Por el altiplano central de M¨¦xico: Guadalajara, Morelia, el mejor tequila y un fascinante volc¨¢n
Una cuidada arquitectura colonial, la zona arqueol¨®gica de Teuchitl¨¢n, las destiler¨ªas en Tequila, el lago de Chapala, Michoac¨¢n y otras paradas en un viaje para empaparse de la historia, la gastronom¨ªa y la cultura mexicana
El altiplano central de M¨¦xico es donde nacen algunas de las se?as de identidad del pa¨ªs, entre volcanes inactivos, plantaciones de aguacates y ruinas prehisp¨¢nicas. Aqu¨ª se puede degustar el mejor tequila del mundo entre un mar de agaves azules, escuchar a los mariachis en su tierra natal o asombrarse ante la magn¨ªfica catedral de Morelia. Menos conocido y visitado es el lago de P¨¢tzcuaro, donde los ind¨ªgenas pur¨¦pechas exhiben sus habilidades artesanales y celebran con especial fervor el D¨ªa de Muertos.
Naturaleza, gastronom¨ªa, m¨²sica, museos, yacimientos arqueol¨®gicos o el barrio m¨¢s cool del mundo se concentran en este viaje.
Guadalajara: tierra de los mariachis y capital de vanguardia
Los mariachis, los sombreros charros, el jarabe tapat¨ªo o las charrer¨ªas son algunas de las im¨¢genes m¨¢s difundidas y t¨ªpicas de M¨¦xico. Y todas ellas vienen de Guadalajara, la segunda ciudad m¨¢s grande del pa¨ªs. Esta gran capital del llano puede servir como alternativa menos fren¨¦tica al distrito federal: por un lado, es la guardiana del antiguo M¨¦xico y, por otro lado, presume de ser la vanguardia del nuevo: los museos y teatros impulsan la vida cultural, la cocina fusi¨®n ha mejorado una escena gastron¨®?mica ya de por s¨ª legendaria, y los urbanistas locales hacen lo imposible por resolver el pro?blema del tr¨¢fico.
Guadalajara no tiene la homoge?neidad arquitect¨®nica de otras ciudades coloniales m¨¢s peque?as, pero su casco hist¨®rico en torno a la cate?dral y el Museo Caba?as resultan muy atractivo. Son, junto con el teatro Degollado y la plaza Guadalajara, son los cuatro grandes hitos de la ciudad. La plaza es un lugar de encuentro, a la sombra de docenas de laureles, con vistas fant¨¢sticas de la catedral y un pu?ado de buenos caf¨¦s. El teatro Degollado es un edificio decimon¨®nico, sede de la Filarm¨®nica de Jalisco. Y el Instituto Cultural Caba?as es uno de los iconos arquitect¨®nicos de Guadalajara y patrimonio mundial de la Unesco desde 1997. En la c¨²pula de la llamativa capilla Mayor sorprenden una serie de inesperados murales modernos de Jos¨¦ Clemente Orozco, pero tambi¨¦n otras muchas obras del mismo artista y de otros contempor¨¢neos mexicanos.
Para encontrar un aire m¨¢s bohemio y relajado solo tenemos que acercarnos a la bohemia Colonia Americana, salpicada de restaurantes, caf¨¦s y locales noc?turnos de moda, o dar un paseo por los apacibles barrios residen?ciales de San Pedro Tlaquepaque (m¨¢s exclusivo, y en el que viven muchos artistas y artesanos) y Tonal¨¢ (m¨¢s popular y bullicioso, que apunta maneras para tomar el relevo a Tlaquepaque con nuevas galer¨ªas y caf¨¦s, un para¨ªso para los aman?tes del arte popular). A ellos se a?ade Zapopan, uno de los barrios de moda, con interesante arquitectura colonial, sobre todo presidida por la bas¨ªlica de Zapopan, a la que llegan feligreses de todo M¨¦xico. El equilibrio con lo tradicional lo pone el Museo de Arte de Zapopan, centrado en el arte contempor¨¢neo, con exposiciones temporales que ponen de actualidad a los artistas mexicanos del momento.
