Un para¨ªso con un pie de goma en el sal¨®n: as¨ª es la casa de Francesc Pons en Poble Nou
El interiorista ha hecho en su nuevo domicilio en Barcelona, un hedonista refugio en blanco, espejo y gris, un retrato de todas sus filias decorativas
Por tus l¨¢mparas te conocer¨¦, podr¨ªa ser un dicho de la profesi¨®n de interiorista. Y por sus l¨¢mparas se puede conocer a Francesc Pons (Barcelona, 54 a?os), un hombre que, cuando se independiz¨®, a los 27, lo primero que hizo fue comprarse una Toio. ¡°No ten¨ªa nada, solo la cama y la Toio¡±, r¨ªe. ¡°En ese momento era un dise?o al que nadie hac¨ªa mucho caso¡±, dice sobre ese desconcertante cl¨¢sico de 1962, dise?ado por Achille Castiglioni, compuesto por un transformador sobre una peana roja y un faro de moto colocado al final de un m¨¢stil fino como una ca?a de pescar.
Hoy esta l¨¢mpara est¨¢ mucho m¨¢s de moda que a mediados de los noventa y, aunque sigue junto a la cama, el escenario es menos precario. El dormitorio est¨¢ en el piso de arriba de la casa que Pons se acaba de terminar, un espacio abierto con doble altura y vistas a un jard¨ªn. Aqu¨ª est¨¢n todas sus l¨¢mparas: la Pipistrello, otro cl¨¢sico de los a?os sesenta dise?ado por Gae Aulenti ¡ªeste, con voluptuosa pantalla con forma de alas de murci¨¦lago¡ª que ¡°ha rodado de casa en casa¡±. Tambi¨¦n la Shogun, base cil¨ªndrica en blanco y negro y casco de chapa regulable como la cabeza de un samurai, un icono firmado por Mario Botta. Y las ¨²ltimas en llegar: un par de flexos Tizio ¡ªel modelo de Richard Sapper que decor¨® todos los despachos de los a?os ochenta¡ª que flanquean como dos saltamontes el mueble azul marino que hace de cabecero.
Decorativamente hablando, esta casa cumple todas las fantas¨ªas de su due?o. El interiorista menciona como influencias a Cini Boeri y la citada Gae Aulenti, dos de las arquitectas que definieron los interiores hedonistas y experimentales de los a?os sesenta. Tambi¨¦n fueron formativos los grandes de la arquitectura catalana de la segunda mitad del siglo XX. Apellidos como Coderch, Bonet, Correa o incluso Bofill, que dejaron una impronta de modernidad burguesa en los pisos de la ciudad condal, y de soleada comodidad en las segundas residencias de la Costa Brava.
¡°Y siempre me obsesionaron las casas de Paul Rudolph¡±, dice, aludiendo al arquitecto estadounidense que defini¨® cierta idea de minimalismo radical, pero confortable, y cuyo mejor ejemplo sigue siendo la vivienda neoyorquina que cre¨® para el dise?ador Roy Halston en los setenta: un lujoso escenario en impoluto blanco y gris donde cualquiera que no fuera desnudo o de esmoquin deb¨ªa sentirse rar¨ªsimo.
La casa de Pons, aunque de halstonesco tiene la moqueta gris, los rectil¨ªneos sof¨¢s de terciopelo, las mesas de espejo y una cortina verde oscuro que, accionada con un interruptor, corre sobre el ventanal de manera bastante espectacular, est¨¢ ubicada en lo que fue un estudio de arquitectura en Poble Nou, detr¨¢s de la Ciudad Ol¨ªmpica, y no en el uptown de Nueva York. Lo cual relaja el tono de forma inevitable: es m¨¢s f¨¢cil encontrarse al interiorista tomando un caf¨¦ descalzo y en pantal¨®n corto que posando de punta en blanco con tres camareros detr¨¢s (como s¨ª hizo Halston).
Aqu¨ª hablamos de un refugio, m¨¢s que de un escaparate o un showroom. No hay quincaller¨ªa relacionada con el teletrabajo ¡ªni papeles, ni silla de oficina, ni mesa de despacho¡ª; la ducha da al dormitorio con una puerta transparente y al entrar en la vivienda, aunque los espacios son despejados, uno tiene la sensaci¨®n de violar un santuario. Algo subrayado porque nada en esta casa se parece a nada de ahora. Ni el elegante despojo de Axel Vervoordt, ni el perifollo cottage, ni la calidez n¨®rdica en beis que se ha convertido en el estilo internacional de las promociones de obra nueva tienen mucho que ver con la pulcritud angulosa, mullida y sexy del universo que evoca Pons.
?l, que en sus inicios se atrevi¨® a revestir de moqueta y madera lacada tanto restaurantes de comida r¨¢pida como lujosas viviendas particulares, y que hoy practica una sosegada sofisticaci¨®n que acumula todo lo anterior, parec¨ªa tenerlo claro desde que plant¨® aquella l¨¢mpara en su cuarto. Ahora, lo primero que ha hecho ha sido colocar un pie de goma de Gaetano Pesce en el sal¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.