La memoria, ¨²ltima trinchera de la guerra de Bosnia
Los grupos ¨¦tnicos que se enfrentaron en el conflicto mantienen, m¨¢s de veinte a?os despu¨¦s, un pulso en torno a los monumentos conmemorativos a las v¨ªctimas
A la entrada del cementerio serbio de la ciudad de Konjic, en el centro de Bosnia, hay una placa en homenaje a dos ni?os serbobosnios asesinados en la guerra que desgarr¨® el pa¨ªs en los a?os noventa. La coloc¨® el pasado agosto un bosniaco, Anis Kosovac. Los dos peque?os, Peter y Pavle, eran serbobosnios, dos etnias que se enfrentaron en el conflicto. Se conocieron en un s¨®tano en el que se refugiaban juntos de los bombardeos.
Kosovac, un comerciante de 47 a?os que se encarga de cuidar el cementerio, pag¨® y puso la placa solo. No hubo ceremonia, ni autoridades ni cortinilla que retirar porque fue un gesto exclusivamente privado. En un pa¨ªs sin legislaci¨®n estatal sobre c¨®mo honrar a los 100.000 muertos que dej¨® la guerra (1992-1995) y profundamente dividido m¨¢s de un cuarto de siglo despu¨¦s sobre qui¨¦n merece los adjetivos de h¨¦roe, v¨ªctima o verdugo, los monumentos conmemorativos se han convertido en una prolongaci¨®n simb¨®lica del campo de batalla, con el pulso por la memoria en manos de Ayuntamientos o, directamente, de ciudadanos normales y corrientes como Kosovac.
"Al tratarse de ni?os y por la manera en que fueron asesinados, nadie se ha quejado de la placa. Muchos me lo han agradecido¡±, asegura con gesto serio en la tienda de bebidas y productos de limpieza que regenta. Peter y Pavle ten¨ªan 7 y 5 a?os en julio de 1992, tres meses despu¨¦s del estallido b¨¦lico. Fueron sacados de casa con sus padres ¡ªdos conocidos acad¨¦micos serbobosnios¡ª, trasladados a pocos kil¨®metros y disparados por unidades especiales de polic¨ªa que estaban al mando de las autoridades leales bosniacas (bosnias musulmanas). Peter sobrevivi¨® y logr¨® llegar herido a un puesto policial y contar lo sucedido. Lo devolvieron a sus captores, que lo remataron. Uno de los responsables, Miralem Macic, pas¨® 12 a?os en la c¨¢rcel -donde falleci¨® en 2012- por este crimen.
¡°Al empezar la guerra le dieron armas a gente que no tendr¨ªa que haberlas recibido. Criminales, mafiosos... En las ciudades, las minor¨ªas de otra religi¨®n mor¨ªan sin importar si eran hombres, mujeres o ni?os¡±, cuenta Kosovac en su peque?o despacho lleno de facturas y albaranes, del que cuelgan un calendario y un retrato de Tito, el m¨ªtico l¨ªder autoritario que mantuvo unida la Yugoslavia socialista durante casi cuatro d¨¦cadas, hasta su muerte en 1980. ¡°Los pol¨ªticos honran a los que deciden que son importantes. Hay muchos muertos inocentes que nunca tendr¨¢n una placa¡±, a?ade mientras se sirve rakia artesanal, un licor t¨ªpico de los Balcanes y Europa Central.
- Y si cada bosnio pusiese una placa en honor a los muertos de la guerra que considera, ?no se desatar¨ªa una guerra de s¨ªmbolos?
- Si se pusieran placas a todas las v¨ªctimas de la guerra habr¨ªa m¨¢s paz
Todos los muertos son unos 100.000, casi la mitad civiles, en un pa¨ªs de entonces cuatro millones de habitantes. El trauma va mucho m¨¢s all¨¢ de los cementerios. El conflicto gener¨® 1,8 millones de refugiados y desplazados, es decir, cerca de uno de cada dos bosnios. Al menos 20.000 mujeres fueron violadas en un estallido b¨¦lico iniciado en 1992 por la agresi¨®n serbobosnia, dirigida en lo pol¨ªtico por Radovan Karadzic y en lo militar por Ratko Mladi?, condenados respectivamente a 40 a?os de prisi¨®n y cadena perpetua por el genocidio de Srebrenica ¡ªen el que fueron asesinados unos 8.000 varones musulmanes¡ª entre otros delitos.
