Obst¨¢culos para reducir la pobreza
Las dificultades para acceder a ayudas sociales est¨¢n en ocasiones en exigencias administrativas absurdas, como si hubiera una presunci¨®n de que los necesitados se aprovechan del sistema
En Espa?a, solo ocho de cada 100 personas que viven bajo el umbral de la pobreza y la exclusi¨®n social recib¨ªan una renta m¨ªnima auton¨®mica de inserci¨®n en 2019. Era el ¨²ltimo recurso al que familias en una situaci¨®n desesperada pod¨ªan acudir. Pero la mayor¨ªa de ellas o bien desconoc¨ªan su existencia, o bien se perd¨ªan en el mar de requisitos y formularios a completar, o en los largos tiempos que las administraciones auton¨®micas tardaban en aprobar o rechazar su solicitud. Y, recordemos, hablamos de familias que no pueden llegar a fin de mes.
El ingreso m¨ªnimo vital (IMV) lleg¨® con la pandemia para, en parte, solucionar este problema. Se pretend¨ªa facilitar el acceso de 2,3 millones de personas a esta prestaci¨®n social, aumentando la cobertura de las rentas auton¨®micas. Un a?o despu¨¦s de su aprobaci¨®n, el IMV llega al 35% de los beneficiarios previstos. A diferencia de otras ayudas, la publicidad recibida por el IMV hace poco probable que muchos de sus potenciales beneficiarios desconozcan su existencia. Sin embargo, este fen¨®meno, conocido por los anglosajones como ¡°non take-up¡±, nos deber¨ªa preocupar especialmente por sus efectos sobre la eficiencia de las pol¨ªticas p¨²blicas y las pol¨ªticas sociales. Debemos indagar en los factores que hacen que personas o familias que tienen derecho a recibir una prestaci¨®n no lo hagan: desde el desconocimiento de la existencia de la ayuda a pensar que no son para ti, pasando por la mara?a burocr¨¢tica que, demasiado a menudo, dificulta la solicitud. Son muchas las barreras a superar.
Richard Thaler (premio Nobel de econom¨ªa de 2017) y Cass Sunstein, autores del libro Nudges (o peque?os empujones para tomar mejores decisiones), nos hablan tambi¨¦n de eso, de los sludges. Es decir, de los obst¨¢culos (literalmente, el lodo o barro) que nos impiden conseguir algo con lo que vivir¨ªamos mejor. Si al pensar en nudges queremos incentivar ciertos comportamientos, con los sludges se trata de eliminar las barreras que encontramos por el camino. El propio Sunstein colabor¨® con la primera Administraci¨®n de Barack Obama, a cargo de la Oficina de Informaci¨®n y Asuntos Regulatorios, buscando simplificar y reducir muchas de las regulaciones federales para mejorar su calidad y eficiencia.
Los sludges pueden aparecer por un mal dise?o de las pol¨ªticas p¨²blicas, por limitaciones institucionales (falta de personal o recursos), o por sesgos ideol¨®gicos. Incluso se pueden imponer de forma intencionada, buscando, por ejemplo, dificultar el voto de los residentes en el extranjero o el acceso a programas de empleo. Gran parte de nuestra relaci¨®n con la Administraci¨®n, desde hacer la declaraci¨®n del IRPF a solicitar un permiso paternal, se destina a rellenar formularios, entender regulaciones y asumir una importante carga administrativa. Y tendemos a subestimar estos costes, al no estar monetarizados. Un error que cometemos demasiado a menudo aquellos que nos dedicamos a la evaluaci¨®n de pol¨ªticas p¨²blicas.
Pero el coste de los sludges no es solo de tiempo, sino que demasiado a menudo constituyen un muro infranqueable para obtener permisos y ayudas. Si lo que queremos es que las familias pobres no puedan acceder a beneficios econ¨®micos, lo ¨²nico que debemos hacer es pedirles que se sumerjan en p¨¢ginas y p¨¢ginas del BOE, webs de dise?o kafkiano, y que respondan a largos y complejos cuestionarios que pocos pueden comprender.
Las trabas administrativas aparecen en gran parte de nuestras interacciones con el sector p¨²blico. Sin embargo, en el dise?o de las pol¨ªticas sociales cobran especial importancia. La propia Mar¨ªa Luisa Carcedo Roces, exministra de Sanidad, lo se?al¨® en su discurso del Congreso tras la aprobaci¨®n del IMV. Al poner en marcha este tipo de pol¨ªticas se activan muchas alarmas, y en seguida empieza la desconfianza. Las sospechas de posible fraude para recibir una prestaci¨®n social se disparan, algo que no ocurre si hablamos, por ejemplo, de paquetes de desgravaciones fiscales para empresas o clases medias. La presunci¨®n de que los pobres roban m¨¢s que los ricos es un prejuicio moral que nos lleva a complicar hasta el imposible los procesos para pedir ayudas y prestaciones sociales.
Nuestra Administraci¨®n cuenta con suficiente informaci¨®n para conceder ¡ªo informar¡ª por defecto a los potenciales beneficiarios de muchas prestaciones (como ha hecho ya el Ayuntamiento de Barcelona con el Fondo Extraordinario de Ayudas de Emergencia Social a la infancia). Se podr¨ªa optar tambi¨¦n por un sistema, como ya se hace con ciertas actividades econ¨®micas, en el que una declaraci¨®n responsable sustituya a la presentaci¨®n y verificaci¨®n de requisitos para pedir una prestaci¨®n, comprobando una vez concedida la ayuda si los beneficiarios cumplen los criterios. Si no dudamos que los due?os de una vivienda o de un negocio nos dicen la verdad, ?por qu¨¦ desconfiamos de los que no tienen esos recursos? ?Los consideramos menos honestos?
Tambi¨¦n podr¨ªamos repensar qu¨¦ justifica los tiempos absurdamente cortos que se dan para adjuntar alguna informaci¨®n necesaria: ?Por qu¨¦ darle 15 d¨ªas (y no un tiempo ilimitado) a una persona (seguramente, con pocos recursos) para que incluya tal o cual documento? Es preocupante tener una administraci¨®n kafkiana, pero es injusto que, adem¨¢s, lo sea m¨¢s con unos ciudadanos que con otros.
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