?Se puede ser a la vez conceptual y comercial? ?Y democr¨¢tico y exclusivo? As¨ª responde la semana de la moda de Par¨ªs
Loewe juega con los estereotipos de la alta costura para presentar una colecci¨®n funcional y realista. Rabanne cambia el metal por una peculiar aproximaci¨®n a la sastrer¨ªa y Chlo¨¦ vuelve a ser el Chlo¨¦ que todo el mundo a?oraba
Contaba el otro d¨ªa la periodista Rachel Tashjian en su cr¨®nica de la semana de la moda de Mil¨¢n para el Washington Post que resultaba un tanto extra?o que la moda de las pasarelas se escudara en la democracia y el acto cotidiano de vestirse cuando se trata de un sistema excluyente por definici¨®n, tanto en lo econ¨®mico (sobre todo con la escalada de precios de las firmas en los ¨²ltimos dos a?os) como en lo conceptual. No le falta raz¨®n. Pero al mismo tiempo ese mismo sistema sigue teniendo una influencia real en la sociedad. En lo que trasciende a las tiendas populares donde todo el mundo se viste y en lo que, para bien o para mal, toman como punto de referencia cientos de miles de personas. No olvidemos que si Bernard Arnault es el hombre m¨¢s rico del mundo no es, por pura aritm¨¦tica, solo gracias al 1% de la poblaci¨®n.
Por eso importa que Balmain el pasado mi¨¦rcoles noche contara con modelos de varias generaciones. O que Harris Reed este viernes 1 de marzo haya contado, como es habitual, con un casting de tallas y razas diversas. Pero tambi¨¦n importa que, de alguna forma, la pasarela tenga una intenci¨®n realista, aunque esas prendas se las puedan permitir unos pocos. Y, aunque parezca lo contrario, el realismo no est¨¢ (o no deber¨ªa estar) re?ido con la conceptualizaci¨®n ni el discurso; a fin de cuentas, eso es lo que lo que deber¨ªa ser un buen dise?ador en 2023, alguien que sepa vender y al mismo tiempo sepa marcar la diferencia.
J.W. Anderson lo es; una mente prodigiosa a la que nunca se le agotan las ideas y que ha conseguido algo que en esta industria es algo as¨ª como el santo grial: cambiar de registro cada temporada, pero seguir siendo absolutamente reconocible, un privilegio que solo ostentan nombres como Prada o Dries van Noten. Este viernes, el interior del chateau de Vincennes se convert¨ªa en un laberinto de color verde, sobre el que colgaban los peque?os cuadros de Albert York. Sus min¨²sculos jardines del Ed¨¦n, una apuesta por el escapismo en tiempos extra?os, funcionaban como contrapunto a una colecci¨®n en la que el dise?ador irland¨¦s ha mezclado los clich¨¦s de la alta costura con la confecci¨®n de prendas cotidianas: pantalones estilo harem que parec¨ªan volar con el movimiento, pantalones cargos con drapeados en las caderas, chaqu¨¦s con la cola hasta los pies, minivestidos armados, estampados que en realidad eran tejidos en tres dimensiones... Anderson es experto en hacer de lo ordinario algo extraordinario, pero en esta ocasi¨®n, con la que quiz¨¢ sea su colecci¨®n m¨¢s comercial en a?os, ha demostrado adem¨¢s saber trasladar sus obsesiones (los contrastes con el tama?o, los patrones geom¨¦tricos o los trampantojos) y, sobre todo, su identidad, a prendas que cuentan una historia, cada una por separado, sin perder su versatilidad en el d¨ªa a d¨ªa. Hab¨ªa tantas ideas y tantas buenas que quiz¨¢ el ¨²nico pero sea ese, la sobredosis de buenas referencias.
La moda pasa y el boho chic permanece. Gabi Aghion no invent¨® la est¨¦tica de la bohemia, pero s¨ª la conceptualiz¨® con Chlo¨¦, la marca que fund¨® hace m¨¢s de 70 a?os y que ejerci¨® como contrapunto a la encorsetada y pol¨ªticamente correcta alta costura de entonces. El jueves por la ma?ana la alemana Chemena Kamali volv¨ªa a la firma que fue su casa durante 20 a?os, est¨¢ vez como directora creativa, y con un debut que dej¨® al p¨²blico sonriente: el Chlo¨¦ funcional y preciosista de Lagerfeld (all¨ª estaban sentadas sus musas, Jerry Hall y Pat Celveland) y, sobre todo, el Chlo¨¦ de Phoebe Philo, el m¨¢s influyente de todos, por fin volv¨ªan tras varias intentonas de conceptualizar y ¡°elevar¡± la firma. Kamali no tiene pretensiones y eso la hace perfecta para el cargo. Encaje, volantes, capas, gabardinas, cu?as, gafas de aviador... Ella misma lo dice en las notas que explicaban el desfile: ¡°Chlo¨¦ no impone ni transforma, permite ser uno mismo¡±. Un ejercicio de honestidad que adem¨¢s se traduce en prendas que ser¨¢n superventas con bastante probabilidad, como los cinturones dorados o los impermeables con capa de vinilo. Porque esa est¨¦tica setentera, entre la bohemia y el rock, nos guste o no, nunca se ha ido. Tiene compradoras de varias generaciones que necesitaban una ense?a de lujo cubriera su demanda o, en cualquier caso, legitimara sus preferencias.
