La inc¨®moda memoria
Para un sector radical de las sociedades recordar parece ser m¨¢s bien una amenaza y no un paso necesario contra la repetici¨®n del horror
Hay dos formas a trav¨¦s de las cuales una sociedad puede enfrentar un pasado traum¨¢tico en el que en un pa¨ªs la obra humana dej¨® muchas v¨ªctimas, incluyendo personas asesinadas, desplazadas o exiliadas. Tema que en varios pa¨ªses se ha convertido en una suerte de Rubic¨®n que polariza posiciones pol¨ªticas tras lo cual se suele esconder, en realidad, la diferencia entre tolerancia e intolerancia.
Un camino es el de la recuperaci¨®n de la memoria hist¨®rica. No s¨®lo como homenaje a las v¨ªctimas, sino como mensaj...
Hay dos formas a trav¨¦s de las cuales una sociedad puede enfrentar un pasado traum¨¢tico en el que en un pa¨ªs la obra humana dej¨® muchas v¨ªctimas, incluyendo personas asesinadas, desplazadas o exiliadas. Tema que en varios pa¨ªses se ha convertido en una suerte de Rubic¨®n que polariza posiciones pol¨ªticas tras lo cual se suele esconder, en realidad, la diferencia entre tolerancia e intolerancia.
Un camino es el de la recuperaci¨®n de la memoria hist¨®rica. No s¨®lo como homenaje a las v¨ªctimas, sino como mensaje, para el presente y futuro, de hechos graves que deben conocerse ¡ªy conocer las nuevas generaciones¡ª para que jam¨¢s se repitan. La otra forma es la opuesta: el olvido, lo que podr¨ªamos llamar la ¡°volteada de p¨¢gina¡±, en nombre de una idea abstracta de la ¡°reconciliaci¨®n¡± que omite conocer la verdad. Borrando hechos que generaron miles y hasta millones de v¨ªctimas, dando pie a la impunidad y una sociedad que prescinde de su memoria, con el pretexto de la conciliaci¨®n.
Lo que est¨¢ detr¨¢s de esta contradicci¨®n suele ser un pasado terrible. Que va, por ejemplo, desde los genocidios hitlerianos o polpotianos y la Guerra Civil espa?ola hasta los asesinados por dictaduras sangrientas en el cono sur latinoamericano (Chile, Argentina, Uruguay) en los setentas y ochentas, llegando a las decenas de miles de muertos en Per¨², tanto por la acci¨®n del terrorismo como por agentes del Estado. Y hay muchos otros casos m¨¢s en la regi¨®n y en el mundo.
As¨ª como ha habido sucesos grav¨ªsimos que no merecieron particular expurgaci¨®n, memoriales o ¡°comisiones de la verdad¡± o, en fin, pol¨ªticas p¨²blicas de promoci¨®n de la memoria y de homenaje a las v¨ªctimas.
Sin duda la pol¨ªtica p¨²blica ¡°sanatoria¡± m¨¢s espectacular en las ¨²ltimas d¨¦cadas ha sido la de la Alemania reconstruida luego de la tragedia de la Segunda Guerra Mundial. Para cualquiera que visite el pa¨ªs no queda sino inclinarse con respeto ante los impactantes resultados pasos para no arrojar bajo la alfombra las atrocidades del nazismo desde la d¨¦cada del 30 del siglo pasado y durante la Segunda Guerra Mundial con varios millones de objetivos de persecuci¨®n, destrucci¨®n o muerte por pertenecer a una determinada raza, etnia o nacionalidad.
Millones de jud¨ªos, disidentes pol¨ªticos, gitanos, homosexuales, personas con discapacidades f¨ªsicas y mentales fueron objetivo de destrucci¨®n o matanzas por pertenecer a una determinada raza, etnia o nacionalidad. Quedaron para la memoria los nombres de campos de concentraci¨®n como Dachau, Buchenwald, Mauthausen o Auschwitz-Birkenau (Polonia). Conversando con la gente se puede constatar el espectacular impacto de esos memoriales y de la educaci¨®n p¨²blica alemana han tenido en las generaciones que a¨²n no viv¨ªan cuando los horrores del nazismo.
En otros pa¨ªses el relativo silencio frente a sus propias responsabilidades en la historia de hechos terribles y en la misma Segunda Guerra Mundial no ha sido, sin embargo, materia de especial ¡°memorializaci¨®n¡± como, por ejemplo, el Jap¨®n.
