Bridget Jones, 25 a?os despu¨¦s: los problemas de un personaje acusado de normalizar el acoso pero que reivindic¨® la imperfecci¨®n
La novela que revolucion¨® la llamada ¡®literatura para chicas¡¯ es hoy pasto de encendidas tribunas que o bien censuran o bien ensalzan a un personaje que ya parece historia de otro mundo pero tiene pendiente su regreso al cine
Bridget Jones naci¨® en una columna de opini¨®n del diario The Independent. En invierno de 1995 Helen Fielding, periodista y escritora brit¨¢nica de entonces 37 a?os, estaba trabajando en una ¡°esforzada y francamente ilegible novela sobre relaciones interculturales en el Caribe¡± cuando recibi¨® un encargo redentor. Le pidieron que escribiese una pieza semanal sobre su vida como mujer soltera asom¨¢ndose a la mediana edad en el Londres gentrificado del fin de milenio. Acept¨® sin excesivo entusiasmo porque, seg¨²n propia confesi¨®n, estaba ¡°tiesa¡± y necesitaba el dinero.
Para la columna, Fielding cre¨® un personaje que ven¨ªa a ser una versi¨®n desquiciada y alborotada de s¨ª misma. Empez¨® a imaginarla en una serie de situaciones m¨¢s o menos representativas del signo de los tiempos. Un domingo de resaca y consumo inmisericorde de alcohol, tabaco y comida basura. Un mi¨¦rcoles de entrevistas period¨ªsticas con especuladores inmobiliarios y cirujanos pl¨¢sticos. Un jueves de peleas con la b¨¢scula y mensajes ag¨®nicos en el contestador autom¨¢tico del jefe y amante ocasional que hab¨ªa empezado a hacerle la cobra.
El primer texto, publicado el martes 28 de febrero de aquel 1995 en que Inglaterra bailaba al ritmo del Bedtime Stories de Madonna y el Wake Up de Elastica, arrancaba con una frase certera y concisa: ¡°?Por qu¨¦ demonios no me ha llamado Daniel?¡±. Y nos informaba del peso de Bridget (57 kilos, en su opini¨®n, ¡°muy cerca ya de la obesidad¡±) y de que acababa de fumarse siete cigarrillos, bebido dos unidades de ¡°excelente¡± alcohol y consumido alrededor de 3.100 aborrecibles calor¨ªas.
He venido a hablar de mi libro
La autora dio por sentado que aquel humilde compendio de desastres cotidianos ¡°no iba a leerlo nadie¡±, que la columna durar¨ªa ¡°seis o siete semanas¡± a lo sumo y ella podr¨ªa volver a sumergirse muy pronto en su Caribe de ficci¨®n con, eso s¨ª, unos cientos de libras m¨¢s en la cuenta corriente.
Pero ese primer diario de Bridget Jones fue un ¨¦xito. En opini¨®n de Sophie Gilbert, redactora de The Atlantic, lo fue gracias a la sugerente voz narrativa de Fielding y a la encomiable vulnerabilidad de Bridget, una mujer capaz de incurrir en el autoodio ¡°sin por ello dejar de considerarse digna de ser amada¡±. Imagen emp¨¢tica y precisa de la solter¨ªa irredenta, la se?orita Jones alternaba los tragos de Chardonnay y la ingesta culpable de tarrinas de helado con ¡°un estridente empoderamiento femenino a lo Gloria Gaynor¡±. Gilbert vio en ella ¡°a la palad¨ªn de la masa arrinconada y exhausta¡± que sobrelleva la soledad mientras sue?a con sustituir alg¨²n d¨ªa el sexo espor¨¢dico ¡°por una relaci¨®n de pareja funcional¡±.
El resto es historia de la ficci¨®n popular contempor¨¢nea. La columna se convirti¨® en un libro, editado en el Reino Unido en 1996, y el libro en una pel¨ªcula brit¨¢nica pero orientada al mercado internacional que se estren¨® con enorme ¨¦xito en 2001. Antes, en 1998, hace ahora exactamente un cuarto de siglo, la novela cruz¨® el Canal de la Mancha y se public¨® en lugares como Estados Unidos y Espa?a.
