No te lo perdonaremos jam¨¢s, Boris Johnson
Si fomentas el ascenso de jetas y mentecatos, luego no puedes asombrarte de que hagan payasadas
Las risas con Boris Johnson son una falta de consideraci¨®n. Fue a una cita y no sab¨ªa si eso era trabajo o una fiesta. ?Qui¨¦n no ha pasado por eso? Llegar a la oficina y que aquello sea un cachondeo, o aparecer en una fiesta y que todo el mundo est¨¦ hablando del curro. Al menos en las fiestas la gente dice lo que piensa, sobre todo hacia el final, no como en muchas reuniones de trabajo. Pero esta pol¨¦mica merece una reflexi¨®n. Es para preguntarse qu¨¦ concepto tiene Johnson de lo que es el trabajo y, sobre todo, de lo que es una fiesta, una confusi¨®n que llega al punto de que no sepa distinguirlos, algo alarmante en un jefe de Gobierno. Qu¨¦ s¨¦ yo, podr¨ªa llegar a suceder que dijera tonter¨ªas en una rueda de prensa e incluso mintiera a la naci¨®n, como si estuviera en una verbena.
La verdad, con este hombre ya era dif¨ªcil saber si hablaba sobrio, pues por las cosas que dice muchas veces parece ebrio, sin haber tomado nada. Quiz¨¢ luego sea uno de esos borrachos serios que se ponen solemnes al tercer gin-tonic, y es que en ese caso tal vez lo preferir¨ªamos as¨ª. Pero es un imposible, no le puedes exigir eso a un primer ministro, no aguantar¨ªa el ritmo. Es demasiada responsabilidad para los ciudadanos, tener su salud sobre la conciencia. Aunque visto como lleva ¨¦l la salud de los dem¨¢s sobre la suya puede que incluso sea un trato justo. Comprom¨¦tase a mantener un nivel et¨ªlico l¨²cido, como en la pel¨ªcula Otra ronda, y los dem¨¢s haremos la vista gorda, pues hacerla ahora con los l¨ªos que arma ya no es posible. En su favor debemos decir que se ha exagerado porque viendo las fotos eso no parece una fiesta. Si lo es, desde luego es una muy aburrida. De hecho, una de las m¨¢ximas atracciones de sus saraos era jugar al Pictionary, que una tarde puede ser, pero todas es para salir corriendo. Uno se pregunta qu¨¦ pinta all¨ª. Saltarse las normas de una pandemia hist¨®rica para que te acepten pulpo como animal de compa?¨ªa es el c¨²mulo de la excepcionalidad. En esas fotos no hay nadie haciendo la conga, uno de los requisitos b¨¢sicos de una pachanga que se precie, al margen de un bol de aceitunas que nadie toca. Un fiest¨®n como Dios manda habr¨ªa despertado una simpat¨ªa inconfesable. Lo imperdonable es pisotear todas las reglas para organizar un bodrio, con las ganas que todos hubi¨¦ramos cogido una juerga en ese momento de haber tenido la oportunidad. No te lo perdonaremos jam¨¢s, Boris Johnson, jam¨¢s. T¨² que pod¨ªas y ah¨ª hablando tan formal con una tabla de quesos en el jard¨ªn en vez de bailar Paquito el Chocolatero con la camisa por fuera.
Es una lecci¨®n muy actual y perentoria para todos. Si fomentas el ascenso de jetas y mentecatos, luego no puedes asombrarte de que hagan payasadas. Es una actitud que ya permea la sociedad toda y tambi¨¦n aqu¨ª sobran los ejemplos. Pero vamos mejor a Dinamarca, donde el Museo de Arte Contempor¨¢neo de Aalborg acaba de denunciar a un artista porque cree que los ha enga?ado. Este genio, un tal Jens Haaning, ten¨ªa una obra que consist¨ªa en dos marcos de vidrio llenos de billetes con el sueldo anual de un austriaco y un dan¨¦s. Al museo le gust¨®, le pidi¨® que lo repitiera en una exposici¨®n sobre el mundo laboral y le pag¨® 72.000 euros. Su sorpresa fue que recibi¨® los dos marcos vac¨ªos. Con un nuevo t¨ªtulo: Toma el dinero y corre. El autor lo explic¨® as¨ª: ¡°La obra de arte es que cog¨ª su dinero. No es un robo, es un incumplimiento de contrato y el incumplimiento de contrato es parte del trabajo¡±. Podr¨ªa haberlo dicho Boris Johnson.
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