T¨²nez, un oasis en el norte de ?frica
La esperanza en el Magreb tras la ola de protestas de 2011 se ha visto frustrada entre violencia, dictadura y golpes de Estado
El saldo de la primavera ¨¢rabe en el norte de ?frica solo se sostiene en parte por T¨²nez. Aunque muchos tunecinos se sienten decepcionados, aunque persisten los abusos policiales y la corrupci¨®n del r¨¦gimen de Ben Ali siga gangrenando el pa¨ªs, T¨²nez sigue siendo la gran referencia democr¨¢tica en la regi¨®n.
Por eso, Egipto, Marruecos, Argelia y Libia escrutan atentamente los pasos del vecino. Argelia, el ¨²nico pa¨ªs donde no se registraron protestas en 2011, las est¨¢ viviendo ahora. Los ciudadanos saben que su mejor defensa es continuar con ellas de forma pac¨ªfica, aunque el r¨¦gimen del general Ahmed Gaid Salah sigue estrangulando las libertades.
En Egipto, el Ej¨¦rcito perpetr¨® un golpe de Estado en 2013 y el r¨¦gimen se ha convertido en el Estado m¨¢s represivo de la regi¨®n. Libia es el ejemplo perfecto del pa¨ªs, junto a Siria, donde una mala gesti¨®n de la comunidad internacional puede acarrear a?os de enfrentamiento y par¨¢lisis. Y Marruecos permanece como el Estado que supo capear el temporal de las protestas con una Constituci¨®n que recortaba de forma muy leve el poder del rey. Hoy en d¨ªa reina la estabilidad, pero las ilusiones de cambio se extinguieron y la clase pol¨ªtica est¨¢ desacreditada.
Argelia. Este fue el ¨²nico pa¨ªs del norte de ?frica donde no se registraron protestas masivas en 2011. Sin embargo, es el ¨²nico donde las hay ahora de forma sistem¨¢tica.
Existen dos razones que explican en parte por qu¨¦ no hubo protestas en la Argelia de 2011. Por un lado, la poblaci¨®n ten¨ªa demasiado reciente los estragos de la guerra civil durante la llamada d¨¦cada negra (1992-2001), que causaron entre 100.000 y 150.000 muertos. Por otro, el presidente de entonces, Abdelaziz Buteflika, impuls¨® un plan de concesi¨®n de cr¨¦ditos para j¨®venes que pr¨¢cticamente se conced¨ªan a fondo perdido. Sus cr¨ªticos comentaron que consigui¨® vadear la tormenta comprando a los j¨®venes.
La gente quer¨ªa cambio, pero en calma, de forma pac¨ªfica. Y el cambio comenz¨® a vislumbrarse ocho a?os m¨¢s tarde. El d¨ªa que marc¨® un antes y un despu¨¦s fue el 22 de febrero de 2019. Ese jueves, decenas de miles de argelinos auto convocados en las redes sociales, se manifestaron contra la pretensi¨®n del octogenario Buteflika de concurrir a un quinto mandato. Y lograron forzar su dimisi¨®n dos meses m¨¢s tarde.
Pero, ?se trataba de un cambio o un espejismo? La historia a¨²n est¨¢ por escribir. El actual hombre fuerte del pa¨ªs, el jefe del Estado Mayor, Ahmed Gaid Salah, no pretende acceder al reclamo de la calle que pide que se vaya. Buena parte de la prensa nacional est¨¢ amordazada. Hay decenas de detenidos desde aquel 22 de febrero cuyo ¨²nico delito ha sido criticar al poder o portar una bandera amazig. Y cada viernes, decenas de miles de argelinos siguen saliendo a la calle para decirle al general Gaid Salah que se vaya.
Egipto.?Fue el primer pa¨ªs en contagiarse del esp¨ªritu revolucionario que destap¨® T¨²nez. La ca¨ªda de Hosni Mubarak despu¨¦s de 18 d¨ªas de protestas en su mayor parte pac¨ªficas, pero reprimidas cruelmente al inicio por el r¨¦gimen, catapult¨® la primavera ¨¢rabe?para convertirla en un fen¨®meno regional. El Ej¨¦rcito asumi¨® el poder y pilot¨® los primeros pasos de la transici¨®n, siempre con el objetivo de mantener o mejorar su posici¨®n privilegiada desde 1952.
