El dif¨ªcil arte de convertir un desfile en un acontecimiento o de c¨®mo John Galliano ha vuelto a ser John Galliano
Las ¨²ltimas jornadas de la semana de la alta costura de Par¨ªs demuestran que este exclusivo negocio puede ser, y parecer, tan profundo como cualquier obra de arte sin necesidad, por fin, de tirar de efectismo visual para ganar ¡®likes¡¯ en Instagram
No es com¨²n ver a la g¨¦lida Anna Wintour aplaudir enfervorecida, ni a su amigo, el director Baz Luhrmann, patalear a su lado sobre un suelo de tablas de madera. Tampoco es com¨²n que, durante un desfile, la gente grite ¡°bravo¡±, y que al terminar se ponga en pie y ovacione al dise?ador durante 10 minutos. Pero el dise?ador no sali¨® a recibir la ovaci¨®n (dicen que ni siquiera estaba all¨ª). John Galliano, que en su etapa en Dior hasta se disfrazaba para salir a saludar, lleva una d¨¦cada sin aparecer en el escenario. Los mismos que lleva al frente de Margiela. No lo hace, en parte, porque desde aquellas famosas declaraciones que le costaron su puesto en Dior, en 2011, ha mantenido un perfil bajo y, en parte, por seguir la senda del fundador de la firma para la que ahora trabaja, Martin Margiela, que cultiv¨® durante d¨¦cadas un anonimato que rozaba lo enfermizo.
En cualquier caso, su desfile, que cerr¨® el jueves por la noche la semana de la moda de la alta costura de Par¨ªs, no solo fue el mejor del calendario, fue tal vez uno de los m¨¢s emocionantes en a?os. Porque si alguien sabe tratar la moda para tratar la emoci¨®n, la que sea, es John Galliano. Un bar subterr¨¢neo bajo el puente Alejandro III, con bombillas tintineantes, mesas desvencijadas y sof¨¢s ra¨ªdos. El artista franc¨¦s Lucky Love comenzaba el show cantando en directo para despu¨¦s dar paso a un cortometraje en el que, con la est¨¦tica del cine negro, varios hombres se abrochaban sus cors¨¦s y correteaban por la noche parisina, personajes que podr¨ªan haber salido de una fotograf¨ªa de Brassa? y que, de repente, iban entrando en aquel bar clandestino, contone¨¢ndose, mirando desafiantes a los invitados, reflejando ansiedad, miedo o locura en cada uno de sus movimientos.
En julio de 2021, cuando la pandemia a¨²n hac¨ªa imposibles los desfiles f¨ªsicos, Galliano present¨® su colecci¨®n con un v¨ªdeo de media hora en el que los modelos, que parec¨ªan sacados de un cuadro de Vermeer, se enfrentaban a una cat¨¢strofe natural. Sus prendas se rasgaban, se ensuciaban y, a veces, serv¨ªan de parapeto frente al entorno. Con aquel v¨ªdeo el dise?ador gibraltare?o empez¨® a desmarcarse de las imposiciones est¨¦ticas de Margiela, quiz¨¢ la marca m¨¢s reverenciada de las ¨²ltimas tres d¨¦cadas, en una deriva que culminaba con el show de este jueves, un desfile pensado para que las palabras no alcancen a describirlo. Lo abr¨ªa su muso, el modelo Leon Dame, y lo cerraba la actriz Gwendoline Christie.
Entre medias, estaban todas las obsesiones que hicieron de Galliano el gran genio de la moda en el cambio de siglo: estaba la Rep¨²blica de Weimar, el fauvismo, el Par¨ªs nocturno de entreguerras, el cine mudo, el incre¨ªble maquillaje de Pat Mcgrath o las referencias expl¨ªcitas a Vionnet, a Lanvin y a la ¨¦poca dorada de la costura parisina. Hab¨ªa mu?ecas rotas, enfermeras macabras y rateros nocturnos. Pero, sobre todo, estaba la emoci¨®n, el drama, la incomodidad de prendas que estaban al servicio de una silueta completamente ajena a la que se maneja hoy. Caderas y pechos pronunciados y cors¨¦s apretados que no proclamaban una vuelta al artificio del siglo XIX, sino que, muy al contrario, estaban al servicio de cuerpos, masculinos y femeninos, fuera del canon. Ahora que, tras un par de a?os clamando por la diversidad, la mayor¨ªa de las firmas han vuelto a la delgadez estandarizada, ha sido Galliano el que ha apostado por la diferencia, incomodando y sobrecogiendo con su puesta en escena, record¨¢ndonos que la belleza es un concepto polis¨¦mico, que la moda est¨¢ al servicio de la historia y no al rev¨¦s, y que hubo un tiempo en el que los desfiles eran acontecimientos por s¨ª mismos, m¨¢s all¨¢ de qui¨¦n estuviera sentado en sus primeras filas. Ha costado m¨¢s de 10 a?os que Galliano, que este a?o estrena documental, se sintiera c¨®modo volviendo a ser Galliano. Los mismos 10 a?os que le ha costado a esa misma audiencia, acostumbrada a verlo todo y a verlo muy r¨¢pido para luego olvidarlo, volver a ponerse en pie a ovacionar un desfile.
