¡°El tratamiento m¨¢s franco de la homosexualidad que se ha visto en un escenario¡±: la historia de la obra que lo cambi¨® todo

¡°La pel¨ªcula tuvo una gran promoci¨®n, pero las cr¨ªticas no fueron un¨¢nimes y la taquilla fue decepcionante. A mucha gente le encant¨® e incluso ahora escucho a personas decir que tuvo un profundo efecto liberador en ellas. Hoy en d¨ªa, se la suele considerar una pel¨ªcula de referencia. Digo esto con toda modestia porque creo que su poder radica en el guion de Mart y en las brillantes interpretaciones de todo el reparto, que en su momento pasaron pr¨¢cticamente inadvertidas¡±. Quien esto afirma es el director de cine William Friedkin en su fascinante libro de memorias The Friedkin Connection: A Memoir (2013) y el filme al que se refiere es un de sus obras cumbre, Los chicos de la banda (1970), una pel¨ªcula que supuso un hito en muchos sentidos.

Los chicos de la banda es la adaptaci¨®n de una obra teatral estrenada en el circuito off-Broadway en 1968. En ella, un grupo de amigos gays se re¨²nen en una casa para celebrar el cumplea?os de uno de ellos, Harold. La tensi¨®n va creciendo y lo que empieza con intenciones festivas acaba convirti¨¦ndose en un encuentro claustrof¨®bico. La acci¨®n transcurre en Nueva York y supuso un verdadero fen¨®meno cuando se estren¨®.

?Qu¨¦ ten¨ªa la obra para resultar tan atractiva? Ser abiertamente gay. Hasta entonces, los personajes homosexuales en los escenarios o pantallas del circuito mainstream sol¨ªan ser objeto de l¨¢stima o de burla o eran dibujados de un modo difusamente ambiguo, ocultando un secreto que no acababa de ser revelado

Por primera vez se presentaba una historia exclusivamente centrada en hombres gays (salvo uno de los personajes que parece vivir el conflicto de una homosexualidad no aceptada) que no se mov¨ªa en la m¨¢s absoluta de las marginalidades. Aunque en principio las representaciones iban a ser cinco pases en una peque?a sala, el ¨¦xito fue tal que acab¨® interpret¨¢ndose en m¨¢s de mil ocasiones, en un teatro m¨¢s grande y nte espectadores ¨Cseg¨²n un art¨ªculo del New York Times de 2017¨C de la talla de Jackie Kennedy, Rudolf Nureyev o Groucho Marx. ?Qu¨¦ ten¨ªa la obra para resultar tan atractiva? Ser abiertamente gay. Hasta entonces, los personajes homosexuales en los escenarios o pantallas del circuito mainstream sol¨ªan ser objeto de l¨¢stima o de burla, o eran dibujados de un modo difusamente ambiguo, ocultando un secreto que no acababa de ser revelado.

Mart Crowley, autor de la obra (luego escribi¨® el guion gracias al apoyo incondicional de Natalie Wood, de quien fue secretario una temporada), volc¨® en el libreto todos sus dolores. ¡°El tratamiento m¨¢s franco de la homosexualidad que se ha visto en un escenario¡±, dijo el New York Times. No olvidemos que, en aquel momento, la homosexualidad estaba catalogada como trastorno mental por la American Psychiatric Association y el acoso policial a este colectivo era constante. De hecho, las primeras respuestas que Crowley recibi¨® por parte de los productores a los que les present¨® el proyecto siempre fueron las mismas: ¡°Tal vez en cinco o diez a?os, pero no ahora¡±.

Alex Mendibil, responsable de la programaci¨®n de Sala:B en la Filmoteca Espa?ola (que regresa en septiembre) abunda en lo revolucionario del guion: ¡°La obra de teatro se escribi¨® con esa intenci¨®n de romper tab¨²es y poder representar ¨Cal menos en el off-Broadway¨C el mundo gay. A Crowley le hab¨ªan tumbado casi todos sus trabajos por querer acercarse a una realidad que permanec¨ªa oculta, a pesar de ser parte fundamental de Hollywood y del mundo del teatro. En la obra volc¨® toda esa frustraci¨®n y su experiencia personal, abarcando con una simple fiesta de cumplea?os gran parte de la complejidad de caracteres y emociones relacionadas con ser homosexual. Nadie se atrev¨ªa a producirla ni a interpretarla por miedo a ser estigmatizado, pero finalmente se consigui¨®. Conviene recordar que el mundo del cine y el teatro underground, el off-off Broadway, ya se hab¨ªa adelantado a esta realidad. Las obras de Andy Warhol, Jack Smith, los hermanos Kuchar o Andy Milligan de los sesenta est¨¢n ah¨ª para demostrarlo, tanto en los c¨ªrculos de cine de Amos Vogel o Jonas Mekas como en caf¨¦s teatro como el Caffe Cino, donde se representaba a Jean Genet, Tennessee Williams o Fernando Arrabal¡±.

