Franco Berardi, fil¨®sofo: ¡°Tenemos que desertar de la reproducci¨®n de la especie¡±
El pensador y activista italiano, referente de la izquierda libertaria, re¨²ne en ¡®Medio siglo contra el trabajo¡¯ sus ensayos sobre la ¡°esclavitud laboral¡± contempor¨¢nea. Cree que la humanidad atraviesa una psicosis de masas y urge a imaginar ¡°una cura¡± para nuestra enfermedad. Si tiene cura.
Franco Berardi lleva toda la ma?ana angustiado. Al ataque despiadado de Ham¨¢s contra israel¨ªes le ha seguido la guerra indiscriminada del Estado de Israel contra los palestinos y la desmesura de los acontecimientos abruma al fil¨®sofo italiano. De pie en el vest¨ªbulo de su hotel antes de empezar la entrevista, le da vueltas a lo que pasa buscando c¨®mo conceptualizarlo. Su abundante cabello blanqu¨ªsimo, su cabello abundante y libre como una ventolera. Dice: ¡°Solo una palabra tiene sentido: demencia¡±, y que la geopol¨ªtica ha muerto y que lo que sucede es otra cosa: ¡°Geopsicosis¡±. Berardi (Bolonia, 74 a?os) es un referente del movimiento aut¨®nomo, una izquierda sesentayochista de calado pol¨ªtico menor y considerable influencia art¨ªstico-intelectual. Bifo, su apodo desde ni?o, pens¨® durante d¨¦cadas lo pol¨ªtico en t¨¦rminos propia y cl¨¢sicamente pol¨ªticos. En su madurez, ha pasado a pensarlo en t¨¦rminos psicol¨®gicos, como si el mundo ya no solo fuera un sistema desequilibrado e injusto de relaciones de poder, sino ¡ªm¨¢s a¨²n¡ª un sistema nervioso, emocional, afectivo gravemente enfermo.
Visita Madrid para presentar su nuevo libro, Medio siglo contra el trabajo (Traficantes de Sue?os y Tinta Lim¨®n; edici¨®n de Federico Campagna), una selecci¨®n de textos de tem¨¢tica variada cuyo eje es su cr¨ªtica de la antropolog¨ªa laboral dentro del modelo capitalista y la posibilidad de la emancipaci¨®n. ¡°La lucha continua de los explotados para sustraer el tiempo de vida al trabajo, para ganar espacios de autonom¨ªa, es el fundamento de la liberaci¨®n¡±, escrib¨ªa en 1977 en un art¨ªculo titulado La revoluci¨®n es justa, necesaria, posible. En otro de 2017, En el imaginario precario, se evidencia ¡ªen la idea, tambi¨¦n en la po¨¦tica¡ª su evoluci¨®n te¨®rica: ¡°No creo que la pol¨ªtica tenga la potencia de actuar de manera consciente sobre nuestro futuro. Creo que tenemos que entender nuestro presente como una condici¨®n de espasmo, de aceleraci¨®n dolorosa que no puede ser mejorada por la voluntad sino solo por la sensibilidad¡±.
Berardi toma asiento dando su lado derecho al periodista. Explica que tiene problemas de audici¨®n de tanto concierto en Nueva York en los ochenta. Era la ¨¦poca de la New Wave y se ganaba unos cuartos escribiendo desde all¨ª cr¨®nicas para una revista musical italiana. Se hab¨ªa ido de su pa¨ªs para distanciarse de dos peligros de su entorno, la hero¨ªna y las Brigadas Rojas. Resume: ¡°Ambas estaban demasiado cerca de m¨ª¡±.
?Qu¨¦ relaci¨®n ten¨ªan su madre y su padre con el trabajo?
Mi padre, Giuseppe, era un maestro de escuela, cat¨®lico y comunista. Le gustaba mucho su trabajo. Mi madre, Dora, tambi¨¦n era maestra de escuela, pero tuvo tres hijos y le toc¨® dejar su trabajo para ocuparse de la casa. Creo que eso le dej¨® para siempre un poso de amargura.
