El esp¨ªritu del tiempo a trav¨¦s de la pintura barroca de Caravaggio, Vermeer y Vel¨¢zquez
Lo intangible del arte, m¨¢s alla del cromatismo y la luz, en un discurso narrativo sobre la espiritualidad y los poderes supranacionales del siglo XVII de Xavier Albert¨ª
La imagen del Santo Entierro de Caravaggio se va aclarando poco a poco en una gran pantalla. La obra abre las puertas del siglo XVII, un siglo que, seg¨²n el director Xavier Albert¨ª ¡°hemos le¨ªdo esquem¨¢ticamente¡±. Se escucha una melod¨ªa de Jean-Philippe Rameau, que proviene de las teclas de un piano de cola negro. El foco ilumina al m¨²sico. El ex director art¨ªstico del Teatre Nacional de Catalunya recorre la historia del siglo XVII a trav¨¦s de un an¨¢lisis interpretativo de la pintura barroca de Caravaggio, Vermeer y Vel¨¢zquez en la sala Tirso de Molina de la Compa?¨ªa Nacional de Teatro Cl¨¢sico en Teatro de la Comedia de Madrid. En esta funci¨®n se descubren detalles de los cuadros de los tres grandes maestros del barroco desde una perspectiva ind¨®mita que ahonda en el esp¨ªritu de la ¨¦poca en la que se crearon.
La puesta en escena parte del pensamiento del fil¨®sofo franc¨¦s Michael Focault, que defend¨ªa que una buena obra de arte es aquella que contiene el esp¨ªritu que la hizo nacer. El discurso va desgranando diferentes asuntos, como el pensamiento filos¨®fico de la ¨¦poca, la divisi¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica de Europa o el arte y la figura del artista en Occidente. A trav¨¦s de la exposici¨®n interpretativa de estas cuestiones se presenta una estampa discursiva que ilustra la sociedad del siglo XVII. Se trata de viaje narrativo y creativo por aquello que capturaron los cuadros. Albert¨ª experimenta a trav¨¦s de la interpretaci¨®n, la pintura y la m¨²sica para presentar aquello intangible del arte, m¨¢s alla de la t¨¦cnica, el cromatismo, la luz o el contorno: el esp¨ªritu de un tiempo.
El director define el siglo XVII como un punto de inflexi¨®n para el pensamiento, con los descubrimientos cient¨ªficos sobre el cuerpo humano: la circulaci¨®n de la sangre, la ¨®ptica a partir de los telescopios de Galileo Galileo para obervar la complejidad de la piel o el descubrimiento del funcionamiento de los nervios. Esta apertura cient¨ªfica no es ¨¢tona en el arte.
Caravaggio cierra la puerta al neoplatonismo, basado en la belleza y el amor puro desconectado del cuerpo. En la pintura de ¨®leo sobre lienzo aparecen San Juan y Nicodemo, que sostienen con esfuerzo el cuerpo de Cristo muerto. Es una obra dram¨¢tica y teatral por la expresi¨®n de sus personajes. La conversaci¨®n desvela detalles como el rostro de Miguel ?ngel. Este cuadro permite a Albert¨ª hacer una reflexi¨®n sobre el poder eclesi¨¢stico: ¡°?Qu¨¦ sentido tiene la espiritualidad en el siglo XXI, cu¨¢l puede alimentarnos y cu¨¢l est¨¢ excesivamente secuestrada por estructuras que podemos cuestionar infinitamente?¡±. Y pone de ejemplo los casos de pederastia en Francia.
Cuatro siglos despu¨¦s, las creaciones de los artistas permanecen en los discursos de la sociedad actual. Varios ejemplos de esto son el descubrimiento del Ecce Homo de Caravaggio en una subasta de Madrid, la restauraci¨®n de Muchacha leyendo una carta frente a una ventana de Vermeer y el nuevo marco del lienzo La f¨¢bula de Aracne de Vel¨¢zquez.
