La pandemia, cuatro a?os despu¨¦s
Hubo un momento en que la covid nos puso a hablar de solidaridad; ahora se vota por quienes hacen del individualismo cerril su mejor argumento electoral
Hace cuatro a?os, por estos d¨ªas, comenz¨¢bamos a darnos cuenta de que algo no estaba bien. Llegaban noticias de un virus lejano de comportamiento impredecible, y es f¨¢cil olvidar ahora la extensi¨®n de nuestra ignorancia: los medios tardaron varias semanas en conseguir conclusiones certeras sobre los modos de transmisi¨®n o las maneras de prevenirla, y durante mucho tiempo nos movimos en un mar de incertidumbres cuyos da?os tal vez no eran inevitables. A finales de febrero, despu¨¦s de un breve viaje por Espa?a y Portugal, regres¨¦ a mi ciudad contagiado sin saberlo. Solo un par de casos se hab¨ªan documentado en ese momento en la prensa de mi pa¨ªs. Recuerdo muy bien la expresi¨®n de preocupaci¨®n intensa en la cara de los m¨¦dicos que encontraron en mis radiograf¨ªas una neumon¨ªa agresiva, y ahora s¨¦ que nunca me voy a liberar de la rara tristeza de saber que el virus acab¨® matando al amigo que me lo contagi¨®.
En los meses siguientes, mientras me recuperaba sin secuelas, segu¨ªa por las pantallas de nuestro encierro las espirales de miedo y sufrimiento en que se embarcaban nuestras sociedades, y trataba de llegar a una conclusi¨®n m¨¢s o menos fiable sobre las realidades que se nos vendr¨ªan encima cuando todo esto terminara. Era la tercera vez, en este siglo todav¨ªa joven, que repet¨ªamos ese lugar com¨²n: esto va a cambiar el mundo para siempre. Despu¨¦s de los atentados de septiembre de 2001 y la crisis econ¨®mica de 2008, la pandemia del coronavirus lo trastornaba todo una vez m¨¢s, sin habernos dejado tiempo siquiera para recuperar la estabilidad perdida, y m¨¢s bien apilando sus consecuencias sobre las que ya est¨¢bamos viviendo. El fen¨®meno era tan sorprendente, a pesar de no ser para nada inesperado (muchos lo hab¨ªan anunciado), que no sab¨ªamos c¨®mo hablar de ¨¦l, y muy pronto comenzamos a explicarlo con los lenguajes que hab¨ªamos usado en las crisis precedentes. Nuestros gobiernos hablaron de la pandemia como se habla de una guerra y de la covid como si fuera un enemigo impredecible: un terrorista. Las decisiones desastrosas que llevaron a la debacle financiera de 2008 ¡ªla ausencia total de controles estatales, el ego¨ªsmo y la codicia convertidos en motor de la econom¨ªa, las tensiones entre el inter¨¦s del individuo y el de los mercados¡ª nos prestaron el l¨¦xico para discutir nuestras prioridades actuales.
El mundo entero se lanz¨® a un frenes¨ª de profec¨ªas y especulaciones, de bolas de cristal y teor¨ªas de la conspiraci¨®n, y eso era un term¨®metro visible de nuestras ansiedades: estas generaciones ¡ªlas nuestras, las de los vivos¡ª no se hab¨ªan enfrentado todav¨ªa a una incertidumbre similar, y hab¨ªa que remontarse a la gripe de 1918 para conseguir una analog¨ªa m¨¢s o menos precisa de lo que viv¨ªamos. ¡°El futuro, por definici¨®n, carece de imagen¡±, escribi¨® Paul Val¨¦ry en un tiempo de incertidumbres. ¡°La historia le da los medios para ser pensado¡±. Pero al mirar la historia nos encontr¨¢bamos con un relativo vac¨ªo, pues la gripe de 1918, que seg¨²n algunos mat¨® a m¨¢s gente que las dos guerras mundiales juntas, no se ha contado tanto ni tan bien como las guerras. Y claro: como nos faltaban los relatos sobre aquel momento pasado, nos era dif¨ªcil imaginar con precisi¨®n lo que vendr¨ªa despu¨¦s de este momento presente. En abril de 2020, una revista colombiana me pidi¨® aventurar una opini¨®n sobre lo que nos dejar¨ªa esta crisis. Tengo que cometer la groser¨ªa de citarme a m¨ª mismo para que los lectores entiendan mejor mi argumento. Este p¨¢rrafo fue mi respuesta:
¡°No tengo grandes esperanzas: una lectura r¨¢pida de la historia sugiere que la humanidad aprende poco de los desastres u olvida pronto lo aprendido. Los pa¨ªses ricos se han pasado los ¨²ltimos a?os socavando las pol¨ªticas p¨²blicas que habr¨ªan podido ayudarles a enfrentar la pandemia, y los menos ricos, extraviados en la corrupci¨®n y las guerras, ni siquiera han podido invent¨¢rselas. Navegaremos entre el autoritarismo y el miedo; para evitarnos el dolor por la muerte de seres cercanos, aceptaremos condenar al hambre a millones de seres lejanos. Las econom¨ªas destrozadas ser¨¢n el plato de Petri de violencias diversas. Veremos muestras de hero¨ªsmo y solidaridad todos los d¨ªas, pero eso no bastar¨¢, porque los valientes y los solidarios no ser¨¢n quienes elijan a nuestros l¨ªderes: ser¨¢n los enga?ados por los populismos, los desinformados por las redes, los atemorizados por la pobreza. Elegir¨¢n a los Trump y a los Bolsonaro y no echar¨¢n a los Ortega o a los Maduro. La pregunta no es tanto qu¨¦ ense?anzas deja esta crisis, sino c¨®mo preparar nuestras sociedades, empobrecidas y enfrentadas, para la que no vemos todav¨ªa. Es como dec¨ªa S¨¢nchez Ferlosio: vendr¨¢n m¨¢s a?os malos y nos har¨¢n m¨¢s ciegos¡±.