Un vistazo a Orozco, el precursor del arte callejero
Mucho antes de Banksy y del resurgimiento del arte callejero con contenido pol¨ªtico, los muralistas mexicanos ya hac¨ªan audaces proclamas en forma de coloridos murales p¨²blicos gigantes. La aportaci¨®n de Guadalajara al g¨¦nero fue enorme. Generalmente se considera que el abuelo del muralismo mexicano es Gerardo Murillo (1875-1964), un artista nacido en Guadalajara que se hac¨ªa llamar Dr. Atl. Uno de sus disc¨ªpulos, Jos¨¦ Clemente Orozco (1883-1949), era natural de la cercana Ciudad Guzm¨¢n.
Junto a Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, Orozco est¨¢ considerado uno de los ¡°tres grandes¡± del muralismo mexicano. Sus en¨¦rgicas pinceladas trazan figuras potentes y, a veces, doloridas, y crean estudios muy animados, con un simbolismo pol¨¦mico. Su obra decora escaleras, techos y espacios p¨²blicos desde Nueva York hasta Ciudad de M¨¦xico, pero sus trabajos m¨¢s personales se encuentran en Guadalajara. No hay que perderse los 57 murales que pint¨® en el Museo Caba?as entre 1937 y 1939, incluido el caleidosc¨®pico El hombre en llamas. O el impresionante y reproducid¨ªsimo mural de 1937 de Miguel Hidalgo sujetando una antorcha, en la escalera principal del Palacio de Gobierno. El Museo de las Artes MUSA, frente a la universidad, que alberga dos murales en su auditorio: El hombre creador y rebelde, en la c¨²pula, y El pueblo y sus falsos l¨ªderes, en el fondo del escenario, ambos realizados en 1937. Y en la Casa Orozco contemplaremos La buena vida (1945), un estudio at¨ªpicamente optimista de una escena festiva con un chef que porta un pescado rodeado por mujeres ligeras de ropa y comida de lugares lejanos.
Evocaci¨®n colonial
Por toda la ciudad, como en todo M¨¦xico, se encuentran iglesias coloniales m¨¢s o menos conservadas casi en cada esquina. En el centro de Guadalajara hay decenas de ellas, grandes y peque?as, casi todas abiertas al p¨²blico y al culto, pero la iglesia por excelencia es la catedral, el punto m¨¢s visible de la ciudad, con representativas torres neog¨®ticas reconstruidas despu¨¦s de que un terremoto derrumbara las originales en 1818. En realidad, este templo es casi tan antiguo como la propia ciudad, ya que se empez¨® en julio de 1561. Por ello puede presumir de su cripta g¨®tica, de sus enormes columnas de estilo toscano realzadas con pan de oro y de guardar una Asunci¨®n de Murillo en la sacrist¨ªa. El conjunto, como en tantas iglesias, es un batiburrillo de estilos barroco, churrigueresco y neocl¨¢sico, que es tambi¨¦n la caracter¨ªstica principal del otro gran edificio de la ciudad: el Palacio de Gobierno, de tonos dorados, que se visita sobre todo para contemplar los murales de Orozco.
Entre las iglesias coloniales m¨¢s bonitas de Guadalajara est¨¢ el templo de Nuestra Se?ora del Carmen, una capilla del siglo XVII encarada a una peque?a plaza arbolada, que fue remodelada en la d¨¦cada de 1860 con mucho pan de oro, antiguas pinturas y mura?les en la c¨²pula. Tambi¨¦n llama la atenci¨®n el templo de la Merced, m¨¢s cerca del centro urbano. Esta es una iglesia profusamente decorada que se construy¨® entre 1650 y 1721 y cuyo interior atesora pinturas, ara?as de cristal y mucho pan de oro.
Donde estuvo la primera catedral de la ciudad, construida en el siglo XVI, lo que hoy vemos es el templo de Santa Mar¨ªa de Gracia, con un interior bastan?te tosco y austero porque form¨® parte de un convento en el siglo XVII. Otra de las iglesias m¨¢s antiguas y bonitas de la ciudad es la dedicada a San Agust¨ªn, al sur del emblem¨¢tico teatro Degollado, en la plaza de la Liberaci¨®n, una edifica?ci¨®n barroca blanca y dorada construida desde finales del siglo XVI. Y hay otras muchas iglesias que evocan tiempos coloniales, como la de Santa Eduwiges o la de Aranzaz¨², de las iglesias m¨¢s bonitas de la ciudad, con tres altares dorados de estilo churri?gueresco y un precioso techo abovedado.
