Una campa?a de expulsi¨®n a los inmigrantes rurales sacude Pek¨ªn
Tras un incendio, las autoridades inician masivos derribos adem¨¢s de desalojar y echar a decenas de miles de trabajadores pobres entre protestas desde la clase media
En la barriada de Xinjian, donde acaba la inmensa mole urbana de Pek¨ªn y empieza por fin el campo, ya solo habla el viento. A r¨¢fagas, entre las callejas abandonadas, hace deslizarse un cuaderno de escritura, una lata vac¨ªa, peque?os testimonios de lo que fue la vida cotidiana. En una pared a medio derruir a¨²n pende una guirnalda, anuncio de una Navidad que ya no llegar¨¢ a esta zona. Una zapatilla sin pareja en medio de la calle, una papelera rosa con dibujos de Cenicienta abandonada junto a un portal, un colch¨®n de beb¨¦ pisoteado, todo habla de una huida precipitada. De esas que solo ocurren en caso de guerra o de cat¨¢strofe natural. El ¨¦xodo de Xinjian lleg¨® por una orden de desalojo del Ayuntamiento de Pek¨ªn, que la semana pasada dio a sus habitantes, casi todos inmigrantes llegados de zonas rurales de provincias del interior de China, apenas tres d¨ªas para recoger sus cosas y marcharse, pese a las temperaturas bajo cero y aunque no tuvieran a d¨®nde o c¨®mo irse. Largarse y punto, mientras las excavadoras ya se pon¨ªan manos a la obra.
El detonante fue un incendio, el 18 de noviembre, en un edificio de Xinjian en el que murieron 20 personas, entre ellas siete ni?os, supuestamente todos ellos inmigrantes. Como consecuencia, las autoridades municipales de Pek¨ªn, encabezadas por el ambicioso l¨ªder local del Partido Comunista, Cai Qi, aceleraron su plan de demolici¨®n de ¡°construcciones ilegales¡±. Los cr¨ªticos de la iniciativa denuncian que, m¨¢s que la seguridad, el objetivo es impulsar otra campa?a de derribo de estructuras ilegales o peligrosas en marcha desde hace meses y que, con el argumento de impedir que la poblaci¨®n de Pek¨ªn crezca hasta l¨ªmites intolerables, est¨¢ expulsando a los inmigrantes considerados ¡°de baja calidad¡±.
¡°En menos de 72 horas el barrio se qued¨® vac¨ªo. Donde yo viv¨ªa ahora solo quedamos tres familias, que estamos recogiendo las cosas para irnos¡±, se lamenta una inmigrante de la provincia de Hunan, en el centro de China, que no quiere dar su nombre. ¡°He perdido mi trabajo en una de las f¨¢bricas de este barrio y, como ellos tambi¨¦n tuvieron que cerrar de un d¨ªa para otro, no me han pagado el sueldo de este mes. No tengo dinero ni para un alquiler en otro sitio ni para el billete de vuelta a mi pueblo. No s¨¦ qu¨¦ vamos a hacer¡±.
Es una escena que desde la semana pasada se ha repetido en muchas m¨¢s barriadas de la capital china y ha afectado a decenas de miles de personas sin hukou de Pek¨ªn, el preciado permiso de residencia interno que da acceso a servicios como la sanidad o la educaci¨®n. Para obligarles a desalojar, en muchos casos las autoridades cortaron la luz y el agua a manzanas enteras.
Las dr¨¢sticas expulsiones de los inmigrantes rurales en pleno invierno han suscitado una fuerte reacci¨®n ciudadana. Las cr¨ªticas se han multiplicado en Internet acerca del mal trato a aquellos que con su trabajo han contribuido a construir la Pek¨ªn actual. Vecinos de clase media se han desplazado a las barriadas a ofrecer ayuda a los desalojados. Un centenar de intelectuales han escrito una carta de protesta. En una misiva manuscrita distribuida a trav¨¦s de las redes sociales, el c¨¦lebre jurista liberal He Weifang ha denunciado que los derribos representan ¡°una gigantesca s¨¢tira de los valores intr¨ªnsecos¡± del socialismo.
Hasta tal punto se han elevado las protestas, que los censores han eliminado en Internet el uso de la expresi¨®n ¡°gente de bajo nivel¡±, empleado hasta ahora por las autoridades para referirse a los inmigrantes de pocos ingresos.
Se calcula que los habitantes de la capital rondan los 21,7 millones, que congestionan las carreteras, los servicios sanitarios y de educaci¨®n y agotan de modo alarmante las reservas de agua disponibles. M¨¢s de un tercio, 8 millones ¡ªel equivalente a Catalu?a¡ª, son inmigrantes rurales. El Ayuntamiento se ha fijado un techo de 23 millones de vecinos a partir de 2020. Dentro de estos planes, quiere reducir en medio mill¨®n la poblaci¨®n de los suburbios donde viven los inmigrantes menos cualificados.
Se calcula que los habitantes de la capital china rondan los 21,7 millones, 8 millones de ellos son inmigrantes rurales
¡°No me quejo del todo. Peor lo han tenido los que murieron en el incendio¡±, declara otra residente de 45 a?os, originaria de la provincia de Hubei y que apura las ¨²ltimas horas en su hogar de los ¨²ltimos siete a?os. ¡°Hemos llevado lo que hemos podido a casa de unos familiares; el resto, lo hemos tenido que malvender. Ahora tendremos que empezar de cero y buscar otro trabajo. Si no, tocar¨¢ volver al campo, a Hubei¡±.
Cai Qi, l¨ªder del PCCh de Pek¨ªn, ha negado que la campa?a est¨¦ dirigida contra este grupo de poblaci¨®n e insiste en que se trata de una medida de seguridad ciudadana. ¡°Garantizar la seguridad y la estabilidad de la capital debe ser nuestra principal tarea pol¨ªtica¡±, ha dicho. Aunque tambi¨¦n ha ordenado que se den m¨¢s d¨ªas de plazo para completar los desalojos.
¡°El Gobierno ve a la gente de pocos ingresos, sobre todo los inmigrantes rurales, como un problema, pero no les ayuda a resolver sus problemas de alojamiento. Es la actitud del Gobierno chino hacia esta gente de pocos ingresos, como si el Partido Comunista no quisiera que la gente recordara que quienes construyeron el r¨¦gimen fueron campesinos y trabajadores¡±, comenta Patrick Poon, investigador para China de Amnist¨ªa Internacional.
Hasta los medios oficiales han sido relativa y sorprendentemente cr¨ªticos: seg¨²n publicaba esta semana el peri¨®dico China Daily, ¡°tenemos que ver la dura realidad de que los residentes no locales, de bajos ingresos, que han inmigrado de las ¨¢reas rurales para encontrar trabajo, raras veces reciben el respeto que desean por hacer de las ciudades mejores sitios para vivir¡±. ¡°En su lugar, es m¨¢s frecuente que muchos les vean como prescindibles, o hasta indeseables¡±.
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