H¨¢blame en la cama: sobre la importancia de la comunicaci¨®n er¨®tica
Para el buen sexo es imprescindible la conversaci¨®n que, sin embargo, todav¨ªa se nos resiste porque asumimos que con el deseo viene incluida la capacidad de adivinar el pensamiento del otro o tenemos miedo de herir sentimientos
¡°H¨¢blame en la cama¡±, cantaba Mar¨ªa Jim¨¦nez durante la Transici¨®n espa?ola, en una canci¨®n que ped¨ªa m¨¢s sexo oral, pero del de palabras, no del otro. La buena comunicaci¨®n sexual o incluso la comunicaci¨®n sexual sin adjetivos es algo tan inusual que los a?os no han pasado por el tema musical de la cantante de Triana; ya que, por alguna extra?a raz¨®n, la gente enmudece cuando comparte el lecho con alguien o, en el mejor de los casos, su vocabulario se reduce a interjecciones (¡±?ah!, ?oh!, ?uy!¡±) o repeticiones consecutivas de la misma palabra (¡±as¨ª, as¨ª, as¨ª¡±).
¡°Para el buen sexo es imprescindible la comunicaci¨®n¡±, se?ala Miren Larrazabal, psic¨®loga cl¨ªnica, sex¨®loga y presidenta de S¨ªsex (Sociedad Internacional de Especialistas en Sexolog¨ªa). ¡°Sin embargo, y a pesar de que las nuevas generaciones ya lo practican m¨¢s, se habla poco b¨¢sicamente por dos razones. Primero, porque todav¨ªa persiste la idea de que en el kit del amor o del deseo va incluida la capacidad de adivinar el pensamiento del otro o la telepat¨ªa, mientras que otras personas no manifiestan sus preferencias por miedo a herir los sentimientos del otro¡±, explica la experta.
Si antiguamente el sexo era algo que aparec¨ªa tras un cierto grado de amistad, trato o cortejo, ahora es m¨¢s bien al rev¨¦s. La interacci¨®n sexual es el examen que hay que pasar para dar pie a una posible relaci¨®n y, por lo tanto, se convierte en la prueba del algod¨®n que todos quieren superar con nota. ¡°Hay grandes expectativas porque si se falla en la primera cita puede que ya no haya una segunda oportunidad¡±, subraya Francisca Molero, ginec¨®loga, sex¨®loga, directora del Instituto Iberoamericano de Sexolog¨ªa y presidenta de la Federaci¨®n Espa?ola de Sociedades de Sexolog¨ªa. ¡±As¨ª, el sexo espor¨¢dico, que antes era algo l¨²dico y sin mucha trascendencia, ha pasado a convertirse en algo de gran responsabilidad y a tener grandes consecuencias porque, aunque no se busque una relaci¨®n duradera, es un marcador de nuestra autoestima er¨®tica¡±.
¡°En este marco y sin saber demasiado sobre la persona que tenemos delante, es importante que esta nos d¨¦ ciertas directrices para satisfacerla, algo que no siempre se hace de la manera m¨¢s adecuada. Muchos son incapaces de expresar sus gustos y deseos y, en el polo opuesto, est¨¢n los perfeccionistas, con las expectativas muy altas, que buscan la matr¨ªcula de honor y que empiezan a dar (o pedir) demasiadas instrucciones. La relaci¨®n sexual se vuelve entonces muy mec¨¢nica y burocr¨¢tica y el deseo se pierde¡±, a?ade Molero.
El punto medio entre no decir ni mu y convertir el encuentro sexual en un trayecto en coche con GPS pasa por muchos aspectos. Y el primero de todos es establecer algunas directrices generales, como cuando se elige restaurante y sabemos que el comensal que nos acompa?ar¨¢ no come carne o es al¨¦rgico al gluten. Una vez hecha la elecci¨®n del lugar donde cenar, no hay que pasarse el tiempo preguntando si cada bocado que introduce en su boca le resulta sabroso o no.
¡°Todos tenemos pr¨¢cticas que no nos gustan o no estamos dispuestos a hacer ese d¨ªa por la raz¨®n que sea¡±, dice Larrazabal. ¡°Hay tambi¨¦n asuntos, como el uso del preservativo, que conviene aclarar antes para que no haya malentendidos; pero, una vez acordadas estas cosas, lo mejor es centrarse en crear un ambiente de relajaci¨®n, de complicidad, de sensualidad, m¨¢s que en pretender conocer exhaustivamente los gustos del otro. Y s¨ª, habr¨¢ momentos en los que sea preciso preguntar c¨®mo se siente nuestro partenaire, pero no hay que convertir el momento en un cuestionario. En este sentido, el lenguaje no verbal, corporal, puede darnos muchas pistas, si somos observadores y estamos atentos¡±, afirma esta sex¨®loga. Otra cosa es que sepamos descifrar los mensajes del cuerpo en un mundo de pantallas e interacciones digitales porque, como apunta Molero, cada vez cuesta m¨¢s mantener el cara a cara durante una relaci¨®n sexual. ¡°Es como si pens¨¢ramos que ya no podemos leerla. Pero mantener el contacto visual da mucha tranquilidad, acoge y excita¡±, considera.
