La muerte de Ecko y los polic¨ªas de R¨ªo que cambiaron de bando
Las bandas de agentes que proceden de las fuerzas de seguridad son las m¨¢s pujantes del crimen organizado en la ciudad brasile?a. Controlan m¨¢s territorio que el narcotr¨¢fico
Todav¨ªa quedaba m¨¢s de una hora para el amanecer cuando lleg¨® a la casa. Comenzaba en Brasil el D¨ªa de los Enamorados cuando el hombre m¨¢s buscado de R¨ªo de Janeiro lleg¨® a visitar a su esposa y sus tres hijos. Circunstancias cl¨¢sicas para una emboscada. Un comando de 21 agentes caz¨® a Ecko, un antiguo narco aliado en los ¨²ltimos tiempos a polic¨ªas criminales. Sobrevivi¨® a un primer disparo en el pecho. Una foto policial le muestra vivo. Pero le quedaban minutos de vida porque esta operaci¨®n policial del s¨¢bado 12 de junio acab¨® como tan a menudo ocurre en Brasil. Muri¨® en ruta al hospital. Cuando era evacuado, una segunda bala en el pecho lo mat¨®, ¡°despu¨¦s de intentar arrebatar el arma a una agente¡±, seg¨²n explic¨® un comisario de la Polic¨ªa Civil en la comparecencia de aquel d¨ªa.
Cuando la prensa a¨²n informaba de que el capo se hab¨ªa rendido, un enjambre de agentes armados con fusiles tom¨® un hospital cerca de la playa de Ipanema y las tiendas m¨¢s lujosas de R¨ªo. Una testigo oy¨® en los pasillos que Ecko acababa de morir y minutos despu¨¦s vio pasar una camilla con un cuerpo en una bolsa mortuoria. Sospecha que era ¨¦l, Wellington da Silva Braga, alias Ecko, el jefe de la milicia carioca m¨¢s poderosa. Un final de aroma cinematogr¨¢fico en una ciudad hedonista donde el hampa est¨¢ en transformaci¨®n continua mediante disputas a tiros, alianzas y rupturas.
Milicia es como llaman en Brasil a las bandas criminales m¨¢s pujantes hoy en R¨ªo, cuna pol¨ªtica del clan Bolsonaro. Su principal diferencia con la competencia ¡ªlos narcotraficantes y las mafias del juego ilegal que patrocinan algunas escuelas de samba¡ª es que sus miembros est¨¢n o estuvieron a sueldo del Estado: son polic¨ªas, bomberos, guardas de prisiones, etc¨¦tera que se han pasado al otro bando. Algunos fueron expulsados del cuerpo, otros simultanean uniforme y crimen.
La periodista Cec¨ªlia Olliveira, especializada en seguridad, desgrana su enorme ventaja sobre el resto de los criminales. ¡°Tienen informaci¨®n privilegiada, acceso a armas, a municiones, el poder de negociaci¨®n que da ser un agente p¨²blico para negociar con otros organismos p¨²blicos¡±, explica en una entrevista telef¨®nica.
Las primeras milicias llegaron a las favelas hace dos d¨¦cadas con una oferta tentadora: tranquilidad para el vecindario. Promet¨ªan mantener al narco lejos a cambio de un dinerillo. El negocio original sigue vivo. Un vecino de Jaraquepagua, un barrio perif¨¦rico de m¨¢s de 150.000 habitantes, cuenta que en su edificio ¡°cobran 50 reales de tasa de seguridad por apartamento. La paradoja es que les pagas para defenderte de ellos mismos¡±. Exige quedar en el anonimato por seguridad. La omert¨¢ reina en la llamada ciudad maravillosa.
En los primeros a?os las autoridades, la ciudadan¨ªa y la prensa los vieron con buenos ojos. Una comisi¨®n de investigaci¨®n que en 2008 puso nombre y apellidos a 200 sospechosos y el secuestro de unos reporteros contribuyeron a que aquella actitud cambiara. Entre sus muchos defensores iniciales, Jair Bolsonaro. Los uniformados son desde siempre una de sus principales bases electorales y R¨ªo, el feudo pol¨ªtico familiar.
