El acontecimiento gastron¨®mico de mi ¨²ltima d¨¦cada
La hija tiene 11 a?os, prueba a hacerse una tortilla ella sola, sin la ayuda materna, ya que concibe la cocina como un territorio tan cotidiano y suyo como lo son el ba?o, el sal¨®n o su cuarto
He levantado la cabeza del teclado de un sobresalto. Algo se quema. Un olor fuerte a huevo tostado me ha agarrado de las fosas nasales como un gancho de arramblar cabras. Llevo desde las ocho de la ma?ana, peleando con las palabras, abstra¨ªda del mundo real, hurgando en la tierra a los pies del tronco de esta columna como jabal¨ª buscando trufas, sin ¨¦xito.
Soy lenta escribiendo. Suelo plantar las semillas de las columnas de los viernes el fin de semana anterior. Anoto en mi libreta frases, sacudidas, reflexiones fugaces que hayan podido suscitar la vida cotidiana, las tanganas de Twitter o las conversaciones en los grupos secretos de WhatsApp, y ah¨ª las dejo, a lo suyo, para ver si prosperan y germinan, se pudren y mueren, o se secan y se las lleva el primer viento que pasa. Los lunes echo un vistazo a la libreta. De todo lo garabateado, en general s¨®lo una o dos de las anotaciones siguen coleando, azuz¨¢ndome el inter¨¦s. El resto pasan como estrellas fugaces.
Creo firmemente que es el inter¨¦s del escritor lo que hace interesante un tema. El hambre, m¨¢s que el contenido. La cocina da para llenar millones de p¨¢ginas con relativamente poco esfuerzo, pero despojada de lo que no es estrictamente ella misma, es una de las materias m¨¢s aburridas que existen. Alg¨²n d¨ªa deber¨ªamos hablar de eso.
Al salir del ensimismamiento a golpe de olor a quemado, le he echado un vistazo r¨¢pido al reloj. Son las siete y media de la tarde, la hora en que habitualmente cenamos. Mierda. He salido pitando del despacho de la buhardilla, me he precipitado escaleras abajo hacia el sal¨®n y casi me doy de bruces con mi hija, que sale de la cocina, campante pero pensativa, limpi¨¢ndose las manos con un trapo, en actitud de valorar los hechos portando un mon¨®culo. ¡°Me he hecho una tortilla, pero no me ha quedado demasiado bien¡±, me suelta al pasar. Tiene 11 a?os.
El hedor sulfuroso de huevo tostado, que nada tiene que ver con la cremosidad dulce y mantecosa de la tortilla, proviene del cerco de restos de huevo pegados a la sart¨¦n que reposa sobre la placa de inducci¨®n. El mecanismo est¨¢ apagado, pero la placa es de las viejas y de las baratas, y se mantiene caliente un buen rato despu¨¦s de haber sido desactivada.
¡ª?Te la has comido?, le digo, bajando de revoluciones. ?Quieres que te prepare otra cosa? Lo siento, se me ha ido el santo al cielo, no me he dado cuenta de la hora que era. Ella est¨¢ tranquil¨ªsima.
¡ªNo pasa nada. Hace d¨ªas que quiero hacerme una tortilla. Lo ¨²nico malo es que no me ha salido bien.
¡ªHace d¨ªas que quiero hacerme una tortilla¡ª, ha dicho. Estoy gritando de euforia por dentro. No lo estropees, Maria.
¡ªLa pr¨®xima vez, apenas termines de hacer la tortilla, aparta la sart¨¦n del fuego que hayas usado. ?Ves aqu¨ª donde sale una H? Es H de hot. Deja la sart¨¦n a un lado de la placa, con cuidado de no tocarla con la mano, as¨ª no se requemar¨¢ todo lo que se le haya quedado pegado.
¡ªVale.
¡ªEchar un chorrito de aceite en la sart¨¦n va bien para que la tortilla no se pegue. Se te habr¨¢ enganchado un poco, ?verdad? Eso da mucha rabia.
¡ªS¨ª. En vez de doblarse se ha espachurrado. Ten¨ªa una pinta terrible. Cuando hagas t¨² una tortilla, ?me ense?ar¨¢s?
¡ªClaro. Hecho. Pero yo la hago con la sart¨¦n peque?a, que no pesa tanto.
¡ªGuay¡ª. Se marcha.
Nunca me he puesto con ella a cocinar con el esp¨ªritu de guiarla paso a paso para hacer una receta, ni con el ¨¢nimo de pasar una tarde haciendo manualidades. Lo que es corriente en casa es que coincidamos en la cocina y que le d¨¦ trabajo que hacer, sea pelar ajos o patatas, cortar lechuga o limpiar boquerones (qu¨¦ maravilla las muecas de asco).
Cuando nos encontramos entre cazuelas, voy poniendo subt¨ªtulos a todo lo que hago en voz alta, como quien no quiere la cosa. Ya no llega del cole al son de ¡°tengo hambre¡±; sabe que todo lo que pueda necesitar de ingredientes ha estado siempre almacenado a su alcance, y va directa a la cocina a apa?arse un bocadillo o a agenciarse un pl¨¢tano. Le he repetido mil veces que hay que dejarlo todo recogido y pasar la bayeta despu¨¦s de hacer cualquier cosa, pero ahora mismo prefiero no entrar en ese tema para no ensuciarle las ganas de seguir decidiendo hacerse una tortilla y resolver la cena por su cuenta. Quiero saborear el momento. Cambiar¨¦ los huevos de sitio.
Nunca le ense?¨¦ a hacer una tortilla, pero de alg¨²n modo siente la cocina como un territorio tan cotidiano y suyo como lo son el ba?o, el sal¨®n o su cuarto.
Este es posiblemente el acontecimiento gastron¨®mico de mi d¨¦cada. M¨¢s alucinante que nada de lo que fuese que llevase todo el d¨ªa escribiendo.
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