Despu¨¦s de la cola
Isabel II est¨¢ enterrada. Ahora se avecinan duras realidades sobre el futuro del Reino Unido
Pocas cosas importan tanto en la forma de ser de los brit¨¢nicos (y especialmente de los ingleses) como el arte de hacer colas de forma ordenada y educada. Se dice que revela todo tipo de virtudes nacionales: la capacidad de hacer frente a la adversidad y las dificultades cotidianas (se hace cola cuando hay escasez), un fuerte sentido del juego limpio y de las reglas del juego (somos el pa¨ªs que invent¨® el f¨²tbol, el rugby y el cricket) y una especie de decoro que de alguna manera combina el igualitarismo (en la cola, todos son iguales) y la deferencia (hacer cola es subordinar la propia importancia a la de lo que o quien est¨¢ haciendo cola).
El apogeo de las colas brit¨¢nicas fue la II Guerra Mundial y los a?os inmediatamente posteriores. Los a?os de la resistencia nacional frente a los ataques de los bombardeos alemanes del Blitz, primero, y a los largos a?os de racionamiento y escasez, despu¨¦s. Fue en 1944 cuando George Orwell escribi¨® sobre la extraordinaria naturaleza del ¡°comportamiento ordenado de las multitudes inglesas, la ausencia de empujones y peleas, la disposici¨®n a formar colas¡±. En 1946, el humorista George Mikes bromeaba diciendo que ¡°un ingl¨¦s, aunque est¨¦ solo, forma una cola ordenada¡±.
Comprender esto es entender por qu¨¦ ¡°la cola¡±, la fila para ver el f¨¦retro de la reina Isabel II mientras reposaba en Westminster antes de su funeral, ha adquirido una importancia tan central, incluso m¨ªstica, tras la muerte de la monarca. En su punto m¨¢ximo, alcanz¨® 16 kil¨®metros a trav¨¦s del centro de Londres a lo largo del T¨¢mesis, una espera de m¨¢s de 24 horas sin asientos ni refugio para las fr¨ªas noches de principios de oto?o. Los medios de comunicaci¨®n se han deleitado con el espect¨¢culo, con las historias de gente joven y mayor y de todas las clases sociales que han viajado desde todo el Reino Unido para unirse a la cola, haciendo amigos en la cola, cantando y compartiendo jarras de t¨¦ o mantas para calentarse en la cola, incluso enamor¨¢ndose en la cola.
Sin embargo, la importancia de la cola va m¨¢s all¨¢ del normal entusiasmo brit¨¢nico por hacer una fila ordenada. Tambi¨¦n habla de las circunstancias m¨¢s amplias del pa¨ªs al final del reinado de Isabel II y el comienzo del de Carlos III. Desde los a?os inmediatos a la posguerra, de penurias y resistencia nacional, el pa¨ªs no hab¨ªa experimentado tal densidad de crisis, problemas y desaf¨ªos a sus viejas suposiciones sobre s¨ª mismo.
Desde el refer¨¦ndum del Brexit de 2016, la pol¨ªtica brit¨¢nica ha experimentado la mayor inestabilidad desde, al menos, la d¨¦cada de 1970. La reina muri¨® a los dos d¨ªas de asumir el cargo de primera ministra de Liz Truss, la cuarta desde s¨®lo 2015. Truss es d¨¦bil: su Partido Conservador demuestra poco talento e ideas nuevas tras 12 largos a?os en el poder, s¨®lo una minor¨ªa de sus diputados la apoy¨® en las elecciones para suceder a Boris Johnson y su historial como ministra muestra pocos logros significativos. Sus declaraciones desde la muerte de la reina no han sido ni seguras ni fluidas. Su plataforma pol¨ªtica al estilo Thatcher ¡ªreducci¨®n de impuestos y desregulaci¨®n en un pa¨ªs en el que tanto los impuestos como la regulaci¨®n ya son bajos en comparaci¨®n con los est¨¢ndares europeos¡ª parece m¨¢s una nostalgia de los a?os ochenta que un plan serio para reactivar el pa¨ªs.
