Cambio clim¨¢tico: el planeta ajusta cuentas con las empresas
El calentamiento global, al que contribuyen muchas compa?¨ªas con pol¨ªticas contaminantes, empieza a pasar una factura millonaria a los resultados corporativos. Muchas compa?¨ªas optan por mutar y adaptarse
Vivimos tiempos en los que es m¨¢s f¨¢cil imaginar el fin del mundo que el final del capitalismo. Una famosa vi?eta en la revista The New Yorker relata con inteligencia este callej¨®n oscuro. Sentado frente a una hoguera, en una especie de coro de medianoche, y detr¨¢s de un paisaje apocal¨ªptico, un hombre trajeado le cuenta a tres chicos: ¡°S¨ª, se destruy¨® el planeta. Pero por un hermoso momento en el tiempo creamos mucho valor para los accionistas¡±.
Este es el capitalismo del siglo XXI. Un ideario econ¨®mico que mezcla optimismo e irresponsabilidad. Pero donde el dinero siempre encuentra un resquicio para su particular esperanza. Cuando el cambio clim¨¢tico se ha convertido en la mayor amenaza a la existencia y la sociedad promueve una insurgencia verde, las empresas revelan su posici¨®n. Perciben enormes riesgos pero tambi¨¦n ingentes oportunidades. El Acuerdo de Par¨ªs de 2015 es preciso. El incremento medio de la temperatura no puede superar los dos grados y si es posible deber¨ªa frenarse en 1,5?C respecto a los niveles preindustriales. El precio resulta alto. ¡°La Uni¨®n Europea cree que ser¨¢n necesarios al menos 180.000 millones de euros anuales hasta 2030 para descarbonizar la energ¨ªa y mantener la temperatura en esos m¨¢rgenes. M¨¢s de uno debe estar frot¨¢ndose las manos¡±, sostiene Emilio Ontiveros, presidente de Analistas Financieros Internacionales (AFI). El capitalismo y sus compa?¨ªas quieren monetizar el clima extremo y sacar partido a nuestro dist¨®pico futuro. Aunque agiten la fragilidad. ¡°El calentamiento global inevitablemente pondr¨¢ a prueba la resiliencia de nuestros sistemas pol¨ªticos y econ¨®micos¡±, aventura Nicholas Stern, presidente del Centro para el Cambio Clim¨¢tico, Econom¨ªa y Pol¨ªtica de la London School of Economics (LSE).
Este viaje que el hombre y sus empresas emprenden hacia lo desconocido fue cartografiado por la organizaci¨®n CDP (anteriormente Carbon Disclosure Project). La firma de an¨¢lisis medioambiental pregunt¨® a 7.000 grandes compa?¨ªas del mundo cu¨¢les son los ¡°riesgos y oportunidades¡± del calentamiento de la Tierra. La agencia Bloomberg adelant¨® en enero algunas de esas respuestas. Una visita guiada a la condici¨®n empresarial y humana. Las farmac¨¦uticas, por ejemplo, tienen su singular receta. Eli Lilly asocia el desastre clim¨¢tico a un mayor riesgo de diabetes por ¡°una menor actividad f¨ªsica, una disrupci¨®n en los suministros tradicionales de alimentos y el aumento de la inseguridad alimentaria¡±. Un drama con recompensa. Podr¨ªa incrementar la demanda de sus productos que tratan esa enfermedad. Otro gigante del sector, la alemana Merck, imagina una ¡°expansi¨®n del mercado para los art¨ªculos relacionados con enfermedades tropicales, incluidas aquellas que se transmiten por el agua¡±. Y Apple revela la exc¨¦ntrica manera en la que piensan las tecnol¨®gicas. La compa?¨ªa de Cupertino cree que ¡°a medida que la gente empiece a experimentar con mayor frecuencia sucesos clim¨¢ticos severos¡± estar¨¢n m¨¢s unidos a sus m¨®viles. Porque ayudan a mantener el contacto con sus seres queridos y adem¨¢s el iPhone puede ¡°usarse como linterna¡±. Trasciende algo de irreal en todas esas respuestas, pero refleja el ilegible planeta que podr¨ªa aguardarnos.
