El derecho a la apuesta contra el derecho a la ciudad
El libro ¡®La apuesta perdida¡¯ observa el conflicto de las casas de apuestas desde un punto de vista urbano y m¨²ltiple
En algunas casas de apuestas madrile?as, en sus cafeter¨ªas, se ofrece un caf¨¦ con leche y un par de porras, un buen desayuno, por bastante menos de dos euros. ¡°En algunos casos hasta hacen la competencia desleal a los bares de la zona¡±, se?ala la antrop¨®loga y periodista Cristina Barrial. As¨ª, mientras asistimos a la disoluci¨®n de los lazos y lugares comunitarios en la ciudad, estos locales atraen con este tipo de ofertas a personas migrantes, jubiladas, j¨®venes o sin hogar, con la esperanza de que empiecen a jugar. A los m¨¢s vulnerables. Puede pasar que alguien entre un d¨ªa a tomarse un botell¨ªn de cerveza a un precio incomparable y acabe desarrollando una ludopat¨ªa.
El problema de las casas de apuestas no es unidimensional. Barrial y el economista Pepe del Amo, ambos militantes de los movimientos de barrio y contra las casas de apuestas, acaban de publicar el libro La apuesta perdida (Bellaterra), en el que exploran este problema en todas sus dimensiones, no solo la psicol¨®gica en torno a la ludopat¨ªa, que ha causado gran alarma social, sino su faceta pol¨ªtica, urban¨ªstica, social. Desde este punto de vista, se trata de un conflicto colectivo.
Un d¨ªa, en 2008, comenzaron a aparecer por el centro y los barrios populares (de bajos ingresos y alto desempleo) unos nuevos establecimientos adornados con luces de ne¨®n, fotos de estrellas del deporte, esl¨®ganes que invitaban al riesgo. Eran las casas de apuestas y de juegos de azar que iban a empezar a hacer met¨¢stasis por la ciudad, sobre todo al calor de los a?os m¨¢s duros de la crisis, en torno a 2012/2013, cuando crec¨ªa la desesperaci¨®n. Una de las m¨¢s notorias manifestaciones contra ellas se celebr¨® en el distrito de Tetu¨¢n, en 2019, donde hab¨ªan proliferado de manera muy agresiva por la calle Bravo Murillo. En el imaginario colectivo, sobre todo en el de los barrios, comenzaron a considerarse un problema. ¡°El hecho de que su aparici¨®n, en vez de normalizarse, se problematizara, puede considerarse una victoria de los movimientos de barrio¡±, dice Del Amo, ¡°ahora lo normal es que la gente no piense nada bueno de estos lugares¡±. Seg¨²n el economista, el movimiento contra las casas de apuestas tambi¨¦n signific¨® un espacio fresco de socializaci¨®n pol¨ªtica, donde se generaba debate y que atrajo a muchos j¨®venes: otras asociaciones y sindicatos ya estaban copados por las anteriores generaciones, aqu¨ª hab¨ªa un nuevo terreno para la cr¨ªtica que construir. Un terreno que deber¨ªa ser trasversal. Poco antes del estallido de la pandemia, en 2019, hab¨ªa 400 casas de apuestas en Madrid, en el 75% de los casos con la presencia de empresas como Sportium y Codere, seg¨²n un informe de Federaci¨®n Regional de Asociaciones de Vecinos (FRAVM).
Para los autores, las casas de apuestas se conectan con muchos otros asuntos de inter¨¦s, como la publicidad, la cuesti¨®n de g¨¦nero (no juegan igual, ni por los mismos motivos, hombres que mujeres) o la financiarizaci¨®n: buena parte de las empresas de casas de apuestas han sido compradas por fondos de inversi¨®n. ¡°Los fondos buitre aparecen all¨ª donde se vende el Estado del Bienestar¡±, dice Del Amo, ¡°en la sanidad, en la educaci¨®n, en la vivienda o en las pensiones¡±. La proliferaci¨®n de casas de apuestas en los barrios, en este sentido, est¨¢ fuertemente vinculada a la falta de espacios de socializaci¨®n, centros vecinales, espacios para la juventud, pistas deportivas, lugares donde los vecinos puedan conocerse, convivir, ayudarse o divertirse. Falta la infraestructura social que describe Eric Klinenberg en su reciente libro Palacios del pueblo (Capit¨¢n Swing).
Capitalismo neoliberal
Por supuesto, el imaginario y los modelos de conducta asociados a estos establecimientos est¨¢n fuertemente imbricados en el capitalismo neoliberal. ¡°En los anuncios se muestran hombres blancos de clase media que prosperan gracias a las apuestas¡±, se?ala Barrial, ¡°una visi¨®n individualista, competitiva, una meritocracia falseada¡±. El hincapi¨¦ de los esl¨®ganes en la conveniencia de arriesgar, como un modo aventurero de existir, tiene un correlato en las vidas laborales de muchos j¨®venes, que tambi¨¦n se presentan como m¨¢s excitantes cuanto m¨¢s precarias sean. Precisamente, el pasado agosto, el Gobierno emiti¨® un Real Decreto para regular la publicidad de las casas de apuestas. El gobierno central solo puede legislar sobre el juego online, la regulaci¨®n sobre los establecimientos f¨ªsicos cae sobre los hombros de las comunidades. En Madrid las casas de apuestas han de estar separadas al menos trescientos metros (en la Comunidad Valenciana son 850), aunque seg¨²n los autores estas normas no suelen hacerse cumplir. En Madrid, antes de la pandemia, hab¨ªa cuatro veces m¨¢s salas que en Barcelona, donde la regulaci¨®n es m¨¢s exigente.
Curiosamente, la mitolog¨ªa de las casas de apuestas parece ser un compendio del malestar social producido por el propio sistema y hasta del rechazo al trabajo (que ahora vemos en el fen¨®meno de la Gran Dimisi¨®n estadounidense): el objetivo es hacerse de oro con facilidad y poder escapar de la miseria cotidiana a la que muchas personas se ven abocadas, en tiempos de creciente pobreza y desigualdad. ¡°Es como si estas empresas estuvieran capitalizando el deseo de vivir de otra manera¡±, dice la antrop¨®loga. Muchas personas no empiezan a jugar por placer, sino como una opci¨®n de desarrollo vital, buscando alcanzar un buen est¨¢ndar de vida o una salida al atolladero.
El problema de las casas de apuestas es un fen¨®meno muy vinculado con lo urbano y, como se ve, es causa y consecuencia de muchos otros problemas. ¡°Por eso nosotros lo vinculamos con el derecho a la ciudad¡±, concluye Barrial, ¡°queremos que nos incite a repensar la ciudad en la que estamos viviendo¡±.
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