El abrazo entre Paloma y Jaime que fund¨® Casa Carmela
El restaurante de San Blas ya ha entregado m¨¢s de 25.000 men¨²s a personas vulnerables gracias a la iniciativa ¡®Comida para todos¡¯
¡°Paloma, ?puedes ayudarme a emplatar las alubias para los abuelos?¡±. Es la hora del mediod¨ªa y en Casa Carmela los clientes apuran sus desayunos. La estrella es el pan de mollete con tomate y el croissant a la plancha. Paloma de Diego acude rauda a preparar las bolsas de los almuerzos que est¨¢n a punto de repartirse por los distritos de San Blas, Simancas, Orcasur y Chamber¨ª, mientras Jaime Rinc¨®n, el due?o del restaurante, organiza la sala. ?l es el fundador de Comida para todos, una iniciativa que ha conseguido repartir m¨¢s de 25.000 men¨²s solidarios a familias con ni?os y personas mayores. La financiaci¨®n es sencilla y transparente. En la p¨¢gina web se puede comprar por tres euros un men¨² que ir¨¢ destinado a los m¨¢s vulnerables. Gracias a esa cuant¨ªa, a las donaciones de empresas y al 80% de los clientes del restaurante que dejan su propina para el proyecto, Jaime mantiene sus fogones vivos, sin desviarse de su compromiso con el segundo objetivo de Naciones Unidas dentro de la Agenda 2030: el hambre cero.
La piedra de toque que hizo despertar la necesidad de ayudar en Jaime fue precisamente Paloma. En abril del a?o pasado, ella se acerc¨® a Casa Carmela para pedir algo caliente para sus dos ni?as de 10 y 14 a?os, justo cuando el confinamiento extremo obligaba a estar encerrados entre cuatro paredes. Con un aspecto desmejorado y 15 kilos menos, Paloma se encontraba al l¨ªmite de sus fuerzas, desesperada. ¡°Fue muy dram¨¢tico y me fui a casa bastante jodido. Se hab¨ªa despedido a mucha gente y otros tantos cobraban en negro. Habl¨¦ con mi hermano y se nos ocurri¨® hacer esta obra social que est¨¢ presente en Chile, Colombia, Per¨² y Argentina ¡±, explica Jaime.
Casa Carmela se ha convertido en un refugio para el barrio, un lugar al que acudir cuando todo lo dem¨¢s ha fallado. Paloma estuvo contratada un tiempo de camarera por Jaime, pero tiene fibromialgia y hay ocasiones en las que no se puede levantar del dolor, aunque no duda en arrimar el hombro cuando se la necesita. Si echa la vista atr¨¢s no se reconoce, pero gracias al cari?o que ha recibido es una mujer nueva. ¡°Nos han tra¨ªdo ropa y estoy muy agradecida. Mis hijas son muy altas y muy delgadas, y cuando me encontraba tan mal me vest¨ªa con lo suyo y Jaime nos tra¨ªa la comida. Recuerdo aquel abrazo que me dio Sandra, una compa?era de Casa Carmela, ese abrazo que tanta falta me hac¨ªa, aunque no la conociera. Y eso que est¨¢bamos en plena pandemia¡±, comenta Paloma, intentado justificar ese contacto f¨ªsico que se convirti¨® en la mejor medicina para ella.
¡°Hoy llevamos lentejas, vichisua, una pera y picatostes. Intentamos que sea balanceado, porque pasta con tomate podr¨ªa hacer todos los d¨ªas 1.000 entregas, pero lo que se pretende es garantizar el acceso a una alimentaci¨®n nutritiva, y damos lo mismo que servimos aqu¨ª. Volvemos a la dignidad¡±, se?ala Jaime. Este tema de la dignidad es una de sus m¨¢ximas. En los momentos m¨¢s duros estuvieron con World Central Kitchen, la organizaci¨®n del c¨¦lebre cocinero Jos¨¦ Andr¨¦s, que hasta julio repart¨ªa 400 bocatas al d¨ªa, m¨¢s unos 100 men¨²s de Casa Carmela destinados solo a los m¨¢s peque?os. ¡°No es lo mismo estar dos horas en la calle para recibir comida, eso al ni?o se le queda grabado, o que vengas al restaurante. Te hace una gracia el camarero, te da una piruleta y sales. Eso es la dignidad. La cantidad de familias que nos han dado las gracias por no se?alar su miseria¡±, cuenta Jaime, hijo de un padre que estuvo al frente de restaurantes y de una madre chef. ¡°Nac¨ª en una cocina¡±, bromea este madrile?o de 42 a?os.