Al otro lado, las compa?¨ªas espa?olas proponen una interpretaci¨®n m¨¢s ortodoxa del mundo. ¡°El 94% [enviaron informaci¨®n 49 firmas] cree que existen oportunidades cambiando el modelo de negocio¡±, relata un portavoz del CDP. Sobre todo (85%) a partir de nuevos servicios y productos bajos en carbono. Inditex entiende los beneficios de utilizar fibras que consumen poca agua, NH habla del crecimiento de los edificios verdes, BBVA de las opciones que deparan los 700.000 millones de d¨®lares anuales necesarios hasta 2030 para crear infraestructuras sostenibles e Iberdrola viaja con el viento de las energ¨ªas renovables.
Sin embargo la preocupaci¨®n es igual de intensa que una llamarada. El negacionismo clim¨¢tico de Trump no convence a muchas de sus grandes empresas. Walt Disney teme que en los parques haga demasiado calor para sus visitantes, AT&T tiene miedo de que los incendios forestales y los huracanes inutilicen las antenas de telefon¨ªa y Coca Cola se cuestiona si seguir¨¢ habiendo suficiente agua para embotellar su refresco estrella. Dudas que arraigan en la tierra. ¡°Los mayores desaf¨ªos de la adaptaci¨®n al clima extremo son la producci¨®n agr¨ªcola y el acceso al agua potable¡±, detalla Lucas White, gestor del GMO Climate Change Fund. Entramos en espacios de la incertidumbre. ¡°Las empresas que embotellan aguas utilizando PET est¨¢n bastante preocupadas. Por el uso del pl¨¢stico y por la huella de carbono que generan. De ah¨ª que trabajen en formatos m¨¢s ligeros¡±, analiza Javier Vello, socio responsable de retail de la consultora EY. Coca Cola y Heineken, por ejemplo, persiguen esa estrategia.
Pero si existe un lugar donde la tierra y el agua crean un barro ¨²nico es en la vi?a. Mariano Garc¨ªa, uno de los grandes en¨®logos de Espa?a, la conoce bien. Naci¨® en Vega Sicilia. Fue responsable de su mito durante 30 a?os, y desde los a?os 70 suena a Mauro, San Rom¨¢n, Terreus.
Mayo baja c¨¢lido en Quintanilla de On¨¦simo (Valladolid). Las hileras de vi?as se disponen con orden marcial. Mariano pasa la mano por una de ellas. Parece que la hablara. La conoce desde hace 27 a?os.
¡ª ?Nota el cambio clim¨¢tico?¡ª, pregunta el periodista¡ª.
¡ª Estamos plantando en terrenos m¨¢s altos¡ª, revela¡ª. Si antes lo normal era a 700 metros ahora nos movemos entre 800 y 850. Tierras m¨¢s pobres donde se da mayor contrataste t¨¦rmico entre el d¨ªa y la noche.
Las vides han encontrado un refugio en la altitud. Pero otras agriculturas est¨¢n m¨¢s expuestas. Ebro Foods admite el peligro de la ¡°destrucci¨®n de cosechas¡± y Henk Hobbelink, coordinador de la oeneg¨¦ Grain, vaticina que cada vez ¡°habr¨¢ mayores problemas para acceder al agua de riego¡±. Esto tendr¨¢ implicaciones financieras sorprendentes. Christopher J. Goolgasian, director de investigaci¨®n clim¨¢tica de la gestora Wellington, prev¨¦ que los ¡°activos m¨®viles¡± ser¨¢n m¨¢s valiosos que los ¡°fijos¡±. ¡°Por ejemplo, los equipos agr¨ªcolas sobre las granjas y los cruceros frente a los parques tem¨¢ticos¡±. De regreso a esa tierra, base de la alimentaci¨®n humana, la industria propone soluciones entre inquietantes y necesarias. Algunas las trae el trabajo Winds of Change firmado por Barclays. El banco propone incluir aditivos en la alimentaci¨®n de las vacas para que expulsen menos metano, pasar de consumir prote¨ªna bovina a prote¨ªna de pollo (reducir¨ªa un 88% las emisiones de CO2), volver al pastoreo en los bosques y recurrir a la ingenier¨ªa gen¨¦tica.