M¨¢s all¨¢ de los discursos, Adriano N¨®brega -extraordinario como polic¨ªa y como asesino por encargo¡ª es el nexo m¨¢s directo del clan con estos grupos. Flavio Bolsonaro, hijo del presidente y senador, lo condecor¨® y emple¨® durante a?os en su gabinete a la madre y esposa de N¨®brega, que se llev¨® los secretos de las cloacas cariocas a la tumba cuando fue abatido en una operaci¨®n policial poco antes de que estallara aqu¨ª la pandemia que acumula medio mill¨®n de muertos.
A partir de la extorsi¨®n a vecinos y comerciantes, las bandas de polic¨ªas criminales han ido acumulando barrios y poder. Sus negocios han crecido como una hidra en el Estado de R¨ªo. En la capital, ya controlan m¨¢s territorio que el narco: un 57% frente a un 34%, seg¨²n el mapa de los grupos armados elaborado por una alianza de universidades con Fogo Cruzado, un grupo fundado por Olliveira que avisa en tiempo real de d¨®nde hay tiroteos, y Disque denuncia, un consolidado sistema oficial de denuncias an¨®nimas. La Polic¨ªa Civil ha detenido en ocho meses a 700 milicianos.
Opulencia y miseria se cruzan constantemente en R¨ªo, donde pocas pistas bastan para que cualquier forastero entienda qui¨¦n controla algunas barriadas. Las zonas donde manda el tr¨¢fico de drogas suelen estar acotadas por pivotes para dificultar el paso de la polic¨ªa y controlar qui¨¦n entra y qui¨¦n sale. En los de milicianos, la vigilancia est¨¢ ah¨ª, pero es invisible.
Los grupos como el que dirig¨ªa el abatido Ecko imponen su ley y sus servicios: tasas de seguridad, transporte clandestino en furgonetas ¨Dque muchos vecinos prefieren porque funciona mejor que el p¨²blico¡ª, suministro de gas, televisi¨®n por sat¨¦lite, internet¡ Ofrecen servicios b¨¢sicos y seguridad, como si fueran el poder p¨²blico. Tambi¨¦n se dedican al asesinato por encargo, con la singularidad de enterrar los cad¨¢veres en cementerios clandestinos para no dejar rastro.
Otra vecina an¨®nima explica que vivir bajo su dominio significa olvidarse del temor a sufrir un hurto o verse afectado por las espectaculares y cotidianas operaciones policiales con decenas de agentes a tiro limpio en calles abigarradas. ¡°A veces, una operaci¨®n policial leg¨ªtima sirve para que luego entre la milicia y tome ese lugar¡±, advierte la periodista Olliveira.
El perjudicado suele ser el Comando Vermelho, golpeado el pasado mayo en la favela de Jacarezinho en una operaci¨®n en la que murieron 28 personas. Lo que sospechaban muchos vecinos de favelas controladas por el Comando Vermelho u otros grupos que trafican con drogas lo han confirmado unos acad¨¦micos gracias al cruce de bases de datos. Resulta que en los barrios sometidos a las milicias, las incursiones policiales son menos frecuentes. En 2019, fueron solo el 6% mientras la mayor¨ªa de las operaciones se concentr¨® en territorio de ¨¢reas disputadas y en las dominadas por el narco, seg¨²n revela un informe de la Universidad Federal Fluminense. La escasa presi¨®n policial y ¡°el aumento de sus ganancias en el mercado inmobiliario mediante construcciones irregulares que despu¨¦s son legalizadas¡± supone lo que estos acad¨¦micos describen como ¡°la doble ventaja (pol¨ªtica y econ¨®mica)¡± de estas bandas de polic¨ªas delincuentes.
La diversificada cartera empresarial de estas bandas incluye en los ¨²ltimos tiempos el lucrativo negocio inmobiliario. Construyen viviendas en terrenos de los que se apropian gracias a fraudes o conexiones pol¨ªticas. Se mueven con destreza en los fluidos contornos entre lo legal y lo ilegal. Varias torres se les han desplomado y matado a vecinos.