Curiosamente, esta semana de la moda comenzaba con un desfile, el de Dior, centrado en el concepto benjaminiano de aura, es decir, en esa intuici¨®n casi indescriptible que emana de las obras de arte y que las hace imposibles de reproducir en la era de la fabricaci¨®n en serie. La costura es, quiz¨¢, lo m¨¢s cercano al arte de esta industria, un nicho que se basa en la t¨¦cnica, la idea de autor¨ªa y, casi siempre, en la ausencia de funcionalidad o utilidad de sus productos. En ese sentido, Viktor & Rolf encajan en esa definici¨®n. La marca, propiedad del conglomerado OTB (due?o tambi¨¦n de Margiela) hace tiempo que basa su modelo de negocio en la venta de unos perfumes que, hasta cierto punto, son deseables gracias a sus desfiles de alta costura, siempre cercanos al proceso art¨ªstico y casi siempre ajenos a las alfombras rojas y dem¨¢s din¨¢micas habituales de este negocio. Esta vez eligieron la Sorbona como enclave para presentar una colecci¨®n llamada Manos tijeras y en la que reflexionaban precisamente sobre el corte de la tela, con prendas en blanco y negro a medio hacer en un contexto como este, donde el relato sobre el detalle y la precisi¨®n lo son todo.
Simone Rocha tambi¨¦n ha utilizado la invitaci¨®n de Jean Paul Gaultier a dise?ar su colecci¨®n de alta costura para hacer algo que no se permite hacer en su marca, que ya tiene un potente y curioso imaginario entre el p¨²blico. Rocha, que mezcla tejidos t¨¦cnicos con estructuras victorianas, y un estilo g¨®tico con una est¨¦tica na¨ªf, ha establecido un di¨¢logo magistral con el enorme legado del dise?ador franc¨¦s con la corseter¨ªa y los tonos empolvados como hilos conductores. De los seis creadores que, hasta la fecha, han sido invitados por la maison para reinterpretar el trabajo de Gaultier, quiz¨¢ Rocha sea la que mejor ha entendido el reto. Estaban los estampados tatuados, la marinera y, por supuesto, los conos de Madonna, pero no meramente trasladados, sino pasados por el filtro de la dise?adora a partir de una de las ideas m¨¢s gaultier que existen: la idea de la liberaci¨®n a partir de la subversi¨®n de los elementos opresores. El cors¨¦ que Gaultier dise?¨® para Madonna en 1990 es, quiz¨¢, el mejor ejemplo de c¨®mo revertir las connotaciones asociadas a una prenda. Rocha, como Galliano, ha hecho justo eso, hablar, como contaba en las notas del desfile, de ¡°rosas con espinas¡±, de ¡°piel, desnudos, formas¡±, de ¡°fricci¨®n y suavidad¡± en una colecci¨®n que tambi¨¦n inclu¨ªa cuerpos diversos y en la que los cors¨¦s, a trav¨¦s de las t¨¦cnicas prodigiosas del taller, se convert¨ªan en faldas con volumen en las caderas o en chaquetas de mangas abullonadas. Contrastaban con camisones casi et¨¦reos con detalles de pedrer¨ªa, lazos y bordados incre¨ªblemente trabajados. En definitiva, hablar del cuerpo, y hasta liberarlo, a base de armazones preciosistas.
Puede parecer que la colecci¨®n de Kim Jones para Fendi es lo contrario a estos juegos conceptuales vistos en las ¨²ltimas jornadas de desfiles, pero lo cierto es que su purismo encierra varias ideas que ¨¦l ha definido como ¡°futurismo humano¡±. En un escenario c¨²bico y blanco y con la m¨²sica de Max Richter, el brit¨¢nico presentaba una colecci¨®n de blancos, negros y plateados, y l¨ªneas rectas y m¨ªnimas. Ese tipo de vestidos y abrigos que podr¨ªan definirse como ¡°perfectamente simples¡± y que evocaban de forma sutil el imaginario cl¨¢sico de la ciencia ficci¨®n. De hecho, se complementaban con unas gafas de corte futuristas creadas a medida por Delfina Delettrez a trav¨¦s de varios esc¨¢neres faciales. La idea, en su caso, era reflexionar sobre la compleja relaci¨®n actual entre la mano y la m¨¢quina, no solo dando a entender que hay resquicios, como este, donde la m¨¢quina no puede llegar, sino creando artesanalmente una est¨¦tica tecnol¨®gica, un futurismo que solo se puede dise?ar con las manos porque el proceso importa tanto como el resultado.
No hace falta tirar de efectismo para saber adaptarse a la alta costura o para intentar captar el esp¨ªritu de los tiempos. El joven Robert Wun, en su segunda colecci¨®n de alta costura, es prueba de ello. Ha utilizado demasiados juegos visuales, buscando ganar la batalla de la vitalidad que se juega estos d¨ªas, y el resultado ha sido demasiado obvio como para ni siquiera poder participar en ella. Porque por primera vez en a?os, en estas semanas no ha habido demasiadas llamadas de atenci¨®n vac¨ªas para ganar likes en Instagram (m¨¢s all¨¢, obviamente, de la asistencia de las celebridades). En esta semana de la alta costura casi todas las marcas se han centrado, cada una a su manera, en saber hacer lo que saben, en utilizar este escaparate como lo que es: el escaparate m¨¢s exclusivo del mundo. Y luego est¨¢ Galliano, al que Instagram se le queda peque?o.
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