Cinco propuestas radicales para las redes
?Por qu¨¦ no obliga la UE a las grandes plataformas a vender sus empresas en Europa como hizo Trump en EE?UU con TikTok? Necesitamos ideas incisivas para sanear las redes
Hablamos de arreglarlas, pero no est¨¢n rotas. Muy al contrario, las redes sociales cumplen los objetivos para los que fueron dise?adas: capturar atenci¨®n, extraer datos y vender productos de manera barata, masiva y eficiente. Las funcionalidades que nos preocupan ¡ªla explotaci¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica de nuestros datos, la propagaci¨®n de noticias falsas y la polarizaci¨®n de la sociedad¡ª no son errores de dise?o como refleja el reciente documental El dilema de las redes sociales (Netflix), sino efectos colaterales de un modelo de negocio incompatible con la salud democr¨¢tica. Hemos tomado conciencia de ello, pero a¨²n no sabemos qu¨¦ hacer.
La reforma parece inevitable. El pasado octubre, la C¨¢mara de Representantes de Estados Unidos public¨® un informe de 450 p¨¢ginas sobre el abuso monopolista de Google, Apple, Facebook y Amazon; y el Comit¨¦ de Comercio del Senado interrog¨® a los jefes de Twitter, Google y Facebook sobre la norma conocida como Secci¨®n 230, que protege a las compa?¨ªas de la responsabilidad por el contenido publicado por sus usuarios, incluidas las campa?as de desinformaci¨®n. En Espa?a, el Gobierno ha aprobado un Procedimiento de Actuaci¨®n contra la Desinformaci¨®n para ¡°monitorizar y detener¡± esas campa?as.
Son grandes gestos que transmiten un gran desencanto con la era del big data, pero que, de momento, carecen de medidas espec¨ªficas para sanear la nube t¨®xica de la ¨²ltima revoluci¨®n industrial. Estas cinco medidas podr¨ªan desatascar el proceso.
1. Comprar las plataformas
Europa tiene la ley de protecci¨®n de datos m¨¢s estricta del mundo, con la capacidad de poner multas de hasta el 4% del volumen de facturaci¨®n anual de las empresas que se la saltan. Lamentablemente, la ley no se cumple, porque los organismos reguladores de la Uni¨®n Europea carecen de los recursos y del acceso necesarios para vigilar las infracciones de los gigantes tecnol¨®gicos. La soluci¨®n m¨¢s prometedora proviene de una fuente improbable: Donald Trump.
En 2020, Trump firm¨® dos ¨®rdenes ejecutivas para obligar a la empresa china ByteDance, due?a de TikTok, a vender todas sus empresas en EE UU para poder seguir operando en el pa¨ªs. Su argumento es que ?TikTok, la primera plataforma digital china que trasciende las fronteras asi¨¢ticas, con 800 millones de usuarios en todo el mundo, podr¨ªa estar espiando a ciudadanos estadounidenses, lo que supondr¨ªa un problema de seguridad nacional. Trump no tiene pruebas de ello. ByteDance asegura que los datos de los usuarios estadounidenses se almacenan en Virginia, con una copia de seguridad en Singapur, y que ?TikTok jam¨¢s facilitar¨ªa esos datos al Gobierno chino. Pero tiene razones para sospechar, porque la Ley de Seguridad Nacional de 2017 obliga a cualquier organizaci¨®n o ciudadano chino a ¡°apoyar, ayudar y cooperar con el trabajo de inteligencia estatal¡±. Esa ley es el equivalente a la Ley Patriota estadounidense, que permite al Gobierno espiar a trav¨¦s de plataformas digitales en nombre de la seguridad nacional. Y gracias a las filtraciones de Edward Snowden en 2013 sabemos que el Gobierno estadounidense y sus aliados nos esp¨ªan a trav¨¦s de los sistemas operativos que hoy usamos para hacer los deberes o rastrear la covid. Si oblig¨¢ramos a Google, Facebook, Amazon y Apple a vender sus operaciones eu?ropeas a una cooperativa de tecnol¨®gicas locales, no solo cumplir¨ªan la ley de protecci¨®n de datos. Recuperar la soberan¨ªa tecnol¨®gica nos permitir¨ªa ponerlas al servicio de nuestras necesidades bajo principios de transparencia adecuados, sin comprometer la privacidad de los ciudadanos y reactivando la industria tecnol¨®gica local.
