G¨¦rard Garouste, pintor: ¡°Todo lo que he conseguido en la vida ha sido gracias a mi fragilidad¡±
Es uno de los pintores franceses contempor¨¢neos m¨¢s relevantes. El museo Pompidou muestra ahora las obras que encierran los demonios y los delirios que lo internaron durante 10 a?os en psiqui¨¢tricos, pero tambi¨¦n las lecciones que lo han salvado. ¡°Soy maniaco depresivo. Pero uno se va ajustando. Los problemas o te matan o te fortalecen¡±, dice
Aunque pasa medio a?o en su estudio de Normand¨ªa, hemos quedado en su casa de Par¨ªs. La ide¨® su mujer, la decoradora Elizabeth Garouste. All¨ª se retrata. Pero prefiere que la entrevista sea entre sus lienzos expuestos en el Centro Pompidou hasta principios de enero. Es martes, d¨ªa de cierre. Las salas est¨¢n vac¨ªas, y Garouste, sus miedos y sus obsesiones se multiplican por las paredes. All¨ª est¨¢ pintada la pistola que sac¨® su padre para amenazar a su madre y luego dej¨® sobre una mesa. Tambi¨¦n la capacidad de Don Quijote para ver belleza en la fealdad. Y tambi¨¦n los talleres de La Source, una organizaci¨®n que inicia en el arte a ni?os con problemas. ¡°El objetivo no es formar artistas, sino descubrirles el arte como cura¡±, dice. Sabe de qu¨¦ habla.
L¡¯intranquile [El intranquilo, que Errata Naturae traduce al castellano] es el t¨ªtulo de sus memorias. ?De d¨®nde ven¨ªa esa intranquilidad?
Como t¨ªtulo, de Pessoa. Pero resume mi car¨¢cter: dificultades psicol¨®gicas para vivir, delirios y, aunque he conseguido tener una vida, me ha quedado la necesidad de vivir pendiente del menor signo de que la cabeza se me va, intranquilo. Tengo que evitar el j¨²bilo. Las crisis me han convertido en un hombre prudente. Mi vida sin los medicamentos ser¨ªa imposible de soportar. A cambio, he conocido la calma.
?Cu¨¢ndo tuvo la ¨²ltima crisis?
Hace cinco a?os. ?bamos a salir de viaje. Le temo al entusiasmo. Y mi mujer m¨¢s. Empiezo a hablar mucho y veo en su cara lo que viene. Entonces actuamos. El psiquiatra le indic¨® qu¨¦ medicaci¨®n darme y al d¨ªa siguiente estaba destrozado, pero el delirio se hab¨ªa ido.
Su obra es la de un hombre apasionado, alguien que no deja de analizar y recordar. ?C¨®mo conjuga esa b¨²squeda con la calma?
Creo que la calma llega con la experiencia de la vida. Durante 30 a?os me psicoanalic¨¦. Un psicoan¨¢lisis no es un di¨¢logo, es un mon¨®logo con uno mismo. Y al final perd¨ª el miedo. Hoy no tengo miedo de nada. Tampoco tengo secretos. Creo que soy libre.
?Lo ha sanado pintar, escribir, estudiar o psicoanalizarse?
Todo es lo mismo: hablar. Uno se libera hablando. Quien sabe hablar no necesita gritar. Uno es consciente de lo que llega a decir. Hablar es ordenar la cabeza.
Tuvo su primera gran crisis cuando su mujer estaba embarazada de su hijo Guillaume.
Pint¨¦ ese delirio. Me obsesion¨¦ con el libro L¡¯herbe du diable et la petite fum¨¦e, de Carlos Castaneda. Tom¨¦ a Elizabeth como al diablo.
En su autobiograf¨ªa se pregunta c¨®mo ella ha podido permanecer con usted tantos a?os. ?Ha encontrado respuesta?
Se llama amor. Pero es incre¨ªble, claro. Todos nuestros amigos le recomendaban que me dejase. Pero ella se qued¨®. Su actitud me deja sin palabras. Incluso hoy. ?Qui¨¦n se queda al lado de un loco? Cuando he estado mal, yo he sido incapaz de asumir mi amor por ella. Ella, en cambio, siempre ha sido capaz de todo. Cuando no ten¨ªamos dinero, trabajaba en la zapater¨ªa de sus padres. Y no me dejaba caer.
El cuadro favorito de Elizabeth es el de un hombre que camina con un bast¨®n por un campo calcinado. ?Le ha preguntado por qu¨¦?
