Las huellas de un naufragio en El Hierro: ¡°Un castillo de arena no puede parar un tsunami¡±
El tercer hospital m¨¢s peque?o de Espa?a ha hecho frente a 15.000 llegadas de migrantes en cayuco a la isla en 2024
Este texto contiene algunos finales felices, pero, sobre todo, demasiadas tragedias. Son historias que nacen en la guerra que asola Mali desde hace 12 a?os, en la dictadura militar en Guinea-Conakri o en la falta de oportunidades en Senegal. Muchas se truncan an¨®nimamente en el fondo del Atl¨¢ntico. Otras dan fe de las graves consecuencias para la salud de subirse a un cayuco. Ante ellas, trabaja el tercer hospital general m¨¢s peque?o de Espa?a, tras el de Formentera (Baleares) y el Virgen del Casta?ar, de B¨¦jar (Salamanca).
El Gobierno de Canarias construy¨® el Hospital Insular Nuestra Se?ora de los Reyes, en El Hierro, en 2003. Sus 32 camas y su plantilla de 327 empleados est¨¢n calculadas para los 11.000 habitantes de esta abrupta isla, el punto m¨¢s occidental de Espa?a, pero hasta septiembre llevaba atendidas junto a la Cruz Roja a 14.349 migrantes solo a pie de muelle. ¡°Hemos intentado convertir en gigante a un peque?o centro, aunque un castillo de arena no puede parar a un tsunami¡±, ejemplifican los doctores Manuel G¨¢lvez (62 a?os), coordinador de Urgencias, e Inmaculada Mora (53 a?os).
El s¨¢bado 28, a eso de las dos de la ma?ana, G¨¢lvez recibi¨® una llamada del director m¨¦dico, Luis Gonz¨¢lez. ¡°Manolo, ha volcado un cayuco. Mira a ver si puedes echar una mano¡±. A unos siete kil¨®metros de la costa, una embarcaci¨®n hab¨ªa naufragado cuando iba a ser rescatada por la Guardamar Cal¨ªope. Hubo solo 27 supervivientes ¡ªentre ellos, cuatro menores¡ª y fueron recuperados nueve cuerpos ¡ªentre ellos, el de un ni?o¡ª. ¡°Los dos que ya estaban en el hospital se encontraban relativamente bien, as¨ª que me baj¨¦ al puerto¡±, rememora. ¡°All¨ª trabajamos hasta las 5.30 o 6 de la ma?ana, y quedamos a la espera de que llegasen m¨¢s supervivientes. Cuando nos comunicaron que no hab¨ªan encontrado nadie m¨¢s con vida, se hizo el silencio y cundi¨® el drama¡±.
Es probable que la experiencia deje una profunda huella. ¡°Ayer nos lleg¨® al hospital uno de los ni?os¡±, relataba Mora el jueves. ¡°Parec¨ªa tener no m¨¢s de 10, aunque dec¨ªa que ten¨ªa 13. Listo como pocos¡±. Estaba acogido en uno de los dos centros de la ONG Quorum 77. Ven¨ªa por un dolor de cabeza y de barriga. ¡°Nos cont¨® que no duerme, que vio ahogarse a su hermano mayor y a su hermana peque?a¡ Se ech¨® a llorar y, con ¨¦l, los que est¨¢bamos all¨ª. De ah¨ª los dolores. Son dolores del alma en un ni?o peque?o. La pediatra le daba abrazos y besos, porque es lo ¨²nico que se te ocurre hacer. Ah¨ª es cuando yo digo que nos quedamos sin medicina¡±.
Inmaculada Mora habla ingl¨¦s y franc¨¦s. Ella es clave para conocer las historias de los migrantes. ¡°En cuanto est¨¢n conscientes, intento preguntar su nombre, de d¨®nde vienen y saber qu¨¦ es lo que ha pasado¡±. Fue ella quien descubri¨® que entre los supervivientes hab¨ªa un panadero maliense de 30 a?os y su hermano de 18; o quien medi¨® para que una madre senegalesa lograse contactar con su hijo. ¡°Hab¨ªa visto la noticia en televisi¨®n y estaba desesperada¡±.