Sin embargo es imposible adivinar el ADN del mundo al que vamos. Las Naciones Unidas nos han dado un plazo de 12 a?os antes de que el desastre resulte imprevisible. Pero las finanzas no tienen tanto tiempo. Los mercados viven en el presente y saben ¡ªporque se juegan dinero¡ª que el horizonte puede ser una tragedia. ¡°Conseguir una reducci¨®n a mediados de siglo de entre el 70% y el 90% en las emisiones de gases de efecto invernadero conlleva una transformaci¨®n completa de la estructura del sector energ¨¦tico, automovil¨ªstico, agr¨ªcola y qu¨ªmico, entre otros muchos¡±, desgrana Simon Webber, gestor del fondo ISF Global Climate Change de Schroders. El coste ser¨¢ inmenso. Tambi¨¦n las oportunidades. La gestora estima que har¨¢n falta dos billones de d¨®lares anuales durante la pr¨®xima d¨¦cada para mitigar el impacto y adaptar el sistema econ¨®mico. ¡°Es el equivalente a toda la econom¨ªa de Estados Unidos¡±, resume Carla Bergareche, directora general de Schroders en Espa?a y Portugal.
Hay demasiado en juego y las finanzas reaccionan al ver peligrar su patrimonio. En 2100, el valor en riesgo derivado del cambio clim¨¢tico sobre el total de los activos gestionados en el mundo ser¨¢ de unos 4,2 billones de d¨®lares (3,7 billones de euros). ¡°Por eso, los inversores est¨¢n m¨¢s concienciados que las empresas, las administraciones p¨²blicas o los consumidores frente al calentamiento global¡±, refrenda Ricardo Pedraz, experto de AFI. Las emisiones de bonos verdes superan ya los 160.000 millones de d¨®lares y el nuevo mantra en los mercados son las inversiones bajo criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ASG).
Aunque si existe un territorio donde el negocio se mira en las oscuras ojeras de la noche es en los seguros. El cambio clim¨¢tico podr¨ªa provocar que las clases medias no puedan pagar sus primas. Solo los incendios de California le han costado a las mayores reaseguradoras del mundo 24.000 millones de d¨®lares (21.400 millones de euros). Ernst Rauch, jefe de Climatolog¨ªa de Munich Re, adelanta que los precios subir¨¢n. Esto podr¨ªa ser una amenaza al orden social. Nicolas Jeanmart, responsable de seguros personales y macroeconom¨ªa de Insurance Europe, que representa a 34 asociaciones de aseguradoras europeas, reconoc¨ªa en The Guardian la amenaza. ¡°No comentar¨¦ nada sobre ese tema¡± ¡ªenmienda a El PA?S¡ª, ¡°pero el sector est¨¢ preocupado. La continua subida de las temperaturas en el planeta puede hacer cada vez m¨¢s dif¨ªcil ofrecer la protecci¨®n financiera asequible que las personas merecen y la sociedad moderna necesita para funcionar correctamente¡±.
Una vez m¨¢s, las p¨¦rdidas se han convertido en la verdadera temperatura del desaf¨ªo. En los ¨²ltimos tres a?os, calcula Morgan Stanley, los desastres clim¨¢ticos asociados con el calentamiento global han costado al mundo 650.000 millones de d¨®lares (580.000 millones de euros). Y el futuro funde a negro. En 2040, el precio podr¨ªa ser de 54 billones (48,1 billones de euros). Habr¨¢ que aceptar derrotas. La atm¨®sfera acumula tal cantidad de gases que algunos de sus efectos son ya imposibles de revertir. Sin embargo, a¨²n estamos a tiempo de evitar lo peor. ¡°Desde un punto de vista econ¨®mico y tecnol¨®gico, es todav¨ªa f¨¢cil permanecer por debajo de dos grados cent¨ªgrados¡±, defiende James Hansen, una referencia mundial en ciencia clim¨¢tica, en The New York Times. Solo hay que comenzar a eliminar las emisiones de di¨®xido de carbono. El tremendo problema es que no hemos empezado a hacer nada de eso. Al contrario. El a?o pasado ¡ªseg¨²n Bloomberg¡ª se invirtieron 300.000 millones de d¨®lares (268.000 millones de euros) en energ¨ªas limpias. El 8% menos que en 2017. Un tercio de la ca¨ªda proviene de la decisi¨®n de China de reducir desde junio las ayudas a las solares.
