Unos cuantos argumentos contra las falacias antiinmigraci¨®n
Representan el 10% de los ingresos de la Seguridad Social y solo el 1% de los gastos, no son (salvo una minor¨ªa iliberal) una amenaza cultural y su impacto en el desempleo es bajo o nulo
La fortaleza europea es bastante porosa. Seg¨²n Frontex, 2023 se cerraba con 380.000 entradas ilegales de inmigrantes en la Uni¨®n, 56.852 de ellas en Espa?a, el pa¨ªs europeo con la cifra m¨¢s alta despu¨¦s de Italia. La resaca de esta oleada, la m¨¢s intensa desde 2016, se traduce en muertes (3.863) y repatriaciones (m¨¢s de 4.000 en Espa?a), y en el endurecimiento del discurso y las pol¨ªticas migratorias. La regularizaci¨®n masiva de inmigrantes que el Congreso aprob¨® tramitar no debe llevarnos a equ¨ªvoco sobre el signo de los tiempos, que apunta en la direcci¨®n contraria. Rishi Sunak ha convencido finalmente al Parlamento brit¨¢nico para deportar a los inmigrantes irregulares a Ruanda. Giorgia Meloni prefiere Albania. Aqu¨ª Vox promete un ¡°billete de vuelta¡± para cada uno, se entiende que a su pa¨ªs de origen, aunque quiz¨¢ sea al continente, no sabemos bien. La izquierda tambi¨¦n va endureciendo la mano. Los poscomunistas alemanes de Die Linke han alumbrado, escisi¨®n mediante, un partido de izquierda antiinmigrante. Y los socialdem¨®cratas europeos acaban de apoyar un pacto migratorio que invoca la solidaridad obligatoria pero flexible ¡ªsolidaridad ma non troppo¡ª para restringir la inmigraci¨®n.
Nos conmueven los desaventurados inmigrantes que nos muestran los telediarios y los World Press Photo, pero no tanto como para dejar de pensar que aqu¨ª sobran. En 2017, el ¨²ltimo a?o en que el CIS se interes¨® por nuestras actitudes hacia la inmigraci¨®n, 6 de cada 10 espa?oles consideraban elevado o excesivo el n¨²mero de inmigrantes en nuestro pa¨ªs. Esta creencia, cada vez m¨¢s com¨²n en los pa¨ªses ricos, es un terreno f¨¦rtil para los temores que azuza el populismo y que economistas y fil¨®sofos intentan desactivar.
De entrada, est¨¢ la ansiedad econ¨®mica. Al miedo de que los inmigrantes parasiten y quiebren nuestro Estado de bienestar se a?ade el de que el incremento de mano de obra aparejado a su llegada aumente el desempleo aut¨®ctono y reduzca los salarios. La evidencia disponible no apoya estos miedos. Lejos de ser una carga para el contribuyente, en Espa?a los inmigrantes son acreedores de nuestro sistema de Seguridad Social. Representan el 10% de los ingresos y el 1% de los gastos. Esta contribuci¨®n neta motiva el c¨¢lculo de algunos expertos que, teniendo en cuenta el envejecimiento creciente de la poblaci¨®n, condicionan el mantenimiento del sistema a la entrada de 200.000 inmigrantes anuales. En Alemania hacen falta el doble.
El impacto de la inmigraci¨®n en el desempleo es, seg¨²n la mayor¨ªa de los estudios, muy bajo o nulo. La relaci¨®n con los salarios es m¨¢s compleja. Puede reducirlos cuando inmigrantes y locales compiten por los mismos trabajos, aunque lo m¨¢s frecuente es que los inmigrantes, en particular los no cualificados, acepten trabajos peor remunerados, lo cual, si el mercado es flexible, permite a los locales acceder a trabajos mejores con salarios m¨¢s altos. Adem¨¢s, los inmigrantes tambi¨¦n consumen. El aumento de la demanda de bienes y servicios se traduce en un incremento de la demanda de mano de obra que, a su vez, contribuye a evitar una disminuci¨®n generalizada de los salarios. El mercado laboral no es un juego de suma cero, lo vimos con la incorporaci¨®n masiva de las mujeres.
