?Demasiado poco peligrosos?
La Andaluc¨ªa del siglo XXI ha dado a luz a un movimiento cultural vibrante: lo que nos toca ahora es construir un correlato social y pol¨ªtico a su altura
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Dec¨ªa Gata Cattana ¡°que ahora que nos dejan decir que somos quien somos (y tampoco mucho) es porque no somos nadie, porque vamos a la nada entusiasmados y en fila de a uno, porque somos demasiado poco peligrosos¡±. Cabr¨ªa preguntarse si sus palabras no estaban anticipando la deriva de lo que ha venido denomin¨¢ndose el ¡°nuevo andalucismo¡±. Me refiero concretamente a la corriente art¨ªsticocultural que, en los ¨²ltimos a?os, ha tenido un ¨¦xito notable a la hora de actualizar las se?as de identidad de Andaluc¨ªa, tanto hacia dentro como hacia afuera de la comunidad, ya sea a trav¨¦s de la m¨²sica, las artes pl¨¢sticas y esc¨¦nicas, la reflexi¨®n acad¨¦mica o la creaci¨®n de contenidos en redes sociales.
El nuevo andalucismo es un movimiento tan ambicioso como parad¨®jico. Su obsesi¨®n, un tanto na¨ªf, con los referentes de la infancia ¡ªCurro, los programas de Canal Sur, el desayuno de molletes con aceite cada 28F¨D es nost¨¢lgica, pero no conservadora. No refleja tanto una a?oranza de la realidad pasada sino de un estado de ¨¢nimo en el que el futuro era motivo de esperanza y no fuente de ansiedad o p¨¢nico. Ese imaginario vintage compartido nos demuestra que no s¨®lo compartimos una situaci¨®n de mierda ¡ªlo que conducir¨ªa al escapismo individual del s¨¢lvese quien pueda¨D sino tambi¨¦n una tradici¨®n, unos referentes y unos valores comunes que nos inducen, al menos, a imaginar salidas colectivas.
Su est¨¦tica es vanguardista, pero va m¨¢s all¨¢ de lo contracultural. La apropiaci¨®n y subversi¨®n de todos los iconos andaluces ¡ªde la Macarena a Blas Infante pasando por Lola Flores¨D ha desatado no pocas cr¨ªticas a izquierda y derecha. Sin embargo, la voluntad de emplear con extrema libertad, hasta su completa resignificaci¨®n, los s¨ªmbolos propios de Andaluc¨ªa no es una mera pose punk para provocar al p¨²blico en pos de alg¨²n tipo de distinci¨®n soberbia. Los iconos, mitos y rituales ligados a lo andaluz se desacralizan precisamente para ensancharlos, para depurarlos de lo reaccionario y hacerlos, de ese modo, compatibles con nuestro ser generacional y la cada vez m¨¢s diversa sociedad andaluza de hoy. Apuesta por las tradiciones sin ser tradicionalista: reivindica la Semana Santa, el Roc¨ªo, los verdiales o la receta del puchero no para mantener intacta una Andaluc¨ªa ideal, sino por cuanto tienen de necesario para cohesionar a las mayor¨ªas sociales que tienen en su mano transformarla.
?Qu¨¦ tienen en com¨²n estas aparentes paradojas? Una permanente tensi¨®n entre la voluntad de identificarse con la comunidad andaluza y el deseo de cambiarla; un malestar con el conjunto que no se articula, sin embargo, desde la marginaci¨®n y el rechazo de parte, sino que pretende disputar el todo, el centro, la propia idea de Andaluc¨ªa: lo que algunos denominar¨ªan una vocaci¨®n hegem¨®nica.
Un proyecto con tales ambiciones no est¨¢ exento, claro est¨¢, de fuertes riesgos. La audacia neoandalucista, sin miedo de llevar al mainstream lo que hab¨ªa nacido en lo underground, constituye sin duda una oportunidad de dar la batalla cultural en un momento de reacci¨®n neoconservadora y revival nacionalcat¨®lico. Pero al mismo tiempo, abre la puerta a su asimilaci¨®n por parte de lo que cabe ya denominar el ¡°andalucismo juanmista¡±: una desviaci¨®n neoliberal de la identidad y el autonomismo andaluces.
El ¡°andalucismo¡± de Juanma Moreno resulta preocupante no ya por su apropiaci¨®n del 4 de diciembre ¡ªtoda efem¨¦rides oficial es, en el fondo, una forma de reescribir el pasado¨D, sino por su constante perversi¨®n de los valores centrales que han dado sentido a la idea moderna de Andaluc¨ªa. El ¡°pedid tierra y libertad¡± se est¨¢ convirtiendo en una demanda de terrenos para construir o establecer regad¨ªos sin control alguno por parte de grandes fondos de inversi¨®n. La autonom¨ªa, que alguna vez signific¨® un autogobierno democr¨¢tico dirigido a construir el desarrollo y el bienestar que siglos de centralismo pol¨ªtico, dependencia econ¨®mica e inferiorizaci¨®n cultural hab¨ªan negado a Andaluc¨ªa, se traduce hoy solo como el derecho del Gobierno andaluz a eludir la obligaci¨®n de regular los precios de los alquileres, reducir los impuestos a los m¨¢s ricos mientras los servicios p¨²blicos perecen por inanici¨®n y desafiar los mecanismos estatales y supranacionales que protegen Do?ana.
Pocas piezas condensan ese riesgo de asimilaci¨®n tan claramente como la campa?a Andalusian Crush, cuyos autores reconocen haberse inspirado en la ¡°agitaci¨®n cultural de la juventud andaluza¡± y la forma que tiene de relacionarse con su patrimonio cultural reventando los viejos clich¨¦s. Sin duda han sabido captar la idea, al igual que hicieron anteriormente para Cruzcampo. El problema no lo tienen los publicistas, que hacen su trabajo de manera magistral. El problema lo tenemos ¡ªme incluyo¨D en el nuevo andalucismo.
Nuestra reivindicaci¨®n de la identidad y las tradiciones, la apuesta por referentes olvidados de nuestro pasado y la defensa de las costumbres y modos de vida andaluces siempre parti¨® de una constataci¨®n, m¨¢s o menos consciente, de que la precarizaci¨®n laboral, la emergencia clim¨¢tica, la emigraci¨®n forzada, la gentrificaci¨®n y el turismo desbocado amenazaban no ya lo que somos sino, sobre todo, lo que quer¨ªamos ser en el futuro. Y aqu¨ª se presenta la peor de las paradojas: que toda esa creatividad acaba siendo empleada como inspiraci¨®n y banda sonora de una campa?a millonaria dirigida a fomentar m¨¢s a¨²n el monocultivo tur¨ªstico, el monstruo que destruye a marchas forzadas todo lo bello que quer¨ªamos proteger y conservar.
Pero nada est¨¢ escrito. El nuevo andalucismo naci¨® de la necesidad de afrontar la crisis de identidad y de expectativas de una generaci¨®n millennial perdida y vapuleada por sucesivas crisis. La habilidad que ha demostrado de movilizar el deseo generando im¨¢genes m¨¢s atractivas de lo que somos y queremos ser tambi¨¦n puede impulsar ¨Dy de hecho ya impulsa¨D al feminismo andaluz, a los sindicatos de inquilinas, a movimientos ecologistas, a centros sociales y medios de comunicaci¨®n pegados al territorio. La Andaluc¨ªa del siglo XXI ha dado a luz a un movimiento cultural vibrante: lo que nos toca ahora es construir un correlato social y pol¨ªtico a su altura.
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