Pero fuera de esas grandes hecatombes mundiales de obra humana ha sido m¨¢s bien en conflictos y situaciones ¡°internas¡± de algunos pa¨ªses en las que se ha visto m¨¢s vivamente la existencia o no de pol¨ªticas p¨²blicas claras y consistentes. En torno a ese tema, por el contrario, por razones de pol¨ªtica interna muchas ha sido materia de controversia y hasta de propuestas regresivas. En estos d¨ªas en Espa?a, por ejemplo, dentro de la reci¨¦n iniciada campa?a electoral de cara a la elecci¨®n del 23 de julio llama la atenci¨®n la postura de los candidatos de la derecha de, por ejemplo, derogar la Ley de Memoria Democr¨¢tica. Uno de los objetivos de esa ley es, precisamente, reconocer a quienes padecieron persecuci¨®n o violencia, por razones pol¨ªticas, ideol¨®gicas, de pensamiento u opini¨®n, de conciencia o creencia religiosa, de orientaci¨®n e identidad sexual, durante el per¨ªodo comprendido entre el golpe de Estado de 18 de julio de 1936, la Guerra Civil, la dictadura franquista hasta la adopci¨®n de la actual Constituci¨®n en 1978.
En el contexto latinoamericano se han dado en las ¨²ltimas d¨¦cadas varios pasos notables ¡ªliteralmente ¡°memorables¡±¡ª de lo primero, es decir de recuperaci¨®n de la memoria hist¨®rica. No sin tensi¨®n y contradicci¨®n con quienes, desde el conservadurismo extremo, prefieren el olvido y que no se hable de hechos y responsabilidades atroces.
En los ¨²ltimos 20 a 30 a?os se han dado pasos importantes en la regi¨®n para mantener la memoria para que hechos terribles sean conocidos por las futuras generaciones para que no se repitan. Por ejemplo, el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos en Santiago de Chile referido a la larga dictadura de Pinochet o el Lugar de la Memoria (LUM) en Lima sobre el conflicto armado interno generado en el Per¨² por el accionar terrorista de Sendero Luminoso y las atrocidades en las que de ello deriv¨® en responsabilidades graves de agentes de instituciones del Estado. Tambi¨¦n el Museo Sitio de Memoria, localizado en lo que fue la Escuela de Mec¨¢nica de la Armada (ESMA) en Buenos Aires, centro de detenci¨®n y exterminio durante la dictadura militar entre 1976 y 1983 de miles de detenidos y desaparecidos, muchos de los cuales perecieron en los ¡°vuelos de la muerte¡±.
Siendo las cosas as¨ª, el hecho es que para un sector radical de las sociedades recordar parece ser m¨¢s bien una amenaza y no un paso necesario contra la repetici¨®n del horror. Si en la Espa?a de hoy hay quienes promueven en su discurso pol¨ªtico voltear una p¨¢gina del pasado que parece inc¨®moda para algunos, algo parecido ocurre en una Latinoam¨¦rica ya contagiada del virus global de la polarizaci¨®n pol¨ªtica. Algo de ese mismo esp¨ªritu retardatario flota en otros lares.
Es lo que pas¨® en Lima con el LUM, espacio de memoria inaugurado el 2015 con la cooperaci¨®n de Alemania. La exhibici¨®n arranca precisamente recordando c¨®mo fue que se inici¨® en 1980 la violencia terrorista de Sendero Luminoso que ensangrent¨® al pa¨ªs durante veinte a?os.
Pero, como no pod¨ªa ser de otra manera, en el LUM la exhibici¨®n trata tambi¨¦n de las v¨ªctimas de graves violaciones a derechos humanos cometidas desde el Estado, algo que para algunos extremistas es mejor omitir. As¨ª, la autoridad municipal en Lima, en manos de un grupo pol¨ªtico de extrema derecha, orden¨® abruptamente el cierre del LUM con objeciones administrativas que pudieron haber tenido otro manejo. Por el momento la crisis ha sido superada pero ya se sabe de la espada de Dam¨®cles que pende sobre su funcionamiento dentro de un contexto pol¨ªtico general cada vez m¨¢s tenso y de regresi¨®n.
No deben sorprender estas corrientes de regresi¨®n que buscan cancelar la memoria y que se repita y extienda por otros pa¨ªses. Y que, con ello, se pretenda borrar de la historia hechos graves. Que deben ser conocidos y recordados como datos de la historia de manera que en la formaci¨®n de las futuras generaciones haya mejores y mayores elementos para que esas tragedias no se repitan. Cancelando la memoria, por el contrario, es c¨®mo el aliento a la repetici¨®n de tragedias se hace m¨¢s posible.