A nuestro pa¨ªs lleg¨® en septiembre de ese a?o, de la mano de Lumen, en una edici¨®n que inclu¨ªa un reclamo m¨¢s bien tenue, e incluso condescendiente, en su contraportada (¡°es poco habitual encontrar una autora que escriba sobre las mujeres de hoy y sea realmente divertida e inteligente¡±), como si los editores no hubiesen calibrado a¨²n la bomba de relojer¨ªa cultural que ten¨ªan entre manos. Fielding acudi¨® a Espa?a a promocionarla y dej¨® alguna que otra perla para el recuerdo: ¡°Nick Hornby y yo somos amigos, nos conocimos en un pub cuando nos gan¨¢bamos la vida escribiendo rese?as de libros. Hace poco coincid¨ª con ¨¦l en una gira por Estados Unidos y no nos cre¨ªamos que ambos estuvi¨¦ramos en hoteles de cinco estrellas y con novelas convertidas en ¨¦xitos¡±. Luego vendr¨ªan tres libros m¨¢s (el ¨²ltimo, Bridget Jones¡¯s Baby. Los diarios, se public¨® en 2016) y otras dos pel¨ªculas a las que que pronto podr¨ªa sumarse una m¨¢s, lo que ha permitido a Fielding acumular un patrimonio que ronda los siete millones de euros.
Los traumas de entonces en las guerras de ahora
Estos d¨ªas, coincidiendo con el 25? aniversario de la edici¨®n internacional del libro, la novelista Elizabeth Egan ha abierto la caja de truenos con un controvertido art¨ªculo en The New York Times. En opini¨®n de Egan, que reconoce haber disfrutado la novela cuando era una joven ¡°impresionable¡±, El diario de Bridget Jones ha envejecido de manera ¡°atroz¡±. Tanto su hero¨ªna como los millones de lectoras que encontraron en ella un referente de feminidad contempor¨¢nea y un modelo de conducta, opina, ¡°merec¨ªan mejor suerte¡±.
Egan arguye que Bridget no deber¨ªa haber dedicado los mejores a?os de su vida a extenuarse en la b¨²squeda est¨¦ril de un pr¨ªncipe azul. Nunca debi¨® resignarse al acoso sexual recurrente al que la somet¨ªan gran parte de los hombres de su entorno inmediato, empezando por su jefe, Daniel Cleaver, siempre dispuesto a tomarse intolerables libertades con su cuerpo o a bromear de manera inapropiada sobre el tama?o de sus pechos, o el lascivo t¨ªo Geoffrey, ese amigo de sus padres al que tanto obsesiona pellizcarle las nalgas. Seg¨²n Egan, su estilo de vida kamikaze (tabaquismo, consumo inmoderado de alcohol, dieta disfuncional y an¨¢rquica) son m¨¢s dignos de conmiseraci¨®n que de autoindulgencia. Su feminismo reticente y sarc¨¢stico no tiene nada de feminista. Su obsesi¨®n con la delgadez cruza resueltamente la frontera del body shaming. Es m¨¢s, la novela ya ni siquiera resulta divertida. Le¨ªda con la actual perspectiva, el suyo viene a ser un humor coyuntural, torpe y desfasado.
Lo que plantea la autora, en definitiva, es que la Bridget Jones de 1995 (como la de 1996 y la cinematogr¨¢fica desde 2001, virtualmente id¨¦nticas a la anterior) no es apenas compatible con el clima cultural generado por la irrupci¨®n del movimiento #MeToo y la consolidaci¨®n del feminismo 4.0. La propia Helen Fielding parece aceptar con deportividad semejante veredicto en el documental de la BBC2 Being Bridget Jones, estrenado hace dos a?os. Preguntada por si El diario de Bridget Jones podr¨ªa publicarse ¡°tal cual¡± en 2020, la escritora contestaba con una sonrisa y un escueto: ¡°Gracias, #MeToo¡±.
?Las feministas no visten de rosa?
