Isabel y Modi: las dos caras de la concesi¨®n de asilo en Espa?a
Solo un 5% de los solicitantes reciben protecci¨®n. Los colombianos acumulan el mayor n¨²mero de denegaciones, mientras los malienses tienen la mayor tasa de respuestas positivas
La primera noche que Isabel descans¨® en a?os fue en un parque, en Legan¨¦s (Madrid). Tras a?os de sentirse perseguida, angustiada y atemorizada, esta colombiana de 42 a?os encontr¨® la paz durmiendo con su esposo y su hijo debajo de unos ¨¢rboles escuchando c¨®mo el viento mov¨ªa las hojas. Isabel, de or¨ªgenes ind¨ªgenas, hab¨ªa dedicado gran parte de su vida a la defensa de los derechos de los pueblos nativos y al apoyo de los m¨¢s vulnerables: desplazados por la violencia, mujeres v¨ªctimas de trata y menores de edad esclavizados por el narcotr¨¢fico.
El activismo de Isabel la llev¨® a enemistarse con los grupos criminales que operan en su ciudad, Soacha, de 660.000 habitantes, cercana a Bogot¨¢. Padeci¨® el secuestro de su padre y de su hijo, que tambi¨¦n fue golpeado y drogado. Sufri¨® amenazas de muerte dirigidas ella y a su familia. Vivi¨® el asesinato de una compa?era. Por eso huy¨® a Espa?a en marzo de 2020, poco antes de que estallara la pandemia, y present¨® su solicitud de asilo en agosto del a?o pasado. Pero su caso, como el de otros 37.907 colombianos, fue rechazado. Seg¨²n el informe presentado este viernes por la Comisi¨®n Espa?ola de Ayuda al Refugiado (CEAR), los colombianos, a pesar de la violencia y el crimen que a¨²n marca el d¨ªa a d¨ªa del pa¨ªs, son los ciudadanos que menos protecci¨®n reciben en Espa?a. En 2020, se les deneg¨® el asilo en el 98% de los casos.
Isabel ha tenido que exiliarse desde ni?a. De peque?a, en los a?os ochenta, vivi¨® las amenazas y el secuestro de su padre, que los obligaron a salir de su pueblo de origen, Magangu¨¦, con destino a Venezuela. Aunque regresaron, su estancia fue breve: las amenazas siguieron y m¨¢s fuertes que nunca, por lo que decidieron irse a Soacha para vivir en paz.
Los desplazamientos internos por violencia o persecuciones son un problema que persiste en Colombia. CEAR refleja en su informe que en 2019 este pa¨ªs fue uno de los m¨¢s afectados: entre 5,6 millones y 8,1 millones de colombianos se encontraban en esta situaci¨®n.
Tras descubrir a trav¨¦s de los cuentos de su abuela sus or¨ªgenes ind¨ªgenas, Isabel dio vida a una fundaci¨®n, dedicada a la defensa de los derechos humanos. Colombia se encuentra entre los pa¨ªses m¨¢s peligrosos para los activistas: pese al hist¨®rico acuerdo de paz con la guerrilla de las FARC en noviembre de 2016, el pa¨ªs latinoamericano encabeza la lista negra de los asesinatos de los defensores de la tierra. Asimismo, el asesinato de los l¨ªderes sociales es incesante: desde la firma del acuerdo de paz, 904 l¨ªderes y defensores de derechos humanos han sido asesinados, seg¨²n los datos de abril de la Jurisdicci¨®n Especial para la Paz de Colombia.
