Par¨¢bola de invierno
En la guerra en Ucrania, el miedo est¨¢ tomando la forma de una retirada entre los occidentales y amenaza con levantar el pa?uelo blanco de la neutralidad antes de que sea demasiado tarde
I¡¯ve seen the future, brother. It¡¯s murder (Leonard Cohen)
1. Sucedi¨® hace mucho tiempo. En el pueblo de Boliqueime, al sur de Portugal, el ¨²nico bel¨¦n digno de ese nombre ocupaba el altar mayor de la iglesia y por eso los ni?os nos qued¨¢bamos embelesados ante aquellas figuras est¨¢ticas que hac¨ªan volar nuestra imaginaci¨®n. Yo deb¨ªa de tener unos seis a?os. Las im¨¢genes, iluminadas por velas, me intrigaban. Dentro de su establo, el Ni?o Jes¨²s parec¨ªa un ni?o-ni?a, pues el pelo ondulado, los labios pintados, y la mantilla que le cubr¨ªa los genitales no ayudaban a identificar su g¨¦nero, pero lo que m¨¢s me molestaba era que me hubieran dicho que aquel ni?o-ni?a, tan recogido entre su padre y su madre, era el mismo que aparec¨ªa flagelado, herido, ca¨ªdo, muerto y sepultado en los 14 cuadros que colgaban de las paredes de la iglesia.
2. Que ese ni?o, una vez crecido, se convirtiera en ese hombre barbudo, que simbolizaba a Cristo, fue para m¨ª motivo de gran perturbaci¨®n. Frente a la choza de paja, donde se representaba la felicidad, quise sustraer el ni?o-ni?a y llev¨¢rmelo conmigo para que no sufriera tan ostentoso sacrificio. Quer¨ªa ahorrarle su tr¨¢gico destino, evitar la muerte de aquel ni?o radiante que simbolizaba la vida. Pero los ojos de los adultos estaban atentos, nunca consegu¨ª mi prop¨®sito y el ni?o se quedaba invariablemente all¨ª para cumplir su destino lit¨²rgico. Solo mucho despu¨¦s comprend¨ª que aquel deseo de mi infancia, fruto de un pensamiento sincr¨¦tico, era el de reescribir la Historia, o, mejor dicho, el de enmendar el hilo de tragedia que encierra en s¨ª la humanidad. Al principio de este invierno he vuelto a sentir el mismo deseo y la misma impotencia, pues parece imposible rescatar a la naturaleza humana de su vicio de matar, o simplemente de dejar morir sin intervenir, que es lo mismo. Me refiero, como es l¨®gico, a lo que lleva sucediendo en el este de Europa desde el 24 de febrero de 2022. Estamos, por lo tanto, en medio de la Historia. ?C¨®mo romper sus anillos y revertir mediante la voluntad el camino hacia el desastre?
3. Los portugueses, como los espa?oles, somos compasivos. Desde el pasado mes de marzo, Lisboa ha acogido a los refugiados ucranios como si fueran hermanos. El sufrimiento de ese pueblo es tema de conversaci¨®n en todas partes. Hace unos d¨ªas viaj¨¦ con una taxista que me cont¨® que hab¨ªa empezado a caminar por su casa sin encender la luz, pensando que en Kiev hay barrios enteros a oscuras. Una amiga me dijo que por la noche se imagina el fr¨ªo que sufren los ucranios y que siente remordimientos por dormir calentita bajo un edred¨®n de plumas. Por todas partes se habla con admiraci¨®n de la forma en la que Europa se ha mantenido unida frente a la brutalidad de la agresi¨®n, y de c¨®mo los pueblos est¨¢n dispuestos a resistir por una causa superior, a pesar de todos los males que acechan en el aire. Lo cierto es que podr¨ªa tratarse de una cuesti¨®n de mero pensamiento m¨¢gico, pero negar que hasta ahora los europeos se han encontrado a s¨ª mismos ante este desaf¨ªo humanitario, y se han identificado como una especie de pueblo reconstruido que posee un ideal, ser¨ªa no querer leer la realidad.