La espiritualidad de Caravaggio conduce al intimismo de Vermeer. ¡°Leonardo dec¨ªa que la funci¨®n de la pintura es capturar la luz, pero la luz no se ve¡±, cuenta el director. Su prop¨®sito es captar la emoci¨®n secreta del personaje, una muchacha que lee una carta frente a una ventana. ?Qu¨¦ noticia habr¨¢ recibido? ¡°Los que nos dedicamos al teatro sabemos que para capturar las emociones solo podemos hacerlo a trav¨¦s de la reproducci¨®n del comportamiento¡±, cuenta Albert¨ª.
En este tramo, el artista hace hincapi¨¦ en los elementos dispuestos en el cuadro, como el tapete turco y la porcelana china. Durante la charla, se descubre la capa gris que esconde un Cupido, que se destap¨® despu¨¦s de la muerte del pintor. Se habla de los hogares burgueses de Holanda, de la textura de las cortinas y de las frutas que representan el pecado.
El dramaturgo profundiza en la creaci¨®n de la compa?¨ªa de las indias orientales, del monopolio holand¨¦s de la exportaci¨®n de la porcelana y de la primera burbuja econ¨®mica con la especulaci¨®n del valor de los bulbos. Todo ello con el objetivo de dar a conocer los poderes supranacionales que exist¨ªan en el XVII que, como explica en la funci¨®n, llevaron a la divisi¨®n de Europa. Por una parte, las naciones que rend¨ªan culto a la Iglesia, y, por otro, aquellas que construyeron acuerdos comerciales entre ciudades, como Londres o San Petersburgo: ¡°La doble Europa dej¨® 8 millones de muertos de religi¨®n hasta la Paz de Westfalia, momento en el que el poder pol¨ªtico empez¨® a ejercer una dimensi¨®n diferente al del poder eclesi¨¢stico¡±.
El ¨²ltimo escal¨®n aparece con Vel¨¢zquez y Las Hilanderas, donde el hilo es la met¨¢fora, el tejido es la pintura y el centro narrativo es el color. Durante esta secci¨®n, Albert¨ª explica c¨®mo las metamorfosis de Ovidio ense?an las tensiones entre dioses y hombres, una met¨¢fora entre el poder pol¨ªtico y el hombre com¨²n: ¡°Vel¨¢zquez reclama que el artista tenga mayor capacidad de transcendencia y poder pol¨ªtico¡±.
A partir de ese momento, aparecen los grandes propagandistas de la filosof¨ªa de la ¨¦poca, como Hume y Descartes. ¡°Esta l¨ªnea de pensamiento dice que el individuo tiene que entregar su pacto social a un gobernante para que le favorezca, no para favorecer la riqueza del gobernante¡±, sentencia el compositor.
El viaje recorre aspectos que demuestran un punto de inflexi¨®n en el XVII y aporta un toque de libertad para leer a los cl¨¢sicos. La cartograf¨ªa narrativa apuesta por el entendimiento de las obras de escritores como Calder¨®n de la Barca, Lope de Vega o Tirso de Molina. ¡°Nuestra generaci¨®n est¨¢ obligada a poner su marca para que la que venga encuentre tambi¨¦n la de las anteriores y que a partir de ah¨ª construyan¡±, declara Albert¨ª.
El m¨²sico, sentado al piano, interpreta las piezas de Jean-Philippe Rameau, Fran?ois Couperin y Juan Cabanilles para cerrar los ciclos. ¡°No todo empieza con Bach¡±, comenta el m¨²sico. Las im¨¢genes sat¨¦lites van perpetuando las paradas del viaje did¨¢ctico. Albert¨ª confiesa que el guion de la obra cambia en cada actuaci¨®n, aunque sigue una misma estructura. ¡°Depende de la energ¨ªa que encuentre con el espectador. La funci¨®n tiene algo de cabar¨¦, de la idea de jugar juntos¡±, concluye.
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