La autora ya hab¨ªa sido bastante expl¨ªcita al respecto en su contribuci¨®n al ensayo colectivo Feminist Don¡¯t Wear Pink (and Other Lies), coordinado por Scarlet Curtis y publicado en 2018. En ¨¦l, Fielding aporta nuevos fragmentos del diario dedicados a ilustrar el punto de vista de Bridget sobre una serie de episodios de acoso sufridos en el pasado. Son frases como esta: ¡°En aquella ¨¦poca asum¨ª, sin m¨¢s, que parte del peaje que deb¨ªa pagar para tener un trabajo estable era que mis jefes me mirasen los pechos con total descaro, ignorasen mi nombre y me sugirieran que me pusiese un vestido bien ce?ido para dar un est¨²pido discurso¡±. O esta otra: ¡°Si eso ocurriese ahora, tipos como Richard Finch, que me ofreci¨® la oportunidad de dar el gran salto a la televisi¨®n, pero reivindicando a cambio el derecho a echarle un tiento a mi culo y a mis tetas, perder¨ªan su trabajo, sin duda¡±. La ¨²nica excepci¨®n la hace con Daniel Cleaver, por considerar que la tensi¨®n sexual entre ambos justificaba, en cierta medida, su comportamiento: ¡°Podr¨ªa decirse que, si ¨¦l abus¨® de m¨ª, yo tambi¨¦n abus¨¦ de ¨¦l¡±.
Rosa Phelps, columnista de Varsity, coincide con Sophie Gilbert en la relectura en clave hostil del viejo cl¨¢sico de la llamada chick lit (que define la literatura pensada para chicas). Para ella, ¡°el omnipresente e indiscutible acoso sexual¡± lastra tanto la primera novela como su versi¨®n cinematogr¨¢fica: ¡°Depredadores como el se?or Fritzherbert, al que la propia Jones se refiere como Titspervert (¡¯el pervertido de las tetas¡¯), dan, por lo general, pie a chistes amables, lo que hoy equivaldr¨ªa a una normalizaci¨®n inaceptable de su comportamiento. Es m¨¢s, los depredadores ni siquiera son mostrados siempre como individuos pat¨¦ticos. La pel¨ªcula llega al extremo de romantizar el acoso al plantearlo como una forma leg¨ªtima de iniciar una relaci¨®n sentimental¡±. En apoyo de esta ¨²ltima tesis, Phelps lamenta que Daniel Cleaver, interpretado en la pel¨ªcula por un hombre ¡°obviamente atractivo¡± como Hugh Grant, abuse de su posici¨®n de poder enviando a Bridget un mensaje lascivo (¡°Posdata: Me gusta c¨®mo se ven tus pechos dentro de ese top¡±) y ella reaccione fantaseando con una futura boda.
Rebecca Nicholson, en The Guardian, matiza que, pese a todos los pesares, El diario de Bridget Jones, la pel¨ªcula, le sigue pareciendo ¡°una gloriosa e imperfecta oda a la imperfecci¨®n¡± y una digna representante de la ¨²ltima edad de oro de la comedia brit¨¢nica ¡°que ha envejecido de manera notable¡±. Asume su alto grado de incorrecci¨®n pol¨ªtica y su dudoso encaje en los actuales contextos de recepci¨®n cultural, pero la reivindica como un producto que extrae su comicidad y su sinsentido ¡°de un mundo que ha dejado de existir, para bien o para mal¡±.
En el universo de la primera Bridget Jones, recuerda Nicholson, ¡°la gente fumaba bajo techo, en hogares, restaurantes, oficinas y pubs, como si viviesen en un cap¨ªtulo de Mad Men y no en el Londres de 2001¡å. De igual manera, a la Bridget de 32 a?os ¡°le obsesionaba engordar y le mortificaba la perspectiva de convertirse en una solterona¡±. El contexto era otro, y resulta est¨¦ril juzgar ese mundo de ayer desde las nuevas certezas adquiridas en el presente.
Nicholson destaca, adem¨¢s, que la pel¨ªcula ten¨ªa aspectos francamente positivos, como esa fe inquebrantable en que hasta el peor de los problemas ¡°pod¨ªa resolverse reuniendo a un comit¨¦ de emergencia de familiares y amigos con los que discutirlo a fondo entre cigarrillos y alcohol¡±. Una perspectiva, remataba Nicholson, que a ella le result¨® tan deliciosa como ¡°cruel¡± cuando se permiti¨® el placer culpable de ¡°ver de nuevo la pel¨ªcula en tiempos de confinamiento por pandemia¡±.
