Julia Ducournau: ¡°Cuando haces las pel¨ªculas que hago yo, te llaman monstruo¡±
A los 37 a?os, la directora francesa, ganadora de la Palma de Oro con ¡®Titane¡¯, arrasa con todo. Con solo dos pel¨ªculas ha logrado dinamitar el cine de g¨¦nero con un lenguaje original¨ªsimo, ultraviolento y sexual. Su pr¨®xima misi¨®n, para la que ya se prepara, ser¨¢ la conquista de Hollywood (y del resto del mundo)
Los perros se parecen a sus due?os. Las pel¨ªculas tambi¨¦n. Igual que su nuevo filme, Julia Ducournau irrumpe como un hurac¨¢n, dispuesta a arrasar con todo, sin miedo a lo que acabe llev¨¢ndose por delante. Basta con enfrentarse a Titane, que llegar¨¢ a los cines el 8 de octubre ¡ªantes pasar¨¢ por la secci¨®n de Perlak del Festival de San Sebasti¨¢n¡ª tras alzarse con la Palma de Oro en Cannes, para entrever la personalidad frontal de la directora francesa, que en las distancias cortas se revela jovial pero implacable, tan exuberante como herm¨¦tica, envuelta en un atuendo negro entre solemne y canalla. Jefa de filas de un nuevo cine de g¨¦nero que ya ha revolucionado el panorama f¨ªlmico en su pa¨ªs (y parte del extranjero), Ducournau firma una pel¨ªcula con una ambici¨®n colosal, orgullosa de sus imperfecciones, llena de giros desconcertantes y de escenas ultraviolentas, de esas que obligan a apartar la mirada y provocan alg¨²n desmayo marginal, convenientemente exagerado por la prensa.
La protagonizan una asesina en serie fr¨ªa como el metal, con una placa de titanio incrustada en el cr¨¢neo desde un accidente de tr¨¢fico que sufri¨® de ni?a, y un bombero dopado con esteroides que cree reconocer en su rostro aporreado al hijo que llevaba a?os tratando de encontrar sin ¨¦xito. ?l quiere ser padre a toda costa, incluso si eso pasa por el autoenga?o, mientras que ella siente terror al descubrir que un extra?o ser est¨¢ creciendo dentro de su vientre. Titane dinamita todos los c¨®digos del g¨¦nero, en todas las acepciones de esa palabra. ¡°En mi pel¨ªcula, la feminidad no est¨¢ donde uno la espera, como tampoco la masculinidad¡±, dec¨ªa Ducournau a finales de agosto, dando tragos a una copa de vino blanco y encadenando cigarrillos en una terraza parisiense, reci¨¦n regresada de sus vacaciones en una isla griega. De ese relato abigarrado y excesivo, que incluye hasta una t¨®rrida escena de sexo con un Cadillac (?!), surgir¨¢ una improbable historia de amor. ¡°Mis personajes encarnan dos mentiras de las que brota una verdad¡±, resume.
La vida de esta directora de 37 a?os dio un vuelco una noche de julio, cuando Spike Lee, presidente del jurado en Cannes, anunci¨® por error, nada m¨¢s empezar la entrega de premios, que su pel¨ªcula hab¨ªa ganado el m¨¢ximo galard¨®n del festival. ¡°Todav¨ªa no lo he digerido, es demasiado reciente. Durante el verano he intentado no pensar en ello para preservar mi salud mental¡±, sonr¨ªe. 28 a?os despu¨¦s de la neozelandesa Jane Campion, que se alz¨® con el premio por El piano en 1993, Ducournau se convirti¨® as¨ª en la segunda mujer que conquistaba la Palma de Oro. Y la primera en hacerlo en solitario, ya que Campion la gan¨® ex aequo junto a Chen Kaige por Adi¨®s a mi concubina. ¡°Tuve la sensaci¨®n de formar parte de un movimiento hacia el futuro, de estar subida a un tren en marcha¡±, recuerda. ¡°Pens¨¦ en la tercera mujer, en la cuarta y en la quinta que recibir¨¢n el premio. No s¨¦ si Campion tuvo, en su d¨ªa, la misma sensaci¨®n, porque entonces pudo parecer que era solo una excepci¨®n. Yo, en cambio, me sent¨ª un eslab¨®n m¨¢s en la cadena. Eso fue lo que m¨¢s me emocion¨®¡±.