Un viaje al mundo precolombino en Guachimontones
A unos 60 kil¨®metros al oeste de Guadalajara, se halla la fascinante y peculiar zona arqueol¨®gica Teuchitl¨¢n o Guachimontones, una de las pocas ruinas antiguas en el mundo cuyas estructuras se construyeron en c¨ªrculos conc¨¦ntricos casi perfectos, entre ellas una inmensa pir¨¢mide c¨®nica escalonada. La excursi¨®n recompensa al observar unas estructuras bien conservadas, un museo excelente y los servicios gratuitos de gu¨ªas expertos para recorrer el conjunto.
Ocupada entre los a?os 300 antes de Critso y el a?o 350 de nuestra era por el pueblo de Teuchitl¨¢n, se cree que Guachimontones fue un centro ritual utilizado principalmente para ceremonias relacionadas con Eh¨¦catl, el dios del viento. En total hab¨ªa 10 complejos circulares que rodeaban una imponente pir¨¢mide central y, en lo alto de ella, un agujero que presumiblemente se utilizaba para sostener un poste del que los sacerdotes se colgaban para simular el vuelo de un p¨¢jaro.
Las ruinas se extienden en un monte cubierto de vegetaci¨®n que custodia la aldea de Teuchitl¨¢n y la presa de La Vega. Se pueden distinguir tres de los diez complejos, totalmente excavados, aunque el que llama m¨¢s la atenci¨®n es el de la pir¨¢mide principal: perfec?tamente circular, con escalones curvos cubiertos de musgo que se elevan unos 18 metros, aunque no se puede subir a la cima. Completan el yacimiento dos juegos de pelota, dos plazas largas y varias estructuras que a¨²n est¨¢n por excavar.
Tradici¨®n y nueva cocina mexicana
Guadalajara se est¨¢ convirtiendo en un destino gastron¨®mico, adem¨¢s de cultural. Las birrias (estofado picante de cordero o cabrito) o la carne de vaca en su jugo son algunas de las especialidades locales pero, sobre todo, est¨¢n las omnipresentes tortas ahogadas, un panecillo relleno de carne de cerdo en salsa de chile que dicen que lo cura todo (especialmente la resaca).
Los m¨¢s atrevidos seguro que se animan a ir al mercado San Juan de Dios, con innumerables puestos donde se sirven algunas de las comidas m¨¢s baratas y sabrosas de la ciudad. Un buen lugar para disfrutar de tacos, tortas ahogadas y elotes (mazorcas de ma¨ªz a la parrilla con mayonesa y queso) hasta bien tarde por la noche.
Un escal¨®n m¨¢s arriba est¨¢n los restaurantes de barrio, como la Birrier¨ªa Las 9 Esquinas, en el centro hist¨®rico, especializado en la famosa birria. Se trata un restaurante encantador, parcialmente al aire libre y decorado con azulejos blancos y azules que tiene fama en todo el pa¨ªs. Mucho m¨¢s sofisticada es la comida de La Fonda de la Noche, una laber¨ªntica casa de estilo art nouveau que sirve platos sabrosos de la regi¨®n mexicana de Durango. Para probar las famosas tortas ahogadas escogemos Migue, un alegre caf¨¦ de colores amarillo y naranja en la Colonia Americana, donde se dicen que sirve las mejores de la ciudad.
Y para probar los platos de grandes chefs hay opciones como Alcalde, uno de los mejores restaurantes de Guadalajara, apuesta del chef local Paco Ruano tras su paso por El Celler de Can Roca de Girona y el Noma de Copenhague. Su impresionante interiorismo es un buen marco para probar las elaboradas creaciones. Est¨¢ en la Colonia Americana, igual que otros tres recomendables restaurantes de alta cocina: el Sacromonte, Hueso o Allium, que van acercando la cocina de Guadalajara a las ambicionadas estrellas Michelin.