¡°En Colombia no es f¨¢cil denunciar. Si lo haces te matan, as¨ª de f¨¢cil¡±, confiesa Isabel. Con su actividad se gan¨® muchos enemigos y las amenazas reaparecieron en su vida: desde llamadas y cartas intimidatorias hasta ratas muertas en la puerta de su restaurante. ¡°Los grupos criminales me dec¨ªan que si no paraba de ser esa india recuperadora y defensora de los derechos humanos me callaban y me mor¨ªa. No les tuve miedo¡±, cuenta. No obstante, las palabras se convirtieron en violencia. ¡°Lo m¨¢s duro fue en 2018, cuando se metieron con mi hijo menor. Ten¨ªa 14 a?os, lo secuestraron durante 15 d¨ªas. Me dijeron: ¡®Te metiste con los nuestros, ahora nosotros nos metemos con los tuyos¡¯. Lo drogaron, lo golpearon, lo llenaron de ansiedad. Lo llev¨¦ al hospital de inmediato. Cuando se recuper¨® sal¨ª de Soacha para nunca m¨¢s volver¡±, relata entre l¨¢grimas. Isabel vivi¨® en casa de familiares en varias zonas de su pa¨ªs, pero nunca se sinti¨® tranquila. El a?o pasado decidi¨® dejar su pa¨ªs.
En 2020, los colombianos fueron el segundo mayor grupo de solicitantes de asilo en Espa?a, despu¨¦s de los venezolanos. Pero Espa?a no reconoce muchas situaciones claras de persecuci¨®n porque no provienen directamente del Estado sino de bandas criminales y porque se considera que las autoridades colombianas pueden proteger a las v¨ªctimas de estas violencias, pese a que en muchos casos hay ¡°connivencia¡± con el crimen, seg¨²n apunta la directora de pol¨ªticas de CEAR, Paloma Favieres. Esto ha ocurrido durante a?os con otras nacionalidades y sigue ocurriendo con los casos de centroamericanos perseguidos por las maras y las pandillas callejeras que no encuentran c¨®mo huir de ellas en su propio pa¨ªs.
Mientras los venezolanos gozan de una mayor tasa de reconocimiento por razones humanitarias ¡ªen 2020 Espa?a ha otorgado este reconocimiento a 40.396 venezolanos, el 97,85% del total de solicitudes¡ª, los colombianos apenas acceden a esa v¨ªa. Favieres se?ala: ¡°Las razones humanitarias que se establecen para Colombia son distintas a las que se otorgan a Venezuela. La decisi¨®n de otorgar protecci¨®n a los venezolanos viene de una propuesta de Acnur de hace ya varios a?os. La ley de Asilo habla de razones humanitarias, pero no especifica cu¨¢les, con lo cual las resoluciones de razones humanitarias de Colombia no se refieren a la situaci¨®n del pa¨ªs, sino a la de cada persona¡±.
Los malienses: la otra cara de la moneda
Mientras los colombianos reivindican que se reconozcan sus contextos, los malienses son la comunidad que m¨¢s encuentra refugio en Espa?a. Modi Traoure huy¨® de su casa a los 16 a?os. Viv¨ªa en el pueblo maliense de T¨¦nenkou. Sus padres quer¨ªan casarlo con su prima de 13, ¨¦l se neg¨® y fue a vivir a casa de un amigo. Trat¨® de empezar una nueva vida, pero la continua violencia que acecha a Mali desde 2012, cuando las violencias inter¨¦tnicas y el terrorismo de los grupos islamistas radicales se hicieron con el norte del pa¨ªs, le oblig¨® a buscarla en Europa. Modi recuerda que fue perseguido y escap¨® de la muerte cuando lo confundieron con un miembro de una etnia contraria. ¡°Escap¨¦ en el bosque porque estaban corriendo detr¨¢s de m¨ª¡±, cuenta mediante una videollamada desde Sevilla. ¡°Cuando llegu¨¦ a casa decid¨ª que me iba a salir del pa¨ªs porque la vida era muy peligrosa¡±.