Las asociaciones vecinales han jugado un papel clave en la organizaci¨®n de este entramado solidario. Son las que conocen de primera mano las vulnerabilidades del barrio. ¡°Est¨¢ volviendo la necesidad, sobre todo en gente joven. Tenemos a un chico de 20 a?os que se llama David, viv¨ªa con la abuela y falleci¨®. No tiene nada. Hay otro de 27 a?os que le tuvieron que operar de una pierna por una enfermedad y solo recibe una paga de 43 euros al mes. Tambi¨¦n hay personas mayores solas, familias con hasta 10 hijos, abuelas con sus nietos que nos dicen que no pueden mantenerlos¡±, expone Nieves Garc¨ªa, presidenta de la asociaci¨®n de vecinos de Orcasur, que existe desde hace 60 a?os. La junta municipal lleg¨® a darles 250 men¨²s diarios, pero en septiembre cortaron el grifo. ¡°Ni un grano de arroz. Nos comunicaron que se encargar¨ªa servicios sociales de entregar cajas, pero a los que atendemos no las han recibido. Este mes solo vamos a tener 23 men¨²s para ciento y pico familias, muchas se van a quedar sin comer¡±, lamenta Garc¨ªa.
En agosto del a?o pasado, Jaime recibi¨® una llamada de la parroquia de la Encarnaci¨®n de San Blas. Hab¨ªa 40 abuelos que depend¨ªan del comedor, pero estaba cerrado. As¨ª que a los que no se pueden desplazar a Casa Carmela, los voluntarios les acercan los men¨²s. ¡°?C¨®mo les vamos a dejar tirados con todo lo que han hecho por nosotros?¡±, reflexiona Jaime. La voz se fue corriendo y otros colectivos le contactaron, como el de la Asociaci¨®n Espa?ola de Transexuales, que ten¨ªan localizadas a 80 personas en Madrid al borde de la indigencia. ¡°Gente que se gana la vida por la noche y que tiene dif¨ªcil el reciclaje laboral¡±, prosigue.
Otros restaurantes se han unido a Comida para todos, como Mama Campo, en el barrio de Chamber¨ª, que ya va por 2.500 men¨²s dispensados. La empresa Quir¨®n Salud les hizo adem¨¢s una donaci¨®n de 12.000 euros, de los que 8.000 fueron para comida y 4.000 para liderar un proyecto de formaci¨®n en sala y cocina, dentro del propio restaurante por las tardes. A ¨¦l acuden hu¨¦rfanos de la Comunidad de Madrid, menores extranjeros no acompa?ados y algunas mujeres maltratadas del Espacio de Alojamiento EMMA. Cuando terminan el mes les llevan a ABC Espacio, una empresa de bodas y comuniones, y les empiezan a llamar. Han formado a 22 personas y nueve est¨¢n trabajando con contrato.
¡°Los profesores son Jaime y Gustavo, que ven¨ªan a por comida aqu¨ª. Al hablar con ellos descubr¨ª que uno era cocinero y que el otro hab¨ªa sido director de un Foster¡¯s Hollywood, pero que le hab¨ªan despedido con 60 a?os cumplidos. Tenemos muchos prejuicios, los chavales extranjeros no fallan ni un d¨ªa, son puntuales¡±, recalca Jaime. La idea es que se convierta en un centro homologado por la Comunidad de Madrid.
Paloma est¨¢ sentada en una de las mesas de Casa Carmela tras haber empaquetado los almuerzos. A veces tiene d¨ªas en los que no est¨¢ muy habladora. Se agobia por el futuro. Lleva varios a?os sin recibir ayudas estatales porque no tiene 15 a?os cotizados. Su pareja falleci¨®, pero la relaci¨®n que mantuvo fue mala, de esas que quitan la energ¨ªa y las ganas. Va a pedir de nuevo una valoraci¨®n m¨¦dica para ver si la eleven la discapacidad del 16% que padece. Adem¨¢s, comenta que una de sus hijas tiene ataques epil¨¦pticos y que est¨¢ perdiendo la visi¨®n, pero no le gusta hablar de ese tema con nadie. ¡°Tengo dinero ahorrado de cuando trabaj¨¦ con Jaime que me salva dos meses, los siguientes ya no s¨¦. Pero sigo luchando y buscando trabajo. Pa¡¯lante como los de Alicante¡±, dice esbozando una t¨ªmida sonrisa. Es consciente de que las donaciones est¨¢n bajando. De hecho, Jaime hace hincapi¨¦ en que les queda poco oxigeno para aguantar, en concreto 300 men¨²s: ¡°Tres euros no van a ning¨²n lado, es una cerveza, y tres euros de muchos hace¡±.
A pesar de que los obst¨¢culos no desaparecen, Jaime conf¨ªa en la sociedad civil, que siempre ha respondido, y est¨¢ convencido de que el reto de que haya comida para todos no es inalcanzable: ¡°Imag¨ªnate que se une un restaurante de cada barrio y ayudara a 20 personas, porque no es que pase tanta gente hambre, el resto lo hace asuntos sociales. Si te organizas bien, las cosas no son tan complicadas¡±.
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