La presi¨®n de la calle forz¨® a los generales a organizar unas elecciones libres, primero legislativas y luego presidenciales. En ambos casos, se impuso la poderosa maquinaria electoral de los Hermanos Musulmanes, el hist¨®rico movimiento islamista que ejerci¨® de principal opositor durante el r¨¦gimen de Mubarak. Uno de sus l¨ªderes, Mohamed Morsi, fue investido presidente en verano de 2012. En apenas dos a?os, la c¨²pula de la organizaci¨®n hab¨ªa pasado de las c¨¢rceles a saborear las mieles del poder.
Sin embargo, una mala gesti¨®n de su ¨¦xito electoral, que les llev¨® a menospreciar la oposici¨®n laica, allan¨® el camino al Ej¨¦rcito para un golpe de Estado. Un a?o despu¨¦s de su victoria, Morsi fue derrocado por los militares, punta de lanza de un "Estado profundo" que nunca acept¨® verse desplazado del poder. Entonces, bajo el liderazgo del mariscal Al Sisi, se desat¨® una feroz represi¨®n contra toda disidencia, especialmente aquella de car¨¢cter islamista.
El balance de seis a?os de dictadura militar es desolador: centenares de muertos en la batalla entre el Estado y un renacido terrorismo yihadista; decenas de miles de presos pol¨ªticos, muchos de ellos torturados en las c¨¢rceles; y un plan de ajuste econ¨®mico que ha empobrecido a la clase media y dejado al borde de la desesperaci¨®n a millones de egipcios.
Marruecos. Las protestas en Marruecos fueron en su mayor parte pac¨ªficas, salvo en Alhucemas donde fallecieron cinco j¨®venes carbonizados en una sucursal bancaria. El r¨¦gimen marroqu¨ª supo saciar los deseos de cambio accediendo a aprobar una nueva Constituci¨®n en la que el rey renunciaba a su car¨¢cter sagrado y se recortaban levemente sus potestades en favor del Gobierno y del Parlamento.
Las primeras elecciones legislativas tras la primavera ¨¢rabe, las gan¨® el islamista Partido de la Justicia y el Desarroll¨® (PJD), que no hab¨ªa participado en las protestas. Se puede decir que la izquierda progresista, minoritaria en Marruecos, sacudi¨® el ¨¢rbol de la primavera y los islamistas del PJD recogieron las nueces. Pero las nueces ¡ªo el poder a repartir¡ª eran y siguen siendo escasas: los ministros llamados de "soberan¨ªa", como el de Exteriores, Interior y Asuntos Religiosos, los designa el monarca. La persona del rey sigue siendo ¡°inviolable¡± y oficia como Comendador de Creyentes, m¨¢xima autoridad religiosa del pa¨ªs.
Las protestas sociales que estallaron en el Rif a finales de octubre de 2016 hicieron pensar en una vuelta de la primavera ¨¢rabe. Durante varios meses miles de j¨®venes se manifestaban libremente pidiendo cambio. Aquello acab¨® con cientos de ellos en la c¨¢rcel y otros miles huyendo de forma clandestina a Europa. Los principales dirigentes de la revuelta siguen presos.
La ilusi¨®n que despert¨® en su d¨ªa la Constituci¨®n de 2011 se ha extinguido. La influencia, credibilidad y prestigio de los partidos pol¨ªticos en Marruecos ha sufrido un grave deterioro. La monarqu¨ªa, en cambio, ha estrechado sus lazos econ¨®micos y diplom¨¢ticos con la Uni¨®n Europea. Para Bruselas, y sobre todo para Espa?a y Francia, la cooperaci¨®n de Marruecos en materia de emigraci¨®n ilegal y terrorismo yihadista se ha vuelto indispensable.
Libia. En Libia, casi todo lo que pudo salir mal sali¨® mal. Y su ejemplo, junto al de Siria, Egipto o Yemen ha servido como espantajo para mantener a la poblaci¨®n de otros pa¨ªses en sus casas, no sea que reclamando de forma pac¨ªfica una mejora de vida se termine en el mismo caos.
