?Qui¨¦n orden¨® matar a Marielle? ?Y por qu¨¦?
Bolsonaro, que gobierna Brasil administrando odio, deber¨ªa ser el mayor interesado en que se resolviera el crimen
Cuando supe que Marielle Franco hab¨ªa sido asesinada, acababa de llegar de Anapu, la ciudad que recibi¨® la sangre de Dorothy Stang. Cuatro tiros hab¨ªan destrozado la bonita cabeza de Marielle y tambi¨¦n aquella sonrisa que hac¨ªa que incluso yo, que nunca la conoc¨ª, tuviera ganas de re¨ªr con ella. Todav¨ªa las tengo cuando veo su fotograf¨ªa. Y me r¨ªo con Marielle. Y entonces me acuerdo del horror de la destrucci¨®n literal de su sonrisa. Y no lloro. Escribo.
Cuando me lleg¨® la noticia, todav¨ªa estaba en la Amazonia, pero me preparaba para coger un avi¨®n hacia S?o Paulo. Cargaba en mi cuerpo el horror de haber constatado que la violencia contra los peque?os agricultores en el estado de Par¨¢ era, en aquel momento, peor que en 2005, a?o del asesinato de Dorothy. En Anapu, hab¨ªa un sendero rojo sangre de 16 ejecuciones de trabajadores rurales desde 2015, personas que no ten¨ªan la nacionalidad estadounidense para llamar la atenci¨®n de la prensa.
Dos d¨ªas antes, en la carretera de Anapu, me hab¨ªa alcanzado la noticia del asesinato de Paulo S¨¦rgio Almeida Nascimento, director de la Asociaci¨®n de los Caboclos, Ind¨ªgenas y Quilombolas de la Amazonia. Paulo recib¨ªa amenazas por su actuaci¨®n y varias veces pidi¨® protecci¨®n policial. Ped¨ªa que el gobierno federal y el del estado de Par¨¢, adem¨¢s del ayuntamiento de Barcarena, tomaran alguna actitud con relaci¨®n a la empresa minera noruega Hydro Alunorte, de la que exist¨ªan pruebas que hab¨ªa contaminado el agua de los r¨ªos de la regi¨®n, amenazando la vida de la poblaci¨®n y el medio ambiente. Paulo fue asesinado dos d¨ªas antes que Marielle.
En Anapu, hab¨ªa escuchado al padre Amaro Lopes afirmar que sab¨ªa que estaban tramando algo contra ¨¦l, que se inventar¨ªan algo para interrumpir su lucha. Lo consideraban el sucesor de Dorothy Stang en la protecci¨®n de los derechos de los trabajadores rurales y de la selva amaz¨®nica en la regi¨®n. Para m¨ª, estaba claro que las reales sucesoras de Dorothy eran las monjas con quien compart¨ªa casa y que segu¨ªan su trabajo sin derrapar en vanidades personales. Sin embargo, el trabajo de Amaro Lopes era lo suficientemente importante como para que lo interrumpieran con violencia. Dos semanas m¨¢s tarde, como hab¨ªa previsto el padre, la polic¨ªa de Par¨¢ lo detuvo en una operaci¨®n cinematogr¨¢fica y lo acusaron de casi todo. El objetivo era asesinar su reputaci¨®n y neutralizarlo. Y lo consiguieron.
Cuando me enter¨¦ de la muerte de Marielle, este era el mapa de muertes a mi alrededor, solo en el peque?o c¨ªrculo que era yo. Esas muertes, aunque no directamente, estaban conectadas. Expresaban un nuevo momento del pa¨ªs, uno en que la vida val¨ªa todav¨ªa menos y la justicia estaba todav¨ªa m¨¢s ausente, cuando no en connivencia con los cr¨ªmenes.
Desde 2015, la tensi¨®n en el campo y en las periferias urbanas crec¨ªa en Brasil. Era el resultado directo del debilitamiento de la democracia por el proceso de impeachment, que siempre se siente primero en los espacios m¨¢s distantes de los centros de poder. Incluso antes de que la destituyeran, Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT), estaba concediendo lo que no se puede conceder, en su desesperaci¨®n de impedir el proceso que la arrancar¨ªa del cargo para el que fue elegida. En la Amazonia, estos mensajes se interpretan con literalidad. Y autorizaci¨®n.
