La corrupci¨®n tranquila
La antigua plaga espa?ola del clientelismo sigue prosperando en las zonas de sombra administrativa que le son tan propicias, en la impunidad no ya del desconocimiento, sino de la aceptaci¨®n resignada o c¨ªnica de lo que siempre se ha hecho
Hay tantas cosas urgentes que a nadie le queda tiempo para ocuparse de las cosas importantes. Con el espanto de la guerra en Gaza, de la guerra en Ucrania, con el esperpento de ese fugitivo catal¨¢n de la justicia y los edecanes de su corte irrisoria en Bruselas recre¨¢ndose en mantener en vilo a un pa¨ªs entero, ?qui¨¦n tiene tiempo, por ejemplo, para prestar seriamente atenci¨®n al cambio clim¨¢tico, a las noticias diarias sobre los r¨¦cords escalofriantes de temperaturas, o a las otras noticias no ya sobre la inacci¨®n a la vez criminal y suicida de empresas y gobiernos, sino sobre el incremento de las inversiones en combustibles f¨®siles en los mismos pa¨ªses te¨®ricamente comprometidos a ponerles un l¨ªmite? El ruido y la gresca lo borran todo. Los gritos roncos de esos b¨¢rbaros que ocupan la calle de Ferraz en Madrid con sus brazos levantados y sus banderas incendiarias remueven esa parte profunda de la memoria en la que sigue latente el miedo a lo peor del pasado: al Cara al sol, al uso bestial de la palabra ¡°maric¨®n¡±, la palabra ¡°moro¡±, la palabra ¡°hijoputa¡±, toda esa negra aspereza espa?ola que muchos de nosotros tuvimos la mala fortuna de experimentar en persona; una agresividad de barra de bar y copa de co?ac, de arenga cuartelera, de exabrupto en tendido taurino o grader¨ªo de f¨²tbol.
Personas de orden lamentan con una media sonrisa los excesos, siempre deplorables, y a continuaci¨®n atribuyen a Pedro S¨¢nchez la responsabilidad de que sucedan. Este ¨²ltimo octubre ha sido el m¨¢s caluroso en el mundo desde que existen registros, pero esa informaci¨®n se pierde bajo un nuevo alud de palabrer¨ªa, de especulaci¨®n y chisme pol¨ªtico. Proyectos cruciales de plantas de energ¨ªa e¨®lica pueden quedar frustrados en Espa?a por culpa de la lentitud y la confusi¨®n de los procedimientos administrativos, y sin duda tambi¨¦n porque muchas cosas acaban paralizadas cuando pasan tantos meses con un Gobierno en funciones, pero qui¨¦n tiene tiempo ni ganas de ocuparse de esos asuntos, o de informarse sobre ellos, si la actualidad trae a cada minuto una nueva bronca que los algoritmos de las redes sociales agrandar¨¢n con su eficiencia autom¨¢tica.
Acabamos de saber que la producci¨®n de carb¨®n va a seguir increment¨¢ndose al menos hasta 2030, y la de petr¨®leo y gas, 20 a?os m¨¢s. El mundo est¨¢ quemando m¨¢s del doble de los combustibles f¨®siles que habr¨ªan permitido cumplir con el Acuerdo de Par¨ªs de 2015, que aspiraba muy tentativamente a limitar el calentamiento del planeta a 1,5 grados. M¨¢s elocuentes que las cifras son los hechos: las inundaciones catastr¨®ficas, las sequ¨ªas que convierten pa¨ªses enteros de ?frica en desiertos, los incendios de amplitud continental que duran meses enteros. No pasa nada. Por ahora, son casi siempre otros los que cargan con las consecuencias de un sistema econ¨®mico y un modo de vida que disfrutamos nosotros, otros los que sufren la contaminaci¨®n de nuestra basura electr¨®nica y pagan sin beneficio alguno el coste de nuestros privilegios.
Lo que parece que est¨¢ lejos no importa. El espect¨¢culo degradado y convulso de la as¨ª llamada actualidad pol¨ªtica es una pantalla en la que se agitan fantasmas gritones, un teatro de t¨ªteres, un simulacro que oculta casi por completo la realidad al mismo tiempo que la intoxica con sus venenos de discordia y furia destructiva, no incompatibles con un trasfondo s¨®rdido de cinismo. Los iluminados y los incendiarios, o al menos los menos tontos entre ellos, y los que luego los manejan y alientan no acaban de creerse su propia vehemencia. Al gran patriota perseguido y exiliado de Waterloo, que en otras ¨¦pocas ha jugado a una ¨¦pica redentora de tercera fila, ahora se le ha puesto en la cara un sarcasmo de tah¨²r, un gesto como de no poder contenerse la risa, la satisfacci¨®n de tener a un pa¨ªs entero pendiente de ¨¦l, que se presenta a s¨ª mismo y hasta tal vez se ve como la palpitante encarnaci¨®n de su patria, pero qued¨® en quinto lugar en las ¨²ltimas elecciones, detalle del que parecen olvidarse hasta sus adversarios. Esas elecciones resulta que las gan¨® en Catalu?a el candidato socialista, que, sin embargo, por la extra?a l¨®gica de la pol¨ªtica espa?ola, parece un hombre borroso, desalentado, vencido, con su voz d¨¦bil y sus gafas grandes corridas sobre la nariz.