Si el mundo no estaba preparado para ver una obra de teatro como esta, resulta dif¨ªcil imaginar que s¨ª lo estar¨ªa para una pel¨ªcula. Pero ah¨ª estaba Friedkin jugando, como siempre, al l¨ªmite. En sus memorias recuerda: ¡°Cuando le¨ª el guion de Mart me emocion¨¦ con su potencial como pel¨ªcula. Estaba escrito con pasi¨®n, ira y conocimiento¡±. Cuando finalmente consigui¨® hacerse con el proyecto, Friedkin resum¨ªa as¨ª su abordaje a la obra de Crowley: ¡°Me acerqu¨¦ al guion de Mart como una historia de amor, con humor y pathos. Vi sus personajes como personas, no como arquetipos, y trat¨¦ de reflejar su dolor al tener que ocultar su verdadera naturaleza ante los prejuicios de familia, amigos y compa?eros de trabajo¡±.

La pel¨ªcula no tuvo tan buena acogida como la obra de teatro. Las cr¨ªticas fueron dispares. The New York Times, si bien alab¨® la limpia, directa y efectiva direcci¨®n de Friedkin y las extraordinarias interpretaciones (destacando la de Leonard Frey en el papel de Harold), reflejaba lo desagradable de explotar determinados estereotipos y de construir toda una pel¨ªcula en torno a unos personajes que parec¨ªan detestarse a s¨ª mismos.

Pero, ?qu¨¦ pas¨® entremedias? ?Qu¨¦ sucedi¨® para que en tan s¨®lo dos a?os lo que hab¨ªa supuesto una aut¨¦ntica punta de lanza se convirtiera en un artefacto trasnochado? La respuesta es clara: las revueltas de Stonewall de 1969 cambiaron la manera de sentir de la comunidad gay que ya no se identificaba con el tono lastimero y sufriente de Los chicos de la banda. El movimiento gay ya no quer¨ªa ver a homosexuales odi¨¢ndose a s¨ª mismos por el simple hecho de serlo. Tal fue el rechazo que los miembros del Frente de Liberaci¨®n Gay organizaron una protesta en el estreno de la pel¨ªcula en Los ?ngeles. Habiendo roto un tab¨², Los chicos de la banda prec¨ªa haberse convertido en un tab¨² en s¨ª misma. ¡°La pol¨¦mica est¨¢ garantizada cuando tocas temas y sectores sociales tan sensibles", apunta Mendibil. "Muchos no se van a sentir representados y van a criticar la propuesta. Es normal. Ahora podemos hacer muchas cr¨ªticas a la pel¨ªcula de Friedkin pero hay que darse cuenta de lo dif¨ªcil que tuvo que ser. Parece ser que cortaron un beso entre dos personajes que s¨ª estaba en la obra de teatro. Tambi¨¦n hay que tener en cuenta que entre la obra de teatro y la pel¨ªcula de Friedkin ocurrieron las protestas de Stonewall y lo que en 1968 parec¨ªa revolucionario, en 1970 quiz¨¢ sab¨ªa ya a poco. Los chicos de la banda muestra la rabia y la culpa que supon¨ªa ser gay en su ¨¦poca. Desgraciadamente hoy en d¨ªa ocurre tambi¨¦n. No hay raz¨®n para tapar eso, como tampoco para afear las visiones idealizadas o fr¨ªvolas de la comunidad LGTBIQ+. Lo sensato es que haya espacio para todos los puntos de vista¡±.

Para Carlos Ballesteros y Gen¨ªs Segarra del grupo Hidrogenesse, sin embargo, la pel¨ªcula destila una amargura que est¨¢ lejos de convencerles: ¡°Nos result¨® divertida al principio, con esos di¨¢logos tan ¨¢cidos y esas bromas continuas. Pero siempre usan las bromas para herir. Y, despu¨¦s de un buen rato trat¨¢ndose mal entre ellos, los personajes acaban trat¨¢ndose peor a s¨ª mismos. Te deja una sensaci¨®n deprimente. Como si la felicidad fuera imposible¡±. En ese sentido, una de las l¨ªneas de di¨¢logo (di¨¢logos que, seg¨²n Friedkin, recuerdan un poco a Oscar Wilde en su ¨¢cida brillantez) m¨¢s recordadas de la pel¨ªcula es una de las m¨¢s crueles: ¡°Mu¨¦strame un homosexual feliz y te mostrar¨¦ un cad¨¢ver gay¡±. Al hilo de lo cual Hidrogenesse a?aden: ¡°Si la hubi¨¦ramos visto siendo adolescentes quiz¨¢s hubiera sido peor, porque est¨¢s m¨¢s sensible, sin ninguna experiencia ni mucha informaci¨®n sobre c¨®mo iba a ser la vida adulta siendo gay. En la pel¨ªcula todos arrastran unos traumas y unos complejos que, tras los jiji jaja, les hunden en una tristeza sin esperanza. Y eso a pesar de ser tan listos, tan divertidos, tan aparentemente liberados y autosuficientes¡±.