El asesinato de la concejal Marielle Franco, por el que hay dos expolic¨ªas militares encarcelados pendientes de juicio, dio notoriedad en 2018 a estas bandas. El sospechoso de asesinar a la pol¨ªtica izquierdista era uno de los mejores tiradores del cuerpo antes de convertirse en asesino a sueldo; le descubrieron un arsenal y que ten¨ªa un chal¨¦ en la misma urbanizaci¨®n que Bolsonaro padre.
El R¨ªo m¨¢s f¨¦tido afloraba tras una ¨¦poca aparentemente dulce. Mientras Brasil desplegaba a los militares en las favelas del narco para garantizar la tranquilidad en el Mundial y los Juegos Ol¨ªmpicos, estas bandas se expand¨ªan lejos del foco, explica Olliveira. Esta periodista sostiene que ¡°los polic¨ªas expulsados son mano de obra muy cualificada y barata para la milicia, el narcotr¨¢fico, para quien mejor pague¡±.
Las bandas que nacieron para ahuyentar al narco se han asociado en los ¨²ltimos tiempos con ¨¦l. Ecko es un ejemplo de ese v¨ªnculo y de las mutaciones del hampa. Lleg¨® a la milicia desde el tr¨¢fico de drogas, no desde las fuerzas de seguridad. Un dato que, el d¨ªa que fue abatido, Flavio Bolsonaro se apresur¨® a destacar. ¡°Ecko nunca fue polic¨ªa¡±, escribi¨® en un tuit que incluye ¡°apoyo incondicional a los verdaderos polic¨ªas de todo Brasil¡±. Y el gobernador de R¨ªo, Cl¨¢udio Castro, proclam¨®: ¡°Es un d¨ªa hist¨®rico. Celebramos que sacamos de la circulaci¨®n a alguien que simbolizaba la impunidad¡± antes de correr a fotografiarse con los art¨ªfices de la caza, a¨²n con el traje de faena y las armas. Y acorde a las normas, todos con mascarilla.
Parab¨¦ns aos Policiais Civis do Rio pela elimina??o do miliciano ¡°Ecko¡±, que nunca foi policial e era o mais procurado do pa¨ªs!
— Flavio Bolsonaro (@FlavioBolsonaro) June 12, 2021
Todo respeito e apoio incondicional aos verdadeiros Policiais de todo o Brasil! #policia pic.twitter.com/IqgcpQdHtD
El soci¨®logo Jose Cl¨¢udio Alves interpreta la eliminaci¨®n del capo, que supuestamente ya tiene sustituto al frente del Bonde do Ecko, de manera bien distinta. Estudia estos grupos desde los noventa, adem¨¢s de vivir y trabajar en el coraz¨®n de la Baixada Fluminense, la zona metropolitana donde m¨¢s arraigados est¨¢n. ¡°Creo que [Ecko] era un soldado, gerente de un territorio. ?l no es la figura clave¡±, explica una tarde de junio en el bello campus donde da clase, el de la Universidad Federal Rural de R¨ªo de Janeiro, ahora desierto por la covid-19. Queda en una ciudad anodina, Serop¨¦dica, donde la milicia tiene m¨²ltiples negocios, desde la cl¨¢sica tasa de seguridad, a los mototaxis o el contrabando de arena.
Sostiene este especialista que la operaci¨®n contra Ecko y otras en el ¨²ltimo a?o se han concentrado en los llamados narcomilicianos con dos objetivos: ¡°Exonerar a los funcionarios del Estado¡± y fortalecer el discurso de que ¡°matando resuelves los problemas¡±. Bandido bom ¨¦ bandido morto (Bandido bueno es el bandido muerto) es un lema aplaudido en Brasil. Y met¨®dicamente la amalgama de polic¨ªas criminales aliados a pol¨ªticos y empresarios turbios ampl¨ªa sus negocios mientras va conquistando poder en distritos y alcald¨ªas. ¡°R¨ªo es el laboratorio de la extrema derecha, el gran escaparate¡±.
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