Fronteras que matan
Se ha normalizado un discurso que cosifica a migrantes, refugiados y solicitantes de asilo como una grave amenaza, y dilapida as¨ª cualquier enfoque humano. Huir de la violencia y la miseria no puede ser un delito
Hay fronteras que matan. Prueba de ello es la historia de un joven de Togo que, con tan solo 17 a?os, parti¨® de Libia hacia Europa en una barcaza, naufrag¨® en aguas del Mediterr¨¢neo, vio ahogarse a seis amigos y salv¨® la vida a una beb¨¦. Luego, a bordo de nuestro barco de rescate, el Geo Barents, dec¨ªa que si huyen es porque all¨ª donde est¨¢ su hogar, no est¨¢n ¡°bien¡±. Si estuvieran bien, si no hubiera guerras, hambre ni pobreza que amenazaran sus vidas, no se embarcar¨ªan en la tragedia en la que hemos convertido el Mediterr¨¢neo: una fosa con m¨¢s de 27.500 muertos desde 2014, seg¨²n la Organizaci¨®n Internacional de las Migraciones. Tambi¨¦n hay pol¨ªticas que provocan esos muertos.
Nuestro buque, que trata junto a otros de cubrir el vac¨ªo de operaciones de salvamento de la UE, rescat¨® a 71 supervivientes hace unas semanas. Aunque una mujer muri¨® despu¨¦s y 30 personas siguen desaparecidas. Entre ellas, ocho ni?os. Tres de ellos, menores de un a?o.
Este no es un caso aislado. Tambi¨¦n a finales de junio, la frontera sur de Europa vivi¨® uno de los episodios m¨¢s tr¨¢gicos tras la reanudaci¨®n del acuerdo migratorio entre Espa?a y Marruecos. Al menos 23 personas, seg¨²n fuentes oficiales, murieron en Melilla tratando de cruzar la valla que separa ?frica de Europa. Organizaciones como Caminando Fronteras elevan la cifra a 37 y denuncian el desprecio de las autoridades marroqu¨ªes por los heridos. Por no hablar de la inexistencia de autopsias o de reconocimiento de los cad¨¢veres. Algo as¨ª, m¨¢s all¨¢ de matizaciones posteriores, no puede calificarse como ¡°una operaci¨®n bien resuelta¡±, como dijo el presidente del Gobierno, Pedro S¨¢nchez.
?En qu¨¦ momento hemos perdido el pulso como sociedad para normalizar lo que para algunos Estados parece ser la ¨²nica v¨ªa para controlar la migraci¨®n? ?Cu¨¢ndo hemos aceptado que las voces contra la violencia sean cada vez menos y peor vistas?
Este goteo de tragedias no es m¨¢s que la punta del iceberg de un enfoque migratorio basado en la disuasi¨®n, la violencia y el refuerzo de las fronteras sustentado en terceros pa¨ªses no seguros que contienen los flujos migratorios. Un sistema que deja nulo espacio para el cumplimiento de acuerdos ratificados por la UE, como la Convenci¨®n del Estatuto de los Refugiados.
Se ha normalizado un discurso que cosifica a migrantes, refugiados y solicitantes de asilo como una grave amenaza. Este discurso dilapida cualquier atisbo de humanidad y de mecanismos que establezcan v¨ªas seguras y garanticen marcos de protecci¨®n para aquellos que huyen de la violencia de lugares como Sud¨¢n del Sur, Etiop¨ªa, Libia... Pa¨ªses que conocemos bien en M¨¦dicos Sin Fronteras. Por eso, tenemos claro que huir de ellos no deber¨ªa ser un delito.
Si la masacre de Melilla y el naufragio en el Mediterr¨¢neo no son tragedias puntuales, tampoco lo son las pol¨ªticas migratorias europeas. El maltrato a migrantes se generaliza en pa¨ªses con un marco de derechos humanos que presupondr¨ªa un enfoque m¨¢s acorde con las leyes y la humanidad. En las ¨²ltimas semanas, hemos sido testigos de varios episodios en los que pol¨ªticas fronterizas da?an y arrebatan vidas. En Reino Unido, entr¨® en vigor parte de la Ley de Nacionalidad y Fronteras, que establece que solo se puede solicitar asilo en suelo brit¨¢nico, pero obvia que, para estas personas, apenas hay manera legal o segura de llegar all¨ª. Y aquellas que lleguen irregularmente, podr¨¢n ser deportadas a Ruanda. Un acuerdo entre estos dos pa¨ªses en l¨ªnea a los de Turqu¨ªa y Libia con la UE.
En Texas, 50 personas que viajaban desde Latinoam¨¦rica murieron hacinadas en un cami¨®n. En Panam¨¢, miles atraviesan la selva de Dari¨¦n donde nuestros equipos constatan enormes carencias en protecci¨®n, atenci¨®n m¨¦dica y servicios b¨¢sicos. Lo vemos tambi¨¦n en las islas griegas, N¨ªger, Libia¡ En el desierto de este pa¨ªs, a 120 kil¨®metros de Chad, el mismo d¨ªa del rescate del Geo Barents, se encontraron 20 cuerpos de migrantes que hab¨ªan muerto de sed.
El hilo conductor de estas tragedias es que todas resultan de pol¨ªticas fronterizas hostiles, externalizadas a pa¨ªses no seguros y dise?adas para infligir sufrimiento. Pol¨ªticas sustentadas en la militarizaci¨®n, en el racismo y en la criminalizaci¨®n de quienes ejercen su derecho a buscar protecci¨®n.
Urgen v¨ªas legales y seguras para el tr¨¢nsito de personas, y garantizar su derecho al asilo en frontera, independientemente de su nacionalidad. En esto, Espa?a va a la cola. En 2021, la tasa de reconocimiento de protecci¨®n internacional fue baja, con solo un 10% de casos en los que se concedi¨® el estatus de refugiado o la protecci¨®n subsidiaria. La media europea est¨¢ en un 35%.
La ayuda al desarrollo y a la acci¨®n humanitaria debe destinarse a luchar contra la pobreza; nunca al control de fronteras ni a contener a personas que huyen de conflictos y miseria. Solamente as¨ª evitaremos que un joven de 17 a?os tenga que salvar a una beb¨¦ de morir ahogada en el mar.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.