Putochinomaric¨®n, ser de aqu¨ª, de all¨ª o de ning¨²n lado: ¡°Me fui a Taiw¨¢n a buscar mis ra¨ªces y solo encontr¨¦ las de mi pelo¡±
Chenta Tsai hizo de los insultos su nombre art¨ªstico. En su proyecto m¨¢s ambicioso hasta la fecha, juega ahora a deconstruir la m¨²sica posinternet
¡°?De d¨®nde vienes? ?De d¨®nde vienes, de verdad? ?De d¨®nde son tus padres? ?Qu¨¦ pone en tus papeles? ?En tu documento nacional de identidad?¡±, pregunta la voz filtrada de Chenta Tsai Tseng, alias Putochinomaric¨®n, en el cierre de su nuevo mixtape: Afong (mordi¨® la mano del amo) (Elefant Records). Y se canta la respuesta para s¨ª: ¡°Pues la verdad es que no soy de aqu¨ª, ni soy de all¨¢¡±.
Para dejar de sentirse ¡°extranjera perpetua¡±, dice, viaj¨® a vivir a Taiw¨¢n, de donde sali¨® siendo un beb¨¦ de 10 meses junto a sus padres para instalarse en Vallecas (Madrid). En esos dos a?os y pico tuvo que afrontar lo que llama ¡°la romantizaci¨®n de la pertenencia. Me fui a buscar mis ra¨ªces y solo encontr¨¦ las de mi pelo¡±, ironiza. Sinti¨® lo que tantas veces le dec¨ªa su t¨ªa, que era un banana: blanco por dentro, amarillo por fuera. Tambi¨¦n que era un ABC, un american born chinese, otro t¨¦rmino peyorativo con el que se designa a la di¨¢spora china (aunque no sea nacida en EE UU) que ha perdido el nexo cultural con sus or¨ªgenes. All¨ª descubri¨®, por ejemplo, que cualquier cishetero se autodenomina ku¡¯er, el concepto chino derivado literalmente del t¨¦rmino occidental queer, porque en su traducci¨®n significa ¡®juventud guay¡¯.
Transcribir una charla con Putochinomaric¨®n es enfrentarse a infinidad de comillas y cursivas, las mismas que ¨¦l ha tenido que ir despejando a lo largo de sus 32 a?os de vida en la b¨²squeda de una identidad que ¡°est¨¢ m¨¢s abierta que nunca y cada vez deconstruyo m¨¢s. Con el tiempo tengo m¨¢s presente la doble conciencia de la que hablaba W.E.B. Du Bois [la experiencia posesclavista de los afroamericanos en EE UU, entre su propia herencia y el sistema opresivo en que viv¨ªan]. Vivo en esa intersecci¨®n entre la queeritud, la disidencia de g¨¦nero y mi chinitud, que siempre hab¨ªa entendido desde una perspectiva extremadamente colonial¡±, reflexiona.
A esa negociaci¨®n identitaria, Chenta suma el uso de todos los pronombres: pasa de referirse a s¨ª mismo en masculino a femenino y a no binario, indistintamente. Una fluidez que contrasta con su tard¨ªa salida del armario ante sus padres, profesores de idiomas, a los 27 a?os. ¡°Y no porque fuera una familia tradicional, pero hab¨ªa mucha ideolog¨ªa confucionista detr¨¢s. A eso se le sumaba el tema de la representaci¨®n: yo no crec¨ª viendo a personas asi¨¢ticas del este disidentas de g¨¦nero. No sab¨ªa c¨®mo utilizar mi cuerpo. Era como haber comprado un mueble del IKEA que viene sin manual de instrucciones. Llegu¨¦ a un punto de desrepresentaci¨®n en que no me ve¨ªa: ni en una relaci¨®n, ni saliendo de fiesta abiertamente, ni deseando; sobre todo deseando¡±. Internet se convirti¨® pronto en su refugio y punto de fuga. Sus primeros amores fueron netamente online. ¡°Imag¨ªnate, yo era marginada, racializada, disidenta¡ Estaba lejos de todo y, sin embargo, lo virtual me conectaba con todo. Me pasaba el d¨ªa en los foros de Chueca.com, de Tevi, en Chat.com, en Terra¡ Pero esas relaciones nunca llegaban al meatspace [espacios reales, en contraposici¨®n al ciberespacio]¡±.