Los asesinatos mostraron que el Brasil arcaico intentaba aplastar al Brasil insurgente que hab¨ªa avanzado los ¨²ltimos a?os
Esas muertes expresaban tambi¨¦n que el Brasil arcaico, el que consigui¨® una imagen elocuente en el retrato oficial del primer ministerio del expresidente Michel Temer ¡ªblanco, masculino y reproductor de las oligarqu¨ªas pol¨ªticas¡ª, aplastaba al Brasil insurgente que hab¨ªa avanzado los ¨²ltimos a?os, el que desplazaba los lugares de centro y periferia, confrontaba el apartheid racial no oficial, romp¨ªa con los binarismos de g¨¦nero, enfrentaba al patriarcado con carteles y pechos desnudos.
Yo bajaba las escaleras de la casa que alquilaba. Al llegar al ¨²ltimo escal¨®n, tuve la sensaci¨®n de que Brasil se hab¨ªa desgarrado. Empec¨¦ a bajar las escaleras en un pa¨ªs y termin¨¦ en otro. En medio, la noticia del asesinato de Marielle Franco. El cuerpo flagelado de Marielle era el desgarro.
Durante el viaje a S?o Paulo, un trayecto largo de tres vuelos, en el que solo pod¨ªa tener acceso a la informaci¨®n en las escalas, me di cuenta de que ese sentimiento no era solo m¨ªo. Una parte de Brasil se levantaba, ocupaba las calles, se retorc¨ªa y gritaba.
Matar a tiros a una concejala electa era dar un paso m¨¢s en la violencia extrema de un pa¨ªs que convive con el genocidio de los j¨®venes negros, que convive con el genocidio de los ind¨ªgenas, como si fuera posible convivir con genocidios sin corromper lo que llamamos alma m¨¢s all¨¢ de lo posible. El asesinato de Marielle era un paso m¨¢s, un paso ya sobre el vac¨ªo del abismo, incluso para Brasil.
En 2014 empec¨¦ a escribir una palabra en varios de mis textos. Deshilachado, deshilachar... Tard¨¦ en reconocer el patr¨®n. A veces una palabra se impone por los caminos del inconsciente, que percibe el mundo a partir de otros recorridos. Deshilachada, la carne del pa¨ªs ahora se desgarraba, como si los cuerpos agujereados por las balas, los cuerpos negros, los cuerpos ind¨ªgenas, al volverse demasiado numerosos, hubieran hecho imposible cualquier remiendo. Hasta una costurera aficionada sabe que no se puede zurcir una tela demasiado desgarrada, donde la piel que se junta con la aguja y el hilo se abre de inmediato. Ya no hab¨ªa integridad posible en el tejido social de Brasil porque se hab¨ªa matado demasiado. Marielle Franco era ir m¨¢s all¨¢ del demasiado.
El 14 de marzo de 2018, Brasil entr¨® en una nueva fase de sus ruinas continentales
Entend¨ª entonces que con Marielle tambi¨¦n mor¨ªa un Brasil. Y que a partir de ese d¨ªa entrar¨ªamos en otra fase de nuestras ruinas continentales.
Creo que ten¨ªa raz¨®n. Pero tambi¨¦n creo que me equivocaba.
Ten¨ªa raz¨®n porque Marielle Franco acog¨ªa en su cuerpo a todas las minor¨ªas aplastadas durante 500 a?os de Brasil. Su cuerpo era un mostrador, una instalaci¨®n viva, de la emergencia de los Brasiles hist¨®ricamente silenciados.
Marielle cargaba m¨²ltiples identidades: negra, como la mayor¨ªa de los que mueren; de la favela (Mar¨¦, en R¨ªo de Janeiro), de donde vienen los que tienen menos de todo; mujer de piel oscura, la parte m¨¢s fr¨¢gil y sujeta a la violencia de la poblaci¨®n brasile?a; lesbiana, que la lanza a otro grupo flagelado por la homofobia.
Cargando todo lo que era ¡ªy ser¨¢ siempre¡ª, Marielle sali¨® elegida concejala en R¨ªo de Janeiro por el Partido Socialismo y Libertad (PSOL). E hizo de sus identidades criminalizadas una explosi¨®n de potencia. Era la encarnaci¨®n de un movimiento que proven¨ªa tanto de los interiores como de los estertores de Brasil. Marielle encarnaba un levantamiento que no ha muerto con ella, pero que ha sido masacrado en los ¨²ltimos a?os. Un levantamiento creador y creativo que so?aba con otro Brasil, que anhelaba atravesar las oligarqu¨ªas alegremente con sus pies descalzos, como lo ha hecho en el Carnaval de este a?o, rumbo a otra manera de ser Brasiles, en plural.