Si el Sol falla, la Tierra se volver¨¢ oscura. Porque el mundo sigue quemando combustibles f¨®siles. Exxon Mobil, una de las mayores petroleras, tiene previsto bombear nada menos que un 25% m¨¢s de gas y petr¨®leo en 2025 frente al que extrajo en 2017. ¡°Si el resto de la industria persigue incluso un crecimiento m¨¢s modesto las consecuencias para el clima ser¨ªan desastrosas¡±, alerta The Economist. Y a?ade: ¡°El mercado no puede resolver por s¨ª solo el clima extremo¡±. Toda esta desafecci¨®n recuerda al arranque de Preg¨²ntale al polvo, de John Fante. ¡°Era una noche vital para m¨ª o pagaba o me iba: es lo que dec¨ªa la nota que la casera hab¨ªa deslizado por debajo de la puerta. Un problema relevante, merecedor de una atenci¨®n enorme. Lo resolv¨ª apagando la luz y ech¨¢ndome a dormir¡±. Cuenta m¨¢s el sue?o que el ma?ana. El IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos Sobre el Cambio Clim¨¢tico, por sus siglas en ingl¨¦s) estima que para prevenir la elevaci¨®n de las temperaturas por encima de 1,5?, el empleo de gas y petr¨®leo debe caer un 20% en 2030 y el 55% durante 2050. Y hay que dejarlos enterrados en la tierra, donde pertenecen. Si fu¨¦semos fieles a los compromisos deber¨ªan quedarse sin usar el 35% de las reservas conocidas de crudo, el 52% de las de gas y un 88% de las de carb¨®n. ?Lo consentir¨¢n los mercados? Una pista. El grado de exposici¨®n de las entidades financieras europeas a empresas que basan su modelo de negocio en recursos f¨®siles supera el bill¨®n de euros. Una respuesta. ¡°Desde que se adopt¨® el Acuerdo de Par¨ªs, los 33 mayores bancos del mundo han destinado 1,9 billones de d¨®lares [1,7 billones de euros] a combustibles f¨®siles¡±, denuncia un portavoz de BankTrack, una red de oeneg¨¦s que vigila el comportamiento financiero. El peor banco del desastre clim¨¢tico ¡ªcritica la organizaci¨®n¡ª es el estadounidense JPMorgan Chase. Entre 2016 y 2018 aport¨® 196.000 millones de d¨®lares (175.000 millones de euros) a estas energ¨ªas. Mientras, HSBC, impert¨¦rrito, respalda plantas de carb¨®n en Vietnam, Bangladesh e Indonesia. A cerca de este hartazgo, The Guardian public¨® en abril un art¨ªculo cuyo t¨ªtulo es un editorial: ?C¨®mo parar el cambio clim¨¢tico? Nacionalizando las petroleras. Y volvi¨¦ndolas ¡ªaunque sea a la fuerza del Estado¡ª verdes.