El aire de libertad que corr¨ªa por las calles de Tr¨ªpoli cuando huy¨® Muamar el Gadafi en 2011 era hipn¨®tico, exultante. Cada noche se disparaban miles de balas al cielo en se?al de celebraci¨®n. Pero como un signo premonitorio de lo que vendr¨ªa despu¨¦s, Gadafi al ser detenido mientras hu¨ªa fue linchado hasta la muerte por una turba en las afuera de Sirte, su ciudad natal. Su cuerpo se exhibi¨® despu¨¦s medio desnudo. No hubo ni autopsia, ni comisi¨®n de investigaci¨®n para dirimir responsabilidades. El fil¨®sofo franc¨¦s Bernard-Henry Levy, que hab¨ªa ejercido una gran influencia sobre el Gobierno de Nicolas Sarkozy para apoyar militarmente la revoluci¨®n, qued¨® horrorizado ante aquella brutalidad. Fue la misma brutalidad que sembr¨® Gadafi y de la que el pa¨ªs no termina de escapar.
El expresidente de Estados Unidos, Barack Obama, ya declar¨® en 2016 que el ¡°peor error¡± de su mandato fue ¡°no planear el d¨ªa despu¨¦s de lo que fue la decisi¨®n correcta de intervenir en Libia¡±. Ocho a?os m¨¢s tarde, la democracia sigue pareciendo una quimera en Libia. El pa¨ªs est¨¢ fracturado entre el este, gobernado por el mariscal Jalifa Hafter y el oeste, con un Gobierno de Unidad Nacional, apoyado en teor¨ªa por la comunidad internacional. El apoyo econ¨®mico de armas lo recibe Hafter de Egipto y Emiratos ?rabes Unidos. Y al Gobierno de Tr¨ªpoli lo abastecen Turqu¨ªa y Catar.
?Y la Uni¨®n Europea? Dividida y hasta enfrentada respecto a Libia. Francia ha llegado a prestar apoyo militar a Hafter mientras Italia apoya al Gobierno de Tr¨ªpoli, quien a su vez depende de varias milicias o brigadas libias.
La comunidad internacional tuvo y tiene mucho que ver en aquel desastre. Pero los dirigentes libios, del este y del oeste, tampoco salen inmunes.
T¨²nez.?Como en Egipto, las primeras elecciones libres, celebradas a finales de 2011, se saldaron con la victoria del partido islamista Ennahda, que form¨® una coalici¨®n de Gobierno con dos partidos progresistas fundados tambi¨¦n por opositores al r¨¦gimen de Ben Ali. La llamada troika?pilot¨® la fase m¨¢s cr¨ªtica de la transici¨®n, entre 2012 y 2014, cuyo principal hito fue la aprobaci¨®n de una Constituci¨®n democr¨¢tica.
Durante el Gobierno de la troika, la polarizaci¨®n entre islamistas y laicos alcanz¨® unos niveles que hizo temer el estallido de una guerra civil o la realizaci¨®n de un golpe militar. Sin embargo, los islamistas tunecinos, los m¨¢s moderados de la regi¨®n, s¨ª supieron realizar las concesiones necesarias a la oposici¨®n para sostener el proceso de transici¨®n, cuyos mediadores de la sociedad civil recibieron el premio Nobel de la Paz en 2015.
La tensi¨®n pol¨ªtica y la crisis econ¨®mica llevaron al poder en 2014 a Nida Tunis, una coalici¨®n de diversas personalidades laicas lideradas por Beji Ca?d Essebsi que contaron con el apoyo de los empresarios cercanos al antiguo r¨¦gimen. En una renovada apuesta por el consenso, Nida y Ennahda fraguaron un Gobierno de "gran coalici¨®n" que se ha mantenido hasta nuestros d¨ªas. No obstante, el incesante baile de ministros ha impedido una acci¨®n de gobierno coherente, lo que ha agravado unos indicadores econ¨®micos que no acaban de despegar. Un panorama que ha allanado el camino a las fuerzas populistas ante el ciclo electoral de este oto?o.
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