?De ni?o le gustaba el colegio?
S¨ª, encima era el alumno preferido del profesor, un hombre muy simp¨¢tico. Era un profesor invidente y marxista, esencialmente anarquista, dir¨ªa. Yo era un ni?o al que le encantaba leer. Mi primera lectura filos¨®fica fue Schopenhauer, con 12 a?os, y en la escuela con mis amigos me pon¨ªa a hablar de la idea del suicidio, de la muerte libre. Un d¨ªa el padre de uno de los ni?os apareci¨® por all¨ª con gran indignaci¨®n y le dijo al profesor que quedaba prohibido que su hijo se relacionase con el ni?o que hablaba de la muerte libre.
Cuenta Natalia Ginzburg que el escritor Iv¨¢n Bunin [primer Nobel ruso] le dijo una vez a Ant¨®n Ch¨¦jov que no ten¨ªa ganas de escribir y que escrib¨ªa poco. Ch¨¦jov le respondi¨®: ¡°Hace mal. Lo esencial, como sabr¨¢, es trabajar toda la vida sin cesar¡±. ?Qu¨¦ le parece?
Estoy de acuerdo con Ch¨¦jov, aunque primero tenemos que entender que la palabra trabajo es una palabra doble que significa actividad libre y actividad obligada, o trabajo asalariado, que implica una sumisi¨®n. Yo detesto todo tipo de actividad que obligue a trabajar ocho, 10 o 12 horas al d¨ªa para ganarse el pan, y al mismo tiempo me gusta much¨ªsimo lo que hago cotidianamente y nadie me impone. Soy un gran trabajador.
En s¨ªntesis, ?c¨®mo ha evolucionado su cr¨ªtica del trabajo desde sus textos de los setenta?
Al principio, el objeto de mis an¨¢lisis, lo que rechazaba, era el modelo obrero de la cadena de montaje. Esto descubr¨ª pront¨ªsimo que lo odiaba, con 16 a?os. Viv¨ªa al lado de una f¨¢brica de vidrio de segunda elaboraci¨®n donde trabajaban solo mujeres, unas 400 j¨®venes, llegadas sobre todo del sur de Italia, con una labor dura y nociva, expuestas al c¨¢ncer por el cobalto. Hac¨ªan jeringuillas, term¨®metros¡ Yo ya me hab¨ªa acercado al Partido Comunista y a Poder Operario y me pasaba todos los d¨ªas por all¨ª a charlar con ellas. Me cogieron cari?o. No ten¨ªan ni sindicato y, aun as¨ª, al cabo de dos a?os las ayud¨¦ a organizar una huelga que dur¨® tres semanas, y el patr¨®n, un tipo que se llamaba Romagnoli, me acuerdo bien, tuvo que aceptar lo que ped¨ªan. Ellas no eran mucho mayores que yo, pero me ve¨ªan como un ni?o loco que andaba por ah¨ª repartiendo volantes de propaganda y que les dec¨ªa que hab¨ªa que oponerse al trabajo, pero al final ganamos la lucha. Para m¨ª fue una experiencia pol¨ªtica fundamental de autonom¨ªa obrera. Ya en los ochenta empez¨® un profundo cambio de modelo vinculado a la formaci¨®n de la red electr¨®nica y me ocup¨¦ de ello desde el principio. Parec¨ªa que todo pod¨ªa cambiar en una direcci¨®n positiva, que la rob¨®tica podr¨ªa liberarnos del trabajo manual y que la red impulsar¨ªa la actividad libre compartida. Me equivoqu¨¦. Con el cambio de siglo lleg¨® el crash de las puntocom y hubo un giro radical en la forma social de la red. Se rompi¨® el sue?o de la concatenaci¨®n libre de operadores y todo se verticaliz¨® con el surgimiento de las grandes compa?¨ªas. La posibilidad de internet como lugar libre se acab¨® y entramos en este lugar esencialmente triste, en este espacio depresivo de relaciones virtuales, desencarnado, en el que estamos obligados a trabajar para un patr¨®n invisible.