Es cierto que la literatura que apoya estas conclusiones asume los niveles actuales de inmigraci¨®n y no conviene extrapolarla, sin grandes dosis de cautela ¡ªlo contrario es pura especulaci¨®n¡ª, a escenarios con pol¨ªticas migratorias m¨¢s flexibles. Pero algunos han hecho las cuentas y sostienen que podemos ser optimistas respecto al impacto positivo de la inmigraci¨®n en la econom¨ªa tambi¨¦n en esos escenarios. En un conocido estudio, el economista Michael Clemens estima que eliminar todas las barreras migratorias har¨ªa aumentar el PIB mundial entre un 50% y un 150%. Siendo menos ambicioso, calcula que solamente permitiendo que el 7% de la poblaci¨®n mundial emigre lograr¨ªamos incrementar un 10% la productividad global.
Nos conmueven los migrantes desaventurados del telediario, pero no tanto como para dejar de pensar que aqu¨ª sobran
Luego est¨¢ la amenaza cultural. Seg¨²n describe el polit¨®logo Eric Kaufmann (Whiteshift, 2018), las mayor¨ªas blancas empiezan a ser minor¨ªas y recelan de la inmigraci¨®n porque ven peligrar la homogeneidad cultural necesaria para mantener sus instituciones, pr¨¢cticas e identidad comunes. Aqu¨ª anida el nacionalismo pragm¨¢tico, el del fil¨®sofo David Miller, que ensalza el valor instrumental de las sociedades culturalmente cohesionadas para generar capital social y facilitar que los ciudadanos contribuyan con sus impuestos al mantenimiento del sistema: aquello de ¡°lo m¨ªo para los m¨ªos¡±. El problema es que por esa pendiente es f¨¢cil resbalar hacia el desmantelamiento del Estado, todo depende de c¨®mo interpretemos ¡°los m¨ªos¡±.
En los mismos miedos at¨¢vicos se enra¨ªza, como es obvio, el nacionalismo cl¨¢sico, el que defiende el valor intr¨ªnseco de la identidad cultural y la necesidad de preservarla. Distop¨ªas houellebecquianas aparte, no est¨¢ claro que la inmigraci¨®n llegue a amenazar la identidad cultural de un pa¨ªs hasta el punto de destruirla. Como tampoco est¨¢ claro que podamos echar mano de la identidad cultural para legitimar el endurecimiento de las fronteras sin tener que reconocer eo ipso la necesidad de levantar fronteras dentro de un Estado cuando su per¨ªmetro no coincida con el de las identidades que lo habitan. Conocemos la deriva. Pero hay una consideraci¨®n m¨¢s importante y es que las identidades no son esencias. Salvo en el caso de poblaciones ind¨ªgenas, las identidades que reclama preservar el nacionalismo son el fruto condensado y mutable de otras identidades: las de gentes que vinieron, al igual que nosotros nos fuimos.
El temor a la amenaza cultural encierra, sin embargo, una preocupaci¨®n razonable y es la que plantea la inmigraci¨®n iliberal, aquella que en nombre de la religi¨®n o las costumbres ancestrales justifica la vulneraci¨®n de derechos b¨¢sicos, a menudo los de las mujeres. Algunas feministas progresistas, como Susan Moller Okin, se han preguntado abiertamente si el multiculturalismo es malo para las mujeres, y sostienen que s¨ª. Hoy una parte de la izquierda prefiere no hacerse esta pregunta y la otra prefiere no contestar. Pero lo que se sigue de la conclusi¨®n de Okin no es el billete de vuelta de Vox, sino algo m¨¢s costoso y para lo que no hay recetas sencillas: la asimilaci¨®n de los inmigrantes en aquello que sea necesario para mantener la libertad y la igualdad entre hombres y mujeres. Y si, como anticipa Martha Nussbaum, ¡°ello supone un asalto a muchas tradiciones (¡) tanto mejor, porque cualquier tradici¨®n que niega estas cosas es injusta¡±.
Las razones de los inmigrantes son las que todos tenemos, porque nos vienen de serie: sobrevivir y dar de comer a nuestros hijos. Frente a ellas, los Estados invocan lo que cualquier club o asociaci¨®n: el derecho a decidir qui¨¦n es miembro. No es un conflicto sencillo de dirimir. Quiz¨¢s el primer paso sea aclarar si la carga de la prueba, el deber de justificaci¨®n, la tiene quien pone la valla o quien se queda atr¨¢s.
Ap¨²ntate aqu¨ª a la newsletter semanal de Ideas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.