No. Porque lo s¨¦. Ella solo quer¨ªa que volviera a pintar. Y yo me pasaba el d¨ªa durmiendo. Los que duermen durante el d¨ªa tienen una vida horrible. Es duro no poder ser persona. Lo pint¨¦ despu¨¦s de pasar una d¨¦cada viviendo como un vegetal. Intentaba pintar, pero me tumbaba al pie del caballete y me pon¨ªa a dormir, como un gato.
?Por qu¨¦?
Era un sitio inc¨®modo y pensaba que all¨ª no me quedar¨ªa dormido. Luego comprend¨ª que la medicaci¨®n era demasiado fuerte. Mi psiquiatra actual dijo que me hab¨ªan curado anul¨¢ndome para que no molestara. Corrigieron la medicaci¨®n y pint¨¦ esa traves¨ªa por el campo calcinado.
?El delirio es una huida?
Claro, uno se convierte en desertor cuando la vida le resulta muy dura. Tras el primero grave, me internaron. Hab¨ªa arriesgado, no ya mi vida: la de los dem¨¢s. Amenac¨¦ a todo el mundo: a mi mujer, a unos curas¡
?Se ha beneficiado del delirio?
Es parad¨®jico, pero encontr¨¦ una profesi¨®n que pod¨ªa convivir con mis delirios. Es como cuando uno se rompe el brazo y aprende a escribir con el otro. Un pintor un poco loco es admisible. ?Se imagina que hubiera sido m¨¦dico? Nadie hubiera confiado en m¨ª. Estar loco permite jugar. La cuesti¨®n es con qu¨¦ se juega.
Ha pasado parte de su vida repensando la figura de su padre. Lo ha visto como un psic¨®pata que amenaz¨® con asesinar a su madre.
S¨ª, est¨¢ en ese cuadro [lo se?ala]. El t¨¦rmino me lo dijo un psiquiatra cuando le describ¨ª su manera de actuar.
Sin embargo, escribi¨® que al final de su vida se dio cuenta de que se amaban.
As¨ª es. Como tantas cosas en la vida, es parad¨®jico. Tambi¨¦n me he dado cuenta de que mis padres me quer¨ªan. A su manera. Pero, a la vez, se hac¨ªan da?o. Cada uno a su manera, por acci¨®n o por omisi¨®n.
El intranquilo comienza con la muerte de su padre y una constataci¨®n suya: ¡°Su muerte no cambia mucho¡±. ?Por qu¨¦ comenz¨® a escribir por ah¨ª?
Una cosa importante fue cuando descubr¨ª que ¨¦l, durante la II Guerra Mundial, hab¨ªa expoliado las pertenencias de los jud¨ªos. Me sent¨ªa responsable de algo que no hab¨ªa hecho, pero quedaba asociado a mi nombre. Hoy no me siento culpable. Pero siento verg¨¹enza.
Antes de aceptar la distancia de su padre, intent¨® hablarle.
Se puede aceptar todo a condici¨®n de hablarlo. Hablar es la clave. Pero mi padre nunca lo hizo. Nunca quiso. Eso me ense?¨® a hablarles a mis hijos.
?Han sido testigos de los vaivenes de su vida?
No pod¨ªan elegir. Estaban all¨ª. Elizabeth habl¨® con ellos. Pero creo que entendieron de otra manera mi problema cuando les di a leer El intranquilo. Para ellos, el gran shock lleg¨® entonces. Adoraban a su abuelo. Las personas somos complejas. Y eso es lo que termin¨® por apasionarme del juda¨ªsmo, que investiga esa complejidad en lugar de negarla.
Defiende la duda como libertad y la necesidad de no ocultar las cosas.
Ambas cosas son vitales. Las mentiras son dolorosas para quien las utiliza y para quien las recibe.
Su libro ha terminado en la mesa de psiquiatras.
El m¨ªo no ha querido nunca leerlo. Pero muchos lo recomiendan. Me han invitado algunas veces a congresos de psiquiatr¨ªa. [Se r¨ªe]. Consideran que es alentador para los pacientes ver c¨®mo se puede convivir con una enfermedad as¨ª. Soy maniaco depresivo. Pero uno se va ajustando.
Llegado un punto, sus padres se dieron cuenta de que estar¨ªa mejor sin ellos
Y me dieron la vida. En el internado conoc¨ª a los que hoy son mis grandes amigos: Patrick Modiano, Jean-Michel Ribes. Modiano describi¨® la escuela ¡°de peque?os mal amados, bastardos y ni?os perdidos¡±.
?Fue un ni?o perdido?
Mis padres me quisieron. Aunque tard¨¦ en comprenderlo. Era disl¨¦xico y generaba burlas entre los compa?eros. Hasta que vieron c¨®mo dibujaba. Un psic¨®logo recomend¨® un internado. Mi padre no quer¨ªa porque ¨¦l lo hab¨ªa pasado mal en uno. Pero a m¨ª me abri¨® el mundo.
