?Es carca tener hijos o lo es quien tiene prejuicios sobre la crianza?
La ¡®parentalidad¡¯ en el siglo XXI es un reto y una oportunidad de educar de una forma diferente a la tradicional, con mayor informaci¨®n, responsabilidad, dedicaci¨®n y conciencia
Durante mi primer embarazo me dediqu¨¦ a hacer una lista de todas las mujeres artistas que admiraba que hab¨ªan sido madres: Miranda July, Susan Sontag, la gran mayor¨ªa de las poetas que me gustan, Adrienne Rich, Patti Smith, Clarice Lispector, Chan Marshall, Sofia Coppola, Isabella Rossellini, Louise Bourgeois¡ ?Hasta Isabelle Huppert! La lista era interminable, casi todas las mujeres que admiraba hab¨ªan tenido hijos. Y, sin embargo, segu¨ªa a?adiendo nombres con orgullo y alivio, como si realmente necesitara la fortaleza de la reafirmaci¨®n, a?adiendo personas respetables en mi bando. ?Por qu¨¦ necesitaba recurrir a una lista as¨ª? Ten¨ªa aut¨¦ntico pavor a que la sociedad me castigara o a que el rol de la maternidad me engullera hasta el punto de no ser asociada con ninguna otra actividad. ?De d¨®nde proced¨ªa ese miedo atroz a ser encasillada y relegada al oscurantismo de la alienaci¨®n por el hecho de ser madre?
Recuerdo lo inc¨®moda que me sent¨ª en Madrid cuando me reencontr¨¦ con una buena amiga que trabaja en ?msterdam en la industria creativa y es queer. Era la primera vez que ella conoc¨ªa a mi pareja y a mis hijas y sent¨ª que mi discurso estaba centrado en demostrarle que, pese a vivir una vida heteronormativa y haber formado una familia, no ¨¦ramos tan convencionales como ella pod¨ªa presuponer. No sent¨ªa que dispusiera del tiempo ni la oportunidad de expresar por qu¨¦ hab¨ªa decidido tener hijos (?y m¨¢s de uno!), pero sent¨ªa la necesidad imperiosa de aclarar de una forma ingeniosa y concisa que segu¨ªa siendo una mujer interesante y que no nos encasillara dej¨¢ndose llevar por una generalizaci¨®n da?ina. Pero ten¨ªa la impresi¨®n de que el juicio estaba formado antes de que hubi¨¦ramos quedado. Todo esto lo analic¨¦ a posteriori, cuando me di cuenta de que no hab¨ªa disfrutado con el encuentro porque me sent¨ªa juzgada en casi todas sus preguntas o en el tono condescendiente de sus respuestas. Todo hab¨ªa girado en torno a mi maternidad, como si yo hubiera dejado de existir como persona.
?O acaso lo que hab¨ªa sentido era fruto de una percepci¨®n completamente subjetiva y particular m¨ªa por el hecho de haber regresado a Espa?a? Siento que en Espa?a todo se juzga a una velocidad de v¨¦rtigo y que bien uno puede pasar la vida tratando de luchar contra las etiquetas que le han estigmatizado socialmente. Impera una cultura donde cuesta reinventarse y en la que la gente tiende a especializarse porque hacer m¨¢s de una cosa puede generar ¡°ruido¡±. Adem¨¢s, se hacen asociaciones discordantes casi de manera automatizada, lo cual resulta pernicioso.
Quiz¨¢ por eso me inquieta regresar y sigo tan arraigada a Nueva York, donde, pese a ser una de las ciudades m¨¢s implacables del mundo, parad¨®jicamente encuentro refugio. Ojo, me siento guarecida en el sentido de que me siento libre. Aqu¨ª uno sale a comer a un restaurante en pijama y la gente que se tropieza por la calle en lugar de mirarlo como a un mendigo o a un pirado, levanta el pulgar o sonr¨ªe con aprobaci¨®n. Aunque lo m¨¢s importante es que la gran mayor¨ªa ni siquiera se percata, porque nadie est¨¢ mirando. Esa libertad de hacer y de decir es posible porque no se emiten juicios. Se escucha y se responde, cada uno hace y dice a su antojo. Con libertad. A su manera. Uno puede pasear por las calles de Manhattan con un top muy corto presumiendo de barriga de embarazada (como hizo Chlo? Sevigny) y todo bien. No se televisan tertulias donde se debate y sentencia si era o no adecuado vestir as¨ª en su estado. Esos juicios ineludiblemente conducen al miedo a ser condenadas.
Las maternidades en Nueva York son tan variadas como en el resto del mundo. Una madre en el Upper West Side o en el West Village lleva un estilo de vida y tiene unos valores y prioridades muy distintos a los de otra en el Bronx o en Astoria. En Greenpoint, el barrio de Brooklyn que est¨¢ ahora en efervescencia y donde vivo, ser madre es lo opuesto a ser carca. Es algo cool. Y las tardes en el parque me lo paso a veces mejor que mis hijas. Tengo intereses comunes con los padres que viven en la zona y que ahora son mis amigos. Algunos son escritores, representantes de artistas, poetas, m¨²sicos, cineastas, dise?adores. Y a todos nos ocurre lo mismo. Podr¨ªamos hablar de alimentaci¨®n, de pa?ales, de siestas, de rabietas, pero necesitamos reconectar con nuestra esencia, m¨¢s all¨¢ del papel que desempe?amos como cuidadores. Y como no tenemos tiempo de quedar con los que eran nuestros amigos, los otros padres se acaban convirtiendo en amigos y el parque reemplaza al bar de turno. As¨ª que mientras los ni?os se tiran por el tobog¨¢n, nosotros hablamos de pol¨ªtica, de cine, de literatura y esa conversaci¨®n sacude mis neuronas, me incentiva y se convierte en una corriente de aire fresco que me ayuda a no olvidar que, adem¨¢s de ser madre, hay otras cosas que me siguen interesando como persona. Tambi¨¦n soy amiga de muchos padres que no son intelectuales, pero con los que conecto porque compartimos valores o sentido del humor. Esta necesidad de conectar con otras personas que atraviesan la misma experiencia activa la sociabilidad, genera una apertura inmensa. Lo que viene a concluir en que mi c¨ªrculo de amigos nunca hab¨ªa sido tan variado ni tan grande y mis opiniones nunca han sido m¨¢s tolerantes.
La parentalidad para m¨ª no tiene nada de retr¨®grado, porque el desarrollo personal est¨¢ en constante aumento. En este sentido, tener hijos nos enriquece. Somos quienes somos, hacemos lo que hacemos y, adem¨¢s, tenemos el privilegio de tener hijos, que es un mundo entero. Y, por supuesto, no me refiero a que todos los padres progresistas deban optar por escuelas alternativas (Forest schools, Waldorf, Reggio Emilia ¡), vestir a sus hijos de manera andr¨®gina o adoptar una dieta vegana para evadir ciertas etiquetas. La parentalidad en el siglo XXI es un reto y una oportunidad de educar de una forma diferente a la tradicional. Con mayor informaci¨®n, responsabilidad, dedicaci¨®n y conciencia.
?No ser¨¢ que los carcas son aquellos que siguen teniendo prejuicios sobre la parentalidad?
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