?Qu¨¦ pas¨® en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas?
Son dos etapas diferentes. En la primera sigue habiendo una conciencia ambivalente del proceso: permanece aquella cultura de la red cr¨ªtica y participativa, ese esp¨ªritu art¨ªstico, filos¨®fico, militante que est¨¢ en la ra¨ªz de los movimientos de 2011 como Occupy Wall Street o el 15-M espa?ol, y a la vez se va preparando la transici¨®n desde ese marco de autogeneraci¨®n cr¨ªtica de la red a lo que sucede en la segunda d¨¦cada, la completa alienaci¨®n en nuestra relaci¨®n con la red, la sujeci¨®n absoluta a la f¨¢brica de la producci¨®n virtual, cuyo s¨ªmbolo en la ¨¦poca fue la explosi¨®n de Facebook. La derrota de los movimientos sociales y la instauraci¨®n de la red social suceden al mismo tiempo.
?Qu¨¦ est¨¢ pasando en los veinte?
En 2001 escrib¨ª La f¨¢brica de la infelicidad. Dec¨ªa que hab¨ªa que tener cuidado con la capacidad de la red de crear soledad, pero todav¨ªa no le prestaba tanta atenci¨®n a la dimensi¨®n psicol¨®gica. En la segunda d¨¦cada me va pareciendo m¨¢s importante y hoy pienso m¨¢s en clave psicol¨®gica que pol¨ªtica. La f¨¢brica de la infelicidad se ha vuelto un campo de concentraci¨®n psicopatol¨®gico. Las relaciones sociales y geopol¨ªticas ya solo se pueden explicar a trav¨¦s de categor¨ªas psic¨®ticas. Las categor¨ªas de la pol¨ªtica se han quedado vac¨ªas y son in¨²tiles anal¨ªticamente. Como pas¨® hace un siglo, estamos viviendo otra psicosis de masas. No s¨¦ si es curable, pero considero la ¨²ltima tarea de mi vida trabajar en pensar c¨®mo producir formas de cura de la psicosis de masas, una labor extremadamente dif¨ªcil.
?Qu¨¦ propone?
Para empezar, debemos ser conscientes de que la pol¨ªtica, la derecha y la izquierda, no significa nada. Con la peque?a excepci¨®n quiz¨¢ de Espa?a, donde la izquierda parece seguir existiendo. Pero si miro lo que ha pasado con la Grecia de Tsipras o en Estados Unidos, donde Biden es peor que Trump¡
?Biden peor que Trump?
Seguramente. Sus medidas contra la inmigraci¨®n son m¨¢s duras y su pol¨ªtica exterior es m¨¢s criminal. Vamos a ver si nos entendemos: Trump es el m¨¢s horroroso de los horrores, pero son dos caras de la misma locura. Trump no ten¨ªa siquiera una pol¨ªtica exterior. Para ¨¦l Putin era un amigo, un asesino fascista pero un amigo en cuanto que hombre blanco, porque la idea geopol¨ªtica de Trump se reduce simplemente a que sus enemigos no son los blancos sino todos los dem¨¢s: es la lucha final entre la raza de los depredadores y los otros, los no blancos. ?Pero esta idea totalmente espantosa y racista es peor que la locura de la guerra de Ucrania? Biden, o mejor dicho el grupo dirigente de Biden, la prepar¨® cuidadosamente para cortar las relaciones econ¨®micas y energ¨¦ticas de Europa con Rusia, en especial la profunda dependencia de Alemania. Mandaron a los ucranios a hacerse masacrar por Putin y a los rusos a hacerse masacrar por Zelenski. Pero volviendo a lo que ¨ªbamos: desde Tony Blair, no se puede hablar de la izquierda y la derecha como estrategias diferentes.
Entonces, ?qu¨¦ propone?
