Socialismo milenial en EE UU
En Estados Unidos el temido t¨¦rmino 'socialista' ya no es tab¨² entre los j¨®venes. Son cr¨ªticos con la brecha de desigualdad y el 'statu quo' y han encontrado su voz en Alexandria Ocasio-Cortez
Una de las mayores fracturas pol¨ªticas actuales, junto con la de campo/ciudad, es la generacional. Y, m¨¢s que en otros lugares, esto se hace visible en el mundo anglosaj¨®n. Si se hubiera escrutado ¨²nicamente el voto de los menores de 25 a?os en las ¨²ltimas elecciones legislativas brit¨¢nicas, el Partido Conservador no hubiera obtenido ni un solo esca?o en la C¨¢mara de los Comunes. El voto de los j¨®venes, que ya hab¨ªa sido mayoritariamente contrario al Brexit, fue en masa al Partido Laborista, que hab¨ªa emprendido un acercamiento a sus bases desde el siempre impredecible liderazgo de Jeremy Corbyn. En las lecciones de 2017 supo cortejar con acierto las ansias de movilidad ascendente frustradas por la crisis econ¨®mica.
A pesar de sus muchas diferencias, en Estados Unidos encontramos una tendencia parecida. Y aqu¨ª lo m¨¢s relevante es observar c¨®mo los mileniales, la generaci¨®n nacida entre los a?os 1981-1996, han conseguido romper el tab¨² del calificativo de ¡°socialista¡± en dicho pa¨ªs. Un sondeo de Gallup muestra c¨®mo el 51% de los j¨®venes tiene una visi¨®n positiva del socialismo.
Este ¨²ltimo dato aparece en un amplio art¨ªculo de The Economist ¡ªamplificado desde su misma portada¡ª donde se aprecia cierta perplejidad ante el fen¨®meno. El semanario brit¨¢nico hace una llamada de atenci¨®n ante muchas de estas posiciones por su ¡°ingenuidad¡± en lo que se refiere a su conocimiento de la realidad de la econom¨ªa y la pol¨ªtica fiscal, pero es comprensivo con estas actitudes dada la desigualdad galopante, la asimetr¨ªa en el reparto de las oportunidades y los problemas ambientales. A mi juicio, sin embargo, la condescendencia cr¨ªtica de la publicaci¨®n respecto a las posibles soluciones pol¨ªticas que ofrece el nuevo socialismo estadounidense yerra el objetivo. A¨²n estamos lejos de saber si tiene algo as¨ª como un ¡°programa¡±, o si responde m¨¢s a elementos expresivos que a otra cosa. La gran pregunta que hay que hacerse no es si existe una nueva sensibilidad izquierdista entre los j¨®venes ¡ªalgo que parece confirmado¡ª, sino en qu¨¦ se concretar¨¢.
Dejemos ahora de lado lo que pueda ocurrir en otros pa¨ªses democr¨¢ticos, sujetos tambi¨¦n en parte a la misma din¨¢mica, y concentr¨¦monos en el fen¨®meno tal y como se presenta en Estados Unidos, porque es precisamente ah¨ª donde encontramos sus rasgos m¨¢s interesantes. Hay que pensar que es el ¨²nico pa¨ªs desarrollado donde no ha existido nunca una tradici¨®n socialista propiamente dicha, y donde el izquierdismo se aglutinaba en torno al difuso calificativo de ¡°liberal¡±, m¨¢s o menos equivalente a nuestro ¡°progresista¡±. Quienes iban m¨¢s all¨¢ y defend¨ªan una mayor ruptura con el statu quo eran tachados de ¡°radicales¡±, sin mayor especificaci¨®n. El que ahora se recurra a otro ep¨ªteto, ¡°socialista¡± o ¡°dem¨®crata-socialista¡±, como les gusta calificarse a personajes como la joven congresista Alexandria Ocasio-Cortez, es, pues, algo m¨¢s que una an¨¦cdota. Expresa un intento de explorar nuevos territorios de acci¨®n pol¨ªtica, no adscribirse sin m¨¢s al socialismo hist¨®rico de estirpe marxista.