Falla la ¡®bala m¨¢gica¡¯ del carbono
Las soluciones contra el cambio clim¨¢tico saltan como casquillos de un revolver. Reforestaci¨®n, acuerdos internacionales efectivos, tecnolog¨ªa de captura de carbono, energ¨ªa nuclear (quiz¨¢), aumento de las ayudas a las renovables, reducci¨®n de los apoyos a los combustibles f¨®siles, reforma de las tierras de labranza, acuicultura y el famoso impuesto al carbono. La bala m¨¢gica frente al desastre. Si emites CO2 pagas y cuanto m¨¢s contaminas; m¨¢s pagas. La idea, econ¨®micamente, es un s¨®lido plat¨®nico, pero pol¨ªticamente tiene las aristas de un dodecaedro. La energ¨ªa, ya sea para el transporte o el consumo dom¨¦stico, es uno de los mayores gastos del hogar. Y en unos tiempos de inequidad, p¨¦rdida de la clase media y precariedad, muchos, sobre todo pol¨ªticos, creen que ser¨¢n los m¨¢s fr¨¢giles quienes paguen el precio del final del mundo. William Nordhaus, premio Nobel en Econom¨ªa, lo contaba muy bien en The New York Times. "Puede que sea bueno para la naturaleza, pero los votantes no ver¨¢n el atractivo de reducir sus ingresos". El equilibrio resulta muy inestable cuando la realidad y el di¨®xido de carbono se disuelven. Entonces, ?qu¨¦ quedar¨¢ cuando no quede nada? "Poner un precio muy alto al carbono podr¨ªa influir en que el sector energ¨¦tico y otras industrias invirtieran en mercados o tecnolog¨ªas bajas en esas emisiones", observa Nicholas Stern, presidente del Centro para el Cambio Clim¨¢tico, Econom¨ªa y Pol¨ªtica de la London School of Economics (LSE). "Pero no es suficiente. Tiene que estar respaldado por pol¨ªticas que atajen los fallos del mercado y apoyen la transici¨®n de todos a econom¨ªas m¨¢s bajas en carbono". Cuenta la punter¨ªa.
El cambio podr¨ªa estar en marcha. Nadie, hemos visto, cuida mejor del dinero que el propio dinero. Climate Action 100+, una alianza de varios de los mayores inversores del planeta, que maneja 32 billones de d¨®lares en activos, ha forzado a Shell, BP y Glencore (una de las principales mineras de carb¨®n del mundo) a asumir compromisos medioambientales alineados con Par¨ªs y, adem¨¢s, exige a las compa?¨ªas que revelen c¨®mo afectar¨¢ a su balance el calentamiento global. Algo hasta ahora voluntario. ¡°Las empresas deber¨ªan estar legalmente obligadas a publicar sus vulnerabilidades clim¨¢ticas¡±, reconoce Antoni Ballabriga, director de negocio responsable de BBVA. ¡°Resulta fundamental para que los inversores y los bancos podamos gestionar de forma adecuada los riesgos del clima y su impacto financiero¡±.
Ese rumbo de colisi¨®n parece inevitable para la industria automovil¨ªstica. Espa?a se juega m¨¢s de dos millones de empleos. El futuro de muchas personas y del sector hiere como un cuchillo de doble filo. O producir m¨¢s veh¨ªculos de gasolina, que es lo que demanda el consumidor, o acelerar la electrificaci¨®n y soportar una ca¨ªda (?temporal?) de los beneficios. Espa?a parece tener que escoger entre el cero y la nada. ¡°El ma?ana es el veh¨ªculo el¨¦ctrico. Y los c¨¢lculos para la econom¨ªa nacional son negativos¡±, augura Roberto Ruiz-Scholtes, director de estrategia de UBS en Espa?a. ¡°Las bater¨ªas vienen de Asia. Los grandes productores, y quienes tienen la delantera en investigaci¨®n, son firmas coreanas como LG y Samsung, que env¨ªan a Europa el coche casi montado. Los fabricantes espa?oles ser¨¢n ensambladores de chasis¡±, avisa. Hasta 2025, el pa¨ªs puede perder el 1% de su PIB y m¨¢s de 40.000 puestos de trabajo.
Otra di¨¢spora distinta es la que vivir¨¢ el turismo. ¡°Si aumenta la temperatura promedio, las visitas se desestacionalizar¨¢n, como ocurre en Canarias, y mejorar¨¢n los destinos en latitudes m¨¢s elevadas¡±, prev¨¦ Ricardo Pedraz, de AFI. Muy atento, el mundo observa a China. ¡°El gigante es el futuro del turismo mundial¡±, sostiene Giles Alston, experto de la consultora Oxford Analytica. ¡°Todo depender¨¢ de la relaci¨®n que el pa¨ªs establezca entre cambio clim¨¢tico y viaje¡±.