?C¨®mo se aprende a vivir siendo tan fr¨¢gil?
Todos tenemos un grado de fragilidad. La riqueza se obtiene yendo hasta la profundidad de esa fragilidad. As¨ª trabajo yo: uno se puede alimentar de su propia fragilidad. Creo que todo lo que he conseguido en la vida ha sido gracias a mi fragilidad. Los problemas o te matan o te fortalecen.
Comenz¨® a pintar cuando muchos artistas consideraban que el tiempo de la pintura hab¨ªa pasado.
?Qu¨¦ hacer despu¨¦s de Marcel Duchamp?, un tipo que meti¨® un orinal en una galer¨ªa, lo titul¨® Fuente y desubic¨¢ndolo lo convirti¨® en arte. Lo que hizo fue trasladar la autor¨ªa art¨ªstica de quien hace las cosas (¨¦l no hab¨ªa hecho el urinario) a quien las piensa. En el siglo XX las obras de arte no se pintaban, se pensaban. La vanguardia art¨ªstica siempre ha necesitado negar lo anterior, superarlo, contradecirlo. La historia del arte es como el parch¨ªs, uno avanza poco a poco y cuando corre un riesgo puede avanzar m¨¢s, acabar en prisi¨®n o regresar a la casilla de salida. Duchamp es un regreso a la casilla de salida.
?Y usted d¨®nde est¨¢?
El t¨ªpico pintor franc¨¦s que regresaba del viaje a Italia con la historia del arte en la cabeza fue Poussin. Ten¨ªa la t¨¦cnica en la cabeza. Sab¨ªa c¨®mo pintar calor. Yo he querido seguir esa l¨ªnea de conocer las reglas del juego para poder salt¨¢rmelas. La confianza en este oficio la he encontrado en m¨ª mismo. En mis sentimientos, en lo que me transforma. La vanguardia es una batalla. Y yo la llev¨¦ a mi interior.
Jean Dubuffet recorri¨® psiqui¨¢tricos para acercarse a c¨®mo pintaban los enfermos.
Hizo lo contrario a lo que yo hac¨ªa. Buscaba pintar la deformaci¨®n que ve¨ªan los otros. Duchamp detestaba la academia, pero hizo que el discurso construyera la obra. Al igual que el impresionismo, el expresionismo, el puntillismo o el fauvismo¡, todas las escuelas fueron lo mismo: normas. Y era justo eso lo que yo quer¨ªa superar.
Hizo figuraci¨®n en ¨¦poca conceptual.
Quer¨ªa pintar lo que no decimos. La pintura es una toma de conciencia. Hace consciente el inconsciente. Si algo en alguna le toca a usted cuando la ve, es que nuestros inconscientes se han relacionado. Eso es m¨¢gico.
Empez¨® a ganarse la vida con escenograf¨ªas para su compa?ero de internado Jean-Michel Ribes.
Pagaba poco. Ten¨ªa que trabajar de recadero para la tienda de muebles de mi padre. Durante ese tiempo no fui ni artista ni loco. Viv¨ª en una pesadilla.
De ah¨ª pas¨® a decorar Le Palace, la discoteca m¨¢s famosa del Par¨ªs de los ochenta.
Fabrice Emaer, su due?o, fue una persona extraordinaria. Me dio la oportunidad de mi vida.
Un tipo como usted, que necesita estar tranquilo y evitar pasiones, se mete a trabajar en una discoteca.
Parece un chiste. Trabajaba cuando se cerraba la discoteca y sab¨ªa que no pod¨ªa ni beber alcohol ni tomar drogas. Les ten¨ªa terror.
?Nunca ha buscado otra huida de sus fantasmas que la pintura?
M¨¢s que una huida, la pintura me ha protegido. Desde peque?o, cuando me gan¨¦ el respeto de mis compa?eros.
El galerista Leo Castelli le dio a su obra un reconocimiento que el Pompidou le negaba.
Hice una primera exposici¨®n en Nueva York. Y el director del Pompidou fue a verla para decir que yo no representaba el arte franc¨¦s.
Parece una revancha que regrese ahora, 40 a?os despu¨¦s.
?S¨ª! Otra paradoja. La cr¨ªtica fue demoledora. Pero Castelli dijo: ¡°Veremos dentro de 15 a?os¡±.
Castelli multiplic¨® su precio por 10.
Gracias a ¨¦l compramos nuestra casa en Normand¨ªa, y Elizabeth pudo dejar su trabajo en la tienda de zapatos de sus padres y dedicarse a lo suyo: el dise?o.
Castelli le pidi¨® que produjera m¨¢s.