Aqu¨ª es donde hay que ir a buscar su originalidad, el dar la espalda al izquierdismo estadounidense tradicional ¡ªo al europeo¡ª y el tratar de abrirse camino por otros derroteros. Cu¨¢les sean estos es la gran cuesti¨®n. Y no tiene una respuesta simple. Entre otras cosas, porque tampoco est¨¢ construyendo un relato propiamente dicho al que poder enhebrar una praxis pol¨ªtica. Construye desde las ruinas del frustrado proyecto de Obama o el del mismo Bernie Sanders, que lo volver¨¢ a intentar en las primarias del Partido Dem¨®crata. Pero tampoco se erige desde la nada. El movimiento Occupy Wall Street dej¨® tras de s¨ª toda una pl¨¦tora de nuevas publicaciones, sitios o comunidades de activistas en la Red, que siguen en funcionamiento y haciendo ruido y que a¨²n ocupan una buena parte del espacio p¨²blico.
Sanders o el movimiento Occupy han vuelto a politizar la desigualdad. Ya no se ve como inevitable
Lo ¨²nico cierto es que el socialismo estadounidense comparte las tres premisas fundamentales de la izquierda del Partido Dem¨®crata: a) una cr¨ªtica sin paliativos a la desigualdad social creada por la econom¨ªa neoliberal y las medidas fiscales adoptadas en los ¨²ltimos a?os a favor de los que m¨¢s tienen; b) la acusaci¨®n a los hiperricos y a las grandes empresas de haber desatendido sus obligaciones comunitarias y de transformar su ingente poder econ¨®mico en continuos privilegios pol¨ªticos; y c) la exigencia de subvertir este estado de cosas en programas sociales expansivos que vayan mucho m¨¢s all¨¢ del derecho a una sanidad universal. Si se quedaran aqu¨ª, sin embargo, a los socialistas mileniales habr¨ªa que identificarlos sin m¨¢s con el ala socialdem¨®crata de dicho partido. Pero sus objetivos parecen m¨¢s amplios.
El hecho diferencial
Para la mayor¨ªa de quienes se sienten identificados con dicho r¨®tulo, la sem¨¢ntica de lo que sea ¡°socialismo¡± no se deja reducir exclusivamente a la dimensi¨®n convencional. David Graeber, un anarquista confeso, autor del libro Trabajos de mierda (Ariel, 2018), al ser preguntado por lo que para ¨¦l significa este socialismo milenial lo ten¨ªa claro: ¡°Yo lo comparar¨ªa a lo que ocurri¨® con el feminismo y el abolicionismo en su d¨ªa. De lo que se trata es de cambiar las percepciones morales de la gente¡±. Por eso, no puede dejar de lado las cuestiones identitarias: ¡°Socialismo es feminismo, socialismo es antirracismo, socialismo es LGTBI¡±. Recordemos que esta necesidad de porfiar sobre lo identitario y la diversidad ¡ªlas cuestiones divisivas por antonomasia¡ª fue donde intelectuales como Mark Lilla vieron la explicaci¨®n del triunfo de Trump. La otra identidad, la blanca, se sinti¨® tambi¨¦n interpelada y, al final, pas¨® lo que pas¨®.
El socialismo milenial, siguiendo el camino trazado por pol¨ªticos como Sanders o movimientos como Occupy, ha vuelto a politizar la desigualdad, que ya no se ve como una externalidad inevitable. Es m¨¢s, los j¨®venes estadounidenses viven cotidianamente el endeudamiento derivado de las altas tasas universitarias y el pago de los seguros sanitarios. Para conseguir el objetivo hay que apuntar a las grandes fortunas, a las que Ocasio, por ejemplo, querr¨ªa imponer un tipo fiscal del 70%. Aqu¨ª la clase media, cuyos salarios apenas se han movido en t¨¦rminos relativos desde hace cuatro d¨¦cadas, deber¨ªa ser tambi¨¦n parte de la coalici¨®n. La opresi¨®n no se articula solo a partir de criterios econ¨®micos: abandonar en su nombre la lucha por el reconocimiento de determinadas minor¨ªas queda del todo excluido.