Tequila y la ruta del agave
Estamos en la regi¨®n que ha dado al mundo una de las bebidas mexicanas m¨¢s universales: el tequila. Y a unos 70 kil¨®metros al noroeste de Guadalajara est¨¢ la ciudad que lleva el nombre de este licor de agave. Tanto el tequila como el mezcal, la otra gran bebida original de M¨¦xico, se destilan a partir del agave, pero, legalmente, el tequila debe elaborarse con agave azul cultivado en el Estado de Jalisco o en zonas designadas espec¨ªficamente en otros Estados cercanos. Los m¨¦todos de producci¨®n var¨ªan de un lugar a otro, lo que significa que no hay dos destilados que tengan el mismo sabor.
Una forma de llegar hasta Tequila desde Guadalajara puede ser el Jos¨¦ Cuervo Express, un tren de elegantes vagones que permite realizar un circuito hasta la destiler¨ªa Mundo Cuervo, en Tequila. Sale de la estaci¨®n de trenes de Guadalajara los s¨¢bados y domingos a primera hora de la ma?ana y se ofrece en forma de paquetes tur¨ªsticos que incluyen tambi¨¦n la visita guiada por la destiler¨ªa, comidas, un espect¨¢culo y, por supuesto, tequila. El regreso se hace en autob¨²s.
A Tequila, por supuesto, se puede llegar tambi¨¦n por libre, conduciendo por un mar de agave azul. La ciudad es un centro industrial que resulta sorprendentemente atractiva, con tres destiler¨ªas que son su principal reclamo tur¨ªstico, junto con las antiguas instalaciones industriales, a la sombra del volc¨¢n que lleva el mismo nombre que la ciudad y que la bebida. El paisaje de agaves y antiguas instalaciones industriales de Tequila son patrimonio mun?dial de la Unesco desde 2006.
Desde 2018, la ciudad de Tequila es tambi¨¦n un punto cultural muy interesante tras la apertura del moderno Centro Cultural Juan Beckmann, instalado en un edificio de estilo colonial que acoge un museo moderno con exposiciones sobre historia y cultura de la regi¨®n.
Para sumergirse en el mundo del tequila una buena propuesta es la que hace la hacienda La Cofrad¨ªa, en las afueras de la ciudad. Aqu¨ª se destila el tequila Casa Noble, elaborado exclusiva?mente con agave azul. La elegante f¨¢brica est¨¢ rodeada de mangos y usa barricas de roble franc¨¦s para envejecer el licor. Aparte de ofrecer circuitos por la destiler¨ªa, aqu¨ª est¨¢n el Museo de Sitio del Tequila y La Taberna del Cofrade, un restaurante evocadoramente cavernoso. Otra hacienda es Casa Sauza, que evoca el cl¨¢sico cuento de hadas El jard¨ªn secreto, de Frances Hodgson Burnett. Los jardines coloniales est¨¢n adornados con fuentes de estilo italiano, plantas colgantes e incluso una capilla. No tiene ning¨²n aire industrial, pero aqu¨ª se elabora tequila desde principios de 1800 (cuando estemos pl¨¢cidamente tumbados tomando el sol, transportados a otro mundo, si afinamos el o¨ªdo, podremos escuchar el zumbido de la maquinaria de la destiler¨ªa). Muy diferente es la destiler¨ªa Mundo Cuervo, casi un parque tem¨¢tico del tequila y principal atracci¨®n de la ciudad, propiedad de la empresa Jos¨¦ Cuervo. Cada hora se ofrecen circuitos por la destiler¨ªa La Roje?a, la m¨¢s antigua de Am¨¦?rica. La oferta alcoh¨®lica de la ciudad se completa con una visita al Museo Nacional del Tequila, instalado en un viejo edificio colonial al lado de la plaza principal.
M¨¢s all¨¢ de la ciudad de Tequila, todo Jalisco est¨¢ volcada en la producci¨®n de agave o de tequila. Por ejemplo en El Arenal, una peque?a poblaci¨®n en el camino entre Guadalajara y Tequila y puerta de entrada a la regi¨®n. All¨ª est¨¢ Cascahu¨ªn, una de las mejores destiler¨ªas del Estado. Si solo tenemos tiempo (o ganas) de ver una ¨²nica destiler¨ªa, tal vez esta es la m¨¢s aconsejable, ya que se puede ver de cerca el proceso completo, desde la recolecci¨®n de la pi?a del agave hasta el etiquetado. Algunos de los elementos empleados, incluidos hornos de ladrillo y tahonas, son reliquias familiares, y el producto final, ya sea tequila blanco, re?posado o a?ejo, est¨¢ delicioso.