Ducournau luce un tatuaje en su clav¨ªcula derecha: la palabra amatista escrita en alfabeto griego. La escogi¨® porque colecciona esa variedad violeta del cuarzo desde peque?a. Tambi¨¦n porque le apasiona su significado etimol¨®gico, traducible por ¡°contra la embriaguez¡±. ¡°Los reyes griegos usaban ese mineral como amuleto, para evitar que los otros reyes los emborracharan al negociar la potestad sobre un territorio¡±, explica. Esa inscripci¨®n sobre la piel le sirve de ant¨ªdoto contra la ebriedad de los aplausos, como si aspirase a que nada la desv¨ªe de su rumbo. ¡°En realidad, no creo que haya un ¨²nico camino en la vida. En eso soy muy existencialista. Es la experiencia la que nos conduce a encontrar nuestra esencia como individuos. Puedes morir sin dar con ella, pero es esa tensi¨®n la que da sentido a tu vida¡±, sostiene Ducournau, como buena s¨²bdita de Sartre.
Tras el ¨¦xito de su debut, Crudo, un cuento de canibalismo adolescente descubierto en Cannes hace cinco a?os, se dio por sentado que emigrar¨ªa a Hollywood, como tantos j¨®venes talentos del cine de g¨¦nero hicieron antes que ella. No le faltaron las ofertas, pero prefiri¨® resistirse a esos cantos de sirena y seguir viviendo con su compa?ero en su apartamento del Marais, ese exclusivo barrio parisiense que fue jud¨ªo y gay antes de llenarse de restaurantes, tiendas de moda y galer¨ªas de arte. ¡°Me ve¨ªa solo en los comienzos de mi carrera y quer¨ªa seguir encontrando mi lenguaje. Sent¨ª que no pod¨ªa hacerlo en otro lugar que en Francia¡±, se justifica. ¡°En mi pa¨ªs, el cine de g¨¦nero sigue siendo un arte nuevo. Desde hace unos a?os se est¨¢ produciendo una renovaci¨®n. Prefer¨ª participar en la construcci¨®n de algo nuevo y ver si una nueva ola era posible antes que irme a un lugar donde ya existe una industria fuerte y una tradici¨®n prolija¡±. Su ¨²nica incursi¨®n en Estados Unidos fue la direcci¨®n de los dos primeros cap¨ªtulos de la serie Servant, producida por M. Night Shyamalan, su amigo y valedor desde que qued¨® prendado de Crudo. Tras el impulso definitivo de la Palma de Oro, ahora s¨ª que prepara su asalto a Hollywood. ¡°Mi base seguir¨¢ estando en Francia, pero har¨¦ idas y vueltas. Mi pr¨®ximo largometraje ser¨¢ franc¨¦s, pero tengo un proyecto de serie en Estados Unidos. Tambi¨¦n har¨¦ una pel¨ªcula all¨ª en alg¨²n momento, porque tengo ganas. Pero antes debo encontrar buenos compa?eros de viaje¡¡±, apunta. De nada servir¨¢ interrogarla sobre esos proyectos. ¡°No voy a decir nada¡±, responde con una sonrisa infranqueable.
Su cine se aleja de los postulados de la nouvelle vague, que en alguna entrevista ha tildado de dogm¨¢ticos ¡ªalgo parecido a un sacrilegio en la patria de Truffaut y Godard¡ª, pero sigue apoyado en la fe ciega en el control creativo, sumado a la ausencia de cualquier complejo de inferioridad respecto a los todopoderosos estudios. Aun as¨ª, tambi¨¦n refleja una fascinaci¨®n permanente por el imaginario estadounidense, no siempre habitual dentro de una generaci¨®n, la de los franceses que crecieron en los ochenta, educada en un antiamericanismo soft, que llev¨® a que algunos intelectuales patrios tildaran la creaci¨®n de Eurodisney de ¡°Chern¨®bil cultural¡±. ¡°En realidad, Robocop, Terminator o Alien fueron nuestras canciones de cuna, aunque s¨ª hubo un desprecio algo recalcitrante por esa cultura popular que hoy est¨¢ por todas partes¡±, matiza. ¡°No me inspiro en otras tradiciones para romper con los c¨®digos del cine de mi pa¨ªs. Lo que me gusta es mezclar cosas distintas. Las pel¨ªculas de David Cronenberg y el cine surcoreano me inspiran tanto como el neorrealismo italiano. Quiero que mis proyectos no se puedan atribuir a una sola nacionalidad o g¨¦nero. Aspiro a hacer un cine que sea mestizo¡±.