Truss hereda un pa¨ªs que experimenta la crisis de precios de la energ¨ªa m¨¢s grave de Europa occidental; seg¨²n el FMI, las subidas de los costes afectar¨¢n al poder adquisitivo de los hogares brit¨¢nicos en m¨¢s de un 8%, frente a un 4% en Espa?a y Alemania. Se espera que el plan de su Gobierno de congelar las facturas durante dos a?os cueste la nada despreciable cifra de 150.000 millones de libras (171.000 millones de euros), el doble de lo que costaron las medidas de rescate equivalentes durante la pandemia de la covid-19. Fuera de la UE, y de las pol¨ªticas comunes de la Uni¨®n para proteger a los hogares, el pa¨ªs se siente de repente muy solo.
Luego est¨¢n los problemas econ¨®micos m¨¢s amplios que van desde el largo plazo (productividad muy inferior a la de Francia o Alemania) hasta el corto plazo (Brexit y la ca¨ªda del comercio que ha producido). La inflaci¨®n del pr¨®ximo a?o superar¨¢ el 18%, la m¨¢s alta de cualquier gran econom¨ªa occidental. La libra esterlina cay¨® recientemente a su nivel m¨¢s bajo frente al d¨®lar en 37 a?os. Muchos brit¨¢nicos se han escandalizado al leer un reciente an¨¢lisis del Financial Times que muestra que el hogar brit¨¢nico medio ser¨¢ m¨¢s pobre que el esloveno medio en 2024 y m¨¢s pobre que el polaco medio en 2030.
Estos problemas se dejan sentir en todo el pa¨ªs. El Servicio Nacional de Salud, gestionado por el Estado, est¨¢ en modo de emergencia permanente, con historias terribles este verano de pacientes que mueren en ambulancias fuera de los hospitales, llenos por encima de su capacidad. Las infraestructuras fuera de Londres son terribles. El pa¨ªs est¨¢ marcado por una creciente divisi¨®n entre la pr¨®spera capital y las regiones posindustriales del Norte y Gales, que son las m¨¢s pobres del noroeste de Europa. En junio, el Gobierno descentralizado de Escocia anunci¨® su intenci¨®n de celebrar un nuevo refer¨¦ndum de independencia en octubre de 2023. Mientras tanto, la frontera comercial entre Irlanda del Norte y la Gran Breta?a continental, creada bajo los t¨¦rminos del acuerdo del Brexit con la UE, hace que la perspectiva de la reunificaci¨®n irlandesa a medio plazo sea cada vez m¨¢s realista.
Como brit¨¢nico que vive fuera del Reino Unido (en Berl¨ªn), observo estos acontecimientos con desesperaci¨®n. Cada vez que vuelvo, su pol¨ªtica parece un poco m¨¢s peque?a en comparaci¨®n con el tama?o de los desaf¨ªos, el tejido c¨ªvico del pa¨ªs parece un poco m¨¢s desgarrado, el ¨¢nimo de la gente parece un poco m¨¢s resignado. Como me dijo recientemente un amigo brit¨¢nico: parece que el pa¨ªs se est¨¢ desmoronando.
As¨ª es el pa¨ªs que Truss ha heredado a su llegada al n¨²mero 10 de Downing Street el 5 de septiembre. Es el pa¨ªs que, a primera hora de la tarde del 8 de septiembre, se enter¨® de que la ¨²nica figura constante y estable de sus ¨²ltimos 70 a?os, la reina, hab¨ªa muerto en su castillo de Escocia. Es el pa¨ªs que durante los d¨ªas transcurridos entre su muerte y el funeral ha disfrutado de una especie de vacaciones de la realidad: un tiempo de uni¨®n, de unidad, de recuerdo de tiempos m¨¢s felices. Es el pa¨ªs en el que 100.000 habitantes esperaron largas horas en la cola para presentar sus respetos.
Ahora el funeral ha terminado. El reinado de Carlos III est¨¢ amaneciendo y la dura realidad empieza a regresar, con los mercados y los economistas observando con escepticismo c¨®mo el Gobierno empieza a desvelar su programa para la policrisis. Incluso en el mejor de los casos, el pa¨ªs se enfrenta a unos a?os muy dif¨ªciles. En el peor de los casos, se enfrenta a un declive acelerado y permanente. Y eso explica la particular resonancia de la cola. Resume las mismas virtudes ¡ªpaciencia, orden, cortes¨ªa, decoro, uni¨®n en la adversidad¡ª que el pa¨ªs necesitar¨¢, m¨¢s que en otros momentos hist¨®ricos, en los duros tiempos que se avecinan.
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