Tiempos de oscuridad
Los j¨®venes espa?oles de la Transici¨®n fueron los que estrenaron su libertad denunciando las atrocidades que suced¨ªan en Sudam¨¦rica, como esos artistas que pusieron voz y emoci¨®n a nuestros infortunios
En estos tiempos en los que aquellos que viven el privilegio de haber nacido y vivido en libertad ponen en duda el complejo y dif¨ªcil tr¨¢nsito de las dictaduras a la democracia, vale recordar el poema de Bertold Brecht A la posteridad, en el que alude a los ¡°tiempos de oscuridad¡± en los que le toc¨® vivir desde que debi¨® dejar Alemania y se refugi¨® en Estados Unidos, pa¨ªs que abandon¨® cuando el Comit¨¦ de Actividades Antiamericanas sospech¨® que era comunista. Termin¨® en Berl¨ªn Este porque las autoridades de la Alemania occidental le negaron el permiso. En el poema narra que cambi¨® de pa¨ªs como de zapatos, lleg¨® a las ciudades ¡°en horas de desorden¡±, cuando reinaba el hambre, las masacres y la muerte. Pero al dirigirse a esos j¨®venes por venir les pide clemencia, ¡°no nos juzgues con demasiada dureza¡±, y les advierte sobre todo de lo que se salvaron: ¡°T¨² que emerger¨¢s del diluvio donde nos ahogamos, recuerda al hablar de nuestras debilidades, la ¨¦poca oscura de la que escapaste¡±. Como la compasi¨®n y la clemencia son emociones que no se dan muy bien con las explicaciones dogm¨¢ticas, donde no hay lugar para la duda, debemos insistir en todos aquellos rasgos del autoritarismo que permanecieron tapados por la eficacia de los discursos de la ¨¦poca y por los actuales que hacen desaparecer los hechos atroces para recordarles a las generaciones nuevas y por venir de lo que se salvaron.
Porque viv¨ª en ¡°tiempos de oscuridad¡± puedo reconocer la solidaridad de los que ¡°nos salvaron¡± y ser clemente al mirar el pasado en el que reconozco aspectos no siempre tenidos en cuenta a la hora de reconstruir la transici¨®n democr¨¢tica a un lado y otro del Atl¨¢ntico en el que caminamos a contramano pero nuestros destinos colectivos permanecieron unidos. Huelga decir que los lazos que permanecen y persisten son aquellos que tocaron las fibras de nuestra humanidad.
En cuanto Espa?a se democratizaba, el continente sudamericano estrenaba su periodo m¨¢s oscuro, el de las dictaduras militares, como ese terrorismo de Estado del que se sirvi¨® la dictadura argentina con la perversi¨®n de los presos desaparecidos, sus cad¨¢veres ocultos para negar el crimen. Pero la libertad recuperada en la Pen¨ªnsula sirvi¨® para denunciar nuestra mordaza. Los j¨®venes espa?oles de la Transici¨®n fueron los que estrenaron su libertad denunciando las atrocidades que suced¨ªan en Sudam¨¦rica, abogados que tomaron la bandera de los derechos humanos, periodistas que abrieron las p¨¢ginas de los diarios y las revistas a nuestras denuncias, artistas que pusieron voz y emoci¨®n a nuestros infortunios. Como tantos que fuimos acogidos como exiliados en Espa?a, viv¨ª el privilegio de ejercer el periodismo en libertad. En Argentina se respond¨ªa a las denuncias desvalorizando la Transici¨®n espa?ola a la que se vulgarizaba con ¡°el destape¡±, la liberalizaci¨®n de las costumbres. En cuanto la prensa espa?ola, hija de la democracia, ofreci¨® sus p¨¢ginas para nuestras denuncias, los censurados diarios y las revistas argentinas se llenaban de ¡°chistes de gallegos¡±, el gentilicio que en esta parte del mundo se aplica a todos los espa?oles, y que son el equivalente de los chistes de ¡°los de Lepe¡±para los espa?oles, los polacos para los estadounidenses o los australianos para los ingleses.
A la hora de la democratizaci¨®n, sobrevino el idilio con Espa?a. Fueron los a?os de mayor intercambio pol¨ªtico y cultural. La luz p¨²blica disip¨® la bruma o, en con una expresi¨®n sarc¨¢stica, la luz p¨²blica oscureci¨® el pasado. Tal cual sucedi¨® en la Pen¨ªnsula tuvimos nuestra primavera democr¨¢tica y los Pactos de La Moncloa se convirtieron en el ejemplo a imitar, sin que en esta parte del mundo se termine de entender que en democracia los pactos son pol¨ªticos, no corporativos.
Los argentinos fuimos lejos con la condena a los jerarcas de la muerte y llegamos al mayor consenso que nuestra sociedad jam¨¢s logro, el ¡°Nunca M¨¢s¡±, un mantra democr¨¢tico compartido como idioma com¨²n. Pero en la medida que nos fuimos alejando del terror, las nuevas generaciones nacidas y educadas en libertad ideologizaron el pasado y Argentina, de haber sido un pa¨ªs que se jactaba de ser vanguardia a la hora de firmar los tratados internacionales de derechos humanos, hoy no condena las persecuciones ni las prisiones de los adversarios pol¨ªticos en Nicaragua, Cuba o Venezuela.
Hannah Arendt ten¨ªa raz¨®n. La compasi¨®n y la solidaridad aparecen en los ¡°tiempos de oscuridad¡±, no resisten la luz p¨²blica de la pol¨ªtica para la que son irrelevantes. La pensadora tom¨® esa expresi¨®n del poema de Brecht para uno de sus libros m¨¢s interesantes, en el que rescata a figuras que vivieron en esos tiempos sombr¨ªos: Lessing, Rosa Luxemburgo, Jaspers, Benjamin y el mismo Brecht, a quien perdona su pecado de haber escrito una oda a Stalin, vindicado ¡°por los dioses de la poes¨ªa¡±.
No se trata de cancelar la mirada cr¨ªtica que puedan tener las nuevas generaciones con un tiempo que no vivieron sino de humanizar el relato hist¨®rico. Porque mientras siga vivo el significado del pasado, es tarea de los historiadores y de la literatura reconstruir ese tiempo e involucrarnos en su narraci¨®n. Como se?ala Arendt, a¨²n en los momentos m¨¢s sombr¨ªos tenemos derecho a cierta iluminaci¨®n que no procede de las teor¨ªas ni de los dogmas sino de la luz d¨¦bil y tr¨¦mula que irradian algunos hombres y mujeres.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.