2. Responsabilidad legal
Hizo falta un boicoteo de m¨¢s de 400 anunciantes para que Facebook se decidiera a tomar medidas contra el discurso del odio. Hicieron falta una pandemia y una injerencia rusa para que anunciara medidas contra la desinformaci¨®n. Su lento camino hacia la luz est¨¢ empedrado de contradicciones, como hemos vuelto a comprobar en las ¨²ltimas elecciones americanas. ?Qu¨¦ pasa cuando uno de los principales conspiradores es el presidente de EE UU y tu plataforma es la principal herramienta de marketing de su campa?a?
El ecosistema medi¨¢tico digital necesita c¨®digos de comportamiento, especialmente en lo que se refiere a contenidos que ponen en peligro la vida de las personas, como la desinformaci¨®n relativa al coronavirus o el discurso del odio. Pero Mark Zuckerberg tiene raz¨®n cuando dice que no deber¨ªan convertirse en los ¨¢rbitros de la verdad. No podemos dejar que sean las mismas empresas las que dise?en los est¨¢ndares, normas y l¨ªmites de la libertad de expresi¨®n en el mundo.
Y adem¨¢s no hace falta; las plataformas ya trabajan con otros modelos de responsabilidad. La gesti¨®n de la pornograf¨ªa infantil, por ejemplo, se realiza de forma interna, prepublicaci¨®n, con ayuda de algoritmos especializados, en consorcio multiplataforma, en colaboraci¨®n directa con las autoridades y siguiendo una normativa oficial, precedente y local. El discurso del odio, sin embargo, se basa en una descripci¨®n vaga y abierta, y se modera etiquetando de forma externa, cuando el contenido ya ha circulado por la Red. Las plataformas deber¨ªan colaborar con las autoridades competentes y aplicar los criterios del informe especial de la ONU publicado en 2013, dise?ado precisamente para proteger a las minor¨ªas del discurso de odio y la deshumanizaci¨®n.
3. Transparencia comercial
La ley de comunicaciones dice que ¡°las comunicaciones comerciales realizadas por v¨ªa electr¨®nica deber¨¢n ser claramente identificables como tales¡±. Pero Google y Facebook muestran una versi¨®n de la realidad a trav¨¦s de buscadores, timelines y sugerencias, sin que sepamos qui¨¦n la patrocina y c¨®mo altera el resultado final. Un usuario deber¨ªa poder saber qui¨¦n paga para que vea ciertos contenidos y no otros. Por ejemplo, pinchando una pesta?a y viendo todas las empresas que han pujado en los resultados de su b¨²squeda o la selecci¨®n de contenidos que ve. O accediendo a las listas segmentadas donde aparece: hipsters con psoriasis, ni?os con problemas de obesidad, adolescentes inseguros que escuchan a Billie Eilish, hombres j¨®venes que acaban de comprar su primer arma, padres primerizos a punto de comprarse un coche¡ Una empresa de cosm¨¦ticos puede hacer una campa?a para adolescentes que acaben de ser dejadas o enga?adas por sus novios, con un contenido que refleje su verg¨¹enza y les d¨¦ una soluci¨®n: compra este peeling facial y esta laca de u?as y este color de pelo. Una campa?a pol¨ªtica que busque padres de familia en paro puede dise?arse para echar la culpa de todos los problemas a los inmigrantes. Una compa?¨ªa farmac¨¦utica puede pagar para que los hipocondriacos solo lean noticias inquietantes sobre virus, superbacterias y g¨¦rmenes, y proyectar un ambiente de peligro que favorezca sus productos. Los usuarios deber¨ªan poder saber en tiempo real qu¨¦ marcas, partidos o campa?as patrocinan su dieta medi¨¢tica y as¨ª poder relativizar esa realidad.
4. Acceso universal
Las plataformas digitales nos ofrecen una visi¨®n del mundo que ha sido dise?ada algor¨ªtmicamente para nosotros y que, en consecuencia, es diferente de la que ven los dem¨¢s. La clave de la polarizaci¨®n que vivimos es esa falta de realidad compartida; sin la premisa de una realidad compartida, no hay posibilidad de debate, empat¨ªa o consenso. Deber¨ªamos ser capaces de ver el mundo a trav¨¦s de los ojos de otros usuarios, saber qu¨¦ noticias leen, escuchar su programa favorito y entender su visi¨®n del mundo, para establecer un marco de entendimiento y comprensi¨®n mutua, imprescindible para la vida en sociedad.
5. Portabilidad
?Cu¨¢nta gente se cambiar¨ªa de piso si no pudiera llevarse sus propios muebles, libros, plantas, agendas y ropa en la mudanza? Parte de la atracci¨®n gravitatoria de las grandes plataformas tecnol¨®gicas reside en la imposibilidad de trasladar toda la informaci¨®n invertida durante a?os a otra plataforma cualquiera, aunque sea de la competencia. O de borrarla, para poder desaparecer sin dejar rastro.
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