¡°Un cap¨ªtulo oculto de la historia de la arquitectura¡±: c¨®mo se acabaron sirviendo hamburguesas en un ovni
Concebido para el consumo de una poblaci¨®n familiar y acostumbrada al coche, el lenguaje arquitect¨®nico Googie, lleno de reclamos para estos establecimientos, se convirti¨® en referente del estilo de vida estadounidense

¡°Jovencita, ?c¨®mo se llama?¡±. ¡°Se?ora Mia Wallace¡±. ¡°?Y c¨®mo se llama su amigo?¡±. ¡°Vincent Vega¡±. ¡°Bien, a ver lo que saben hacer¡ ?vamos all¨¢!¡±. Fuera zapatos, dentro Chuck Berry, y a bailar. Resultado: una de las escenas m¨¢s memorables de la historia del cine.
Lo cierto es que el Jack Rabbit Slim¡¯s de Pulp Fiction (1994) es un garito alucinante. Neones de colores el¨¦ctricos, un scalextric gigante, imitadores de Buddy Holly, Marilyn Monroe y Mamie Van Doren como camareros, y Cadillacs descapotables reconvertidos en mesas como si se tratara de una pel¨ªcula de Elvis. Todos estos elementos configuran el paisaje perfecto para que Uma Thurman y John Travolta pidan hamburguesas ¡°sangrientas como el infierno¡± y ¡°batidos de cinco d¨®lares¡± mientras hablan sobre silencios inc¨®modos, masajes en los pies o el piloto de una serie, Bella Fuerza Cinco, que unos a?os despu¨¦s se concretar¨ªa en Kill Bill (2003).
Como es habitual en el cine, nada de lo que vemos en pantalla es real. O casi nada. Los exteriores del Jack Rabbit Slim¡¯s pertenec¨ªan a la Grand Central Bowl, una bolera y cafeter¨ªa construida en 1959 en Glendale que en la actualidad pertenece al campus del Walt Disney Imagineering. El interior, sin embargo, se rod¨® en un decorado construido en un almac¨¦n de Culver City en el que Quentin Tarantino arm¨® un gran ejercicio de nostalgia que rend¨ªa homenaje a uno de los estilos m¨¢s divertidos ¨Cy tambi¨¦n m¨¢s infravalorados¨C de la arquitectura del siglo XX: el Googie.
El cr¨ªtico de arquitectura Douglas Haskell acu?¨® el t¨¦rmino en 1952, despu¨¦s de un paseo en coche por Sunset Boulevard en el que se encontr¨® con la cafeter¨ªa Googie¡¯s, proyectada por John Lautner en 1949. Lugar de reuni¨®n de estrellas de Hollywood como James Dean, Natalie Wood, Lee Marvin y Steve McQueen, aquel lugar no ten¨ªa, en principio, nada excepcional. De hecho, no era m¨¢s que uno de los miles de establecimientos que se construir¨ªan en el sur de California entre el final de la Segunda Guerra Mundial y mediados de la d¨¦cada de 1960 para satisfacer a una poblaci¨®n anestesiada por el consumismo capitalista que no entend¨ªa ¨Cni pod¨ªa¨C moverse de otra manera que no fuera en coche. Los propietarios de gasolineras, moteles, supermercados, boleras, salas de cine, cafeter¨ªas y restaurantes concebidos para estar abiertos 24 horas al d¨ªa apostaron por un lenguaje arquitect¨®nico atrevido, y cuajaron Los ?ngeles de edificios peque?os acompa?ados de carteles luminosos colosales cuyo ¨²nico prop¨®sito era captar la atenci¨®n de los posibles clientes que pasaban a toda velocidad por las grandes avenidas comerciales californianas.

Fieles adeptos al optimismo tecnol¨®gico de posguerra, los arquitectos del Googie experimentaron con los materiales y sistemas t¨¦cnicos m¨¢s innovadores del momento. Pose¨ªan un dominio audaz del c¨¢lculo estructural, tal como demuestran las enormes cubiertas en voladizo que parecen desafiar las leyes de la gravedad, as¨ª como un buen gusto innato que plasmaban en composiciones de colores y texturas en las que todos los materiales ten¨ªan cabida: aplacados de piedra, gigantescos pa?os de vidrio de suelo a techo, alicatados cer¨¢micos decorados, y pl¨¢sticos y neones de todas las formas imaginables.
En clara sinton¨ªa con la cultura de dise?o de la Era Espacial, aquella arquitectura, descarada, sexy y aerodin¨¢mica, ¡°viola medio siglo de c¨¢nones modernos con un br¨ªo que exasperar¨ªa al mism¨ªsimo Mies van del Rohe¡±, escribi¨® Tom Wolfe en 1969. Sus arquitectos no participaban en el debate intelectual que se libraba en museos y universidades de Europa y la Ivy League. Prefer¨ªan los tebeos de Flash Gordon. Y no les iba nada mal. Eldon Davis, responsable junto a su socio Louis Arm¨¦t de la construcci¨®n de m¨¢s de cuatro mil coffee shops entre peque?os establecimientos en el sur de California y prototipos para franquicias como Denny¡¯s, sintetizaba con c¨¢ndida humildad en una entrevista a Los Angeles Times su principal motivaci¨®n para proyectar arquitectura: ¡°Nuestro objetivo era vender m¨¢s hamburguesas¡±.

