La pataleta (y con raz¨®n)
El Gobierno ha cometido un error de c¨¢lculo garrafal, pero Argelia sabe bien que no puede violentar los tratados firmados con la Uni¨®n Europea
Ignorar a Argelia ha sido una constante de las relaciones de vecindad de Espa?a. De Alicante a Or¨¢n hay bastantes menos kil¨®metros que a Madrid: es algo que vivieron con sorpresa los republicanos que consiguieron salir en el Stanbrook, el ¨²ltimo barco que zarp¨® de Espa?a rumbo al exilio. A la Argelia moderna y joven, que el pr¨®ximo 3 de julio celebrar¨¢ tan solo 60 a?os de independencia, la Espa?a democr¨¢tica la ha tratado con cierta displicencia, como si fuera una suerte de hermana mediana aprisionada entre un Marruecos caprichoso y embaucador y una Francia que, con tron¨ªo, impone sus intereses. Algo de eso ha habido en el error de c¨¢lculo, garrafal, del Gobierno espa?ol.
Porque un Gobierno, por m¨¢s representativo que sea de la mentalidad de un pa¨ªs, no puede permitirse incurrir en atavismos en sus relaciones internacionales, menos cuando de ellas dependen cuestiones econ¨®micas y fronterizas fundamentales. Adem¨¢s, para entender como es debido la posici¨®n de Argelia en el conflicto del S¨¢hara no solo hay que atender a sus intereses geoestrat¨¦gicos, que los tiene y son innegables, sino que ha de comprenderse el fuerte peso que en la identidad argelina tiene la lucha contra la ocupaci¨®n colonial.
La guerra de liberaci¨®n nacional, con su mill¨®n de m¨¢rtires, sigue estando muy viva en la conciencia de la poblaci¨®n. Es algo que resulta sorprendente teniendo en cuenta que el 57% de los argelinos tiene menos de 30 a?os, pero de radical importancia si se recuerda que, al menos hasta la renuncia a la presidencia de Abdelaziz Buteflika en abril de 2019, el establishment pol¨ªtico, militar y econ¨®mico argelino, le pouvoir, como se le conoce popularmente, estaba copado por la generaci¨®n que luch¨® en la guerra.
Que el S¨¢hara Occidental est¨¢ ocupado por Marruecos no es una invenci¨®n argelina. Lo reconocen las resoluciones 34/39 de 1979 y 35/19 de 1980 de Nacio?nes Unidas. Y lo est¨¢ debido en parte a la inhibici¨®n de Espa?a cuando abandon¨® su antigua colonia en 1975. Pero una cosa es que los sucesivos gobiernos espa?oles hayan hecho m¨¢s bien poco para solucionar esta deuda de descolonizaci¨®n, y otra bien distinta pensar que puede salir gratis comportarse como una potencia soberana. En realidad, con su carta al rey de Marruecos respaldando su posici¨®n sobre el S¨¢hara, el Gobierno no ha hecho nada distinto de lo que a las claras o veladamente hacen o dicen Francia y Estados Unidos, los dos grandes valedores de Mohamed VI. El problema, m¨¢s all¨¢ de la injusticia y el atropello de los derechos saharauis, es que Espa?a no es una potencia, y cuando no se tiene poder de coerci¨®n pol¨ªtica, econ¨®mica o militar, incluso cultural, actuar como tal tiene un precio. Por mucho que se tengan las espaldas cubiertas, y Espa?a las tiene gracias a la Uni¨®n Europea, lo cual no evita una crisis transitoria.
Pero es cierto tambi¨¦n que la reacci¨®n argelina tiene algo de pataleta. Ante todo, porque le pouvoir sabe bien que no puede violentar los tratados firmados con la Uni¨®n Europea, de los que depende una econom¨ªa en la que el 60% del presupuesto estatal proviene de los hidrocarburos. A ello hay que a?adir dos factores que alimentan la reacci¨®n argelina, uno interno y otro externo. Por un lado, la necesidad de compensar emocionalmente a su propia poblaci¨®n en un momento en que la represi¨®n de la disidencia se recrudece y cunde la carest¨ªa por la crisis de la covid y la guerra en Ucrania. Por otro, cabe pensar que la diplomacia rusa (Sergu¨¦i Lavrov visit¨® Argel en mayo para firmar el documento en que se basar¨¢n las relaciones bilaterales, en sustituci¨®n de la declaraci¨®n estrat¨¦gica de 2001) tenga mucho que ver en este ¨®rdago que, una vez m¨¢s, pone a prueba la capacidad de respuesta conjunta de la Uni¨®n Europea.
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