Marielle ten¨ªa todo ese descaro en su cuerpo y todav¨ªa osaba re¨ªr, y re¨ªa mucho, como hacen las mujeres que saben que re¨ªr es un acto de transgresi¨®n, ya que llorar es lo que se espera de nosotras.
El Brasil que existi¨® de 1985 a 2016 muri¨® con el voto criminal de Bolsonaro a favor del impeachment de la primera mujer presidenta
A la vez, me equivocaba. El Brasil posredemocratizaci¨®n, el pa¨ªs donde hab¨ªa vivido mi vida adulta, no hab¨ªa muerto el 14 de marzo de 2018. Sino casi dos a?os antes, el 17 de abril de 2016.
Una parte de los brasile?os supo que algo terriblemente definitivo hab¨ªa ocurrido aquel domingo en que los diputados votaron a favor del proceso de destituci¨®n de Dilma Rousseff. Incluso los que estaban a favor del impeachment se sorprendieron con las entra?as a la vista de los parlamentarios, al votar en nombre de Dios y de la familia contra una presidenta que no hab¨ªa cometido un crimen de responsabilidad. La verg¨¹enza casi nos alcanz¨® a todos. O, por lo menos, a muchos. Muchos por la ¨¦tica, la mayor¨ªa quiz¨¢ solo por la est¨¦tica.
El Brasil que hab¨ªa existido durante 31 a?os, desde el fin de la dictadura hasta el voto del impeachment de Dilma Rousseff, de 1985 a 2016, muri¨® con el voto de Jair Bolsonaro. Durante m¨¢s de tres d¨¦cadas, Brasil avanz¨® y retrocedi¨®, se convulsion¨®, se revel¨®, se pobl¨® de esperanzas, convivi¨® con lo imposible de sus genocidios y protegi¨® a agentes del Estado que cometieron cr¨ªmenes contra la humanidad durante el r¨¦gimen de excepci¨®n.
De la gesti¨®n de esta democracia deformada nace el Brasil en el que vivimos hoy, como ya he escrito en este espacio, m¨¢s de una vez. Pero hasta 2016 tuvimos un pa¨ªs en ebullici¨®n, donde el presente se lo disputaban ferozmente diferentes grupos. En aquel pa¨ªs, el levantamiento del que Marielle es uno de los s¨ªmbolos avanzaba por las brechas, y avanzaba r¨¢pido, porque ten¨ªa siglos de atraso a sus espaldas.
El voto de Jair Bolsonaro interrumpi¨® ese proceso y finaliz¨® una de las fases m¨¢s ricas de posibilidades de Brasil. No solo el impeachment, que parte de la izquierda denomina ¡°golpe¡±, sino la perversi¨®n del impeachment explicitada por el voto de Bolsonaro. Si el voto del capit¨¢n retirado era una expresi¨®n de la anatom¨ªa del impeachment, y lo era, el voto era eso y tambi¨¦n algo m¨¢s. Un algo m¨¢s que quiz¨¢s solo Jean Wyllys (PSOL), con su escupitajo, haya percibido. No es solo coincidencia que ¨¦l sea el primer pol¨ªtico exiliado del Brasil del bolsonarismo.
No es casualidad que Jean Wyllys, el diputado que escupi¨® a Bolsonaro, tambi¨¦n sea el primer exilado de su gobierno
En ese momento, Bolsonaro cometi¨® un crimen de apolog¨ªa a la tortura y al torturador. ¡°Por la memoria del coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, el pavor de Dilma Rousseff, por el ej¨¦rcito de Caxias, por las Fuerzas Armadas, por Brasil por encima de todo y por Dios por encima de todo, mi voto es s¨ª¡±. El entonces diputado viol¨® el art¨ªculo 287 del C¨®digo Penal: ¡°Hacer, p¨²blicamente, apolog¨ªa de un crimen o del autor del crimen. Pena: detenci¨®n de tres a seis meses, o multa¡±.