El Googie transform¨® para siempre el paisaje urbano de las ciudades de California y, a continuaci¨®n, del resto de los Estados Unidos. Su popularidad desbord¨® las fronteras yankis gracias a una exposici¨®n medi¨¢tica que ha contribuido significativamente a perpetuar el mito arquitect¨®nico. Antes que Tarantino, los dibujos de Los Supers¨®nicos, Grease (Randal Kleiser, 1978), Peggy Sue se cas¨® (Francis Ford Coppola, 1986) o American Graffiti (George Lucas, 1973), con el extraordinario Mel¡¯s Drive-in como lugar de encuentro de sus personajes, han utilizado la arquitectura Googie como escenario de historias de urgencia juvenil que huelen a gasolina y gomina y suenan a rock & roll. Incluso esa alegor¨ªa andante del Englishness llamada Noel Gallagher se rindi¨® a los encantos del Googie para la portada del ¨¢lbum debut hom¨®nimo de su banda Noel Gallagher¡¯s High Flying Birds, en el que posaba junto a la gasolinera Union 76 (Beverly Hills, 1965), de Gin Wong.
I¡¯m lovin¡¯ it: de California al mundo
¡°En mi primera semana de viaje por Panam¨¢, esos arcos dorados eran lo ¨²ltimo que quer¨ªa ver¡±, cuenta Annie Schentag, historiadora de la School of Architecture and Planning de la University at Buffalo, con respecto a un reciente periplo por el pa¨ªs centroamericano. ¡°Buscaba la verdadera arquitectura paname?a, un paisaje local m¨ªtico. No la arquitectura del imperialismo estadounidense¡±.
El relato de c¨®mo una humilde hamburgueser¨ªa en San Bernardino (California) se acab¨® transformando en la m¨¢s exitosa franquicia de restaurantes de comida r¨¢pida se ha contado en numerosas ocasiones. La empresa fue creada por los hermanos Richard y Maurice McDonald en 1940, aunque no fue hasta unos a?os m¨¢s tarde que implementaron un innovador sistema de estandarizaci¨®n de sus operaciones que les permit¨ªa ofrecer un servicio ultra veloz. En 1954 un avispado vendedor ambulante con mucha agilidad para los negocios y pocos escr¨²pulos llamado Ray Kroc se uni¨® a la empresa y lo que vino despu¨¦s, como suele decirse, es historia. McDonald¡¯s hoy est¨¢ presente en 119 pa¨ªses con un total de 40.031 restaurantes abiertos, seg¨²n los datos publicados por la compa?¨ªa en 2021, y su reconocible logotipo dorado, como observaba con cierta frustraci¨®n la profesora Schentag, se encuentra en todo el planeta.

El local m¨¢s antiguo todav¨ªa en funcionamiento est¨¢ en Downey, una localidad situada estrat¨¦gicamente a medio camino entre Los ?ngeles y Disneyland. Fue el tercer restaurante de la cadena, abri¨® en agosto de 1953 y hoy se conserva pr¨¢cticamente igual que en su estado original. Es un edificio sencillo, muy peque?o, que despliega todos los rasgos t¨ªpicos del Googie: el descomunal cartel visible desde la carretera a varios cientos de metros; la cubierta inclinada sostenida con dos arcos dorados marca de la casa; el gran frente acristalado que permite a los clientes observar desde fuera c¨®mo preparan su comida dentro; el alicatado de piezas cer¨¢micas en franjas horizontales blancas y rojas; y luces. Muchas luces. Todo est¨¢ iluminado con neones y fluorescentes: los arcos dorados, el borde perimetral de la cubierta y el gran cartel junto a la carretera. Por la noche, esta peque?a hamburgueser¨ªa es, simple y llanamente, espectacular.
En su cruzada de expansi¨®n internacional, los directivos de la empresa pronto se dieron cuenta de que, si bien el producto pod¨ªa exportarse con m¨ªnimas variaciones ¨Cexisten h¨ªbridos como la McLobster canadiense o la Teriyaki McBurguer japonesa, se ofrecen McShawarma y McKebab en Israel, y el Big Mac se denomina Maharaj¨¢ Mac en la India¨C, deb¨ªan de ser algo m¨¢s flexibles respecto al tipo arquitect¨®nico. Al fin y al cabo, su restaurante cl¨¢sico responde a la organizaci¨®n territorial dispersa y al incuestionable culto al coche que vertebran los Estados Unidos. A veces, este modelo drive-in puede replicarse ¨Clo vemos en los extrarradios de todas nuestras ciudades¨C; otras veces, no.
En un momento en el que las grandes franquicias toman las calles comerciales de todas las ciudades del mundo hasta el punto de que apenas podemos diferenciar las unas de las otras, sorprende ¨Cy hasta satisface¨C toparse con un McDonald¡¯s ocupando una delicada construcci¨®n art dec¨® de 1938 en Melbourne, una mansi¨®n colonial de estilo Nueva Inglaterra de mediados del siglo XIX en Freeport (Maine), o un local ornamentado con ventanas y paneles de madera al estilo tradicional chino en Funzhou (China).


