Un sistema de acogida desbordado vuelve a dejar a los solicitantes de asilo en las calles de Madrid
El alcalde Almeida y el ministro Escriv¨¢ llegaron a un acuerdo para evitar que las familias que buscan acogida se queden sin techo, pero el Ayuntamiento acusa al Gobierno de incumplirlo
No es un caso aislado. Una madre y sus dos hijos llegan a Madrid. Huyen de Colombia. Son potencialmente una familia de refugiados. Despu¨¦s de gastarse todo su dinero disponible en dos noches de hotel, la madre pide ayuda a una abogada. Conf¨ªa en que alguien les acoja. La letrada les recoge con su coche en la estaci¨®n de Atocha.
¡ªNo estamos yendo tan lejos como parece, tranquilos
El trayecto no tendr¨¢ el final que esperaban. La capacidad de acogida del Ayuntamiento est¨¢ colapsada, no atiende a m¨¢s solicitantes de asilo. El Ministerio de Inclusi¨®n, Seguridad Social y Migraciones, que es quien tiene las competencias de acogida de este colectivo, mantiene que hasta que los reci¨¦n llegados no formalicen sus peticiones no le corresponde asistirles. Pero formalizar esas solicitudes puede llevar meses. Y as¨ª, ambas administraciones, aun con ciertos periodos de calma, se pasan la pelota desde hace a?os.
La familia colombiana terminar¨¢ durmiendo en el suelo de una iglesia. No se sabe hasta cu¨¢ndo. El sistema falla. Desde mayo, seg¨²n el Ayuntamiento, m¨¢s de 1.400 personas que llegaron a Madrid para pedir asilo se han visto en situaciones parecidas a la de esta familia.
Son m¨¢s de las 11 de la noche del jueves y el term¨®metro ha ca¨ªdo hasta los 12 grados. La abogada, Patricia Fernandez Vicens, est¨¢ ya acostumbrada a acudir a estas llamadas de auxilio y ha venido preparada. En los asientos de atr¨¢s, un adolescente de 17 a?os y una ni?a de 12 devoran silenciosos los s¨¢ndwiches que les ha tra¨ªdo, son su primera comida del d¨ªa. Mientras, la madre de ambos pega la frente en la ventanilla. Huida de Colombia, la familia lleg¨® a la capital el pasado 27 de septiembre, gast¨® sus ¨²ltimos 300 euros en dos noches de alojamiento, comida y transporte y ya no ten¨ªa d¨®nde dormir.
Con apenas dos maletas y la misi¨®n de buscarles un techo, empieza el recorrido a ninguna parte.
La primera parada es el centro municipal de Vallecas, a siete kil¨®metros de la estaci¨®n de Atocha. Es casi medianoche. El lugar se llama Las Caracolas y se cre¨® en 2020, tras un a?o en el que decenas de familias de Venezuela, Colombia u Honduras reci¨¦n aterrizadas en la capital acabaron durmiendo en la calle porque no hab¨ªa camas para ellas. Como a¨²n no eran formalmente solicitantes de asilo, Migraciones no los atend¨ªa. Y el Ayuntamiento, saturado y alegando que no es su competencia, tampoco. En aquella ¨¦poca, como ahora, el Ayuntamiento y Migraciones se se?alaban el uno al otro. Pero el centro de Las Caracolas, con cerca de 300 plazas, resolvi¨® en parte la emergencia.
Con la apertura de este centro, el alcalde, Jos¨¦ Luis Mart¨ªnez Almeida, y el ministro Jos¨¦ Luis Escriv¨¢, que tienen buena relaci¨®n, llegaron a un acuerdo para resolver situaciones como la de esta mujer y sus hijos. El Ayuntamiento asumir¨ªa esa primera acogida en sus centros y el ministerio se compromet¨ªa a derivarlos a sus recursos en 15 d¨ªas. La rotaci¨®n evitar¨ªa que se repitiesen situaciones de desamparo. Pero el pacto se incumple de forma recurrente El ministerio no deriva con rapidez y el Ayuntamiento, en consecuencia, no acoge.
Esa noche, Las Caracolas tiene algunas plazas libres y a la madre, aterida de fr¨ªo, se le iluminan los ojos, pero es el equipo de Samur Social, que en ese momento est¨¢ march¨¢ndose con su ambulancia, quien debe valorar si la familia es lo suficientemente vulnerable para dormir ah¨ª o no. ¡°Que tengas dos ni?os menores y no tengas recursos puede ayudarte¡±, la tranquiliza una trabajadora del centro. Tres personas se bajan de la ambulancia para evaluar el caso.
¡ª?Su intenci¨®n es solicitar asilo?
¡ª S¨ª.
¡ª Pues tiene que ir a Cruz Roja presencialmente y ellos le tienen que dar alojamiento. Aqu¨ª est¨¢ repleto. No hay plazas del Ayuntamiento para asilo.
Los trabajadores del Samur ni siquiera llaman a la central para que d¨¦ luz verde a la acogida. La responsable aclara que s¨ª ser¨ªa una emergencia social, porque es una mujer con dos menores que no tiene d¨®nde dormir, pero que no hay plazas para su caso. De paso, le dice que podr¨ªa haber tenido en cuenta que ven¨ªa a Espa?a sin tener nada.