Pero nadie conoce el futuro. Nadie viste hoy el traje que llevar¨¢ ma?ana. Mango lo sabe. Las estaciones ya no se suceden de forma repentina. ¡°Cada vez prestamos m¨¢s esfuerzo y empe?o a las colecciones de transici¨®n¡±, cuenta un portavoz de la firma textil. El cambio clim¨¢tico modifica la refracci¨®n de la luz. Se adaptan colores ca¨ªdos del oto?o a tejidos ligeros y se aplican colores veraniegos a materias con m¨¢s peso. ¡°Utilizamos tejidos m¨¢s livianos en agosto y abrigamos la colecci¨®n de octubre a febrero¡±, comenta. Todo en una industria que consume mucha agua y genera un gran desperdicio. Por eso ensaya la econom¨ªa circular.
Las el¨¦ctricas se enfrentan a un movimiento distinto: la falta de viento. Y tambi¨¦n de agua. Iberdrola ha recurrido a su particular cinta m¨¦trica del posible desastre. Ha imaginado que llueve menos y que cambia la pluviosidad de las estaciones. Una ca¨ªda del 5% de la producci¨®n tendr¨ªa una repercusi¨®n a medio plazo en el margen de unos 20 millones de euros. N¨²meros asumibles. ¡°Los riesgos f¨ªsicos [da?os en las instalaciones] del cambio clim¨¢tico no tendr¨¢n un impacto catastr¨®fico sobre las cifras del Grupo¡±, apuntan. Tampoco los aires sobre Siemens Gamaesa. Sus aerogeneradores permiten que sus clientes mitiguen su huella de carbono en m¨¢s de 233 millones de toneladas anuales de CO2. Un girar que se expande. ¡°En Estados Unidos, la energ¨ªa e¨®lica ya es la m¨¢s barata¡±, se?ala Eric Borremans, experto en sostenibilidad de la gestora Pictet AM.
Pese a la esperanza, este mundo que camina son¨¢mbulo hacia un posible desastre pedir¨¢ cuentas. ¡°A las empresas que han contaminado, a las compa?¨ªas que han financiado el negacionismo y tambi¨¦n a aquellas que conscientes de los da?os que causaban los han ignorado¡±, avisa Nicholas Stern. Puede sucederles lo mismo que a la industria del tabaco, puede que las se?alen con el dedo y puede que las sienten en el banquillo. Al menos ocho ciudades estadounidenses, un estado y cinco condados est¨¢n demandando a alguna de las mayores petroleras del mundo. Ese eco atraviesa mares. ¡°Todav¨ªa no hemos avanzado en un reconocimiento de da?os en Espa?a tan intenso para que se pueda vivir algo similar a Estados Unidos. Pero no tengo una bola de cristal; as¨ª que tampoco lo descarto¡±, previene Juan Carlos Hernanz, socio de Cuatrecasas. Hay que actuar. De lo contrario, las cosechas se perder¨¢n, las sequ¨ªas e inundaciones llegar¨¢n, el clima extremo y las olas de calor matar¨¢n y millones de personas se ver¨¢n obligadas a abandonar sus hogares. Y el hombre ser¨¢ una absurda especie que una vez cont¨® un disparatado relato alrededor de un coro de medianoche.