Por el lago de Chapala
Uno de los lugares m¨¢s bonitos del altiplano es el lago de Chapala, el m¨¢s grande de M¨¦xico, a unos 60 kil¨®metros al sur de Guadalajara. Rodeado de espectaculares monta?as y con un clima templado, atrae sobre todo a jubilados norteamericanos y, los fines de semana, tambi¨¦n a multitud de mexicanos de la zona que buscan aire fresco, paseos en barca y un almuerzo a base de pescado.
Al norte del lago, la ciudad de Chapala fue un destino muy popular de vacaciones a principios del siglo XX, desde que el presidente Porfirio D¨ªaz la eligi¨® para pasar sus vacaciones. M¨¢s tarde llegar¨ªan personajes c¨¦lebres como los escritores D. H. Lawrence y Tennessee Williams, que certificaron el pedigr¨ª literario de Chapala. Actualmente es solo una sencilla pero encanta?dora poblaci¨®n mexicana de clase obrera que ofrece buenos paseos a orillas del lago, un mercado y un animado ambiente los fines de semana.
En el interior del lago se asoma la isla Mezcala, presidida por las ruinas de un fuerte donde estuvieron apostados varios combatientes independentistas mexicanos de 1812 a 1816; repelieron varios ataques de los espa?oles hasta que, finalmente, se ganaron el respeto y el perd¨®n de sus enemigos. Y en otra isla, la de los Alacranes, hay algunos restaurantes y puestos de recuerdos, pero poco m¨¢s.
Fines de semana genuinamente mexicanos
Al sur del lago de Chapala, esta zona de Jalisco de escalonadas monta?as aparen?temente interminables, es un destino de fin de semana cada vez m¨¢s popular entre los tapat¨ªos, que acuden a disfrutar de sus pra?dos, pinares, pueblos coloniales y cocina local. Tapalpa es la capital de la zona, un laberinto de paredes encaladas, tejas rojas y calles adoquinadas alrededor de dos impresionantes iglesias del siglo XVI, que realmente se merece su inclusi¨®n en el lista?do de pueblos m¨¢gicos. Evidentemente, esta belleza no ha pasado inadvertida y los fines de semana una multitud de tapat¨ªos llega al lugar atra¨ªda tambi¨¦n por sus opciones de excursionismo y un clima fresco y neblinoso. Entre semana, cuando hay pocos visitantes, conserva un ambiente de lugar re?moto, con caballos por las calles y ancianos tocados con sombreros de vaquero apostados en los bancos de la plaza.
Uno de sus puntos fuertes es Las Piedrotas, un gran e impre?sionante grupo de formaciones rocosas en el llamado valle de los Enigmas, unos seis kil¨®metros al norte de Tapalpa. Es un buen sitio para caminar, gatear entre rocas o tirarse en tirolina entre las dos formaciones m¨¢s grandes. Otro punto interesante cerca de la ciudad es el Salto del Nogal, una impresionante cascada de 105 metros de altura.
Recorriendo Michoac¨¢n
Al sur del lago de Chapala encontramos otra zona del altiplano donde las tradiciones prehisp¨¢nicas y la arquitectu?ra colonial se mezclan de forma espectacular. Es el Estado de Michoac¨¢n, que alberga tres de las ciudades m¨¢s geniales y menos conocidas de M¨¦xico: P¨¢tzcuaro, Morelia y Uruapan. En P¨¢tzcuaro, una ciudad hecha de adobe y adoquines, las mujeres pur¨¦pechas venden fruta y tamales a la sombra de iglesias del siglo XVI. La exuberante y agr¨ªcola Uruapan sirve de puerta de en?trada al m¨ªtico volc¨¢n Paricut¨ªn, mientras que la animada y sofisticada Morelia resulta una magn¨ªfica ciudad colonial llena de encanto, con su catedral y un acueducto construi?do en piedra de tonos rosados.