Ustra fue el ¨²nico torturador reconocido como torturador por la justicia brasile?a. Bajo el comando de Ustra, por lo menos 50 personas fueron asesinadas y cientos, torturadas. Hab¨ªa todav¨ªa el sadismo expl¨ªcito de la aposici¨®n que a?adi¨® Bolsonaro: ¡°el pavor de Dilma Rousseff¡±. La presidenta fue torturada por agentes del Estado en la dictadura.
Bolsonaro consumaba all¨ª el v¨ªnculo entre los dos momentos del pa¨ªs, saltando sobre el per¨ªodo democr¨¢tico. Al invocar al torturador y se?alar el pavor de la torturada, Bolsonaro transform¨® el impeachment sin base legal en un nuevo acto de tortura contra Dilma Rousseff.
Aquel, en mi opini¨®n, fue el momento m¨¢s grave del pa¨ªs desde la redemocratizaci¨®n. El d¨ªa siguiente decidir¨ªa el futuro de Brasil. Si se cumpl¨ªa la ley y se denunciaba, juzgaba y encerraba a Bolsonaro, las instituciones demostrar¨ªan que eran capaces no solo de hacer valer la ley, sino tambi¨¦n de proteger la democracia y los principios democr¨¢ticos.
Al servicio de fuerzas que van mucho m¨¢s all¨¢ de su familia, Bolsonaro era aquel soldado raso que env¨ªan al frente de batalla para descubrir si explota o si la tropa m¨¢s valiosa puede avanzar en relativa seguridad. Como ¨¦l amenaz¨® a una presidenta y homenaje¨® a un torturador y sigui¨® adelante con su vida porque la ley eran palabras muertas, Brasil se hundi¨® all¨ª. Menos de un mes despu¨¦s, el 12 de mayo de 2016, d¨ªa de la destituci¨®n de Dilma Rousseff de la presidencia del pa¨ªs, Bolsonaro se sumergi¨® en las aguas del r¨ªo Jord¨¢n, en Israel, para que lo bautizara el pastor Everaldo, l¨ªder del Partido Social Cristiano (PSC).
En ese voto, Bolsonaro tambi¨¦n se convirti¨® en presidente de la Rep¨²blica, o en alguien con muchos n¨²meros de convertirse en presidente de la Rep¨²blica. De buf¨®n del bajo clero del Congreso, lo promovieron a representante de las fuerzas m¨¢s arcaicas: tanto las que quer¨ªan garantizar la ampliaci¨®n de su poder en el Planalto ¡ªcomo los ruralistas¡ª, como las que quer¨ªan alcanzar el poder central ¡ªcomo los evang¨¦licos¡ª.
Los generales que est¨¢n hoy en el poder deber¨ªan haber escuchado al dictador Ernesto Geisel, que llamaba a Bolsonaro ¡°mal militar¡±
En aquel momento, tambi¨¦n los sectores de las Fuerzas Armadas que estaban molestos con la Comisi¨®n de la Verdad y la presi¨®n para que se revisara la Ley de Amnist¨ªa vieron una oportunidad. Arriesgada, pero una oportunidad al fin y al cabo. El capit¨¢n retirado, conocido como oportunista e insubordinado, podr¨ªa ser ¨²til para impedir la producci¨®n de memoria sobre el r¨¦gimen de excepci¨®n y reescribir la historia. Tambi¨¦n podr¨ªa ser ¨²til para garantizar el retorno de los generales al Planalto sin el trauma de un golpe cl¨¢sico, como sucedi¨® en 1964.
Creyeron que podr¨ªan controlarlo. Deber¨ªan haber escuchado a un general con m¨¢s experiencia antes de meterse en la peligrosa aventura bolsonarista. En 1993, en una entrevista a los investigadores Maria Celina D?Ara¨²jo y Celso Castro, el general Ernesto Geisel, el cuarto militar que presidi¨® Brasil durante la dictadura, afirm¨®: ¡°No contemos a Bolsonaro, porque Bolsonaro es un caso completamente fuera de lo normal, incluso un mal militar¡±.
A Marielle Franco la mataron en este nuevo Brasil, la mat¨® este nuevo Brasil que el crimen de Bolsonaro al votar a favor del impeachment puso en evidencia. Este nuevo Brasil es viejo, pero tambi¨¦n es nuevo. Porque nuevo no es sin¨®nimo de bueno. Y viejo no es sin¨®nimo de malo. Al servicio de lo m¨¢s arcaico y falseado que hay en la historia de Brasil, Bolsonaro es nuevo. Al servicio de lo m¨¢s c¨ªnico que hay en la historia de Brasil, el fundaoportunismo evang¨¦lico de los l¨ªderes neopentecostales es nuevo.