El joven maliense, que ahora tiene 22 a?os, trabaja en un supermercado de la capital andaluza. Le concedieron asilo el pasado enero y dos semanas despu¨¦s empez¨® a trabajar en un supermercado. Su recorrido a este punto no ha sido f¨¢cil, viaj¨® durante m¨¢s de un a?o y cruz¨® tres pa¨ªses, Mali, Argelia y Marruecos, pagando a mafias locales. Trabajaba en lo que pod¨ªa, se mov¨ªa de noche y lleg¨® a dormir durante un mes en un bosque cerca de Nador (Marruecos). Fue una traves¨ªa peligrosa y traum¨¢tica que concluy¨® en las costas de M¨¢laga en 2018, cuando la patera en la que navegaba junto a otras 54 personas fue rescatada por Salvamento Mar¨ªtimo.
Traoure es la otra cara de la moneda. A ¨¦l Espa?a, como al 53% de 446 malienses, s¨ª le ha dado protecci¨®n en 2020. Se trata del porcentaje favorable m¨¢s alto entre todas las nacionalidades. El joven que vive ahora en Sevilla, tiene ya su tarjeta de residencia. La recibi¨® el pasado enero, tras una ag¨®nica espera de m¨¢s de un a?o. ¡°Estaba un poco desesperado porque a mis amigos de Mal¨ª, Costa de Marfil y Guinea se lo denegaron¡±, cuenta. El reconocimiento del derecho de asilo garantiza la regularizaci¨®n de los solicitantes, la inserci¨®n social, el acceso a la seguridad social y la posibilidad de acceder al mercado laboral.
Los malienses han entrado de lleno en las estad¨ªsticas de asilo en Espa?a. En 2021 aparecen ya como la tercera nacionalidad m¨¢s numerosa entre los solicitantes. Esto se explica por un lado por el cierre de las fronteras por la pandemia, que redujo dr¨¢sticamente las llegadas de latinoamericanos, que hasta el a?o pasado supon¨ªan el 87% de solicitudes. En paralelo, los cayucos que han desembarcado en las Islas Canarias ven¨ªan llenos de malienses huyendo de la guerra. Seg¨²n CEAR, Espa?a est¨¢ mostrando una mayor sensibilidad ante la situaci¨®n del pa¨ªs africano, clave en el conflicto en el Sahel.
Las cifras del reconocimiento de asilo en Espa?a, sin embargo, son las m¨¢s bajas de la UE. Solo el 5% de las 114.919 solicitudes de protecci¨®n internacional procesadas han obtenido resoluci¨®n favorable. La media europea es del 33%.
En su tiempo libre, Modi Traore asiste a clases de espa?ol y juega al f¨²tbol con sus amigos en un parque cercano a casa. A veces visita la localidad de Dos Hermanas, pr¨®xima a Sevilla, donde vivi¨® en un centro de acogida durante casi un a?o. ¡°Quiero formar mi peque?a familia aqu¨ª y ya est¨¢¡±, dice con una sonrisa.
En cambio, la colombiana Isabel, despu¨¦s de meses viviendo en casa de un familiar en Madrid, acabar en el parque y lograr entrar en el sistema de acogida donde se sent¨ªa segura, se va a quedar sin papeles el mes que viene. Por ahora, se gana la vida con la limpieza en casas y asistiendo a personas que no pueden salir de su hogar. A m¨¢s de 8.000 kil¨®metros de distancia, sigue en contacto con su fundaci¨®n y ha decidido dedicarse a desarrollar talleres para mujeres inmigrantes en Espa?a. Ha intentado sobrellevar el dolor y la tristeza que le ha causado la violencia y el estar lejos de su familia, sobre todo de su hijo mayor que sigue en Colombia: ¡°Dejar todo esto no es f¨¢cil, es dejar un amor de ra¨ªz. Yo ten¨ªa todo all¨ª, mi vida¡±, cuenta. Ahora solo desea empezar una nueva, a pesar de las circunstancias: ¡°Yo ya mor¨ª, y resucit¨¦¡±, afirma. ¡°Soy un puntito en medio de tantos casos. ?Acaso nosotros no tenemos derecho a la vida?¡±.
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