Cuitas de una novia desencantada
Los mexicanos polemizan sobre L¨®pez Obrador como lo har¨ªa una novia frente al tipo que la corteja: ?Me har¨¢ feliz o provocar¨¢ mi desgracia?
Los habitantes de este pa¨ªs observan al nuevo soberano con una mezcla de curiosidad, fascinaci¨®n y repulsa, y debaten con vehemencia a su favor y en su contra: ?Es L¨®pez Obrador una esperanza o una amenaza para M¨¦xico? Las charlas de sobremesa suben de tono, las amistades se ponen a prueba y m¨¢s de una incipiente relaci¨®n amorosa se ha interrumpido por diferencias irreconciliables sobre la Cuarta Transformaci¨®n.
Los mexicanos polemizan sobre L¨®pez Obrador como lo har¨ªa una novia frente al tipo que la corteja: ?Me har¨¢ feliz o provocar¨¢ mi desgracia? ?Hacemos bien al creer que este hombre puede sacarnos del atolladero en el que est¨¢ metido el pa¨ªs o estamos cometiendo un suicidio colectivo al confiar los mandos del tim¨®n a un mes¨ªas desaforado?
El problema es que en este escenario maniqueo en el que nos instalamos dejamos de lado un aspecto decisivo. ?Cu¨¢nto de la felicidad de la novia depende de ella misma? Los empresarios, los actores pol¨ªticos y econ¨®micos, las organizaciones sociales hablan del nuevo mandatario como si este fuese el cantante en la sala de conciertos y ellos un p¨²blico neutro que est¨¢ a la espera de ser fascinado o decepcionado. Un planteamiento absurdo, desde luego, porque en el fondo sabemos que la alegor¨ªa m¨¢s realista no es la del concierto sino la de la novia.
Cuando Claudio X. Gonz¨¢lez asegura, tras o¨ªr el discurso inaugural del presidente, que a este pa¨ªs le va a ir mal, est¨¢ expresando algo m¨¢s que el deseo de convertir en realidad su profec¨ªa. El augurio pesimista del influyente empresario no es una predicci¨®n neutra, sino una pulsi¨®n que pone en movimiento fuerzas que favorecen su mal augurio. La resistencia, la desinversi¨®n y eventualmente la desestabilizaci¨®n que pueden provocar las palabras de los l¨ªderes empresariales est¨¢n a la vista. Si la novia ha decidido que ser¨¢ infeliz bien podr¨¢ el novio bajar el cielo y las estrellas que no arrancar¨¢ una sonrisa a su pretendida.
Seg¨²n las ¨²ltimas encuestas el apoyo a L¨®pez Obrador ronda un 80% de la poblaci¨®n (gan¨® con 53% de los votos pero, como suele suceder, el triunfo otorga una luna de miel por el beneficio adicional que le extiende otro gran sector del electorado). Para desgracia del presidente en ese 80% no entra el famoso 1%, la ¨¦lite m¨¢s poderosa del pa¨ªs ni los amplios c¨ªrculos que la rodea. Pueden ser minor¨ªa pero poseen un peso decisivo entre medios de comunicaci¨®n y protagonistas de los escenarios financieros, pol¨ªticos y sociales del pa¨ªs.
Es importante, desde luego, que los distintos actores sociales puedan diferir, cuestionar y criticar los actos del soberano. En un ambiente correcto eso no har¨¢ sino mejorar el desempe?o del mismo. Pero todos aquellos que detentan poder deben asumir las consecuencias de sus actos. Les guste o no, la mayor¨ªa de los mexicanos eligieron a L¨®pez Obrador para los pr¨®ximos seis a?os. Y lo eligieron bajo las mismas condiciones de democracia electoral que esos empresarios y l¨ªderes sociales dijeron apoyar denodadamente. Ahora que ha resultado favorecido un candidato que no es de su preferencia (pero s¨ª de las mayor¨ªas), resulta muy poco democr¨¢tico descartar y, hay que decirlo, en la pr¨¢ctica boicotear, a un gobierno en su primer d¨ªa en funciones.
?Cu¨¢n radical ser¨¢ L¨®pez Obrador? se preguntan en el barrio alto entre rabia y temores. En realidad la respuesta reside en gran medida en ellos mismos. Si el presidente enfrenta una confabulaci¨®n de grupos de poder galvanizados en su contra podemos anticipar que, en efecto, tender¨¢ a radicalizarse. Recurrir¨¢ a la calle, a las controvertidas consultas populares y tomar¨¢ medidas unilaterales en la soledad de Palacio Nacional. Es decir, el peor de los escenarios. Pero a su juicio tendr¨¢ que hacerlo si es la ¨²nica posibilidad de sacar adelante el m¨ªnimo de promesas que considera su deber hist¨®rico.
No obstante, nada es de eso es necesario si consigue negociar en la mesa con los poderes f¨¢cticos algunas de las reivindicaciones que le son m¨¢s apreciadas. Su promesa de renegociar con los contratistas del aeropuerto o formar un consejo asesor de empresarios (entre ellos los grandes barones de los medios) revelan que ¨¦l sabe que no podr¨¢ gobernar solo.
El presidente que podemos esperar no es aqu¨¦l que proyectan sus declaraciones como candidato o l¨ªder opositor, que ahora asustan a los que quieren ser asustados, sino los seis a?os de ejercicio como alcalde de la Ciudad de M¨¦xico. Esa es la experiencia m¨¢s pr¨®xima a la responsabilidad que ahora enfrenta. All¨ª est¨¢n las claves. Que se convierta en un solista o en un aceptable director de orquesta depende de ¨¦l, tanto como del resto de los m¨²sicos. Y, en ese sentido, todos nosotros lo somos.
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