Hasta el jueves, Canarias hab¨ªa recibido 30.982 personas por v¨ªa mar¨ªtima. De ellas, 15.044 entraron por El Hierro. Pese a lo abultado de estos n¨²meros, el d¨ªa a d¨ªa de los apacibles herre?os apenas percibe el flujo migratorio. ¡°Aqu¨ª no se nota nada¡±, sostiene Javier Iglesias, un asturiano de 33 a?os, propietario de restaurantes y de apartamentos en La Restinga. ¡°Lo ¨²nico es que tenemos m¨¢s polic¨ªas y enfermeros de clientes¡±. Sus efectos se aprecian algo m¨¢s en Valverde, cuya tranquilidad se ve alborotada por los grupos de menores que recorren sus calles. ¡°Son nuestros ni?os¡±, advierte desafiante Carlos, un t¨¦cnico del Cabildo de origen vasco al borde de la jubilaci¨®n, aferrado a un cigarrillo. ¡°Parte de nuestro futuro¡±.
Cada cayuco que llega a La Restinga es atendido en el hospitalito a pie de muelle. Los mayores de edad que no requieren atenci¨®n m¨¦dica pasan al CATE [Centro de Atenci¨®n Temporal de Extranjeros, donde se traslada a los reci¨¦n llegados para su identificaci¨®n y los interrogatorios policiales], un fr¨ªo campamento ubicado una zona forestal en Valverde. Una vez la Polic¨ªa los ha filiado, pasan a disposici¨®n de la Cruz Roja. La organizaci¨®n gestiona un centro de acogida en un antiguo convento en La Frontera. Gracias a este sistema, los supervivientes sanos del naufragio ya se hab¨ªan derivado el martes a Tenerife, apenas tres d¨ªas despu¨¦s de la tragedia.
En cambio, el fen¨®meno migratorio s¨ª ha alterado las din¨¢micas de los sanitarios y el propio hospital. El sal¨®n de actos se ha reconvertido en una habitaci¨®n m¨¢s con media decena de camas, se ha instalado una carpa frente a la entrada de Urgencias y tomas de ox¨ªgeno en el pasillo para emergencias. La cafeter¨ªa ahora es el centro de formaci¨®n.
¡°En teor¨ªa¡±, bromea G¨¢lvez, ¡°hacemos turnos de 24 horas y luego libramos cuatro d¨ªas¡±. Este estadillo raramente se cumple. Desde hace un a?o, todos sus profesionales viven atentos a las alertas del m¨®vil y haciendo malabares para no descuidar a la poblaci¨®n residente. ¡°El volumen de trabajo ha aumentado considerablemente¡±, apunta Paco Pamos, t¨¦cnico del laboratorio. ¡°Un cayuco malo puede duplicar o triplicar el trabajo en todos los niveles¡±. La Consejer¨ªa asegura haber reforzado recientemente la plantilla con profesionales de otras islas y creado un equipo de Atenci¨®n Primaria en el puerto para los migrantes, adem¨¢s de lanzar un programa de apoyo psicol¨®gico a los profesionales.
Patolog¨ªas
Un viaje en cayuco no solo supone un alto peligro de muerte. La lista de patolog¨ªas que detalla G¨¢lvez es prolija: rabdomi¨®lisis ¡ªdestrucci¨®n muscular por estar sentados en la misma posici¨®n durante d¨ªas¡ª; cuadros de deshidrataci¨®n o de hipernatremia ¡ªalta concentraci¨®n de sodio, bien por deshidrataci¨®n o por beber agua del mar¡ª; hipotermias; perforaciones de es¨®fago debido al v¨®mito; distintos grados de sepsis ¡ªla respuesta del cuerpo a una infecci¨®n¡ª; taquicardias en reposo... ¡°Te das perfecta cuenta del tiempo que llevan por sus heridas, muchas veces llegan con escaras en los gl¨²teos. Y no te digo ya c¨®mo viene la zona genital¡¡±.
Adem¨¢s, cada pirogue (piragua en franc¨¦s) tiene su drama. Pocos d¨ªas antes del naufragio, arrib¨® una embarcaci¨®n con un chico atado de pies y manos. ¡°Se vuelven locos y comprometen el viaje¡±, detalla Mora. ¡°Yo solo quer¨ªa agua¡±, relat¨® a Mora. Sus ataduras han da?ado su sistema nervioso, probablemente de por vida. A ¨¦l lo ataron. A otros los tiraron al mar.