Aun as¨ª, el tiempo ha demostrado que muchas de las realidades, de los dramas y de los dolores retratados en esta historia est¨¢n, desgraciadamente, lejos de resultar obsoletos. ¡°La he vuelto a ver ahora", cuenta Mendibil, "y es curioso lo vigentes que resultan los conflictos y los estereotipos que plantea, que son los principales y m¨¢s recurrentes: la aceptaci¨®n, la visibilidad, la culpa, la pluma, tu posici¨®n en el armario¡­ La sociedad ha cambiado y se ha avanzado en muchos aspectos, pero los conflictos personales y la relaci¨®n con el entorno sigue siendo problem¨¢tica, lo que nos indica que todav¨ªa hay mucho por andar¡±. Para Hidrogenesse esta pel¨ªcula funciona como un necesario recordatorio, y probablemente por ello a ratos inc¨®modo, de todo lo que ha supuesto la lucha por los derechos LGTBIQ+: ¡°Viendo esos traumas, esos sentimientos de culpa, esas dobles vidas, te das cuenta de la importancia de la visibilidad, del orgullo y de todas las reivindicaciones¡±.

La pel¨ªcula no tuvo tan buena acogida como la obra de teatro. El 'New York Times', si bien alab¨® la limpia, directa y efectiva direcci¨®n de Friedkin y las interpretaciones (destacando la de Leonard Frey en el papel de Harold), reflejaba lo desagradable de explotar determinados estereotipos y de construir toda una pel¨ªcula en torno a unos personajes que parecen detestarse a s¨ª mismos

Pero, aparte de esta triste actualidad, Los chicos de la banda tiene muchas elecciones que resultan, como poco, valientes. Como bien dice Mendibil, ¡°la pel¨ªcula es una apuesta muy arriesgada, casi suicida. Pod¨ªa haber enterrado para siempre a su director¡±. Significativo es, por ejemplo, el hecho de que Los Angeles Times la considerara ¡°un hito incuestionable¡± y, sin embargo, se negara a publicar anuncios de la pel¨ªcula. O el hecho de que Friedkin, probablemente consciente de que la opresiva acci¨®n se apoyaba en el talento de sus actores, no dud¨® en aceptar una de las condiciones de Crowley: mantener el reparto original renunciando a la l¨®gica tentaci¨®n de incluir alg¨²n nombre m¨¢s conocido para el gran p¨²blico. Una concesi¨®n que, como bien dice la web Cinema Queer, ¡°no dejaba de ser una rareza a la hora de adaptar obras de teatro en Hollywood y que, a¨²n hoy en d¨ªa, sigue si¨¦ndolo¡±. Un reparto, por cierto, al que le persigui¨® la fatalidad: cinco de los nueve actores protagonistas murieron de SIDA. Especialmente tr¨¢gica es la historia de uno de ellos, Robert La Tourneaux, quien interpreta en la pel¨ªcula a un prostituto. El actor siempre dijo que Los chicos de la banda hab¨ªa supuesto para ¨¦l el beso de la muerte: interpretar ese papel le estigmatiz¨® hasta el punto de anularle cualquier posibilidad de salir adelante como actor.

Ni siquiera una de las cosas que m¨¢s se ha cuestionado de la pel¨ªcula, el hecho de que los personajes puedan responder a clich¨¦s, es del todo un elemento negativo. ¡°Es cierto que la pel¨ªcula tiene clich¨¦s", reconoce Mendibil, "pero es que esa era su intenci¨®n, representar por primera vez en pantalla, y antes en el escenario, una galer¨ªa de estereotipos gay que, en mi opini¨®n, est¨¢n muy bien escritos y siguen estando presentes¡±.

Pol¨¦micas aparte, lo cierto es que cincuenta a?os despu¨¦s Los chicos de la banda sigue apareciendo en las listas de pel¨ªculas LGTBIQ+ que hay que ver. Tanto es as¨ª que Netflix ha rodado un remake dirigido por Joe Mantello e interpretado en su totalidad por actores abiertamente gays y que se estrenar¨¢ este oto?o. Sobre lo oportuno de este revival y seg¨²n recoge la revista Playbill, Zachary Quinto (que interpreta el personaje de Harold) ha dicho: ¡°Hay quien dice que los gays ya no hablan as¨ª. ?No solo los gays hablan as¨ª, todo el mundo habla as¨ª! En los ¨²ltimos a?os, ha habido una apropiaci¨®n de la lengua vern¨¢cula gay. Lo cual, para m¨ª, es una celebraci¨®n de los or¨ªgenes de la comunidad, muchos de los cuales est¨¢n en esta obra¡±.