Los acuerdos de paz que pusieron fin al enfrentamiento en 1995 dividieron Bosnia en dos entidades: la Federaci¨®n ¡ªhabitada casi exclusivamente por bosniacos y bosniocroatas¡ª y la Rep¨²blica Srpska, serbobosnia en su gran mayor¨ªa. Las memorias colectivas del conflicto de estos tres colectivos son pr¨¢cticamente opuestas. ¡°La guerra ha continuado a trav¨¦s de los monumentos, que se han convertido en un instrumento para marcar el territorio del pueblo mayoritario y discriminar a otros¡±, lamenta Edvin Kanka ?udi?, director de la Asociaci¨®n para la Investigaci¨®n Social y Comunicaciones (UDIK), ONG que documenta violaciones de derechos humanos, cr¨ªmenes de guerra y actos de genocidio en el pa¨ªs.
¡°En todos los bandos puede encontrarse negaci¨®n de los cr¨ªmenes propios y ¨¦nfasis en la condici¨®n de v¨ªctima, pero con diferentes inflexiones. Las narrativas serbobosnias van a menudo acompa?adas de un discurso de queja seg¨²n el cual todo el mundo habla solo de las v¨ªctimas bosniacas mientras que las serbias son ignoradas u olvidadas. Entre los bosniacos se encuentra a menudo la actitud de que no debe hablarse de los cr¨ªmenes cometidos por bosniacos porque ser¨ªa ponerlos al mismo nivel que los de serbobosnios o bosniocroatas¡±, escribe Nicolas Moll, doctor en Historia Contempor¨¢nea y coordinador de un laboratorio de memoria transeuropea, en un art¨ªculo publicado en el Foro de Culturas de la Historia de la Universidad Friedrich Schiller de Jena (Alemania).
A falta de narrativa y legislaci¨®n com¨²n, son las autoridades locales las que ¡ªen funci¨®n de la identidad ¨¦tnica de quienes est¨¦n al frente¡ª dictan qu¨¦ v¨ªctimas trascender¨¢n a su tiempo. ¡°Donde los bosniacos son mayor¨ªa, no hay monumentos a serbios o croatas (o muy pocos, sobre todo peque?as placas). Y viceversa¡±, resume Kanka ?udi?.
Una de las dos entidades de Bosnia, la Federaci¨®n, carece de normativa sobre el tema. Tambi¨¦n los diez cantones que la conforman. En la Rep¨²blica Srpska s¨ª la hay, la de Guerras de Liberaci¨®n, pero no menciona los homenajes a no serbios y deja el registro de monumentos conmemorativos en manos de los Gobiernos locales en colaboraci¨®n con la Iglesia serbia ortodoxa, por lo que la Comunidad Isl¨¢mica, de los bosniacos, y la Iglesia cat¨®lica, de los croatas, quedan excluidas. Solo en Br?ko, un distrito independiente que no pertenece a ninguna de las dos entidades anteriores, hay una Ley de S¨ªmbolos y Monumentos que trata a las v¨ªctimas por igual. La mayor¨ªa de placas y monolitos del pa¨ªs sobre la guerra son, de hecho, t¨¦cnicamente ilegales, seg¨²n Kanka ?udi?.
El caso de la ciudad de Prijedor, en la Rep¨²blica Srpska, es paradigm¨¢tico. All¨ª fueron asesinadas m¨¢s de 3.000 personas en una campa?a que empez¨® con la obligaci¨®n a los no serbios de identificarse con un brazalete blanco. Los autores de esta limpieza ¨¦tnica fueron condenados en total a 770 a?os de c¨¢rcel. Las im¨¢genes que pueblan la urbe son, en cambio, de soldados serbios que perecieron en combate.
