Las ¨¦lites quieren peque?as reformas del capitalismo para evitar cambios radicales
Los aspirantes a reformistas piden subir impuestos a los ricos y apoyan el ¡°capitalismo verde¡±
Existe la inquietud creciente, entre los elementos reformistas de la ¨¦lite transnacional, de que el empeoramiento de las desigualdades amenace la estabilidad del capitalismo global y de que deba haber alg¨²n tipo de redistribuci¨®n. Estas ¨¦lites no han parado de revolver en busca de maneras de reformar el sistema con el fin de salvar el capitalismo de s¨ª mismo y de otros cambios, m¨¢s radicales, desde abajo. En 2017, Mark Bertolini, presidente ejecutivo de Aetna, una compa?¨ªa de seguros de salud valorada en 250.000 millones de d¨®lares, advirti¨®: ¡°Con el modelo actual de capitalismo, si no hacemos nada, el capitalismo acabar¨¢ destruido. Cuando el 65% de la gente menor de 35 a?os cree que el socialismo es un modelo mejor, tenemos un problema. Por lo tanto, a menos que lo cambiemos nosotros, cambiar¨¢ ¨¦l¡ y, quiz¨¢, no para bien¡±. Es posible que estas preocupaciones se hayan generalizado con la ca¨ªda en picado del sistema hacia una crisis m¨¢s profunda. ¡°A veces una crisis se prolonga durante varias d¨¦cadas¡±, se?al¨® Gramsci. ¡°Esto significa que en la estructura se han revelado contradicciones insuperables, mientras las fuerzas pol¨ªticas que operan positivamente para la conservaci¨®n de la propia estructura se afanan en aliviarla dentro de ciertos l¨ªmites¡±. Marx y Engels observaron de igual modo en El manifiesto comunista que hay elementos entre la clase capitalista que ¡°desean mitigar las injusticias sociales, para garantizar de este modo la perduraci¨®n¡± de su poder.
A diferencia de la respuesta neofascista a la crisis, la estrategia reformista aboga por imponer ciertas restricciones sobre el objetivo inmediato de obtener beneficios en aras de garantizar la estabilidad general del imperio capitalista. Seg¨²n los reformistas, la culpa de las desigualdades no recae sobre el propio sistema capitalista, sino sobre una organizaci¨®n institucional concreta. Consideran que el sistema puede reformarse mediante pol¨ªticas como las propuestas por Thomas Piketty en El capital en el siglo XXI, cuya publicaci¨®n, en 2013, se recibi¨® con gran entusiasmo entre parte del establishment acad¨¦mico, medi¨¢tico y pol¨ªtico precisamente porque converg¨ªa con la agenda reformista de cada vez m¨¢s ¨¦lites e intelectualidades transnacionales. Los aspirantes a reformistas piden una nueva regulaci¨®n limitada de las fuerzas de mercado globales, medidas redistributivas con moderaci¨®n, como subida de impuestos a corporaciones y ricos, un impuesto sobre la renta m¨¢s progresivo, la reintroducci¨®n de programas de asistencia social y un ¡°capitalismo verde¡±. Tambi¨¦n les preocupaba que unos niveles extremos de desigualdad erosionaran las perspectivas de crecimiento y obtenci¨®n de beneficios. La OCDE, el club de los 34 pa¨ªses m¨¢s ricos, avisaba en un informe de 2015 de que ¡°la brecha de la desigualdad global ha alcanzado un punto de inflexi¨®n¡±. El informe no se deten¨ªa mucho en la injusticia social que representa esa desigualdad, ni en el sufrimiento que conlleva para gran parte de la poblaci¨®n. Pero s¨ª subrayaba que ¡°una elevada desigualdad lastra el crecimiento¡± y recomendaba subirles los impuestos a los ricos.
