¡°Hay una madre dispuesta a que fotograf¨ªes su parto¡±
La pandemia nos recuerda que el reportero necesita con frecuencia como aliado a los que acaban siendo protagonistas de sus historias
Yo no hab¨ªa cumplido todav¨ªa 24 horas de vida cuando el 10 de febrero de 1971 un helic¨®ptero fue derribado en la Guerra de Vietnam. Murieron todos los que iban a bordo, entre ellos cuatro reporteros gr¨¢ficos. Uno de ellos era el brit¨¢nico Larry Burrows, de la revista LIFE, que a sus 44 a?os era una vaca sagrada del fotoperiodismo. Pude ver de cerca el trabajo de Burrows en la exposici¨®n que le dedic¨® en 1995 el festival Visa pour l`Image de Perpi?¨¢n (Francia). Pens¨¦, impactado, que era muy dif¨ªcil relatar en una cr¨®nica solo con palabras lo que contaban aquellas fotos. En estos a?os la fotograf¨ªa ha vivido una nueva democratizaci¨®n, la del pixel. Qu¨¦ lejos queda el reporterismo a golpe de Leica y carrete de 35 mil¨ªmetros.
La pandemia del coronavirus nos ha recordado el papel fundamental que juega en un diario el fotoperiodismo
Los peri¨®dicos se han visto sacudidos por este terremoto global de la digitalizaci¨®n. Es cierto que la sobrecarga de im¨¢genes ha acabado por banalizar en cierto modo la fotograf¨ªa. Pero si algo tengo claro en esta nueva forma de contar las noticias, en la que el papel agacha cada vez m¨¢s la cabeza, es que las fotos son m¨¢s necesarias que nunca. La pandemia del coronavirus nos ha recordado el papel fundamental que juega en un diario el fotoperiodismo y junto a ella tambi¨¦n el v¨ªdeo y la infograf¨ªa. Son todos pilares esenciales sobre los que se asienta el nuevo peri¨®dico, un producto que ya no solo se consume leyendo y pasando p¨¢ginas.
Ese esquema no he dejado de tenerlo en mente a la hora de plantear reportajes que reflejaran el Madrid del estado de alarma. A diferencia de otras crisis, no ha sido necesario alejarse demasiado de casa. La carta que envi¨® Adri¨¢n al hospital a su abuela Celia poco antes de que el virus acabara con ella; Ricardo, el nebulizador de aviones; la muerte de Javier solo en su casa; la pandemia en el asentamiento de la Ca?ada Real; el entierro de Riay Tatary, l¨ªder de la Comisi¨®n Isl¨¢mica de Espa?a; el impacto del virus en los pueblos m¨¢s despoblados de la regi¨®n; las colas del hambre; las personas sin hogar¡ En todas estas historias ten¨ªa el reto de fotografiar lo que rodea a ese bicho cercano y letal pero al mismo tiempo invisible.
Con cientos de muertos ocupando los titulares cada d¨ªa y los reporteros llamando a las puertas de las UCIs y los cementerios para dar cuenta del drama, ped¨ª permiso en abril para contemplar otra realidad en un hospital: la de nacer en tiempos de Covid-19. No quer¨ªa solo acudir con mi libreta y mi boli a una sala de postparto a charlar un rato con una madre y retratarla mientras da el pecho a su beb¨¦ reci¨¦n nacido. Quer¨ªa recoger con mi c¨¢mara la llegada al mundo de un nuevo ser en un centro sanitario golpeado por el coronavirus. ¡°Lo que quieres es muy complicado¡±, fue la respuesta de Javier Hern¨¢ndez, pero el tel¨¦fono son¨® por sorpresa a los dos d¨ªas. ¡°Hay una madre dispuesta a que fotograf¨ªes su parto. Desde ahora tienes que estar pendiente del tel¨¦fono las 24 horas¡±.
Ser testigo directo de las historias vividas durante esta pandemia me ha recordado que el periodismo late tambi¨¦n en nuestro entorno m¨¢s pr¨®ximo
Estaba junto a mi compa?era Berta Ferrero en una huerta ecol¨®gica de Torremocha del Jarama cuando Elsa, de 37 a?os, se puso de parto en el Hospital Universitario Pr¨ªncipe de Asturias de Alcal¨¢ de Henares. Pis¨¦ el acelerador del coche como si el que estuviera a punto de nacer fuera hijo m¨ªo. La vi por vez primera ya absorbida por la espiral de dolor de las contracciones, pero muy consciente de mi llegada. Carlos, su marido, le daba la mano. Nos present¨® el equipo m¨¦dico en un tr¨¢mite que no rob¨® protagonismo a lo esencial: que Pablo estaba casi asomando a la vida. Apenas agradec¨ª su enorme gesto de generosidad cuando ya estaba accionando el obturador de mi c¨¢mara. Me sorprendi¨® la profesionalidad de esa madre dando a luz como si yo no estuviera apunt¨¢ndola con mi objetivo, como si la intimidad hubiera salido al pasillo para dejar su sitio al reportero. No puso ning¨²n tipo de restricci¨®n.
He trabajado en m¨¢s de una treintena de pa¨ªses cubriendo acontecimientos de todo tipo y s¨¦ que contar una historia que merezca la pena depende con frecuencia de que haya alguien como Elsa que abra en canal su vida y permita contarla. El alumbramiento de Pablo, llegado al peri¨®dico con mis fotos y el texto escrito a cuatro manos junto a Berta, me traslad¨® a las fotos que hice en los dur¨ªsimos partos de Rosa, mi mujer, cuando hace 14 y 9 a?os nacieron nuestros hijos Mar¨ªa y Sete. Ser testigo directo de las historias vividas durante esta pandemia me ha recordado que el periodismo late tambi¨¦n en nuestro entorno m¨¢s pr¨®ximo, que hay que dar cuenta de ello con el mismo respeto que esa guerra que se libra a miles de kil¨®metros y que, siguiendo la estela de Larry Burrows, si es tambi¨¦n con fotos, mejor.
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