Trump se aleja del acuerdo con Ir¨¢n: ¡°Voy a cerrar un camino que lleva al terror, la violencia y la bomba nuclear¡±
El presidente anuncia que no validar¨¢ el pacto, pero no lo rompe. Su objetivo es ampliar su per¨ªmetro punitivo y que se sancione tambi¨¦n el programa bal¨ªstico
El presidente de Estados Unidos ha dado este viernes una sacudida al tablero internacional. Cada vez m¨¢s alejado de sus aliados europeos, Donald Trump ha anunciado que no certificar¨¢ el pacto nuclear con Ir¨¢n y que deja que sea el Congreso quien decida su futuro, siempre que imponga nuevas limitaciones. La medida, aunque no supone la prometida ruptura del acuerdo, abre una estrategia mucho m¨¢s agresiva con Teher¨¢n y un cap¨ªtulo incierto para Oriente Pr¨®ximo. "Cuando m¨¢s tiempo se ignora una amenaza, mayor se vuelve. Voy a cerrar un camino que lleva al terror, la violencia y el arma nuclear. En cualquier momento puedo acabar con el pacto", afirm¨® Trump.
El presidente elev¨® el tono. Frente a la discreci¨®n de sus asesores, volcados en minimizar el incendio, Trump traz¨® un aguafuerte de un ¡°r¨¦gimen fan¨¢tico, dictatorial y terrorista¡±. Un semillero mundial de ¡°destrucci¨®n y muerte¡± que tiene que ser frenado. ¡°Ir¨¢n nunca tendr¨¢ la bomba at¨®mica. Las agresiones no han dejado de incrementarse y es hora de ponerles fin¡±, zanj¨® el presidente.
Su rotundidad, que gener¨® un inmediato rechazo de Ir¨¢n, vino acompa?ada con el anuncio de nuevas sanciones econ¨®micas a la Guardia Revolucionaria y la decisi¨®n de no validar el acuerdo. Un paso que, sin reactivar los latigazos econ¨®micos al programa nuclear iran¨ª, s¨ª que persigue ampliar la diana contra el r¨¦gimen de los ayatol¨¢s.
El objetivo declarado es que el Congreso a?ada l¨ªneas rojas a Teher¨¢n y que, en caso de incumplimiento, se reanuden los castigos. En este nuevo umbral punitivo entrar¨ªan el programa bal¨ªstico, la posibilidad de tener una bomba at¨®mica en menos de un a?o y la negativa a extender la duraci¨®n de las restricciones a la producci¨®n de combustible nuclear. ¡°Buscamos neutralizar la capacidad de desestabilizaci¨®n del Gobierno de Ir¨¢n y aminorar su apoyo al terrorismo¡±, se?ala un documento de la Casa Blanca.
El giro presagia tormenta. Con Trump han irrumpido en la Casa Blanca los tambores del miedo. Los complejos equilibrios fraguados durante el mandato de Barack Obama han empezado a saltar. No se trata solo de la retirada del acuerdo contra el cambio clim¨¢tico o la fren¨¦tica escalada nuclear con Corea del Norte. Tambi¨¦n son las relaciones con Cuba, reducidas a su m¨ªnima expresi¨®n, y ahora el pacto nuclear con Ir¨¢n.
En su d¨ªa, el acuerdo fue saludado como un hito del multilateralismo y el di¨¢logo. Un logro de la diplomacia de Obama equiparable a los acuerdos de Camp David. El texto, sellado en 2015 en Viena, limitaba el programa at¨®mico iran¨ª a cambio del levantamiento de sanciones econ¨®micas. Pero su alcance era mucho mayor. Dos enemigos ac¨¦rrimos, que se hab¨ªan enfrentado durante 40 a?os, se daban la mano y decid¨ªan concederse un respiro. En una tierra negra de sangre y fuego, el acercamiento de ambos contendientes parec¨ªa abrir una puerta a la calma. El acuerdo ven¨ªa adem¨¢s refrendado por otras cinco potencias (Francia, Rusia, China, Reino Unido y Alemania), con lo que se volv¨ªa un modelo para resolver conflictos.
El ¨¦xito fue grande, aunque no absoluto. Desde el inicio Israel lo rechaz¨®. No se fiaba de los buenos prop¨®sitos de Ir¨¢n y sosten¨ªa que contiene una cl¨¢usula de extinci¨®n que se activa pasado el decenio y que, por tanto, no pone fin real al desarrollo del arma nuclear.
Trump, al¨¦rgico a todo aquello que lleve la firma de Obama, ha tenido siempre una percepci¨®n similar. En campa?a lo calific¨® como el ¡°peor pacto del mundo¡± y prometi¨® romperlo si llegaba a la Casa Blanca. Ya en el poder, no ha dejado de zarandearlo, hasta el punto de que en septiembre ante el Asamblea General de la ONU lo consider¨® ¡°una verg¨¹enza¡±.
Este impulso destructivo ha sido frenado durante meses por el alto mando de la Casa Blanca. El secretario de Estado, Rex Tillerson; el jefe del Pent¨¢gono, Jim Mattis, y el jefe del Estado Mayor, Joseph Dunford, se han mostrado partidarios de mantener con vida el acuerdo. Bajo su influencia, el Despacho Oval, m¨¢s all¨¢ de los tuits incendiarios del presidente, ha certificado su continuidad en sus revisiones trimestrales. Nada excepcional si se tiene en cuenta que tambi¨¦n la Agencia Internacional de la Energ¨ªa At¨®mica y el resto de los firmantes sostienen que Ir¨¢n cumple.
Pero el dique ha mostrado finalmente una fisura. En una decisi¨®n que tiene mucho de pirueta electoral, Trump se ha negado a dar el visto bueno a la certificaci¨®n y lo remitir¨¢ al Congreso. La medida, seg¨²n el Departamento de Estado, ha sido largamente debatida. Frente al impulso inicial del presidente de echarlo todo por la borda, ha triunfado un camino intermedio: sancionar a la Guardia Republicana, pero no incorporarla a la lista de organizaciones terroristas; someter a debate el acuerdo nuclear, pero no romperlo.
El comportamiento de las C¨¢maras, que tienen 60 d¨ªas para tomar una decisi¨®n, a¨²n es una inc¨®gnita. Trump asegura que cuenta con apoyos suficientes para sacar adelante la iniciativa. Pero anteriores propuestas, como la retirada del Obamacare, han fracasado estrepitosamente ante la incapacidad republicana para el consenso.
Sea cual sea el resultado del envite, Trump ha vuelto a escribir la pol¨ªtica internacional de EE UU con m¨¦tricas internas. Es la doctrina de Am¨¦rica Primero trasvasada al campo electoral. Aunque su gesto sea incompleto, el presidente puede vanagloriarse ante su n¨²cleo m¨¢s fiel de haber cumplido su promesa y haber dado otro mazazo al aborrecido legado de Obama. Como otras veces, ha sacado el pu?o antes que la mano. Y ha roto puentes justo cuando Estados Unidos est¨¢ inmerso en una vertiginosa escalada con Corea del Norte. Un problema que se suma a otro problema. Trump, de nuevo, aprieta el acelerador.
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