En medio de todo este circo, la antigua plaga espa?ola del clientelismo y la corruptela contin¨²a prosperando en esas zonas de sombra administrativa que le son tan propicias, en la inercia, en la impunidad no ya del desconocimiento, sino de la indiferencia colectiva, de la aceptaci¨®n resignada o c¨ªnica de lo que siempre se ha hecho. No hace falta molestarse en ocultar lo que ya no despierta verg¨¹enza, y hasta el mayor esc¨¢ndalo se habr¨¢ olvidado en unos d¨ªas, semanas como m¨¢ximo. A qui¨¦n le importa que a principios de este mes el Consejo de Gobierno de la Junta de Andaluc¨ªa destituyese sin previo aviso al director del Centro Andaluz de Arte Contempor¨¢neo, Juan Antonio ?lvarez Reyes, que ocupaba su puesto desde 2010 y lo hab¨ªa ganado en un concurso p¨²blico y abierto, seg¨²n el Manual de Buenas Pr¨¢cticas que acordaron en 2007 los museos oficiales espa?oles, con el prop¨®sito de asegurar en lo posible la transparencia, el m¨¦rito y la equidad en los procesos de elecci¨®n, tantas veces enturbiados en nuestro pa¨ªs por enjuagues pol¨ªticos.
Pero el Manual de Buenas Pr¨¢cticas resulta ser solo eso, y no una norma que deba ser obedecida. No conozco a ?lvarez Reyes, ni tampoco a su sucesora, Jimena Bl¨¢zquez, nombrada sin proceso de selecci¨®n ninguno. Lo que s¨ª conozco, tristemente, como cualquiera que se fije en estas cosas, es la corrupci¨®n insidiosa, tranquila, aceptada, que se impone en una Administraci¨®n p¨²blica cuando todo depende del favor o el capricho de los cargos pol¨ªticos, cuando son cargos pol¨ªticos muchos puestos que deber¨ªan corresponder a funcionarios de carrera o a profesionales seleccionados seg¨²n criterios objetivos de m¨¦rito, en concursos p¨²blicos, con todas las garant¨ªas de una legalidad que les otorgar¨¢ las facultades y la independencia necesarias para cumplir con su trabajo. Civil servants, en la noble expresi¨®n inglesa, y no eso que lleva entre nosotros el t¨ªtulo tan dudoso de ¡°cargos de confianza¡±, que suena ya casi a conspiraci¨®n mafiosa. Jimena Bl¨¢zquez se declara dolida por las protestas que ha suscitado su nombramiento, apelando a su curr¨ªculo y a sus credenciales en el mundo del arte, o del coleccionismo privado, pero esa no es la cuesti¨®n. Si el puesto de trabajo y la carrera profesional dependen del arbitrio pol¨ªtico, inevitablemente se est¨¢ suscitando la incertidumbre y el clientelismo, la necesidad no del cumplimiento exigente de la propia tarea, sino del favor del que manda, el miedo a no caer bien y a caer en desgracia, la sorda vileza del disimulo y la conspiraci¨®n.
La consecuencia, de cara al exterior, es la ineficiencia y el descr¨¦dito: una Administraci¨®n incompetente puede desbaratar hasta las pol¨ªticas m¨¢s racionales y mejor dise?adas, y est¨¢ bajo la sospecha de servir a intereses partidistas, que cambiar¨¢n cuando ganen ¡°los otros¡±, que solo para algunos ser¨¢n ¡°los nuestros¡±. Internamente, lo que acaba prevaleciendo es la desolaci¨®n. Quien cumple y no medra siente muchas veces que ha trabajado en vano. Quien se empe?a en hacer lo que debe y sabe y le gusta est¨¢ destinado a la tranquilidad de conciencia y a la melancol¨ªa. Debajo de todo ese teatro, son ellos y sus semejantes en otros sectores fundamentales e invisibles los que hacen que el pa¨ªs, incre¨ªblemente, no se derrumbe.
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