Y lo nuevo que viene de las ra¨ªces, representado por Marielle, lo que viene de la insurrecci¨®n de los negros rebeldes, de la resistencia casi trascendental de los pueblos ind¨ªgenas, de las mujeres que aman su co?o, de los que no encajan en la normalizaci¨®n de los cuerpos, est¨¢ siendo aplastado.
Necesitamos saber: ?Qui¨¦n orden¨® matar a Marielle? ?Y por qu¨¦?
A Marielle la mataron por cargar en su cuerpo el levantamiento de los Brasiles perif¨¦ricos que reivindican el lugar de centro
Sea cual sea la respuesta objetiva, concreta, que ya tarda un a?o, a Marielle la mataron por cargar en su cuerpo el levantamiento de los Brasiles perif¨¦ricos que en los ¨²ltimos a?os han reivindicado el lugar de centro. Ella era la expresi¨®n llena de curvas de todo lo que los que solo pueden convivir con ¨¢ngulos rectos sienten la compulsi¨®n de exterminar. No solo porque son incapaces de lidiar con otras formas geom¨¦tricas, sino porque cuando los excluidos de Brasil ocupan las tribunas por medio del voto, los que creen que el poder es parte de su destino hereditario temen por sus privilegios.
Desde que arrancaron a la primera mujer presidenta del Palacio del Planalto por medio de un impeachment descabezado, la violencia en las periferias de la selva, del campo y de las ciudades se ha recrudecido. La percepci¨®n era que algo represado, contenido con mucho esfuerzo, se liberaba. Y de hecho se liberaba. Todo el deseo de destrucci¨®n reprimido por lo que llaman ¡°pol¨ªticamente correcto¡±, pero que es otra cosa, emergi¨®. Y de forma violenta, como irrumpe lo que se controla con esfuerzo, lo que se empuja hacia el fondo, sin el trabajo de elaboraci¨®n tanto en la esfera p¨²blica como en la privada. Aun as¨ª, las Marielles siguieron.
En el Brasil actual hay un deseo de destrucci¨®n de los cuerpos que se niegan a ser normalizados, como los de las mujeres y la comunidad LGBTI
Hablamos de deseo de destrucci¨®n. Mi interpretaci¨®n es que, mayoritariamente, es un deseo de destrucci¨®n de los cuerpos de las mujeres y la comunidad LGBTI, de los cuerpos que se niegan a ser normalizados, como Jair Bolsonaro y sus seguidores dejaron claro en la campa?a de 2018. Todav¨ªa a?adir¨ªa a esta lista los cuerpos de los que practican religiones de origen africano, una barrera al crecimiento de las evang¨¦licas neopentecostales, que por eso tienen que demonizarse.
Cuando Bolsonaro invoca la tortura del cuerpo de la presidenta al votar a favor del impeachment, reafirma las ganas de destruir el cuerpo de Rousseff. Como antes ya hab¨ªa hecho con la apolog¨ªa a la violaci¨®n al agredir a la diputada federal Maria do Ros¨¢rio (PT).
Es importante recordar a Luana Barbosa dos Reis Santos, negra, perif¨¦rica y lesbiana, que fue asesinada por polic¨ªas en 2017. Al igual que recordar que fue una mujer, Am¨¦lia Teles, torturada por Ustra, a quien agredieron otra vez los seguidores de Bolsonaro por las redes sociales durante la campa?a al amenazarla de muerte. A Amelinha la torturaron dos veces, la segunda por atreverse a contar la violencia que sufri¨® a manos y ¨®rdenes del h¨¦roe de Bolsonaro. Como tambi¨¦n vale la pena recordar que los agentes del Estado, adem¨¢s de utilizar los equipos cl¨¢sicos de tortura, como choques el¨¦ctricos, sol¨ªan torturar a las mujeres introduci¨¦ndoles ratas y cucarachas en la vagina, aumentando el componente mis¨®gino del sadismo.
Los actuales due?os del poder han iniciado una guerra por el control de los cuerpos, lo que Jair Bolsonaro pregon¨® como el fin de las minor¨ªas, que deben ¡°curvarse ante la mayor¨ªa¡±. La frase ¡°los ni?os visten de azul, las ni?as, de rosa¡± de la ministra de la Mujer, Damares Alves, no es una distracci¨®n o un factoide, sino la m¨¢s exacta traducci¨®n de una disputa de poder muy profunda.
