Cine mexicano, ?y ahora qu¨¦ sigue?
?Por qu¨¦ aceptamos que la cultura y el arte sean tratados como asuntos suntuarios y que se les tache de decoraci¨®n, lujo burgu¨¦s o hobby?
Estuve el s¨¢bado en la 66? entrega de los premios Ariel, de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematogr¨¢ficas, que reconoce lo mejor de las pel¨ªculas nacionales del a?o. Fue una noche fascinante. Pensemos que en el recinto del teatro Degollado de Guadalajara, sede del acto, se encontraban reunidos una serie de talentazos (nominados y ganadores de esta y otros entregas) y una colecci¨®n de personajes coloridos y variopintos, que iban del gal¨¢ctico Guillermo Arriaga y la homenajeada Ang¨¦lica Mar¨ªa, al (ya de muy bajo perfil p¨²blico) gobernador Enriquue Alfaro y el luchador enmascarado (y empeluchado) conocido como el Kemonito. Gente brillante y/o hermosa, o cuando menos interesante, en ropa de gala o coctel (o mangas de camisa, que los hubo), canciones, fiesta multitudinaria en el patio del Museo Caba?as¡ bueno, el colmo de la elegancia.
Pero m¨¢s all¨¢ de las an¨¦cdotas y el glamour, y m¨¢s all¨¢ de lo bien que sali¨® el evento, que tuvo transmisi¨®n televisiva en vivo y todo, es inevitable preguntarse hacia d¨®nde se dirige el cine mexicano como industria y comunidad, porque debajo de los vestuarios y detr¨¢s de los decorados hay inquietudes muy claras, que quiz¨¢ puedan resumirse en una: ?ahora qu¨¦ sigue?
Es cierto que han aparecido nuevos jugadores en el tablero de la inversi¨®n (productoras y plataformas que no exist¨ªan hace unos a?os y que est¨¢n apostando por proyectos muy diversos), pero, nos guste o no, el cine en este pa¨ªs sigue pendiente, en buena medida, de los apoyos oficiales, es decir, del presupuesto que el gobierno le otorga. Y el acceso de los creadores a ese dinero se ha visto entorpecido por los ajustes que se han impuesto, desde la administraci¨®n, a los mecanismos p¨²blicos. La desaparici¨®n (es decir, el apropiamiento oficial) de los fideicomisos f¨ªlmicos, y la llegada de las en¨¦simas ¡°nuevas reglas¡± de los fondos a¨²n vigentes, han complicado procesos de por s¨ª muy burocr¨¢ticos y acotados, que dejan m¨¢s por hacer de lo que hacen. En suma: hay menos dinero y es m¨¢s dif¨ªcil conseguirlo.
Esta no es una situaci¨®n aislada ni exclusiva de M¨¦xico. Hay, de hecho, una suerte de ofensiva contra los apoyos al cine en Am¨¦rica Latina. Sin ir m¨¢s lejos, el gobierno de Javier Milei, en Argentina, dinamit¨® los recursos que se daban al cine en su pa¨ªs, escudado, como se hace en otras geograf¨ªas, en las necesidades de la ¡°austeridad¡±.
?C¨®mo se las arreglan los pol¨ªticos para despojar de presupuesto una y otra vez a la cultura? Se las arreglan porque mucha gente cree en el falso dilema de que una de dos: o tenemos cultura (¡°Ay, s¨ª, su bonita cultura¡±), o tapamos baches y les damos medicinas a los agonizantes y alimentos a los fam¨¦licos. Y, bueno, planteado as¨ª, suena a que los artistas son unos aprovechados y el pobre pueblo bueno se muere de fr¨ªo cada vez que alguien grita el famoso ¡°Luces, c¨¢mara, acci¨®n¡±. ?Pero por qu¨¦ aceptamos que la cultura y el arte sean tratados como asuntos suntuarios, y que se les tache de decoraci¨®n, lujo burgu¨¦s o hobby?
La pol¨ªtica mexicana suele darle a la cultura un trato desde?oso, de empleada rezongona, y luego, claro, no duda en ¡°movilizarla¡± y exigirle lealtades y aplausos cuando le conviene. Pero la cultura no es una matraca, para agitarla de cuando en cuando en un mitin; es un tema sustancial para una sociedad y el cine es una de las expresiones culturales m¨¢s trascendentes. Ojal¨¢ el inminente cambio de sexenio presidencial tambi¨¦n traiga a la administraci¨®n p¨²blica federal una nueva comprensi¨®n de esto.
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