En el cayuco que lleg¨® el lunes 30, el primero tras el naufragio, apareci¨® tras desalojar el pasaje un chico inconsciente, semisumergido en el fondo. Presentaba una hipotermia y deshidrataci¨®n severas, adem¨¢s de acidosis metab¨®lica grave (presencia excesiva de ¨¢cido en los l¨ªquidos del cuerpo). ¡°Casi no lo cuenta¡±, explica la doctora. ¡°Y a¨²n tiene que decirle a su familia que su hermano y su primo han fallecido durante el viaje. Dice que no est¨¢ preparado¡±.
Al m¨¦dico Jazael Santana (34 a?os) le costar¨¢ olvidar el lunes 15 de julio. Comenz¨® a las 9 de la ma?ana en puerta (en la sala de urgencias), junto a una enfermera. ¡°A las 8.30 ya me estaban llamando: el director m¨¦dico se iba a La Restinga porque estaba llegando una patera en malas condiciones¡±. Esa embarcaci¨®n hab¨ªa salido de Senegal una semana antes con 51 personas a bordo. Siete de sus ocupantes, entre ellos una ni?a de dos a?os y su hermano de ocho, fueron hospitalizados de urgencia. Una vez ingresada, la peque?a comenz¨® a ser tratada por el director m¨¦dico y la pediatra, pero su situaci¨®n requer¨ªa un traslado urgente a Tenerife. El helic¨®ptero a¨²n tardar¨ªa cuatro horas en llegar.
Fueron momentos ¡°desbordantes¡±, recuerda. ¡°No paraban de llegar otros pacientes cr¨ªticos, ¨¦ramos dos m¨¦dicos y no d¨¢bamos abasto¡±. Uno de esos pacientes era un joven de 20 a?os con un shock s¨¦ptico. ¡°En esos momentos sent¨ª una gran impotencia. Aislados, sin poder hacer m¨¢s¡±. Fue el propio Santana quien se ocup¨® de trasladar a la peque?a al aeropuerto, donde finalmente se la llev¨® el helic¨®ptero. ¡°Mientras estaba fuera, mi paciente entr¨® en parada cardiorrespiratoria y falleci¨®¡±, recuerda al tel¨¦fono. La peque?a sufri¨® una parada durante el trayecto, de la que pudo salir y lleg¨® con vida al Hospital de La Candelaria. Falleci¨® al d¨ªa siguiente.
¡°Est¨¢s acostumbrado a estas situaciones¡±, concluye, ya con voz entrecortada, ¡°pero tras esa guardia no quise volver al hospital en un mes. Y eso es algo que nunca hab¨ªa sentido¡±.
A¨²n hay otra patolog¨ªa, el pie de patera. Los migrantes pasan cinco o seis d¨ªas con los pies metidos en el agua acumulada, en la que caen, adem¨¢s, la orina y las heces de todo el pasaje. Al final el pie se hincha y se forma un edema, lo que puede desembocar en la amputaci¨®n del pie. O la muerte.
Fue, precisamente, la dolencia que en noviembre venci¨® a J15 en el sal¨®n de actos del hospital, pese a los esfuerzos de profesionales como G¨¢lvez, que tuerce el gesto al recordar el episodio. Tanto ¨¦l como Mora lo recuerdan as¨ª, con su fr¨ªo c¨®digo administrativo: no conocieron su nombre real ¡ªPapa Moussa Diouf¡ª hasta despu¨¦s de su muerte. Porque los migrantes, no tienen nombre cuando desembarcan. Se les asigna un n¨²mero de pasajero acompa?ado de una letra. De la misma manera, siete de los nueve cad¨¢veres an¨®nimos del naufragio descansan con los nombres M29, M30, M32, M33, M34, M35 y M36. A dos s¨ª se les pudo identificar: Mahamaud Sima y Amadou Tour¨¦.
El pie de patera tambi¨¦n estuvo a punto de acabar con H3, un senegal¨¦s de 29 a?os, profesional de la log¨ªstica. Lleg¨® hace un mes, pero a¨²n no ha sido filiado por la Polic¨ªa. Por ello, para la Administraci¨®n, el ocupante de la habitaci¨®n 102B sigue identificado con ese fr¨ªo c¨®digo. Pero se llama Moussa, y pasa sus d¨ªas con los pies vendados y someti¨¦ndose a curas peri¨®dicas que han evitado su amputaci¨®n. No duda cuando se le pregunta por qu¨¦ se mont¨® en un cayuco, mientras da cuenta de unas alb¨®ndigas con arroz. ¡°Vine para ser libre¡±.
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