Ella misma se reconoce en esa ¨²ltima palabra: es hija de bret¨®n y argelina bereber, una doble ascendencia que tal vez explique el sentido ¨ªntimo de la diferencia que parecen experimentar sus hero¨ªnas. Sus padres, ambos m¨¦dicos, tambi¨¦n han influido en su cine, tan lleno de hemorragias y de pr¨®tesis, nutrido por las conversaciones sobre pacientes que escuchaba a la hora de cenar y por los manuales de medicina que abundaban en la biblioteca familiar. ¡°Mi padre es dermat¨®logo y mis pel¨ªculas hablan de cuerpos y de pieles. Mi madre es ginec¨®loga y mi cine se centra en la feminidad¡±, confirma Ducournau. El oficio de sus progenitores tambi¨¦n le hizo consciente, desde muy peque?a, de su condici¨®n de mortal. ¡°A los cuatro a?os ya sab¨ªa lo que era la muerte. Me familiaric¨¦ con la idea de finitud a una edad en la que no deb¨ª tener conciencia de ella¡±, parece lamentar.
Ducournau creci¨® en un barrio favorecido del centro de Par¨ªs, en un hogar donde por las noches se ve¨ªan cl¨¢sicos de Hitchcock y Douglas Sirk en VHS, y estudi¨® en el liceo Louis-le-Grand, centro de ¨¦lite que fue alma mater de Moli¨¨re, Voltaire, Victor Hugo y Baudelaire, con el que esta amante de la poes¨ªa comparte un gusto por el romanticismo te?ido de negro. Empez¨® estudios literarios en La Sorbona, antes de terminar en La F¨¦mis, la gran escuela del cine franc¨¦s. Despunt¨® con un par de cortometrajes que la situaron en el radar de los productores. Y luego con dos largos que desprenden una imagen algo calamitosa de la familia, donde las hermanas son c¨®mplices pero tambi¨¦n rivales, y los padres engendran psic¨®patas con su falta deliberada de afecto y empat¨ªa. ¡°Yo me entiendo bien con mi familia, que siempre me ha apoyado, incluso cuando no fue f¨¢cil¡±, corrige Ducournau. ¡°Pero la familia siempre es algo contra lo que uno se construye. Siempre tiene que haber una ruptura, porque en esa oposici¨®n se forja tu devenir. La familia es un mundo lleno de cosas que no se dicen, y a m¨ª me satisface desmontar esos tab¨²es. En mi cine me gusta ense?ar lo que no se puede ense?ar y hablar de lo que est¨¢ prohibido hablar¡±.
A Julia Ducournau le encanta la palabra monstruo, en la que no ve nada peyorativo. ¡°La monstruosidad es una de las experiencias m¨¢s universales que existen. El monstruo es el sujeto al que apuntamos con el dedo. Yo tambi¨¦n me he sentido un monstruo muchas veces, en muchos aspectos. En tu vida personal, es imposible sentirse siempre en consonancia con la norma social, estar donde se supone que tienes que estar a tu edad. Y, cuando haces las pel¨ªculas que hago yo, te suelen decir que lo eres, sobre todo si eres mujer¡±, responde.
Titane puede recordar a aquel cine de los ochenta que hablaba de hombres que se convert¨ªan en m¨¢quinas y de m¨¢quinas que se convert¨ªan en hombres. El final de su pel¨ªcula apunta, sin entrar en detalles, en esa direcci¨®n. ¡°Yo creo en la hibridez, porque siempre me parece positiva. En toda mutaci¨®n hay una fuerza. El transhumanismo no me da miedo¡±, afirma Ducournau, que a¨²n no ha le¨ªdo a Donna Haraway, te¨®rica de la condici¨®n c¨ªborg, pero se apresurar¨¢ a hacerlo ahora que se la citan como supuesta inspiraci¨®n en tres de cada cuatro entrevistas. Sus filmes describen procesos de cambio dolorosos, de los que sus protagonistas salen magullados, pero tambi¨¦n m¨¢s fuertes. No cuesta adivinar un reflejo biogr¨¢fico. ¡°S¨ª, es verdad¡±, admite Ducournau con un pudor algo rudo, prefiriendo, por primera vez en horas, el silencio a la locuacidad. Despu¨¦s de todo, el titanio es, seg¨²n reza la tabla peri¨®dica, un metal de transici¨®n.
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