Contra ¡°moralistas y esnobs¡±
Sin embargo, la m¨¢s contundente defensa de Bridget Jones, de la vigencia (y pertinencia) de su legado, tal vez sea la que ha hecho Pravina Rudra en The New Statement. Para ella, los ¡°esnobs literarios¡± y ¡°moralistas¡± aborrecen esta novela porque ¡°olvidan el importante papel de la ficci¨®n como espejo que nos muestra nuestros defectos y flaquezas¡±.
Rudra recuerda que la obra de Fielding mereci¨® en su d¨ªa ¡°el elogio de Salman Rushdie¡±, incorpor¨® a la lengua inglesa neologismos como fuckwits (que se tradujo alternativamente al espa?ol como ¡°sexistas¡± y ¡°gorrones emocionales¡±) o smug married (casados petulantes) y dio pie a que la actriz estadounidense Ren¨¦e Zellweger se convirtiese en una superestrella sin renunciar a su imagen de mujer ¡°normal¡±.
Rudra admite que los presuntos ¡°cr¨ªmenes¡± de Bridget Jones pueden parecer de una cierta gravedad en el contexto de 2023. Le obsesiona su peso ¡°y hace un compendio exhaustivo de las calor¨ªas que consume a diario¡±. Siente una obsesi¨®n malsana por un superior jer¨¢rquico que le env¨ªa mensajes irrespetuosos y prepotentes. No se respeta a s¨ª misma. Sin embargo, lo que est¨¢ en juego, prosigue Rudra, es ¡°algo mucho m¨¢s importante¡±: ?c¨®mo identificamos y denunciamos los defectos de nuestras sociedades, los mitos y prejuicios que lastran nuestro comportamiento, ¡°si no concedemos a la ficci¨®n el derecho a mostrarlo¡±? En otras palabras, ?acaso solo podemos empatizar con hero¨ªnas perfectas, sin m¨¢cula, y que reflejen nuestros valores y aspiraciones con congruencia absoluta y sin la menor fisura?
Si consideramos que la ficci¨®n ¡°no deber¨ªa presentarnos a una hero¨ªna con una extra?a fijaci¨®n por su peso, ?c¨®mo podemos llegar a plantearnos siquiera por qu¨¦ el espectro de la obesidad atormenta en mayor medida a las mujeres que a los hombres?¡±. En realidad, muy pocas novelas contempor¨¢neas (por no decir casi ninguna otra) pueden presumir de haber iniciado un debate ¡°honesto¡± sobre ¡°la alta prevalencia de la dismorfia corporal¡± entre la poblaci¨®n femenina. Rudra reconoce esas virtudes y atribuye el desprecio casi un¨¢nime que la novela suscita entre ¡°cierta cr¨ªtica¡± a un elitismo miope.
M¨¢s a¨²n. En la red pueden encontrarse trabajos acad¨¦micos como el de fin de grado de Carolina Zamora Leal, traductora, en el que se atribuye a Helen Fielding la creaci¨®n de un ¡°idiolecto¡± de ¨¦xito, certero, muy imitado y que ha enriquecido la lengua brit¨¢nica. Expresiones como ¡°s¨¢ndwich de queso incestuoso¡±, singleton (palabra que la propia Zamora propone como alternativa moderna, tambi¨¦n en castellano, a la anticuada y peyorativa expresi¨®n ¡°solterona¡±) o ¡°borrachera pospolvo¡± no solo describen realidades muy espec¨ªficas con mordacidad e ingenio: tambi¨¦n reflejan una manera peculiar, pertinente y contempor¨¢nea de entender la vida.
Todo eso (y mucho m¨¢s) sigue estando ah¨ª, en la Bridget Jones de la columna, los libros y las pel¨ªculas, un cuarto de siglo despu¨¦s de que la periodista de ficci¨®n m¨¢s ilustre desde Lois Lane aterrizase entre nosotros cargada con su fantas¨ªa, su causticidad y sus complejos. Defenderla resulta est¨¦ril. Bridget Jones, pese a todos sus defectos, siempre ha encontrado la manera de defenderse sola.
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