Si entendemos que la destrucci¨®n de la civilizaci¨®n no es la manifestaci¨®n de una estrategia pol¨ªtica sino la expresi¨®n de una psicosis masiva, podemos empezar a trabajar pol¨ªticamente de otra manera, la pol¨ªtica se vuelve psicoterapia. Esto no significa poner psic¨®logos en las escuelas, que tambi¨¦n; significa mucho m¨¢s: tenemos que parar todas las formas de producci¨®n de soledad de masas y de destrucci¨®n de lazos de solidaridad, tenemos que parar la cultura de la competencia, tenemos que abandonar toda forma de sujeci¨®n psicopat¨®gena. En definitiva, tenemos que desertar. Desertar de la guerra, desertar de la pol¨ªtica, del mundo libre y de su contrario. Desertar del trabajo precario y esclavizante. Esto ya est¨¢ sucediendo, la Gran Dimisi¨®n en Estados Unidos, los concursos de trabajo p¨²blico en Italia en los que antes compet¨ªan miles de personas por cien puestos y en los que ahora quedan vacantes. La editorial Einaudi ha sacado un libro de la soci¨®loga Francesca Coin, Le grandi dimissioni, lleno de datos sobre el creciente rechazo al trabajo, que no es, como hace 40 a?os, un fen¨®meno colectivo sino uno solitario e individual, pero masivo. Y por ¨²ltimo, la deserci¨®n m¨¢s importante, la deserci¨®n de las deserciones, no generar a las v¨ªctimas de los previsibles infiernos clim¨¢tico y at¨®mico. Desertar de la reproducci¨®n de la especie.
?Y qu¨¦ podemos hacer a estas alturas con las ideas centrales de civilizaci¨®n y progreso?
La palabra progreso ya no significa m¨¢s que la acumulaci¨®n de capital, el crecimiento econ¨®mico, que no es un modelo viable, aunque puede ser que haya sido ¨²til o necesario en cierta ¨¦poca de la historia.
?Solo ¡°puede ser¡±?
S¨ª, puede ser. No estoy seguro de que la industria fuese inevitable en la historia de la humanidad, pero pas¨®, ocurri¨® y basta. Pero ahora es evidente que crecimiento econ¨®mico significa m¨¢s destrucci¨®n, m¨¢s sufrimiento, m¨¢s cat¨¢strofe ecol¨®gica, m¨¢s pobreza. No podemos seguir considerando positiva la idea de progreso.
?Y la de civilizaci¨®n?
Yo utilizo la expresi¨®n civilizaci¨®n social como la posibilidad de la participaci¨®n de todos en el bienestar y en los bienes econ¨®micos. En ese sentido, la civilizaci¨®n ha sido un acontecimiento positivo. Pero no se puede reflexionar sobre este t¨¦rmino sin concebir tambi¨¦n la civilizaci¨®n como el proyecto de poder y de sumisi¨®n de los otros por parte de los blancos occidentales. Esta civilizaci¨®n blanca est¨¢ en crisis, o, m¨¢s que en crisis, en verdadera desintegraci¨®n. Desde el comienzo de la guerra en Ucrania y ahora con la guerra en Gaza estamos viendo que de un lado quedan ellos, los estadounidenses ¡ªno todos los estadounidenses, los viejos blancos estadounidenses¡ª, los europeos ¡ªlos viejos blancos europeos¡ª y los israel¨ªes, y del otro, el resto de la humanidad. Tenemos una confrontaci¨®n entre una minor¨ªa vieja blanca que retiene todo el poder econ¨®mico-militar global y una mayor¨ªa sin otro punto en com¨²n que la voluntad de venganza. Desde Mao Zedong, China quiere venganza y Occidente pagar¨¢ cara la humillaci¨®n a la que fue sometida tras la guerra del Opio. Vamos a asistir a la venganza de los no blancos. Ya estamos asistiendo a ella. El pogromo, la matanza nazista de Ham¨¢s contra israel¨ªes es una acci¨®n de venganza asesina de un pueblo totalmente desesperado. La ¨²nica soluci¨®n a esto es el internacionalismo, una estrategia compartida con sentido, pero el internacionalismo ha desaparecido.