El recuerdo selectivo alimenta la sensaci¨®n cruzada de agravio. En Sarajevo, en la larga avenida del Mariscal Tito, un cuidado parque en una loma llora a los ni?os que murieron en los 1.425 d¨ªas del cerco que las tropas serbobosnias impusieron sobre la ciudad. Sus nombres est¨¢n escritos en unos cilindros, pero no los de los peque?os serbios que perecieron en esos d¨ªas en los ataques a la parte de la ciudad que controlaban las tropas serbobosnias. ¡°Cuando los serbios preguntaron por qu¨¦ los nombres de sus ni?os no estaban inscritos en el monumento, pol¨ªticos bosniacos dijeron que no quer¨ªan que apareciesen juntos en la misma plaza los nombres de sus ni?os muertos con los de los ni?os que fueron agresores. ?C¨®mo se puede decir que los ni?os fueron agresores?¡±, subraya el director de UDIK.
El Ayuntamiento tampoco ha puesto a¨²n una placa en honor a los serbios y croatas que acabaron en una fosa com¨²n en Kazani, a las afueras de la localidad, donde el entonces miembro bosniaco de la presidencia, Bakir Izetbegovic, deposit¨® una corona de flores en 2016. En las monta?as de la parte oriental serbia desde las que se disparaba sobre la urbe durante el cerco figura una placa en homenaje a Mladi?, "Los monumentos conmemorativos que glorifican a criminales de guerra, como Karad?i? [que da nombre desde 2016 a una residencia de estudiantes en la localidad de Pale, en Rep¨²blica Srpska] y Mladi?, pueden ser vistos como una forma de negaci¨®n del genocidio, que es tambi¨¦n una forma de tortura psicol¨®gica hacia los supervivientes al negar la realidad de los cr¨ªmenes que sufrieron las v¨ªctimas", se?ala por correo electr¨®nico David Pettigrew, profesor de Estudios del Genocidio y del Holocausto en la Universidad Estatal del Sur de Connecticut (EE UU) y autor de varios textos sobre el caso bosnio.
Un resquicio legal
Para poder honrar a sus muertos, las minor¨ªas han aprovechado un resquicio legal. Como est¨¢ prohibido retirar monumentos en terrenos privados, los bosniacos en la Rep¨²blica Srpska los suelen erigir en la mezquita o el cementerio musulm¨¢n y los serbobosnios de la Federaci¨®n, en recintos propiedad de la Iglesia ortodoxa. No siempre es suficiente. En 2014, polic¨ªas de la Rep¨²blica Srpska entraron en un cementerio propiedad de la Comunidad Isl¨¢mica en Visegrado ¡ªescenario de una de las mayores masacres de bosniacos¡ª y borraron la palabra ¡°genocidio¡± de un monumento que hab¨ªa instalado la asociaci¨®n de v¨ªctimas.
Los representantes de musulmanes, ortodoxos y cat¨®licos s¨ª coinciden en la localidad de Vare? en su apoyo a la retirada de un monumento situado frente al Ayuntamiento que lamenta, sin distinci¨®n, a todas las v¨ªctimas de la guerra. De momento sigue en pie.
Moll defiende que esta brecha entre el ¡°ellos¡± y el ¡°nosotros¡± est¨¢ relacionada con la forma en que acab¨® la guerra: sin una victoria militar. La paz de Dayton fren¨® el derramamiento de sangre, pero leg¨® una estructura administrativa basada en criterios ¨¦tnicos a la que ¡ªsin estar libre de tensiones entre comunidades¡ª era la rep¨²blica m¨¢s diversa de Yugoslavia. ¡°La fundamental y controvertida pregunta en torno a la cual se combati¨® (?c¨®mo debe ser Bosnia Herzegovina?) a¨²n domina hoy la vida pol¨ªtica", se?ala Moll. "Tampoco se ha alcanzado un consenso en torno a la pregunta: ?qu¨¦ tipo de guerra peleamos en los noventa?". Las respuestas dentro del mismo pa¨ªs siguen siendo hoy profundamente diferentes.
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