El Carnaval de 2019 molest¨® tanto a Bolsonaro porque mostr¨® que el levantamiento sigue vivo
Hay que prestar atenci¨®n a quien se vio obligado ¡ªhasta ahora¡ª a dejar el pa¨ªs para salvar la vida: p¨²blicamente, un gay asumido y dos feministas conocidas. Pero hay m¨¢s gente. La violencia no se produce sobre cualquier cuerpo, sino sobre cuerpos espec¨ªficos. Lo que se disputa, repito, es el control sobre los cuerpos que se han insurgido: el de las mujeres, de los negros, de los ind¨ªgenas y de la comunidad LGBTI. Tampoco fue una imagen cualquiera la que escogi¨® Bolsonaro para intentar descalificar el Carnaval de 2019: fue una relaci¨®n sexual entre dos hombres. Bolsonaro se descontrol¨® un poco m¨¢s porque el Carnaval mostr¨® que, a pesar de toda la violencia que pregona el presidente, el levantamiento sigue vivo. Y muy vivo.
Es urgente parar de fingir. No vivimos en una democracia. Desde que fue investido, Bolsonaro pone su poder de presidente al servicio de su m¨¢quina de producir linchamientos y descalificar a opositores, que trata como enemigos. La estrategia de su acci¨®n en las redes sociales, con la asesor¨ªa de su hijo cero dos, es la de mantener a la poblaci¨®n en suspenso. Bolsonaro y cero dos controlan los d¨ªas y los espasmos, diseminan mentiras y dirigen ataques.
Seamos claros: Bolsonaro est¨¢ controlando el d¨ªa a d¨ªa del pa¨ªs. No por la administraci¨®n p¨²blica, sino por la administraci¨®n de odio. O por la administraci¨®n p¨²blica de odio. ?Qu¨¦ suceder¨¢ en este pa¨ªs con un presidente que utiliza el poder y la m¨¢quina del Estado para destruir una parte cada vez mayor de la poblaci¨®n?
Bolsonaro y su administraci¨®n de odio pueden provocar una tragedia en cualquier momento
Parar de fingir que existe una normalidad democr¨¢tica es una medida urgente para que las personas mantengan la salud mental. Brasil puede explotar de odio en cualquier momento. La probabilidad de que Bolsonaro provoque una tragedia es alta. Est¨¢ fuera de control, si es que alg¨²n d¨ªa ha tenido. Y las instituciones no se mueven para proteger a la poblaci¨®n y la Constituci¨®n.
En Brasil vivimos un d¨ªa a d¨ªa de excepci¨®n. Desde el voto de Bolsonaro. Y vamos rumbo a un Estado de Excepci¨®n. Desde el voto a Bolsonaro.
La destrucci¨®n del cuerpo de Marielle Franco, el cuerpo pol¨ªtico que se negaba a ser subyugado, es hasta hoy el ataque m¨¢s violento. Es por dignidad que se grita ¡°Marielle Presente¡±. Es por responsabilidad colectiva. Pero tambi¨¦n es por la convicci¨®n de que mantener viva la memoria de Marielle y hacer pagar su muerte es lo que posiblemente nos haya salvado de que haya otros cuerpos reventados por las balas en las calles de Brasil. Ese grito persistente es lo que quiz¨¢ nos haya salvado del descontrol total.
Este Brasil que mat¨® a Marielle ya era el Brasil de Bolsonaro incluso antes de que saliera elegido. Era el Brasil en que los hijos de Bolsonaro se pon¨ªan una camiseta con la inscripci¨®n ¡°Ustra vive¡± para disputar votos. En que el actual gobernador de R¨ªo de Janeiro aparece junto a dos cafres, que despu¨¦s se convertir¨ªan en diputados electos por el Partido Social Liberal (PSL). En la imagen, se enorgullecen de romper la placa de la calle con el nombre de Marielle Franco. Y traspasan su nombre con sus cuerpos, como una violaci¨®n simb¨®lica.