La mujer ya sab¨ªa que ven¨ªa con lo justo pero, por lo que relata, no tuvo muchas opciones. Hace unos meses se involucr¨® en concienciar a los j¨®venes de su ciudad [incluido su propio hijo] para que no se dejasen captar por los clanes paramilitares que se matan por dominar el territorio y eso no gust¨®. Los Pachencas, que dominan su zona, asaltaron su casa con ella y la peque?a dentro. Se escap¨® por el patio trasero y ya no volvi¨®. Los hijos de un d¨ªa para otro dejaron de ir al colegio y la madre dej¨® su trabajo como guardia de seguridad. ¡°En Colombia no te puedes quedar porque uno no sabe c¨®mo lo hacen, pero te acaban encontrando¡±, explica. El abuelo de los ni?os pidi¨® un peque?o pr¨¦stamo y gracias a eso la familia lleg¨® a Espa?a.
Ahora, que Espa?a tiene casi 81.000 peticiones de asilo, el doble que el a?o pasado, el problema vuelve a agravarse. ¡°El acuerdo se ha ralentizado por varias circunstancias como la pandemia, la acogida de refugiados afganos o de la guerra de Ucrania, pero esperamos que se llegue a una soluci¨®n¡±, explica un portavoz del ministerio.
En el Ayuntamiento son algo m¨¢s beligerantes. ¡°Tenemos solicitantes en nuestra red que llevan hasta nueve meses. Est¨¢ saturada¡±, mantiene un portavoz del ?rea de Gobierno de Familias, Igualdad y Bienestar Social, que gestiona Ciudadanos. ¡°Tenemos que dejar un m¨ªnimo de plazas disponibles para atender cualquier otra emergencia que pueda ocurrir en una ciudad de 3,3 millones de habitantes¡±, a?ade. ¡°Es terrible tener que elegir entre dar plazas a una familia desahuciada o a una solicitante de asilo, pero a esta situaci¨®n nos ha abocado el Gobierno central¡±.
?Podr¨ªa el Ayuntamiento crear m¨¢s plazas para estos perfiles, teniendo en cuenta que Madrid es la primera parada de la mayor¨ªa de ellos? Podr¨ªa. Pero el portavoz advierte: ¡°?Cu¨¢ntas plazas tendr¨ªamos que abrir? Desde mayo se han quedado sin atender 300 personas al mes. Esto ser¨ªan 3.600 plazas al a?o, 12 caracolas. Y el a?o que viene otras 12. Es inviable. No es nuestra competencia. El Gobierno se comprometi¨® a asumir su responsabilidad¡±. En el Ayuntamiento rechazan tambi¨¦n que el bloqueo sea porque los acogidos no hayan formalizado sus tr¨¢mites: de las 399 personas que aloja esta, 318 ya son formalmente solicitantes de asilo.
La ¨²ltima advertencia del Ayuntamiento fue en mayo, cuando el delegado del ramo, Pepe Aniorte, reiter¨® por carta al ministerio que cumpliese con su compromiso de derivar gente cada 15 d¨ªas. Desde entonces, asegura el portavoz, apenas 86 personas han sido recolocadas. ¡°Se han dejado de atender por falta de plazas a 1.414 personas¡±, afirma. Seg¨²n el Ayuntamiento, los plazos no se incumplieron con los 900 refugiados ucranios que han pasado ya por Las Caracolas.
Buena parte del origen de este problema, sin embargo, no est¨¢ ni en el Ayuntamiento ni en el Ministerio de Migraciones, sino en la calle Amador de los R¨ªos, sede del Ministerio del Interior. Es este departamento quien gestiona las citas para pedir asilo, hace las entrevistas con las que se estudiar¨¢ cada caso y resuelve los expedientes. Como el resto, tambi¨¦n est¨¢ saturado. En Espa?a, ser oficialmente un solicitante de asilo y, adquirir determinados derechos como la acogida, puede llevar meses, dependiendo de la provincia.
En el caso de la resoluci¨®n de los expedientes que determinar¨¢ qui¨¦n ser¨¢ reconocido como refugiado y qui¨¦n no, la espera puede ser de a?os. La lentitud de Interior, que fue muy eficiente en el caso de los ucranios, distorsiona todo el sistema de acogida. Por un lado, los reci¨¦n llegados se quedan fuera de la red hasta que la polic¨ªa los registra y, por el otro, los que llevan meses acogidos, aunque no cumplan con los requisitos para ser refugiados, seguir¨¢n ocupando una plaza hasta que se d¨¦ por cerrado su expediente.
Este lunes, Aniorte se re¨²ne con la nueva secretaria de Estado de Migraciones, Isabel Castro. Mientras, la mujer colombiana y sus dos hijos menores que protagonizan esta historia siguen durmiendo en el suelo de una iglesia. En esa misma parroquia, la San Carlos Borromeo del barrio de Entrev¨ªas, otra familia refugiada de siete miembros ¨Dincluido un beb¨¦ de 15 meses¨D espera a que el sistema haga tambi¨¦n un hueco para ellos.
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