4. Sin embargo, ninguna sociedad es homog¨¦nea ni est¨¢tica, y a medida que avanza el rigor del invierno, antes de que la gente empiece a quejarse de las penurias a las que la constri?e esta guerra, los comentaristas van cambiando el rumbo de sus razonamientos. En nombre de la imparcialidad, de la pragm¨¢tica y de la l¨®gica, la gram¨¢tica est¨¢ abandonando progresivamente el campo del agresor para centrarse en los errores, excesos y eventuales cr¨ªmenes de guerra del agredido. Y as¨ª se oye decir que es necesario evitar una guerra nuclear, algo que parece estar completamente en manos de Ucrania. O que es preciso poner fin a la guerra, lo que solo podr¨¢ ocurrir si Occidente deja de ayudar a Ucrania. O que es una locura hablar de un nuevo Holodomor porque los ucranios ahora no mueren de hambre como en 1933, sino a causa de los misiles y la metralla de los drones, que es algo muy distinto. O que el presidente de Ucrania plantea propuestas irrealizables porque no es m¨¢s que un actor. Y que Europa est¨¢ perdiendo tecnolog¨ªa, ciencia y competitividad, mientras todos los dem¨¢s las est¨¢n ganando, con Estados Unidos a la cabeza, porque, en el fondo, fue ese pa¨ªs el que promovi¨® esta guerra para que los estadounidenses se hicieran m¨¢s ricos y los europeos mucho m¨¢s pobres. Y as¨ª, gracias a esta urdimbre ilusoria de la l¨®gica, el Estado agresor deja de tener cabida en la sintaxis. Existe como un hecho dado de la Naturaleza al que sus oponentes, y el mundo entero, deben adaptarse y obedecer. El Kremlin empieza a ser tratado como un agente natural inevitable, como los terremotos, las tormentas, los tsunamis y los asteroides que vagan por el espacio y pueden chocar con la Tierra y destrozarla. El agresor es inamovible, insondable y se mueve misteriosamente en la oscuridad. Es un fantasma omnipotente. Lo que significa que, en Occidente, el miedo est¨¢ tomando la forma de una retirada y amenaza con levantar el pa?uelo blanco de la neutralidad, antes de que sea demasiado tarde.
5. Si gana el miedo, sin embargo, ?cu¨¢l ser¨¢ el futuro del mundo? ?Qu¨¦ ley podremos encontrar que impida que el m¨¢s fuerte maltrate al m¨¢s d¨¦bil? ?Qu¨¦ pasar¨¢ si el di¨¢logo no vale de nada ante la amenaza? ?C¨®mo ser¨¢ posible, de ahora en adelante, evitar que los conflictos degeneren en guerras abiertas? ?Qu¨¦ principios, qu¨¦ leyes, qu¨¦ justicia se erigir¨¢n para evitar el caos? ?Se encamina acaso el futuro hacia el principio del asesinato como f¨®rmula segura para el triunfo? ?Es que los pa¨ªses son capaces de ponerse de acuerdo para proteger especies animales al borde de la extinci¨®n y no pueden encontrar una manera de mantener su propia especie a salvo? Es costumbre evocar la afirmaci¨®n de Theodor W. Adorno de que, a la luz de la redenci¨®n, la Historia aparece necesariamente deformada y ha de asociarse con el arte y su transfiguraci¨®n. En este caso, podr¨ªa ser ¨²til asociarla con el campo de batalla para pensar que el poder de la esperanza combinado con la raz¨®n puede conllevar la salvaci¨®n de un principio. Hasta este momento, los pa¨ªses europeos que se han unido en torno a dicha causa parecen creer en este ideal. Ma?ana no se sabe qu¨¦ brazos caer¨¢n. Estamos pasando por un momento dif¨ªcil, que requiere irrumpir en la choza del pesebre para rescatar al ni?o apacible de su doloroso destino, lo que exige valent¨ªa. El invierno nos lo dir¨¢. Habr¨¢ muertes, fr¨ªo, escarnio y oscuridad. Pero este es nuevamente uno de esos momentos en los que la raz¨®n po¨¦tica individual sirve claramente a un prop¨®sito.
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