Uruapan tambi¨¦n se ha hecho un hueco como destino artesano; los habilidosos pur¨¦pechas de la cordillera Neovolc¨¢nica crean preciosas m¨¢scaras, ce?r¨¢mica, objetos de paja e instrumentos de cuerda, todo ello a la venta en el anual Tianguis de Domingo de Ramos.
Con abundantes tesoros naturales, Michoac¨¢n cuenta tambi¨¦n con una de las atracciones que hay que ver al menos una vez en la vida: la migraci¨®n anual de mariposas hasta la escarpada Re?serva Mariposa Monarca, donde millones de estas mariposas forman una resplandeciente alfombra que cubre hierba y ¨¢rboles mientras se aparean.
Morelia, la patria de Morelos
Los habitantes de Morelia, la capital del Estado de Michoac¨¢n, presumen de ser la patria de Jos¨¦ Mar¨ªa Morelos (1765-1815), un importante l¨ªder independentista. En su casa natal una llama eterna en el patio marca el lugar donde su madre lo trajo al mundo, cuando estaba de camino a misa el 30 de septiembre de 1765. Ahora la casa es un museo en su memoria, llena de fotograf¨ªas y documentos.
Pero al viajero lo que le llama la atenci¨®n de Morelia es que es una de las ciudades m¨¢s bonitas de M¨¦xico, con un casco colonial en torno a una fabulosa catedral; un centro hist¨®rico tan bien preservado que la Unesco lo declar¨® patrimonio mundial ya en 1991. Elegantes edificios de piedra de los siglos XVI y XVII con fachadas barrocas y bonitos sopor?tales bordean las calles del centro y albergan museos, hoteles, restaurantes, chocolater¨ªas, caf¨¦s con terraza, una popular universidad y baratas y atractivas taquer¨ªas. Tambi¨¦n hay conciertos p¨²blicos gratis, frecuentes instalaciones de arte y relativamente pocos visitantes. Los que llegan hasta aqu¨ª suelen quedarse enamorados del lugar, pero de momento no es todav¨ªa un destino masivo. Callejear por su casco antiguo puede dar gratas sorpresas, como la calzada Fray Antonio de San Miguel, un amplio, arbolado y rom¨¢ntico paseo peatonal bordeado de exquisitos edificios antiguos. O como el estrecho callej¨®n del Romance, de piedra rosa, lleno de enre?daderas y parejitas acarameladas.
Otra sorpresa es la biblioteca p¨²blica de la Universidad Michoacana, instalada en una antigua iglesia jesuita del siglo XVII, una impresionante biblioteca donde las estanter¨ªas se elevan hacia los techos abovedados y pintados, abarro?tadas con decenas de miles de libros y ma?nuscritos antiguos (22.901 para ser exactos), incluidos siete incunables que datan del siglo XV.
P¨¢tzcuaro, la magia de los pur¨¦pechas
Las tejas de barro, las paredes combadas de adobe blanco y rojo y las callejuelas adoqui?nadas le dan a P¨¢tzcuaro un aire de pueblo grande. A diferencia de Morelia y Guadala?jara, fundadas por los espa?oles, esta ciudad ech¨® ra¨ªces en la d¨¦cada de 1320 como parte del Imperio pur¨¦pecha, dos siglos antes de la llegada de las huestes hispanas. Y lo m¨¢s curioso es que a¨²n mantiene el ambiente ind¨ªgena.
La historia susurra desde las persianas cu?biertas de telara?as que dan a las animadas calles que se extienden desde las atractivas y ajardinadas pla?za Grande y plaza Chica. Adem¨¢s, acoge una de las celebraciones del D¨ªa de Muertos m¨¢s espectaculares de M¨¦xico y es una pr¨¢c?tica base para explorar el lago de P¨¢tzcuaro y los pueblos pur¨¦pechas y cen?tros de artesan¨ªas de sus orillas.