El clima extremo amenaza al capitalismo
El relato empieza por la ¨²ltima frase. ?Puede el actual sistema capitalista resolver un problema que ¨¦l mismo ha creado? ¡°Cabe el escepticismo, sobre todo despu¨¦s de la estampida del Acuerdo de Par¨ªs de Donald Trump y los suyos¡±, reflexiona Emilio Ontiveros, presidente de Analistas Financieros Internacionales (AFI). El calentamiento global es el mayor desaf¨ªo econ¨®mico que ha sentido el hombre y el conflicto m¨¢s dif¨ªcil de resolver del mundo. Evitar los terribles da?os que podr¨ªa provocar exige, como sosten¨ªa hace poco un grupo de cient¨ªficos de las Naciones Unidas, cambios en el comportamiento humano que no tienen ¡°precedentes hist¨®ricos documentados¡±. Nos adentramos en lo desconocido. Y todo est¨¢ sobre la mesa. Hay que repensar la relaci¨®n entre trabajo, propiedad y capital. La transformaci¨®n de la econom¨ªa industrial exigir¨¢ a los Gobiernos mirar a los ojos de la nueva realidad. Renta b¨¢sica universal, programas que protejan a los trabajadores frente al paro que trae la disrupci¨®n tecnol¨®gica; una sociedad de valores distintos. Nada que pueda ser ¨²til deber¨ªa ser ajeno a la discusi¨®n. Hacen falta transformaciones si no queremos ver un planeta de millones de desamparados. ¡°Lo que necesitamos es que el capitalismo se adapte a la realidad social y clim¨¢tica y las empresas cumplan los Objetivos de Desarrollo Sostenible, definidos por Naciones Unidas¡±, apunta el economista Jos¨¦ Carlos Diez.
Es imprescindible la terquedad de la insistencia. La inacci¨®n no tiene lugar. Incluso el capitalismo est¨¢ amenazado. Un trabajo de Solomon Hsiang, Marshall Burke y Edward Miguel, profesores de Econom¨ªa en las universidades de Stanford y Berkeley, revela que en naciones de por s¨ª c¨¢lidas cada grado Celsius de calentamiento rebaja, de media, un punto porcentual el crecimiento del pa¨ªs. Solo hay que comparar para entender que el n¨²mero es enorme. En la Gran Depresi¨®n se perdi¨® un 15% de la riqueza global y el crash de 2008 redujo el 2% el PIB del planeta. Esas predicciones pueden ser correctas o no, pero nadie niega que el hombre, irresponsable, baila embriagado con una daga en la mano. El Banco Mundial calcul¨® el a?o pasado que 800 millones de personas que viven a lo largo del sur de Asia podr¨ªan terminar en la pobreza extrema la pr¨®xima d¨¦cada por el cambio clim¨¢tico. Es f¨¢cil encontrar datos que son una oda al desaliento. Un reciente informe de la Universidad de Stanford evidencia que el clima extremo ha aumentado la desigualdad econ¨®mica desde los a?os sesenta. Nadie habla de un juego de suma cero. Ha enriquecido a los pa¨ªses fr¨ªos (Noruega, Suecia) y frenado el crecimiento de las tierras c¨¢lidas (Nigeria o la India). La injusticia dibuja nuevos meridianos. "Si la econom¨ªa se plantea como una m¨¢quina de crecimiento perpetuo vamos en contra de los l¨ªmites del planeta", advierte Lara L¨¢zaro, investigadora principal de Cambio Clim¨¢tico del Real Instituto Elcano.
El hombre habita un punto cr¨ªtico. O reacciona ya o gobernar¨¢ su propio imperio de desolaci¨®n. Queda, eso s¨ª, esperanza. Movimientos como Extinction Rebellion, la propuesta de un New Green Deal en Estados Unidos o el activismo de la adolescente sueca Greta Thunberg porta el compromiso de millones de personas que rechazan heredar un planeta de cat¨¢strofes inevitables. Las horas aun no matan, solo hieren. "Creo que, con las pol¨ªticas adecuadas, es posible un sistema capitalista que funcione mejor y para todo el mundo", concede Nicholas Stern, presidente del Centro para el Cambio Clim¨¢tico, Econom¨ªa y Pol¨ªtica de la London School of Economics (LSE). "Hace falta actuar de forma decisiva, pero para eso sirve el proceso pol¨ªtico, si est¨¢ bien hecho", puntualiza. Regreso a la salida. ?Puede el actual sistema capitalista resolver un problema que ¨¦l mismo ha creado??
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