Erdogan y el terremoto: ?infortunio o injusticia?
El presidente turco anda ahora como pollo sin cabeza desplegando su presencia por todas las zonas afectadas por el se¨ªsmo
Para la te¨®rica pol¨ªtica Judith Shklar la modernidad ten¨ªa fecha de nacimiento: el 1 de noviembre de 1755, el d¨ªa del devastador terremoto de Lisboa. La causa de afirmaci¨®n tan pintoresca es la extensa reacci¨®n intelectual que suscit¨® entre algunos de los primeros ilustrados. Voltaire le dedic¨® un poema donde arremet¨ªa contra una providencia abandonada de la mano de un Dios supuestamente bueno, mientras que Rousseau le replic¨® que dej¨¢ramos de buscar alg¨²n designio en el mundo natural o clamar contra oscuros prop¨®sitos divinos; a quien deb¨ªamos responsabilizar por tan dram¨¢tico resultado es al propio hombre. Bien distinto habr¨ªa sido su efecto si los lisboetas no hubieran edificado casas tan elevadas o no se hubieran preocupado por tratar de rescatar sus cosas de valor en vez de huir. Y Kant abundar¨ªa despu¨¦s en la misma idea: si queremos evitar las desdichas humanas, nada mejor que acabar con la mayor de todas, la guerra, producto siempre de la estulticia humana.
En la Siria devastada por la guerra, este terrible terremoto sum¨® la fuerza de la naturaleza a la tragedia engendrada por su conflicto civil. El resultado est¨¢ a la vista, una tremenda dificultad para acceder a las zonas afectadas y la pr¨¢ctica imposibilidad de hacer m¨¢s efectiva la ayuda internacional. Llueve sobre mojado, ruinas sobre ruinas, miseria sobre miseria. En las zonas m¨¢s afectadas de Turqu¨ªa es inevitable no preguntarse tambi¨¦n por la mano del hombre, por qu¨¦ unos edificios se derrumbaron como castillos de naipes mientras otros resist¨ªan o por qu¨¦ tantas dificultades para que el rescate llegara a tiempo. ?Qu¨¦ papel tienen en este resultado la codicia de los constructores y/o la desidia, la torpeza y la corrupci¨®n de los responsables pol¨ªticos? Como advierte la propia Shklar, detr¨¢s de muchos infortunios se oculta casi siempre alguna injusticia, porque muchas de sus consecuencias podr¨ªan haberse evitado y, al modo rousseauniano, apuntan a alguna responsabilidad humana, no son solo el despliegue ciego de fuerzas naturales o meros accidentes. ¡°Las fuerzas oscuras que te atormentan, mujer, tienen cada una rostro, direcci¨®n y nombre¡±, por decirlo con los versos de Brecht. Y eso sirve tanto para Siria como para Turqu¨ªa.
Erdogan lo sabe, como tambi¨¦n sus potenciales votantes. Hay ya, adem¨¢s, un precedente, el terremoto de 1999, que supuso el comienzo del fin de su antecesor en el cargo, Bulent Ecevit. El presidente turco anda ahora como pollo sin cabeza desplegando su presencia por todas las zonas afectadas. Una reelecci¨®n que cre¨ªa tener asegurada se pone en entredicho. Porque lo que m¨¢s ven¨ªa preocupando al turco medio no era solo su giro autoritario; era la corrupci¨®n generalizada entre sus compinches y la propia ineficiencia del Estado. Su indudable protagonismo internacional no se traslada sin m¨¢s hacia el interior de su propio pa¨ªs. Y la di¨¢spora turca en Europa se est¨¢ encargando de dar voz a las v¨ªctimas, de ilustrarlas sobre tantas injusticias que se esconden detr¨¢s del infortunio. La sombra de Lisboa se extiende hasta Anatolia.
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