 32 a?os). "En Par¨ªs, haciendo un reportaje sobre hoteles hist¨®ricos con una compa?era, en uno de los hoteles donde nos quedamos nos pasaron una serie de catastr¨®ficas desdichas y llegamos a pasar miedo. Est¨¢bamos alojados en una suite estupenda con varias estancias y habitaciones. La 'pesadilla' empez¨® cuando nos fuimos a acostar y se encendi¨® la luz del cuarto de ba?o. Como todo iba por dom¨®tica en el hotel deduje que, aunque nunca suelen fallar estos sistemas, tendr¨ªa que ver con eso y me levant¨¦ a apagar la luz. Pero nada m¨¢s meterme en la cama volvi¨® a encenderse la luz del ba?o m¨¢s la de alguna otra estancia. Volv¨ªa a apagarlas y en ese momento o¨ªmos c¨®mo alguien llamaba a la puerta y entraba en la suite. Nos empezamos a poner hist¨¦ricos as¨ª que nos levantamos pero nos vimos nada. Nos volvimos a acostar y se encendieron las luces de todas las estancias. En medio de nuestros gritos empez¨® a sonar el tel¨¦fono de la habitaci¨®n, que nos dio tal susto que ni contest¨¦, directamente lo desenchufe y el tel¨¦fono segu¨ªa sonando desenchufado. No s¨¦ c¨®mo conseguimos dormir esa noche. Cuando lo comentamos al d¨ªa siguiente en el hotel creo que nos siguieron la corriente cont¨¢ndonos alguna historia del edificio y no nos tomaron muy en serio".
"Empez¨® a sonar la alarma de incendios mientras el chico coreano con el que compart¨ªamos habitaci¨®n nos ense?aba las fotos que hab¨ªa hecho en el carnaval de Notting Hill. Se me puso cara de "vamos a morir todos" mientras trataba de decirle que dejara el maldito port¨¢til y saliera por patas de all¨ª. No quiso hacernos caso y se qued¨® sentado en la cama". Marta (ingeniera, 30 a?os). "En 2008 pas¨¦ fui a Londres de viaje con cuatro amigos m¨¢s y nos alojamos en un albergue juvenil donde compart¨ªamos habitaci¨®n con un desconocido que result¨® ser un coreano s¨²per simp¨¢tico pero con el que era imposible comunicarse porque no hablaba ni una palabra de ingl¨¦s. La ¨²ltima noche que pasamos all¨ª, a eso de las nueve, empez¨® a sonar la alarma de incendios mientras el chico coreano estaba ense?¨¢ndonos las fotos que hab¨ªa hecho en el carnaval de Notting Hill. El t¨ªo no paraba de ense?arnos fotos mientras yo, con cara de "vamos a morir todos", trataba de decirle que dejara el maldito port¨¢til y saliera por patas de all¨ª. No quiso hacernos caso y se qued¨® sentado en la cama mientras el resto nos ¨ªbamos corriendo. Ya en la calle me acerqu¨¦ a uno de los responsables del albergue a decirle que si el edificio iba a arder en nuestra habitaci¨®n hab¨ªa un coreano que se negaba a salir. Empez¨® a partirse de risa y me dijo que esa noche no iba a arder nadie. Nunca consegu¨ª enterar de por qu¨¦ nos desalojaron porque no era un simulacro pero tampoco un incendio".
"Cuando mi novia abri¨® la ducha de la piscina, tras unos segundos de demora e incertidumbre, un buen aspersor de lo que parec¨ªa agua oxidada marr¨®n la pint¨® de arriba a bajo desde la boca hasta los pies. Puso una cara de horror y un gesto de desesperaci¨®n parecido al de la pel¨ªcula Carrie que contribuy¨® a que todo el mundo se escandalizara". Albert (m¨²sico y cicloviajero n¨®mada). "En un hotel flotante, durante un crucero, terminada la temporada, ya en oto?o, sali¨® un d¨ªa de sol pero de mar agitado y fresquito. A mi pareja se le antoj¨® ba?arse en la piscina de cubierta. Ya pintaba mala idea por el bailoteo del agua y mientras se dirig¨ªa a la ducha todo el mundo la miraba en plan '?y esta? ?se va a ba?ar en esta ¨¦poca y en esa agua que se ve pasadita?' No hizo falta ni que se metiera en la piscina para que llegara el drama. Cuando abri¨® la ducha, tras unos segundos de demora e incertidumbre, un buen aspersor de lo que parec¨ªa agua oxidada marr¨®n caca la pint¨® de arriba a bajo desde la boca hasta los pies. Puso una cara de horror y un gesto de desesperaci¨®n parecido al de la pel¨ªcula Carrie que contribuy¨® a que todo el mundo se escandalizara y posteriormente se riese de ella desde la distancia. Mientras a mi me tragaba la tierra, bueno, el mar".
"Pregunt¨¦ en la recepci¨®n de mi hotel de cinco estrellas si pod¨ªa salir a pasear tranquilamente por Mosc¨² o si hab¨ªa alguna zona que deb¨ªa evitar. El conserje me respondi¨® pregunt¨¢ndome si yo era homosexual". Toni (periodista especializado en cine y autor del libro Mata a tus ¨ªdolos, 49 a?os). "Cuando estuve en Mosc¨² era la pascua de la marina y ese d¨ªa no se vende alcohol en la ciudad. Lo que hacen los marinos rusos es comprar mucho alcohol el d¨ªa de antes y enterrarlo en los parques donde se lo beben y se ponen finos. Me hab¨ªan avisado de que se montan unas de flipar y decid¨ª preguntar en la recepci¨®n de mi hotel de cinco estrellas si pod¨ªa salir a pasear tranquilamente por Mosc¨² o hab¨ªa alguna zona que deb¨ªa evitar. El conserje me respondi¨® pregunt¨¢ndome si yo era homosexual. No entend¨ª nada as¨ª que le pregunt¨¦ que a qu¨¦ ven¨ªa eso. "Si es usted homosexual le dir¨ªa que no se pasee por este barrio y este otro", me dijo. At¨®nito le pregunt¨¦: "?Alguna cosa m¨¢s?". "Si fuera negro le dir¨ªa que se quede en la habitaci¨®n", me respondi¨® el t¨ªo.
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