Ha escrito que Israel no tiene futuro.
Israel est¨¢ muerto. Yo no vivir¨¦ hasta el final de la d¨¦cada, pero t¨² s¨ª, que eres joven. Ya me contar¨¢s.
Tiene 74 a?os.
S¨ª, pero prefiero irme pronto. Ochenta me parece un n¨²mero intolerable. No lo quiero, no. Pero bueno, t¨² s¨ª que llegar¨¢s a 2030 y ya me dir¨¢s si existe Israel. De verdad que no lo creo, porque su proyecto ha sufrido un deterioro profund¨ªsimo, en primer lugar por culpa de ese nefasto individuo que es Netanyahu. ?l no sobrevivir¨¢ al desastre que ha hecho y, al mismo tiempo, representa a un conjunto de fuerzas demasiado poderoso que impedir¨¢ que prospere cualquier alternativa de izquierdas, cosa que pr¨¢cticamente no existe en Israel.
Su generaci¨®n idealiz¨® la juventud, en cierto modo la invent¨®. ?Cree que esto les supone una mayor dificultad para asimilar la vejez?
La vejez es naturalmente un problema personal, para tu cuerpo, para tu mente, pero hoy tambi¨¦n es un problema estructural, es el mayor problema de la civilizaci¨®n blanca. A m¨ª me interesa much¨ªsimo el tema de la vejez, es apasionante desde el punto de vista filos¨®fico, desde el punto de vista literario¡ ?Conoces a Arthur Schnitzler? Es un austriaco de la ¨¦poca de Freud que escribi¨® cosas muy interesantes sobre el devenir viejo. Tambi¨¦n Sara Mesa, ?para m¨ª Cara de pan es uno de los libros m¨¢s profundos de nuestro tiempo! La joven y el viejo loco que se encuentran y hablan de p¨¢jaros, de todo y de nada a la vez¡ Lo que yo creo, en fin, es que no sabemos vivir la vejez, no sabemos elaborar el devenir viejos, que es devenir nada, y, como no sabemos elaborarlo, ?c¨®mo reaccionamos? Como Trump, como hombres blancos frustrados y enfurecidos que pretenden vivir eternamente, buscando soluciones en la biotecnolog¨ªa, en la inteligencia artificial, incluso en la bomba at¨®mica, porque, en ¨²ltimo t¨¦rmino, dir¨ªa la civilizaci¨®n del hombre blanco: ¡°Si yo muero, que mueran todos conmigo. Que no quede nada ni nadie¡±.
?Y qu¨¦ hacer?
Cambiar el enfoque y pensar que, a la vez que el mayor problema, la vejez es la soluci¨®n. La vejez es absolutamente revolucionaria si somos capaces de vivir el proceso de devenir nada, de ir hacia la muerte, como un proceso natural y agradable, si somos capaces de vivir el desvanecimiento de nuestro cuerpo y de nuestra mente como un acontecimiento extraordinario. Si logramos esto, si cambiamos la tradicional cultura de la resignaci¨®n ante la muerte por una nueva cultura de la aceptaci¨®n del devenir nada, dar¨ªamos un paso trascendental para salir de la locura de masas en la que estamos inmersos. Ahora bien, dudo mucho, mucho que la civilizaci¨®n blanca sea capaz de hacerlo.
Quiz¨¢ no se pueda proyectar esa posibilidad sin salirse del paradigma de la civilizaci¨®n.
S¨ª, puede que sea necesario entender de una vez por todas que la civilizaci¨®n no es un proceso lineal e infinito, que fue una larga etapa de la historia humana y que se est¨¢ parando. Vale, ?y qu¨¦ si es as¨ª?
Finalizada la conversaci¨®n, Berardi pregunta cu¨¢nto tiempo ha durado.
¡ªUna hora.
¡ªBien, yo creo que ah¨ª tienes bastantes locuras para escribir la entrevista. Solo espero que no te lleve demasiadas horas de trabajo asalariado.
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