En esta modalidad del sexo oral, el de las palabras, las nuevas generaciones parecen tenerlo m¨¢s f¨¢cil. Seg¨²n Julia Fleta, sex¨®loga y psic¨®loga del Instituto de Sexolog¨ªa y Psicoterapia Amaltea, en Zaragoza, en general, las relaciones sexuales de los j¨®venes son m¨¢s pensadas y m¨¢s habladas. ¡°Se planifica la primera vez y se discute sobre lo que se va a hacer porque est¨¢ tambi¨¦n el porno, que genera grandes expectativas y que les sirve de referencia sobre las pr¨¢cticas a realizar. Vivimos en una sociedad que nos invita a comunicarnos poco en materia er¨®tica, que nos ha inculcado que todo nos tiene que apetecer y que tenemos que desear constantemente¡±, aclara.
Tradicionalmente, el g¨¦nero masculino siempre ha sido m¨¢s propenso a demandar cosas y a exponer sus gustos y fantas¨ªas. Pero eso era antes, cuando las mujeres ven¨ªan de Venus y los hombres de Marte; y no ahora, cuando los infinitos g¨¦neros provienen de todas las galaxias. ¡°Los hombres empiezan a entender la sexualidad de una forma m¨¢s hol¨ªstica o global¡±, se?ala Fleta. Y si esto es algo a celebrar, tener las cosas menos claras y delimitadas tambi¨¦n tiene sus consecuencias. ¡°Los hombres tienen menos fantas¨ªas porque el tipo de est¨ªmulos que utilizan son muy expl¨ªcitos, como el porno, y dejan poco margen a la imaginaci¨®n¡±, apunta Molero.
A la hora de comunicar en la cama, seg¨²n Julia Fleta, las mujeres suelen tener un lenguaje m¨¢s indirecto, hablan m¨¢s de sugerencias que de demandas y eso no siempre es comprensible para el otro. ¡°Te pongo un ejemplo: si una mujer va en coche y le molesta la ventanilla abierta, a lo mejor en vez de pedir que se cierre, comenta: ¡®Parece que ha empezado a refrescar¡¯. Yo, como mujer, entiendo esa indirecta, pero a lo mejor un hombre no¡±, reflexiona.
En el escaparate de promesas er¨®ticas que muchos hacen a la hora de ligar no falta nunca el latiguillo de ¡°pero t¨² me tienes que ir indicando lo que te gusta¡±. Basta petici¨®n donde las haya porque, como dice Molero, ¡°a menudo sabemos mejor lo que no nos gusta que lo que nos gusta, que suele estar sujeto a determinados momentos, estados de ¨¢nimo y acompa?antes¡±. Pero, incluso si uno hace el ejercicio de comprimir todas sus preferencias e imaginer¨ªa er¨®tica en un curso acelerado de corta duraci¨®n, a menudo ve que sus demandas no son atendidas o, en el peor de los casos, hasta cuestionadas.
Una de las reglas b¨¢sicas de preguntar una receta es escucharla y luego ponerla en pr¨¢ctica, pero esto no siempre es posible en el fragor de la batalla er¨®tica. ¡°A menudo, las preguntas no van dirigidas a descubrir las preferencias del otro y complacerlas, sino a obtener pistas para superar el examen con nota para, as¨ª, salir con la sensaci¨®n de haber rematado bien la faena¡±, comenta Miren Larrazabal. Nuestra seguridad sexual vive horas bajas, como apunta Molero: ¡°En el fondo, cuanto m¨¢s abiertos somos y m¨¢s experiencias tenemos, podemos tener la sensaci¨®n de lo mucho que nos falta por aprender. Y esto ocurre con ambos sexos. A pesar de que los hombres vienen de ¨¦pocas de sentirse muy seguros y tener la idea de que saben c¨®mo manejar el cotarro, toda esa seguridad se ha esfumado. En general, la mayor parte de la gente se percibe como poco habilidosa en matera sexual¡±.
No hay que juzgar o escandalizarse con los gustos del otro si se han preguntado, de la misma manera que hay que tratar de ser asertivo y centrarse en los consejos positivos. Es decir, como todo buen jefe sabe, no hay que criticar lo que se hace mal, sino sugerir c¨®mo hacerlo bien o dar ideas. Pero, adem¨¢s, siempre est¨¢ la opci¨®n de una charla profunda sobre el tema, fuera ya de la cama y en tono amigable y did¨¢ctico, si la persona en cuesti¨®n nos gusta, tiene madera y promete. Algunos tienen tambi¨¦n la extra?a idea de que los sentimientos solo se pueden herir en el lecho, cuando el otro est¨¢ sin ropa, y esperan a estar en posici¨®n vertical y vestidos para practicar el sincericidio.
Recurriendo a una met¨¢fora, la comunicaci¨®n de la que estamos hablando deber¨ªa asemejarse m¨¢s a la poes¨ªa que a la prosa; y no se trata de hacer rimas, sino a utilizar esa manera de comunicar abstracta, desestructurada y que va directa a las tripas que tienen los poetas. No se trata de escribir un libro de instrucciones, sino de proponer una nueva aventura, aun asumiendo el riesgo de que el viaje tenga turbulencias.
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