Esta no ha sido, ni de lejos, la ¨²nica vez que a Friedkin le ha perseguido la pol¨¦mica por ofrecer una determinada visi¨®n ¨Csesgada y negativa en opini¨®n de sus detractores¨C de la homosexualidad. Diez a?os despu¨¦s, en 1980, Friedkin se volver¨ªa a meter en camisas de once varas con A la caza, la historia de un oficial de polic¨ªa (interpretado por Al Pacino) que se introduce de forma encubierta en el ambiente sadomasoquista de algunos bares gays de Nueva York para tratar de atrapar a un asesino de homosexuales.

La premisa parti¨® parte de una de esas casualidades truculentas que persguieron a Friedkin a lo largo de su carrera. ¡°Una ma?ana le¨ª en el New York Daily News", relat¨® Friedkin en sus memorias, "una noticia acerca de la detenci¨®n de Paul Bateson, acusado de varios cr¨ªmenes a hombres gays, incluyendo el brutal asesinato de Addison Verrill, el cr¨ªtico teatral de Variety. Qued¨¦ at¨®nito al reconocer a Bateson en la foto. Fue el enfermero de radiolog¨ªa de la NYU Medical Center que prepar¨® a Linda Blair para la angiograf¨ªa de El exorcista [y que aparece como extra en dicha pel¨ªcula, dirigida rambi¨¦n por ¨¦l]. El art¨ªculo se refer¨ªa a ¨¦l como ¡®el asesino de la bolsa de basura¡¯. Record¨¦ que llevaba pendientes y un brazalete con tachuelas de cuero en el hospital, algo nada extendido en los lugares de trabajo en 1972¡±.

Aquel rodaje fue boicoteado desde el minuto uno. La comunidad gay sent¨ªa que la visi¨®n que se iba a dar del mundo homosexual iba a dar al traste con todos los avances. Se intent¨® que el alcalde denegara los permisos de rodaje, se sacaron equipos de sonido para interferir con la grabaci¨®n, se trat¨® de arruinar la iluminaci¨®n¡­ Friedkin, por supuesto, sigui¨® adelante. El resultado es un filme que, a fecha de hoy sigue dando que hablar. Por algunas de las impactantes escenas que casi le confieren car¨¢cter documental del ambiente sadomaso de la ¨¦poca y, sobre todo, por ese confuso final que podr¨ªa interpretarse como el m¨¢s hom¨®fobo de los cierres. Un final que, por cierto, sorprendi¨® al mism¨ªsimo Al Pacino y que, siempre seg¨²n las memorias de Friedkin, fue decidido en la sala de montaje. Gen¨ªs de Hidrogenesse, recuerda: ¡°Vi A la caza de adolescente y medio me traumatiz¨®. Acabo de enterarme de que el director de Los chicos de la banda es el mismo que el de A la caza y El exorcista. Ahora entiendo que a ese director le importaban un pimiento sus personajes. Parecen pel¨ªculas hechas como verdaderas ejecuciones, con protagonistas ya condenados. Suceden en el corredor de la muerte¡±.

El alboroto que caus¨® A la caza fue may¨²sculo (se salv¨® de la temida clasificaci¨®n X por los pelos, siendo finalmente calificada como R). La pel¨ªcula fue tachada de escoria, de monstruosa y de malvada; de ser un filme no sobre c¨®mo viven los gays, sino sobre c¨®mo deber¨ªan morir; de la mirada m¨¢s opresiva, fea, intolerante sobre la homosexualidad jam¨¢s presentada en una pantalla¡­ Quiz¨¢s por eso, en su estreno, un cartel avisaba: "Esta pel¨ªcula no pretende ser una acusaci¨®n al mundo homosexual. Est¨¢ ambientada en un peque?o segmento de ese mundo que no pretende ser representativo del conjunto."

Friedkin, acostumbrado a lidiar en aguas turbulentas, le rest¨® importancia a la pol¨¦mica asegurando en sus memorias: ¡°A la caza iba a ser controvertida y posiblemente ofender a todo el mundo, pero para m¨ª era tan solo un ex¨®tico decorado para una historia de cr¨ªmenes¡±. Para acabar zanjando el tema con un certero dardo envenenado: ¡°Era el comienzo de la era Reagan (¡­). Las ambiguas pel¨ªculas que yo veneraba y aquellas que yo hac¨ªa hab¨ªan pasado de moda. Sucedi¨® muy r¨¢pido:?Rocky y La guerra de las galaxias seguidas de?En busca del arca perdida y Encuentros en la tercera fase conformaron la plantilla del nuevo Hollywood. El p¨²blico quer¨ªa seguridad y superh¨¦roes, no ambig¨¹edad¡±.