Es muy revelador que algunos de los propios economistas y legisladores que dise?aron el programa neoliberal y se lo impusieron al mundo a trav¨¦s de instituciones estatales transnacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, as¨ª como Estados Unidos y otras naciones poderosas, encabecen ahora la cr¨ªtica al ¡°fundamentalismo del mercado¡±, expresi¨®n acu?ada por George Soros. Este financiero y especulador multimillonario, nacido en Hungr¨ªa, se hizo famoso en 1992 cuando hundi¨® la econom¨ªa brit¨¢nica vertiendo libras esterlinas por un valor aproximado de 10.000 millones de d¨®lares en los mercados de divisas internacionales, lo que le vali¨® un beneficio de 1.000 millones de d¨®lares de la noche a la ma?ana. Este magnate de Wall Street emple¨® por primera vez la expresi¨®n ¡°fundamentalismo de mercado¡± en su superventas de 1998 La crisis del capitalismo global, donde sosten¨ªa que la fe ciega en las fuerzas del mercado estaba provocando un aumento de las desigualdades y unas crisis constantes que amenazaban la estabilidad del sistema. Otra voz destacada entre los reformistas es la de Joseph Stiglitz, quien, como primer vicepresidente y economista jefe del Banco Mundial entre 1997 y 2000, ayud¨® a imponer el neoliberalismo por todo el planeta, pero luego se revel¨® como contrario al neoliberalismo tras la crisis financiera asi¨¢tica de 1997-1998. (¡)
Desde que el capitalismo global entr¨® en crisis, estos y otros anta?o ap¨®stoles del neoliberalismo han centrado la agenda p¨²blica en la pobreza y las desigualdades globales. Sus libros se han convertido en ¨¦xitos de ventas y textos de referencia en asignaturas universitarias. Han ayudado a asentar la hegemon¨ªa de un discurso comedidamente reformista en esa agenda que, en realidad, aprovecha para abrirle el mundo al capital transnacional dentro de un nuevo marco de regulaci¨®n transnacional y redistribuci¨®n moderada a trav¨¦s de la tributaci¨®n y de redes de seguridad social limitadas. (¡) Los reformistas de las ¨¦lites transnacionales parecen ahora depositar sus esperanzas en la posibilidad de regenerar la econom¨ªa y evitar m¨¢s crisis, a trav¨¦s de inversiones a gran escala en infraestructuras mundiales y en un ¡°capitalismo verde¡± con supuestas tecnolog¨ªas medioambientales. (¡)
Es probable que la digitalizaci¨®n o un ¡°capitalismo verde¡± den pie a una nueva ronda de expansi¨®n capitalista que compense de manera temporal la crisis de sobreacumulaci¨®n. Sin embargo, aun asumiendo que ¡°capitalismo verde¡± no es un ox¨ªmoron y que de verdad puede frustrar el holocausto ecol¨®gico, esa expansi¨®n no tiene por qu¨¦ hacer retroceder la amenaza de un Estado policial global. Para que eso suceda, tendr¨ªa que haber una redistribuci¨®n mundial y hacia abajo de la riqueza, que pudiera reducir las desigualdades globales, la exclusi¨®n y la miseria y atenuar el imperativo del sistema de ampliar el control social y la represi¨®n. Mientras no se produzca esa redistribuci¨®n, no hay motivo para esperar que la inversi¨®n en un sector o infraestructura de energ¨ªas alternativas privada y con ¨¢nimo de lucro resuelva las penurias de la humanidad excedente y el precariado. Tambi¨¦n es posible que la digitalizaci¨®n tenga un efecto sobre la econom¨ªa global y la mano de obra global, o que las pol¨ªticas reformistas contrarresten la tendencia hacia la expansi¨®n de la mano de obra excedente y precaria. Esto significa que la consolidaci¨®n del Estado policial depende del resultado de la lucha entre fuerzas sociales y sus distintos proyectos pol¨ªticos.
Las esperanzas depositadas en un ¡°capitalismo verde¡± respaldado por ¨¦lites ilustradas son reflejo de no pocos planteamientos que tienden a asumir que la crisis de la humanidad puede resolverse sin una confrontaci¨®n con los poderes que operan en la sociedad global, y que unos grupos y clases cuyos intereses son en esencia antagonistas pueden juntarse en alg¨²n proyecto unificado sobre la base de la persuasi¨®n moral o un llamamiento a la raz¨®n. La suposici¨®n subyacente parece ser que solo hace falta iluminar, con ese llamamiento a la ¨¦tica y a la raz¨®n, a quienes mandan sobre nosotros (o decirles que, para sus intereses estrat¨¦gicos a largo plazo, les viene bien escoger un camino que no sea el del Estado policial global), en lugar de una lucha para construir un contrapoder desde abajo y destronar a esos gobernantes. Pero hay que repetir una y otra vez que es el impulso implacable del capital por acumular lo que lo lleva a saquear el medio ambiente, a expropiar tierras y recursos, a arrasar y expoliar comunidades del mundo y a imponer un Estado policial global para contener las explosivas contradicciones de un sistema fuera de control.
Ap¨²ntate aqu¨ª a la newsletter semanal de Ideas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.