En la ciudad se produce uno de esos sincretismos tan representativos de M¨¦xico: en una colina sobre un lugar ceremonial prehisp¨¢nico se alza una catedral y lugar de peregrinaci¨®n. Se empez¨® a construir a mediados del siglo XVI aunque no se concluy¨® hasta el siglo XIX. Por unos escalones por detr¨¢s del altar en el extremo este de la bas¨ªlica se sube hasta la muy venerada imagen de la patrona de la bas¨ªlica, Nuestra Se?ora de la Salud, hecha por los pur¨¦pechas en el siglo XVI con pasta a base de m¨¦dula de ca?a de ma¨ªz seco y tazin?gue, un engrudo natural. Poco despu¨¦s de ser consagrada, la gente empez¨® a experimentar curaciones milagrosas y todav¨ªa hoy es muy venerada en todo el pa¨ªs. Los peregrinos cru?zan la plaza, entran en la iglesia y recorren su nave de rodillas y muchos de ellos dejan a los pies de la imagen peque?os exvotos como agradecimiento.
Pero el centro de todo en P¨¢tzcuaro es la arbolada plaza Grande, la mayor de M¨¦xico despu¨¦s del Z¨®calo de la capi?tal y la ¨²nica del pa¨ªs en la que no hay una iglesia. Est¨¢ bordeada por edificios del siglo XVII cuyos bajos se han ido convirtiendo en tiendas, hoteles y restaurantes, y tambi¨¦n por el Ayuntamiento. En sus soportadles se alinean los puestos de comida, joyer¨ªas y vendedores de artesan¨ªas, y el ambiente, sobre todo los fines de semana, cuando hay conciertos y se llena de artistas callejeros, es de lo m¨¢s animado y envolvente.
Aqu¨ª se encuentra una fant¨¢stica comida callejera, con especialidades muy curiosas como el atole de grano (una variante local anisada, de color ver?de intenso, de la popular bebida a base de ma¨ªz), la nieve de pasta (helado de almendra y canela) o la calabaza escar?chada. Y tambi¨¦n est¨¢n la sopa tarasca, una deliciosa sopa de frijoles con nata, chile seco y trozos de crujiente tortilla. Si preferimos las populares corundas (tamales triangulares servidos con y sin relleno), solo hay que ir a la bas¨ªlica por la ma?ana y buscar a las mujeres que las venden en una cesta.
Un lago lleno de rincones m¨¢gicos
Unos tres kil¨®emtros al norte del centro de P¨¢tzcuaro est¨¢ el lago de P¨¢tzcuaro, un lago natural que se nutre de varios arroyos y que, a pesar de la contaminaci¨®n, todav¨ªa es precioso. En el interior hay varias islas, algunas de ella muy populares como destinos tur¨ªsticos locales, como la de Janitzio, sin coches y llena de calles y senderos escalonados. Desde lo alto, una tirolina comunica con otra isla, Tecuena. Toda una experiencia.
Alrededor del lago hay muchos pueblos, es el caso de Erongar¨ªcuaro. El poeta franc¨¦s Andr¨¦ Breton (1896-1966), que consideraba que M¨¦xico era ¡°el pa¨ªs m¨¢s surrealista del mundo¡±, vivi¨® en Erongar¨ªcua?ro una temporada a finales de los a?os treinta, donde conoci¨® a Le¨®n Trotsky y fue visi?tado por Diego Rivera y Frida Kahlo, adem¨¢s de dise?ar la inusual cruz de hierro forjado del patio delantero del templo de Nuestra Se?ora de la Asunci¨®n. Detr¨¢s, se asoman unos fabulosos jardines del viejo monasterio franciscano contiguo a la iglesia.
En Quiroga encontraremos un gran mercado y cientos de puestos de artesan¨ªa de madera, cer¨¢mica y cuero, y tambi¨¦n muchos puestos de tacos. La especialidad local son las carnitas, que atraen a much¨ªsimos clientes hambrientos. Tambi¨¦n hay mucha artesan¨ªa en Tzintzuntzan, que fue la capital pur¨¦pecha y guarda reliquias de aquel periodo y del periodo misionero espa?ol, como un antiguo convento franciscanos y una zona arqueol¨®gica con cinco templos semicirculares de la ¨¦poca pur¨¦pecha.
Uruapan: un mundo tropical
La tercera gran ciudad de Michoac¨¢n es Uruapan. El impresionante y atronador r¨ªo Cupatitzio nace bajo tierra y emerge, espectacularmente, a la superficie para nutrir el jard¨ªn subtro?pical de palmeras, orqu¨ªdeas y enormes y frondosos ¨¢rboles que es el parque nacional Barranca del Cupatitzio. Sin el r¨ªo, la ciudad no existir¨ªa.