Pero para ejercicio de honestidad, el de Rick Owens, que desde el pasado enero, cuando se present¨® su desfile masculino, ha decidido cambiar el Palais de Tokio y sus m¨¢quinas de humo por el sal¨®n de su casa de Par¨ªs. Desfiles ¨ªntimos para menos de 100 personas ¡°porque aqu¨ª es donde trabajo, de donde todo sale desde hace much¨ªsimos a?os. Y porque creo que en estos momentos no est¨¢ bien montar grandes espect¨¢culos¡±, explicaba el creador. Owens puede repetirse todo lo que quiera, porque nunca se ha parecido ni se parecer¨¢ a nada (si acaso, los dem¨¢s se parecen a ¨¦l) y eso le convierte en un gur¨² para cientos de seguidores que, puedan permitirse o no su ropa, acuden a las puertas de sus desfiles para verle a ¨¦l y no a las celebridades invitadas (en esta ocasi¨®n, ninguna). La distop¨ªa gal¨¢ctica, el g¨®tico futurista, las sacerdotisas y las cyborgs que habitan su mundo desfilaban por su sal¨®n, como en los primeros desfiles de moda, antes de que esta industria fuera espect¨¢culo. No se trataba de forzar la exclusividad (y aqu¨ª s¨ª estaban permitidos los tel¨¦fonos), sino m¨¢s bien al contrario, de un ejercicio de humildad, abrir su casa a su p¨²blico y parar por un ratito la maquinaria fren¨¦tica en la que se han convertido estas semanas de la moda.
Julien Dossena es otro de esos dise?adores que tienen el don de poder cambiar para que nada cambie. El p¨²blico lo descubri¨® el pasado jueves, cuando su colecci¨®n de Rabanne, una de las mejores en a?os (y eso es mucho decir), se desembaraz¨® del peso, literal y figurado, de los metales de Rabanne para realizar una colecci¨®n brillante en la que su identidad como creativo no solo quedaba intacta, pod¨ªa rastrearse en cada salida, con las modelos luciendo prendas superpuestas o en patchwork. Sus referencias recurrentes, del grunge a las flores o los drapeados, formaban una especie de puzzle perfecto que, como en Loewe, conten¨ªa infinitas referencias, todas buenas, incre¨ªblemente pensadas y confeccionadas y, por fin, todas comerciales. Es muy dif¨ªcil hacer coincidir concepto y realismo, pero en casos como los suyos, es posible.
Harris Reed tambi¨¦n ha ¡°bajado a la tierra¡± su imaginario en Nina Ricci, que esta vez se ha inspirado en Suzy Parker y en las mujeres que vistieron la firma en los a?os cuarenta y cincuenta. Hab¨ªa lazos y lunares, se?as de identidad de la casa, pero los vestidos con volumen se hab¨ªan sustituido por trajes blancos y negros. ¡°Hemos ido recuperando poco a poco el archivo. Ahora tenemos que ver qu¨¦ quiere el p¨²blico de la marca¡±, contaba el d¨ªa anterior al desfile.
Despu¨¦s de que la temporada anterior la mayor¨ªa apostaran por el b¨¢sico, en estas jornadas parisinas las firmas parecen tambi¨¦n apostar por hacer conjugar lo comercial y realista con el discurso y la autor¨ªa. Hasta Daniel Roseberry en Schiaparelli, la marca del surrealismo, de la moda por la moda, ha aterrizado el archivo con una colecci¨®n de trajes sastre repletos de matices, pero mucho m¨¢s reales de lo que acostumbra. Y Nicolas di Felice, director art¨ªstico de Courr¨¨ges, tambi¨¦n conserv¨® esa idea del ¡°uniforme futurista y minimalista¡± con la que siempre se aproxima a su trabajo, pero dej¨® de lado los artificios para realizar una gran colecci¨®n en la que la geometr¨ªa, marca de la casa, estaba presente en cada patr¨®n de una forma tan diferente como comercial.
Vender ropa y firmar etiquetas no tienen por qu¨¦ ser ideas opuestas. Puede que la moda de lujo no sea una industria democr¨¢tica, y no lo es, pero es tan prescriptora a nivel global que a veces no se trata tanto de qui¨¦n la puede comprar, sino de c¨®mo va a influir en la forma que esa gente que no pertenece al 1% tiene de relacionarse con la ropa y la idea de belleza.
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