Ah¨ª fue donde se forj¨® su yo digital y musical, Putochinomaric¨®n, apropi¨¢ndose del insulto para desactivarlo. Un avatar que, en un principio, dud¨® si deb¨ªa saltar al mundo f¨ªsico. ¡°Quer¨ªa ser un artista virtual, que nadie me viera en la vida real. Estaba conectando todas mis identidades a la vez, pero a¨²n estaba forjando qui¨¦n era y no sab¨ªa qu¨¦ quer¨ªa exponer en p¨²blico y mantener en privado¡±. En paralelo, hab¨ªa crecido el otro Chenta. El que fue admitido en la londinense St. Martins para estudiar dise?o de moda masculina, pero se qued¨® en Madrid, porque sus padres no se pod¨ªan permitir pagar esa pasta. El alumnne normative que sac¨® un 9¡ä5 en su TFG de arquitectura con un proyecto inspirado en Cedric Price y el estudio madrile?o n¡¯UNDO en el que propon¨ªa no construir nada. ¡°Yo quer¨ªa presentar 14 l¨¢minas vac¨ªas, pero, en cambio, present¨¦ la explicaci¨®n de todo eso¡±. El que acud¨ªa disciplinadamente al Real Conservatorio a estudiar viol¨ªn para despu¨¦s sacarse un buen dinero tocando en bodas y funerales. ¡°Yo era una persona muy tonta, pero soy muy trabajadora¡±, minimiza.
El proyecto musical que presenta ahora es su obra m¨¢s ambiciosa hasta la fecha. Cuatro mixtapes bajo el t¨ªtulo SMHD (Arte Contenido), donde ci?e el valor de la creaci¨®n musical en la era del streaming al acr¨®nimo del t¨ªtulo: segundos, minutos, horas, d¨ªas. Mejor lo explica ¨¦l. ¡°Est¨¢ basado en Home economics, presentado por el arquitecto Jack Self para la Bienal de Arquitectura de Venecia hace unos pocos a?os. En ¨¦l situaba el valor de los lugares, desde un Airbnb hasta el sof¨¢ de un Starbucks en el que encontramos wifi un rato, en funci¨®n del tiempo que los habitamos (horas, d¨ªas, meses, a?os), cuestionando todo el tema de la crisis de la vivienda contempor¨¢nea, la especulaci¨®n y la explotaci¨®n del mercado inmobiliario¡±. ?Y c¨®mo se traduce todo eso al pop? ¡°Yo hago m¨²sica como si fuera arquitectura. Si te fijas, cada vez hay menos m¨²siques y m¨¢s creadores de contenido. Desgraciadamente, los algoritmos rigen qu¨¦ tipo de contenidos tenemos que hacer si queremos que nos sigan streameando. Me parec¨ªa ir¨®nico dejar de categorizar la m¨²sica por g¨¦neros y empezar a categorizarla por escalas de tiempo. Jugar a hacer una especulaci¨®n de cu¨¢l va a ser el valor de la m¨²sica en base a su viralidad, porque ya no pesa si tu m¨²sica es relevante, sino por cu¨¢nto tiempo es relevante¡±.
Y para traducir todo esto, pone un ejemplo claro: ¡°T¨², como artista, en Spotify no cobras si tu canci¨®n no se streamea m¨¢s de 30 segundos. Por eso, si te fijas, cada vez se hacen canciones donde se salta m¨¢s r¨¢pido de estilo, para no perder tu atenci¨®n y que saltes a la siguiente canci¨®n. La m¨²sica es cada vez m¨¢s fragmentada. Pasa mucho en el k-pop, donde cada canci¨®n pasa de ser 15 segundos reguet¨®n a una base disco de otros 15 segundos y de repente se convierte en dembow¡±. ?l mismo deconstruye con iron¨ªa tambi¨¦n la identidad del sonido hyperpop, jugando a te?irla a cada momento de jungle, de digicore, de blog house, de glitch soul y hasta travisti¨¦ndolo de copla digital. ¡°Si a¨²n sigo negociando con mi identidad personal, imag¨ªnate con mi estilo musical. Por eso soy flexible, as¨ª que ll¨¢malo como quieras¡±, se r¨ªe antes de ponerse serio para la foto.
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