Cuando el espa?ol fray Juan de San Miguel lleg¨® a la zona en 1533 qued¨® tan embelesado con el entorno que llam¨® a la zona por su nom?bre pur¨¦pecha, Uruapan, que podr¨ªa traducirse como ¡°primavera eterna¡±. Fray Juan dise?¨® una gran plaza de mercado, construy¨® un hospital y una capilla y organiz¨® las calles en un trazado de cuadr¨ªcula que todav¨ªa conserva. Uruapan creci¨® r¨¢pidamente y se convirti¨® en un centro agr¨ªcola famoso por sus nueces de macadamia y excelentes aguacates, y toda?v¨ªa hoy conserva el t¨ªtulo de capital mundial del aguacate. No est¨¢ tan alta como P¨¢tzcuaro, por lo que es un poco m¨¢s c¨¢lida.
Su mayor atractivo es el parque nacional, a solo 15 minutos de la plaza Mayor de la ciudad. En muy pocos minutos estamos en otro mundo, envueltos en una frondosa vegetaci¨®n tropical y subtropical, con abundantes p¨¢jaros y mariposas. El r¨ªo Cu?patitzio discurre entre las rocas, se precipita por cascadas y forma amplias y cristalinas po?zas. Unos senderos empedrados siguen el cauce hasta su nacimiento en el helado y cristalino manantial Rodilla del Diablo.
Paricut¨ªn: el volc¨¢n de surgi¨® de la nada
El volc¨¢n m¨¢s joven de Am¨¦rica, el Paricut¨ªn (2.800 metros), puede que tenga menos de 80 a?os, pero trepar por la ladera volc¨¢nica de derrubios hasta la cima y observar los campos de lava renegridos que han sepultado aldeas resulta una expe?riencia inolvidable.
La historia que hay detr¨¢s de este volc¨¢n es tan extraordinaria como las vistas des?de la cima. El 20 de febrero de 1943 Dionisio Pulido, un agricultor pur¨¦pecha, estaba arando su campo de ma¨ªz cuando la tierra empez¨® a temblar y a arrojar vapor, chispas y ceniza caliente. El agricultor se afan¨® en cubrir los agujeros creados por la explosi¨®n, pero no tard¨® en darse cuenta de que era in¨²til y corri¨® para ponerse a salvo. Hizo bien porque, como si fuera una pel¨ªcula, un volc¨¢n rugiente empez¨® a emerger de las entra?as de la Tierra. En un a?o hab¨ªa alcanzado los 410 metros de altitud por encima de los campos ondulantes y la lava hab¨ªa sepultado los pueblos pur¨¦pechas de San Salvador Paricut¨ªn y San Juan Parangaricutiro. Por suerte, la lava fluy¨® a un ritmo pausado que permiti¨® huir a los aldeanos.
El volc¨¢n no par¨® de crecer hasta 1952. Hoy de su gran cono negro emanan vapor caliente algunas fumarolas. Cerca del borde del campo de lava de 20 kil¨®metros cuadrados, el campanario del sepultado templo de San Juan Parangari?cutiro sobresale de forma escalofriante por un mar de lava negra; este y el altar colmado de ofrendas de velas y flores multicolor son los ¨²nicos vestigios visibles de las dos aldeas sepultadas.
Para subir al volc¨¢n se puede empezar en el pueblo de Angahuan, unos 40 kil¨®metros al noroes?te de Uruapan. Hay que salir temprano, y con gu¨ªas locales: que nadie intente acender por cuenta propia porque los caminos son dif¨ªciles de seguir. Hay dos rutas: una corta de 14 kil¨®metros y otra larga de 24, que es la que suelen recorrer los caballos para evitar los campos de lava. Independientemente de la ruta que se tome, el ¨²ltimo tramo es a pie. Bajar ya es otra historia; basta con deslizarse por la suave arena negra para estar en tierra firme en solo un par de minutos. La ruta est¨¢ndar pasa por la iglesia de San Juan a la vuelta. El altar est¨¢ casi siempre cubierto con coloridas ofrendas de velas y flores y cerca de la iglesia hay algunos puestos de comida que sirven deliciosas quesadillas de ma¨ªz azul fritas a la le?a en viejas sartenes.
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