Pero no s¨¦ hacerlo. El ¨²nico lujo que el artista necesita es el tiempo.
?C¨®mo consigui¨® mantenerse fuera de la maquinaria de producci¨®n del arte actual?
Amo la pintura. No habr¨ªa podido ser jam¨¢s un artista conceptual. Yo busco y me busco en Tintoretto, en De Chirico y en el pensamiento de Roland Barthes, que me abri¨® los ojos a confiar en lo que no se puede contar. Un loco no es alguien que haya perdido la cabeza. Es alguien que lo ha perdido todo menos la cabeza. Lo dijo Chesterton, un escritor, no un psicoanalista. Y yo lo he vivido. Cuando deliras, todo cuadra. Los razonamientos parecen inequ¨ªvocos. Y, en cambio, est¨¢s completamente fuera de cualquier raz¨®n.
El estudio le ha salvado.
Y la duda. Por el conocimiento, uno llega a la libertad.
Asegura haber lavado su cerebro con la Divina Comedia.
Hay oscuridad, suplicios y met¨¢foras. Tambi¨¦n en Don Quijote, que escond¨ªa las verdades profundas detr¨¢s de la sinraz¨®n y el humor. Para muchos especialistas en historia hebrea es evidente que Don Quijote fue un marrano, un jud¨ªo obligado a convertirse al cristianismo y a practicar su religi¨®n de manera oculta. El juda¨ªsmo, al contrario que el catolicismo, no llega nunca a verdades definitivas. Es la discusi¨®n lo que abre la mente, lo que nos permite crecer. La Biblia no busca evangelizar, busca hacer dudar a los hombres.
Ha ido trazando su camino gracias al estudio y a enfrentarse con sus miedos con la decisi¨®n de nunca buscar una verdad absoluta.
Las personas que creen estar en posesi¨®n de la verdad sufren la ira de los dioses. Piense en los fascistas: creen tener raz¨®n. Han desterrado la m¨¢s m¨ªnima duda, y la inteligencia, sin la duda, no se pude desarrollar.
?Se convirti¨® al juda¨ªsmo para compensar el expolio que hab¨ªa perpetrado su padre?
No. Es cierto que me pesa como una losa. Y a la vez me importa un bledo porque al asumirlo le quit¨¦ importancia. Pero lo que me decidi¨® fue que cuando consult¨¦ al rabino sobre mi conversi¨®n, me dijo que con mis hijos ya crecidos era tarde, que pod¨ªa ser una decisi¨®n ¨ªntima. ?Se imagina? ?Una conversi¨®n ¨ªntima, sin sacramentos? Esa libertad me choc¨®. Quise estar cerca de algo que te permite ser tan libre. Pas¨® tiempo y nuestro hijo Oliver y su pareja, Noem¨ª ¡ªque es jud¨ªa¡ª, decidieron circuncidar a su hijo. Me pregunt¨® si conoc¨ªa a alg¨²n rabino y le present¨¦ a Delphine Horvilleur. La hab¨ªa conocido porque cuando apareci¨® El intranquilo me telefone¨®. Ella explic¨® el protocolo y yo decid¨ª convertirme al juda¨ªsmo con mi nieto. Soy jud¨ªo por mi nieto.
Estudio, generosidad y trabajo.
Esas son las claves del juda¨ªsmo. La Tor¨¢ es el estudio; avod¨¢, el trabajo, y tzedak¨¢, la generosidad, lo que salva de la muerte. Para el Talmud son los tres pilares sobre los que se fund¨® el mundo. Tres pies para que la existencia sea estable. Y, claro, deben ser los tres igual de largos.
En la Edad Media, incluso los jud¨ªos m¨¢s pobres deb¨ªan ense?ar a leer a sus hijos.
Comp¨¢relo con el resto del mundo. Los que sab¨ªan leer pod¨ªan acceder al conocimiento y, a trav¨¦s de ¨¦l, a la libertad o la riqueza. En el mundo antiguo solo sab¨ªan leer el clero, los arist¨®cratas y los jud¨ªos. La mejor herencia es el conocimiento.
?El intranquilo le ha convertido en un hombre tranquilo?
En un hombre que tiene que esforzarse por estar tranquilo. Lo que me da la tranquilidad es haberme aceptado. No me he librado de quien he sido. No estamos aqu¨ª para ganar ni competiciones ni dinero. En esa carrera se escapa la vida. Hemos venido para ganarnos. No se trata de dominar el mundo, sino de dominarse uno mismo. Si eres fuerte, puedes gobernar un pa¨ªs. Si eres m¨¢s fuerte, puedes gobernar a tu familia. Y si eres verdaderamente fuerte, logras gobernarte a ti mismo.
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