La investigaci¨®n del asesinato de Marielle Franco y de Anderson Gomes est¨¢ en curso. El hecho de que un a?o despu¨¦s de su muerte Brasil todav¨ªa no sepa qui¨¦n orden¨® el crimen y por qu¨¦ es una verg¨¹enza para los responsables, en todas las instancias. Es una verg¨¹enza para Brasil. Pero no solo una verg¨¹enza. Lo que expone la tardanza en resolver el crimen es la convulsi¨®n del pa¨ªs en que un cuerpo policial tiene que investigar por qu¨¦ otro cuerpo policial no investiga. Un pa¨ªs en que los sospechosos que acaban de ser detenidos eran polic¨ªas militares.
Bolsonaro deber¨ªa ser el brasile?o que m¨¢s desea resolver la muerte de Marielle y, as¨ª, demostrar que las coincidencias son solo coincidencias
El presidente de Brasil y su familia deber¨ªan ser los primeros en querer que se resolviera el asesinato de Marielle Franco. E inmediatamente. Deber¨ªan ser los m¨¢s interesados en demostrar que las coincidencias y los varios cruces de la familia con sospechosos de haber ejecutado el crimen son solo eso: coincidencias. No se puede gobernar un pa¨ªs sin aclarar esas coincidencias. A cada nueva coincidencia, crece en la poblaci¨®n el sentimiento de descontrol.
Cuando solo faltaban dos d¨ªas para que se cumpliera un a?o de las muertes, finalmente la Polic¨ªa Civil de R¨ªo de Janeiro y la Fiscal¨ªa de R¨ªo de Janeiro detuvo a los ex polic¨ªas militares Ronie Lessa y Elcio Vieira de Queiroz. Lessa fue detenido en la casa de 280 metros cuadrados donde viv¨ªa con su familia, en la misma calle y en la misma urbanizaci¨®n que Jair Bolsonaro. Desde la terraza de casa de Lessa se ve la habitaci¨®n de la hija de Bolsonaro. Seg¨²n el comisario Giniton Lages, la hija de Lessa sali¨® con uno de los hijos de Bolsonaro. En casa de un amigo de Lessa, la Polic¨ªa Civil encontr¨® 117 fusiles incompletos, del tipo M-16: es la mayor incautaci¨®n de fusiles de la historia de R¨ªo de Janeiro.
Nadie es responsable de los actos de sus vecinos ni de los actos de los suegros de los hijos. Pero, mientras no se descubra qui¨¦n orden¨® el crimen y se aclaren los motivos, tampoco se puede probar que las coincidencias son solo coincidencias. Y eso es malo para Brasil. Por eso, el clan Bolsonaro deber¨ªa ser el mayor interesado en resolver el asesinato de Marielle. Para el bien de Brasil.
Porque hay otras coincidencias. El gobernador de R¨ªo, Wilson Witzel (PSC), escribi¨® en una red social que uno de los cinco detenidos en la operaci¨®n ¡°Los intocables¡±, en enero de este a?o, una acci¨®n conjunta de la Polic¨ªa Civil y la Fiscal¨ªa, era sospechoso de estar involucrado en las muertes de Marielle y Anderson. El excapit¨¢n de la Polic¨ªa Militar Adriano Magalh?es N¨®brega, hoy pr¨®fugo, fue se?alado como uno de los l¨ªderes de la milicia de la favela R¨ªo das Pedras, en R¨ªo de Janeiro, que tiene montado un sistema de robo de tierras p¨²blicas, entre otros cr¨ªmenes y contravenciones. N¨®brega tambi¨¦n ser¨ªa el jefe del grupo de exterminio Oficina del Crimen, sospechoso de estar asociado a la ejecuci¨®n de Marielle y Anderson. A este mismo N¨®brega lo honr¨® el hoy senador Fl¨¢vio Bolsonaro, el hijo cero uno, con una moci¨®n de alabanza por su ¡°brillantez y gallard¨ªa¡±, en 2003, y con la Medalla de Tiradentes, la m¨¢s alta condecoraci¨®n de la Asamblea Legislativa de R¨ªo de Janeiro, en 2005.
Las coincidencias no terminan ah¨ª. Hasta noviembre de 2018, la madre y la mujer de N¨®brega trabajaban en el gabinete de Fl¨¢vio Bolsonaro. El cero uno atribuy¨® las contrataciones a su exasesor, Fabr¨ªcio Queiroz, viejo amigo del presidente de la Rep¨²blica. Queiroz, que fue polic¨ªa militar, es sospechoso de malversaci¨®n de fondos del gabinete de cero uno. Reten¨ªa una parte del sueldo de los empleados de confianza del gabinete. Queiroz tambi¨¦n ingres¨® un cheque de 24.000 reales (unos 6.500 d¨®lares) en la cuenta de la primera dama, Michelle Bolsonaro.