El socialismo milenial no debe prescindir de la espontaneidad, pero necesita a las instituciones
Hoy habr¨ªa, adem¨¢s, nuevos desaf¨ªos que hipotecan nuestro futuro y exigen una acci¨®n pol¨ªtica inmediata. El m¨¢s urgente es, desde luego, el cambio clim¨¢tico. El Green New Deal ser¨ªa el instrumento para hacerlo. No queda m¨¢s remedio que reestructurar la econom¨ªa para alcanzar dos fines al mismo tiempo: eliminar las emisiones de efecto invernadero y aprovechar a la vez este impulso de reorganizaci¨®n de las pol¨ªticas econ¨®micas para crear mayor prosperidad para todos, una nueva redistribuci¨®n de los recursos. Y est¨¢n tambi¨¦n los nuevos desaf¨ªos sobre el empleo derivados de la robotizaci¨®n y la aplicaci¨®n masiva de la inteligencia artificial. En contraste indudable con la sensibilidad estadounidense mayoritaria, hablar de algo como una renta b¨¢sica de reinserci¨®n ha dejado de ser tab¨². Si muchos j¨®venes caen rendidos ante esta nueva forma de ¡°socialismo¡± esto se debe en gran parte a que las cuestiones y los retos del futuro han encontrado al fin un hueco en la agenda de la pol¨ªtica cotidiana.
Teor¨ªa y praxis
La experiencia acumulada de todo el izquierdismo muestra que el mundo real no se deja impresionar por quienes tratan de ponerlo en cuesti¨®n. Deben pasar al primer plano las disputas relativas al ¡°?qu¨¦ hacer?¡±, y la estrategia necesaria para traducir los objetivos en pol¨ªticas efectivas. Y aqu¨ª es donde el socialismo milenial se encuentra con los mayores problemas. Porque, de un lado, no puede prescindir ¡ªlo lleva en su ADN generacional¡ª de la creatividad y espontaneidad que permiten las redes. Pero de otro, como se vio con el propio Occupy, sin una conexi¨®n efectiva con las instituciones de la democracia formal todo puede quedar reducido al final a meros fuegos de artificio. Sin incorporarse a las instituciones no hay cambio, pero quedar encajado en sus din¨¢micas, pace Obama, nos condena a la frustraci¨®n.
Por ahora no se ven, empero, como caminos excluyentes, juega en ambas dimensiones. Y con bastante ¨¦xito. Ocasio vuelve a ser un ejemplo interesante porque ha conseguido que su presencia en el Congreso acapare todas las miradas. No en vano, transmite los detalles de lo que all¨ª acontece a trav¨¦s de sus cuentas de Twitter e Instagram, acercando al gran p¨²blico los detalles de la vida parlamentaria, hasta ahora opacos. A la vez, eso no le impide mostrar una profesionalidad intachable, como pudo verse en su riguroso interrogatorio al exabogado de Trump Michael Cohen.
El desaf¨ªo para este nuevo autoproclamado socialismo est¨¢ en trasladar a esas mismas instituciones las energ¨ªas democr¨¢ticas que se encuentran en su activismo de base. El proyecto tiene y tendr¨¢ sentido en la medida en que pueda articularse en torno a una matriz de organizaciones locales, debates online, diferentes f¨®rmulas de activismo o experimentos que conecten la autoorganizaci¨®n de grupos con los fines p¨²blicos, algo as¨ª como la creaci¨®n de compa?¨ªas tipo Uber o Airbnb de propiedad social de los que habla Graeber. Queda mucho por hacer, pero que The Economist ande preocupado muestra a las claras que se trata de algo m¨¢s que un mero impulso ut¨®pico.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
M¨¢s informaci¨®n
Archivado En
- Desigualdad econ¨®mica
- Donald Trump
- J¨®venes
- Indignados
- Desigualdad social
- Estados Unidos
- Partido Dem¨®crata EE UU
- Feminismo
- Juventud
- Norteam¨¦rica
- Marxismo
- Ideolog¨ªas
- Partidos pol¨ªticos
- Mujeres
- Am¨¦rica
- Pol¨ªtica
- Sociedad
- Bernie Sanders
- Alexandria Ocasio-Cortez
- Izquierda socialista
- Karl Marx
- Generaci¨®n Milenial
- Occupy Wall Street
- Socialismo
- Generaciones
- Ideas