Me equivoqu¨¦ con Bolsonaro y con Trump, que no fueron reelegidos, pero ser¨ªa imperdonablemente ingenuo pensar que su derrota fue consecuencia de la irresponsabilidad, la incompetencia o el cinismo con que se enfrentaron (o no) a la pandemia. En cualquier caso, ah¨ª tenemos a Trump, virtualmente nominado como candidato republicano a la presidencia; y, a cambio de Bolsonaro, la tragicomedia latinoamericana nos ha regalado a otro payaso de ignorancia orgullosa y profunda antipat¨ªa hacia la ciencia, el conocimiento y el sector p¨²blico: Javier Milei. Nadie puede no recordar que una de las primeras acciones de Trump, al llegar al poder, fue destruir los mecanismos m¨¢s preparados para enfrentarse a una pandemia: en 2018, desmantel¨® un programa del Consejo Nacional de Seguridad que se hab¨ªa creado en los a?os de Obama, cuando el Gobierno recibi¨® duras cr¨ªticas por su manejo de la crisis del ¨¦bola; y ahora sabemos que m¨¢s tarde, apenas tres meses antes de las primeras infecciones por covid, elimin¨® un programa de alerta temprana, Predict, y despidi¨® a docenas de cient¨ªficos que hab¨ªan logrado identificar 160 virus susceptibles de provocar una pandemia. Milei, por su parte, ha prometido desmantelar el Estado, comenzando por la salud p¨²blica, y desde muy pronto puso en la mira a los cient¨ªficos: prometi¨® privatizar el Conicet, que fabric¨® pruebas de anticuerpos en tiempo r¨¦cord, y luego, refiri¨¦ndose a los cient¨ªficos, se permiti¨® preguntar: ¡°?Qu¨¦ productividad tienen?¡±
Hubo un momento del a?o 2020 en que la pandemia nos puso a hablar de solidaridad, de responsabilidad ciudadana, de cuidarnos los unos a los otros; ahora se vota por quienes expl¨ªcitamente hacen del individualismo cerril y aun de la crueldad con los m¨¢s vulnerables su primer argumento electoral, y el que mejor vende. La pandemia, pensaron los idealistas, demostr¨® la utilidad de la cooperaci¨®n de las naciones y la interdependencia en lugar del aislamiento, pero lo que dej¨® fue un auge imparable de nacionalismos y nativismos de diverso cu?o. (Las epidemias han tenido siempre una relaci¨®n estrecha con la xenofobia). La pandemia, finalmente, oblig¨® a las sociedades a considerar de nuevo la influencia en sus vidas de un Gobierno s¨®lido y competente, con instituciones capaces de responder en caso de emergencia y de reparar con fondos p¨²blicos los destrozos de las econom¨ªas privadas. Todo esto es anatema para los adalides del s¨¢lvese quien pueda.
Hace cuatro a?os, el m¨¢s irritante de los idealismos era el que ve¨ªa la pandemia como un rito de paso, un reto que nos har¨ªa mejores o del que nuestras sociedades saldr¨ªan reforzadas. Nada de eso ha ocurrido. La pandemia es un territorio de paradojas, de contradicciones, de oportunidades perdidas. Tal vez la ¨²nica lecci¨®n posible comience por darnos cuenta de esto.
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