A finales de 2018, la Polic¨ªa Federal entr¨® en el caso de Marielle para descubrir qu¨¦ estaba bloqueando la investigaci¨®n. ¡°Una investigaci¨®n de la investigaci¨®n¡±, como defini¨® el entonces ministro de Seguridad P¨²blica, Raul Jungmann. Cuando hay que activar a la Polic¨ªa Federal no para resolver un caso, sino para descubrir por qu¨¦ el caso no se resuelve, es comprensible e incluso esperado que la poblaci¨®n empiece a entrar en p¨¢nico.
Jungmann dijo m¨¢s: el proceso de investigaci¨®n del crimen es ¡°una alianza sat¨¢nica entre la corrupci¨®n y el crimen organizado¡±. El entonces ministro ya hab¨ªa descrito el caso Marielle con las siguientes palabras: ¡°Queda claro que habr¨ªa una gran articulaci¨®n en la que est¨¢n involucrados agentes p¨²blicos, milicianos, pol¨ªticos, un sistema muy poderoso que no tendr¨ªa inter¨¦s en aclarar el caso de Marielle, incluso porque estar¨ªan implicados en ese proceso, o en la ejecuci¨®n o dando las ¨®rdenes¡±. Era el ministro de Seguridad y todo lo que afirmaba era su impotencia para resolver el crimen.
Para mantener alta su popularidad, Bolsonaro est¨¢ gestando una guerra civil no declarada en Brasil
Bolsonaro ha entrado en el tercer mes de gobierno. Ya ha demostrado que gobierna por medio de la administraci¨®n de odio. Y que esa administraci¨®n es estrat¨¦gica y calculada para cumplir por lo menos dos objetivos: desviar el centro de atenci¨®n de las sospechas que recaen sobre el hijo cero uno, que pueden involucrar a m¨¢s miembros de la familia, incluso el propio presidente, y mantener al pa¨ªs en una guerra civil no declarada en las redes sociales, para que Bolsonaro pueda escoger al enemigo que haya que linchar antes de que el odio se vuelva contra ¨¦l.
El presidente dedica gran parte de su tiempo a mantener a sus milicias digitales ocupadas, destruyendo la reputaci¨®n de sus cr¨ªticos, y no tiene tiempo de prestar atenci¨®n a c¨®mo se tratan los asuntos urgentes de Brasil. Como ya se ha visto, la producci¨®n de linchamientos continuos tiene como blanco a periodistas que investigan tanto las milicias de R¨ªo como el caso Queiroz.
Jair Bolsonaro ha transformado Brasil en un laboratorio de administraci¨®n de odio y sus efectos sobre la poblaci¨®n. Es un ¡°estudio de caso¡±. Y es muy peligroso. Quien se da cuenta ya ha empezado a enfermar. Otros han dejado el pa¨ªs para no convertirse en m¨¢rtires. Lo peor que podemos hacer en este momento es fingir que eso es normalidad. O que puede haber normalidad con un presidente que controla los d¨ªas de Brasil administrando odio en las redes sociales. La presi¨®n est¨¢ creciendo. Las instituciones tienen que despertar. Y las coincidencias tienen que aclararse cuanto antes.
Cuando finalmente se descubra qui¨¦n orden¨® la muerte de Marielle Franco ¡ªy por qu¨¦¡ª, no ser¨¢ solo un crimen lo que se resuelva. Se podr¨¢ revelar la anatom¨ªa del Brasil actual en todo su asombroso horror. Pero los que dieron la orden ¡ªy los motivos¡ª solo se descubrir¨¢n si seguimos preguntando: ¡°?Qui¨¦n orden¨® matar a Marielle? ?Y por qu¨¦?¡±.
?Marielle Presente!
Eliane Brum es escritora, reportera y documentalista. Autora de los libros de no ficci¨®n Coluna Prestes ¨C o Avesso da Lenda, A Vida Que Ningu¨¦m v¨º, O Olho da Rua, A Menina Quebrada, Meus Desacontecimentos, y de la novela Uma Duas. Sitio web: desacontecimentos.com. E-mail: elianebrum.coluna@gmail.com. Twitter: @brumelianebrum/ Facebook: @brumelianebrum
Traducci¨®n de Meritxell Almarza
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