Los hay realmente elegantes, como la cajita de vidrio ¨Cque deja ver la escalera de caracol m¨¢s bonita que se haya podido ver en un restaurante de comida r¨¢pida¨C proyectada por Mei Architects en Rotterdam, y tambi¨¦n excesos kitsch como el restaurante con forma de envoltorio de Happy Meal en Guatemala. Hay un McDonald¡¯s con forma de pir¨¢mide en un balneario del Mar Muerto en el desierto de Judea, uno que parece un platillo volante en una ciudad obsesionada por los ovnis en Nuevo M¨¦xico y otro en un avi¨®n Douglas DC-3 en Nueva Zelanda. La cuenta de Twitter nonstandard mcdonald¡¯s recoge cientos de ejemplos inolvidables.
Arquitectura cool en peligro de extinci¨®n
La deriva actual de toma de conciencia con respecto al impacto que la comida r¨¢pida causa tanto en la salud de las personas como en la del planeta ha puesto el ojo en estas empresas. McDonald¡¯s est¨¢ respondiendo a esta crisis con un cambio de imagen que les ha conducido a replantear sus envases ¨Cdise?os mucho m¨¢s sencillos, gui?os a los ingredientes, colores llamativos¨C en busca de una proyecci¨®n m¨¢s sofisticada y saludable. ¡°Por eso en Europa la identidad corporativa pas¨® a ser de color verde, sustituyendo al rojo que s¨ª se mantuvo en Estados Unidos. Y lo mismo con los restaurantes¡±, se?alaba a ICON Design Fernando de C¨®rdoba, estratega de marca, contenidos y narrativa. ¡°Dejaron de ser el comedor escolar con paredes prefabricadas, y empezaron a llenarse de madera y materiales naturales¡±.
Desafortunadamente, estas operaciones de homogeneizaci¨®n a golpe de greenwashing constituyen una amenaza para la supervivencia de la arquitectura Googie. Los neones y el American way of life que simbolizan estas construcciones de carretera ya no molan. Este cambio de paradigma deja sin aliados a un estilo arquitect¨®nico que, a pesar de su gran aceptaci¨®n entre la clase popular, siempre ha sufrido el desprecio de la cr¨ªtica especializada y de gran parte de la profesi¨®n. Es ¡°un cap¨ªtulo oculto de la historia de la arquitectura¡±, denuncia Alan Hess, arquitecto, historiador, conservador y autor de los libros de investigaci¨®n m¨¢s importantes sobre el tema. Su conocimiento le ha servido para llevar a cabo campa?as de salvaci¨®n y proyectos de restauraci¨®n de algunas de las cafeter¨ªas m¨¢s ic¨®nicas del Googie californiano.

Sin embargo, apenas un pu?ado de estos locales gozan de cierto grado de protecci¨®n. Por ejemplo, el coffee shop Norm¡¯s La Cienega, con su preciosa cubierta retroiluminada con forma de diamante, fue incluido en el registro de monumentos hist¨®ricos de Los ?ngeles en 2015, y solamente despu¨¦s de que otros restaurantes de la franquicia en Santa M¨®nica y Westwood cerraran y fueran demolidos. Una vez m¨¢s, las instituciones responsables de la gesti¨®n y protecci¨®n del patrimonio arquitect¨®nico contempor¨¢neo fallaron; una historia triste que se repite en demasiadas ocasiones.
Puede que a este lado del Atl¨¢ntico ya hayamos aprendido lo que es ¡°un cuarto de libra con queso¡±. Tambi¨¦n que al otro lado ya sepan qu¨¦ es ¡°el Royale con queso¡± que tanta gracia les hac¨ªa a Vincent Vega y a Jules Winnfield. Pero unos y otros todav¨ªa tenemos pendiente aprender a cuidar los edificios que cuentan nuestra historia reciente. A veces no son ni museos, ni palacios, ni bibliotecas. Pueden ser peque?as cafeter¨ªas de carretera. Y es que, como dijo Steven Izenour ¨Ccoautor junto a Robert Venturi y Denise Scott Brown del gran manifiesto posmoderno Learning from Las Vegas¨C ¡°los edificios ordinarios tambi¨¦n pueden ser extraordinarios¡±.
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