John McDonnell: el ¨²ltimo tit¨¢n del socialismo laborista
Muchos consideran que el brit¨¢nico es el l¨ªder de facto del partido, el cerebro, el hombre de las ideas
Es probable que John McDonnell, que vive rodeado de libros y a sus 64 a?os sigue siendo un autodidacta en constante aprendizaje, haya le¨ªdo alguna vez a Giner de los R¨ªos. Si no lo ha hecho, es aun as¨ª la demostraci¨®n brit¨¢nica del axioma del padre de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, ¡°cada d¨ªa m¨¢s radical y con la camisa m¨¢s limpia¡±.
Porque hubiera sido f¨¢cil confundirle con un banquero de la City londinense cuando subi¨® al estrado en el ¨²ltimo congreso del Partido Laborista, en Liverpool, y prometi¨® a los militantes una revoluci¨®n en toda regla si logran reconquistar el poder en Reino Unido despu¨¦s de una d¨¦cada en el desierto. ¡°Cuanto mayor sea el destrozo que heredemos, m¨¢s radicales tendremos que ser; cuanto mayor sea la necesidad de un cambio, mayor ser¨¢ la oportunidad que tendremos de crear ese cambio. Y lo haremos¡±, dijo sin perder la sonrisa.
Muchos laboristas consideran que McDonnell es el l¨ªder de facto del partido. El cerebro gris. El hombre de las ideas. El marxista irredento que ha sido capaz de aguantar a?os en la sombra, sin tirar la toalla, a la espera de la oportunidad de poner en pr¨¢ctica su proyecto. En 2006 dijo que sus ¡°mayores influencias intelectuales eran, fundamentalmente, los escritos marxistas del propio Marx, de Lenin y de Trotski¡±. Educado en el socialismo bennista, el de Tony Benn, ¡ªque perdi¨® fuelle a finales de los a?os setenta y fue ridiculizado durante la d¨¦cada gloriosa del nuevo laborismo de Tony Blair y Gordon Brown¡ª, McDonnell rumi¨® su venganza agazapado en las filas del Grupo de Campa?a Socialista Bennista, una corriente parlamentaria en minor¨ªa a la que se intent¨® conducir a la irrelevancia. ¡°Eran una tumba sellada¡±, lleg¨® a ironizar sobre ellos Peter Mandelson, el ide¨®logo y creador de ese laborismo en tierra de nadie que en los a?os noventa estaba encantado de haberse conocido y dominaba la escena de la Cool Britannia.
McDonnell aprovech¨® los nuevos aires de libertad interna que Ed Miliband llev¨® al partido tras la derrota de Gordon Brown y la vuelta al poder de los conservadores. Supo entender lo que Miliband ni oli¨®. La crisis econ¨®mica hab¨ªa arrasado el ¨¢nimo de los ciudadanos y triturado su confianza en el sistema. Las viejas recetas ten¨ªan o¨ªdos nuevos dispuestos a escucharlas. McDonnell, quien en dos ocasiones intent¨® sin ¨¦xito hacerse con el liderazgo laborista, entendi¨® que su trabajo estaba en la retaguardia. Asociado a su viejo amigo Jeremy Corbyn, que ten¨ªa el tir¨®n popular que a ¨¦l le faltaba, comenz¨® a trabajarse los barrios y las agrupaciones, y a unir fuerzas con una serie de corrientes alternativas como Stop the War, UK Uncut y, en los ¨²ltimos tiempos, Momentum, un terremoto que ha removido a la izquierda brit¨¢nica y ha desatado el activismo de base. Una especie de 15-M con continuidad en el tiempo, constantes aportaciones intelectuales a los nuevos debates y una f¨®rmula perfecta para un pa¨ªs cuyo sistema pol¨ªtico se basa en un reparto binario del poder: no decidieron ser un partido m¨¢s. Se asociaron al laborismo como su hermano peque?o contestatario y rebelde pero leal. Gracias a ellos, Corbyn, otro dinosaurio como McDonnell, sorprendi¨® a todos y se hizo con la direcci¨®n del Partido Laborista. Nombr¨® a su amigo canciller en la sombra y le puso a trabajar en un nuevo proyecto econ¨®mico socialista de verdad.
Corbyn le nombr¨® canciller en la sombra y le pidi¨® un proyecto econ¨®mico socialista de verdad
El poder atempera, y la proximidad del poder es una pista de aterrizaje. McDonnell, con fama de antip¨¢tico y arisco, ha suavizado sus rasgos. Asesorado por un joven equipo de comunicadores, se pasea ahora por los plat¨®s televisivos para explicar, con su mejor sonrisa, que quiere poner a los trabajadores en los consejos de administraci¨®n de las grandes empresas, darles un buen pu?ado de sus acciones y renacionalizar el agua, la electricidad y los servicios ferroviarios y postales. Y mantiene reuniones con los abogados y financieros de la City para explicarles en persona su visi¨®n econ¨®mica, y re¨ªrse de paso para sus adentros cuando comprueba en sus caras que no se hallan frente al demonio con cuernos y rabo del que les hab¨ªan advertido.
En 1983, el Partido Laborista present¨® un manifiesto que pas¨® a ser denominado como ¡°la carta de suicidio m¨¢s larga de la historia¡±, en el que abogaba por un desarme nuclear unilateral ¡ªen medio de la Guerra Fr¨ªa¡ª, la renacionalizaci¨®n de los servicios p¨²blicos y el abandono por Reino Unido de la Comunidad Econ¨®mica Europea. McDonnell subi¨® al estrado del laborismo a principios de octubre en un pa¨ªs que ya ha decidido por su cuenta abandonar las instituciones europeas y habl¨® de colectivizar las decisiones empresariales y democratizar unos servicios p¨²blicos que deb¨ªan conquistarse. Y nadie se ech¨® las manos a la cabeza.
?vido lector de Gramsci, sabe que el dominio pol¨ªtico debe extenderse m¨¢s all¨¢ de las instituciones y ocupar el territorio de la cultura y las ideas. El viejo marxista cree que ese tiempo ha llegado para la izquierda brit¨¢nica. Los conservadores intentan sin cesar hacer mofa de la pareja Corbyn-McDonnell. Pero son conscientes de que ya no hay tantos que les r¨ªan la gracia.
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